Partida Rol por web

Athan regresa de nuevo a la posada empapado hasta los huesos. En el salón todavía están Edward, Lureene (sentados en una mesa mientras terminan de cenar) y Rion en la barra prestando atención a las palabras que le susurra el tabernero. 

El tabernero mira a un lado y al otro de nuevo y baja la voz todavía más para susurrarte prácticamente al oído.

- No se si habrás oído que se ha tenido que reunir con los embajadores del reino Dragón por un asunto político... si es así, olvídalo. Se de buena tinta que eso es una maniobra de distracción para ocultar sus verdaderas intenciones. - vuelve a mirar de reojo a los demás parroquianos y baja todavía más la voz, tanto que hasta a ti te cuesta un poco entender lo que dice - Resulta que ha preñado a una plebeya. Para evitar el escándalo que supondría tener un hijo bastardo pululando por ahí, se ha llevado a la plebeya lejos de la ciudad, al bosque, donde habita un bruja que hace cosas como sacarle los bebes de las entrañas a las mujeres.

Levanto una ceja ante la pregunta de Edward. Ya habiendo terminado de comer y esperando que nos levanten los platos, me pongo a jugar con la punta de mi dedo en el borde del vaso de hidromiel, haciendo que tenga equilibrio en su base al tenerlo en forma oblicua en relación a su base.

- ¿No conoces Alejandría? No me extraña, es bastante aburrido, más allá de ser una ciudad inmensa y su biblioteca una de las más grandes conocidas. Pero está rodeada de desierto por kilómetros y kilómetros a la redonda. Por lo que te imaginarás que pasa cuando se levanta viento ¿no? No hay forma de escapar de la arena. En invierno es bastante agradable la temperatura, pero si lo que buscas es un bronceado perfecto, te recomiendo ir en verano donde las temperaturas son insoportables. En 5 minutos quedarías negro como un carbón. Crecer allí no es nada malo, pero yo prefiero el verde más que el dorado. - termino de tomar mi hidromiel. - Bueno, parece que se nos ha acabado la cena. Y mañana tenemos una mañana agitada, sería mejor que me retire a mi habitación.

Apuro lo que queda de cebada cuando sin querer se me dibuja una sonrisa tras el suceso relatado por el tabernero.

-Vaya, vaya... Esto es muy interesante. Muchas gracias por la información, estimado. Sepa usted que narraré en mis futuros viajes que aquí, en El León Danzante, fui servido por un solícito hombre en un entorno acogedor. Si no es molestia, deme una habitación. Intuyo que mañana va a ser un día ajetreado. 

Dejo encima de la barra una de las monedas que cogí del saco como pago y me retiro en cuanto recibo la llave de mis aposentos.

-Por un momento pensé que se trataría de una arena de combate, eso había llamado mi atención pero ya veo que es arena literal, lo del desierto lo sabía, por eso nunca me llamó la atención, sabiendo esto ahora mucho menos-

Terminé de cenar y bajé nuevamente el vaso de cerveza, hacía falta un poco más para marearme pero suponía que por hoy estaba bien.

-Es verdad, mañana hay que levantarse con el canto del gallo, supongo que yo también iré a descansar- dije levantándome.

Me levanto de la silla y agarro el pequeño animal para que no se caiga y trato de esconderlo para que el posadero no vea que tengo toda la intención de llevármelo a mi habitación.

- Pues buenas noches entonces, una agradable cena con una agradable charla. Señor.... - digo, claramente no me acuerdo como se llama. 

A la mañana siguiente, tras descansar toda la noche, os levantáis con energías renovadas. El tabernero os sirve el desayuno y antes de que llegue la hora indicada ponéis rumbo a la zona más occidental del barrio de X'ethra. Las calles, amplias y empedradas junto a los magníficos edificios no dejan lugar a dudas de que se trata de la zona más rica de Figaro.

Unas amplias escaleras de alabastro se elevan en abanico flanqueadas por sendas hileras de cuidados arbustos desde la
polvorienta Vía Sagrada hacia la cumbre de la colina X’ethra. Sobre su pináculo se erige el edificio más colosal de la urbe, la Sala de Justicia que eleva su abovedado tejado muchos codos sobre vuestras cabezas. Sus enormes columnas de mármol hacen empequeñecer a los numerosos ciudadanos que entran y salen de sus dependencias.

Cuando entráis en el gran hall podéis observar a una innumerable cantidad de ciudadanos y trabajadores de la administración que van y vienen a toda prisa, resultando ser un lugar populoso y agobiante. Habéis llegado antes de la hora indicada pero con tanta gente os resulta imposible encontrar al joven y enclenque Roul...

Al llegar el alba, Numendil abrió la ventana del pequeño cuarto en el que había pasado la noche, saludó y recibió el baño, conforme a los ritos de su orden, de la luz bienhechora de Apolo.

Ilumina a tu siervo, que resplandecerá por vuestra gracia, para vuestra mayor gloria.

Concluido el frugal desayuno el joven sacerdote se dirigió, junto al resto de los interesados y la joven del gato, al lugar acordado en uno de los barrios más selectos de Figaro.

Compitiendo con la entrada de la mítica biblioteca de Alejandría se hallaban unas magníficas escaleras alabastradas cuyo tacto y vista resultaban suaves y embriagadores. Numendil se dejó llevar por un instante por el asombro y admiró el fino trabajo con una sonrisa, asombro que se vio eclipsado por el imponente palacio de justicia, cuya envergadura invitaba a la humildad.

Dentro del palacio reinaba un orden propio que al recién llegado le costaba desentrañar. El hombre gato observó las idas y venidas de ocupados viandantes aquí y allá buscando un patrón, algo que le indicara proceder y misión de cada uno en esta aparentemente confusa colmena en la que era necesario encontrar a una sola abeja.

Por fortuna, el muchacho había tenido la prudencia de colocarse bajo un ventanal y un rayo de luz incidía en su persona haciéndolo fácilmente reconocible.

Muy apropiado -. Dijo el sacerdote señalando al joven adepto mientras se dirigía a su encuentro.

La noche pasa tranquila, y el ronroneo del gatito había hecho que mi sueño sea más placentero y relajante.

Al día siguiente, me levanto y después de limpiarme y vestirme, bajo a desayunar, viendo con agrado a varios de los personajes que habían estado la noche anterior.

- Buenos días - digo mientras me desperezo estirando los brazos hacia atrás. El gatito se aferra como puede a mi hombro cuando hago eso, quedándose quieto pasado ese mini ataque cardíaco por casi caerse. El equilibrio del mismo es excepcional.

Tomo el desayuno tranquila y sin problemas y me dispongo a salir hacia el templo, le pago al posadero e inicio mi caminata, viendo que casi todos salimos al mismo tiempo.

La cantidad de gente es descomunal, y me incomoda bastante, ya que no estoy acostumbrada a las grandes aglomeraciones, pero me las arreglo para deslizarme entre ellas con agilidad. Al llegar al lugar indicado veo al instante al muchachito, al cual me dirijo directamente.

- Buenos días tenga usted Joven Roul. 

Bueno, por fin habíamos llegado. Cuanta gente a la que robar... No, Athan, ahora no. Estas intentando hacer un trabajo honrado. Cuando lo acabes volvemos y nos llevamos algo. Tal vez el altar, seguro que tiene que ser valioso. Una vez dentro el grupo empezó a buscar al chiquitín, así que decidí buscarle yo tambien, aunque sin exito. Por suerte la peliroja y el clerigo habían encontrado al muchacho. Oye tu, el de arriba, ya me podrías ayudar a encontrarlo a mi tambien. Oh, claro, es por lo del altar... Bueno, al menos no me ha caido un rayo. 

Dicho esto seguí a los dos de la vista de aguila para encontrar al chiquitin.

-Canijo, la proxima vez ponte un cartel en la cabeza, que sino no se te ve-le dije con una sonrisa.

Una noche relativamente tranquila... Como siempre hacía cuando me despertaba, cogí mi laúd y estuve tocando durante un buen rato hasta que los rayos de sol me indicaban que ya era hora de bajar. Saludé a los presentes lanzando una sonrisa al aire. Tras el breve desayuno, salimos directos hacia nuestro destino: la Sala de Justicia. La afluencia de transeúntes por la calle a tempranas horas de la mañana es creciente, está claro que esta ciudad goza de buen mercado gracias a la tecnología de la que tanto se habla. Una vez estamos dentro del inmenso lugar, hay tantas personas yendo y viniendo que se hace muy difícil encontrar al joven emisario. 

Indico con una seña que voy a ojear en una dirección distinta a la de mis compañeros. Camino rápidamente buscando con la mirada al chico, cuando sin quererlo acabo chocando con un anciano que pasaba por allí. El anciano, sin previo aviso, suelta un bastonazo que casi me da en la espinilla. Mi expresión pasa de la incredulidad a la fingida culpa, no quiero montar un alboroto innecesario. "Al menos por el momento."

-¡Perdone, perdone! No encuentro a mi hijo -digo encogiendo los hombros a modo de justificación. “Menudo genio tienen los de la tercera edad hoy en día…”

Dándome por vencido, vuelvo con los demás. Algunos han tenido mejor ojo (o suerte) y están con Roul. En silencio, aguardo a la llegada de los Consejeros.

Aunque al principio os cuesta, debido a la cantidad de gente que hay en las inmediaciones, finalmente Lureene y Numendil consiguen dar con el espigado joven. 

- Me alegra ver que han llegado a tiempo. El Alto Inquisidor se sentirá sin duda complacido.

Canijo, la proxima vez ponte un cartel en la cabeza, que sino no se te ve

- Lo... lo siento señor - Roul se disculpa atropelladamente y gacha la cabeza, algo avergonzado - La próxima vez intentaré situarme en un lugar más visible. Y ahora síganme por favor, la sesión de trabajo del Consejo ya habrá terminado y sin duda estarán esperándoles.

Raoul os conduce por un intrincado laberinto de escaleras y largos pasillos. Pronto empezáis a sentiros desorientados, aunque en unos escasos tres minutos el joven se detiene frente a una amplia puerta cerrada y pica en ella con los nudillos. Sin esperar respuesta abre ligeramente y estira el cuello para susurrar un - Perdonen señores, los aventureros ya están aquí, ¿les hago pasar?

Ante la respuesta que surge del interior, Raoul abre la puerta de par en par y girándose hacia vosotros os invitará a entrar. 

Ante vosotros se abre una amplia estancia con grandes ventanales que proporcionan una vista privilegiada sobre la ciudad. La sala apenas contiene una enorme mesa de nogal, atestada de libros, documentos y planos. Sentados a su
alrededor se encuentran tres figuras, dos hombres y una mujer que ahora han levantado la vista de sus papeles para fijarla con curiosidad en vosotros...

- Por favor, tomen asiento, señores - dice uno de los dos hombres. Se trata de un humano alto y delgado que debe rondar la cincuentena, con pelo corto y oscuro que empieza a agrisarse en las sienes - Soy Lord Alesteir Blackwood.

- Como quizá ya hayan escuchado en alguno de los cuchicheos que corren, ha llegado a Figaro el Culto de Almas, una joven secta nacida no hace mucho en la vecina Alejandría, en la ciudad de Nesseria más concretamente, y que parece querer establecerse ahora en esta urbe.

Son muchos los rumores que sobre ella corren, algunos buenos y otros malos. La única verdad con la que el Consejo trabaja, sin embargo, es que la semana pasada recibimos la inesperada visita de una comitiva formada por los sumos sacerdotes de los diferentes templos de la ciudad. Éstos, nos solicitaron la expulsión del Culto, alegando que bajo su inofensivo aspecto, se esconde un pérfido grupo de nigromantes cuya intención es la de apoderarse de las almas de la gente.

- Así es, Lord Blackwood - toma la palabra el otro hombre, cuyo símbolo dorado colgado al cuello no deja lugar a dudas de que se trata de un siervo de Apolo, como vuestro compañero Numendil, y al que Edward reconoce fácilmente - Permitidme que me presente. Soy el Alto Inquisidor de Apolo, Lucius "Mano de Hierro".

- Sopesamos la posibilidad de ejecutar la expulsión tal y como nos solicitaban, sobre todo teniendo en cuenta que no teníamos motivos para dudar de la veracidad de las palabras de tan doctos y augustos miembros de nuestra sociedad. Sin embargo, Figaro se vanagloria de tener uno de los sistemas judiciales más avanzados. Las decisiones que atañen al gobierno de la ciudad, han de ser justas y basadas en hechos demostrables, no en meros rumores o suposiciones.

Así pues decidimos desestimar la propuesta, no sin antes prometer que, dada la confianza que teníamos en sus palabras, mantendríamos vigilados a los miembros del Culto y que ante el mínimo indicio de sospecha, ejecutaríamos la expulsión.

La mujer que hasta ahora había permanecido callada toma la palabra y se presenta. - Yo soy Aynara, Presidenta del Gremio de Orfebres y... creo que ahora ya se pueden hacer una idea de qué es lo que se les está pidiendo a vuestras mercedes.

- Es nuestro deseo que se vigile y se investigue a este Culto de Almas y se nos informe sobre qué parte de verdad y qué de exageración hay en las palabras de los sacerdotes para que podamos tomar la decisión más justa para los habitantes de Figaro. Como comprenderán es un trabajo en el que preferimos no involucrar a la guardia de la ciudad y es por eso que hemos decidido acudir a ustedes. Si aceptan este trabajo, la ciudad les abonará una recompensa de 100 monedas de oro a cada uno como pago por los servicios prestados.

Sonreí descaradamente desde mi asiento mientras los presentes hablaban. Lo sabía. Cien puntos para mi. Una vez hubieron terminado de hablar, era hora de comenzar las negociaciones. 

-¿Y cuanto tiempo tendremos que vigilar a esa orden, sus señorias? 100 monedas estan bien, pero bueno, si realmente son nigromantes esto es muy peligroso. Ademas de que es un trabajo de 24 horas al dia. No se, me parece que un poco mas de generosidad no estaría mal-terminé con una sonrisa. Todo por el dinero.

El joven y devoto sacerdote sintió por un momento vergüenza ajena tras la intervención de Athan, el otro hombre gato del grupo. Mentalmente se amonestó por ello, pues consideraba que no era nadie para juzgar aquello que desconocía. A pesar de pertenecer a la misma raza sus rumbos habían sido, con toda probabilidad, totalmente opuestos y en ello residía la marcada diferencia existente entre ambos.

Resulta obvio que el único Dios al que presta su fe es el dinero. No ha tenido la suerte de recibir la misma instrucción y educación que a mí me han inculcado. He de recordar tenerlo presente en mis plegarias a Apolo, lo necesita.

Numendil dio un paso al frente, como obediente miembro del clero ante un superior, esperó respetuosamente hasta que el Alto Inquisidor asintió con la cabeza en su dirección, señal de que se le permitía hacer uso de la palabra:

Lord Blackwood, dama Aynara, ilustrísimo Alto Inquisidor, con el debido respeto me permito agradecer a sus excelencias hayan tenido la deferencia de pensar en este humilde servidor de Apolo para tan relevante misión. Será un honor y un orgullo prestar servicio a la ciudad de Figaro y, por ende, a nuestro máximo creador que, como todos sabemos, nos advierte del peligro de convivir con quienes experimentan con la muerte con fines antinaturales. Si existe el menor indicio de que existan nigromantes entre estos muros no hallaré descanso hasta descubrir y denunciar sus retorcidas y nocivas actividades.

Se inclinó entonces respetuosamente y dio un paso atrás, quedando a la espera de que el resto del que sería su grupo en adelante se manifestara.

Durante el desayuno y el viaje me había mantenido en completo silencio, aunque mi mente no, mi mente estaba colmada de recuerdos y de decisiones que podrían haber cambiado todo, además de eso estaba cargada con algo de culpa y con la incertidumbre de como sería caminar nuevamente por la Sala de la Justicia.

Todo eso iba a resolverse estando en ese lugar, por lo que mientras caminábamos busqué distraerme mirando el lugar, disfrutando una vez más de estar en casa.

Al llegar a aquel lugar vi la actividad de todos los días, administrativos corriendo, mensajeros entrando y saliendo y adeptos cumpliendo los encargos de sus maestros o buscando que hacer, por un instante vi a un joven de cabello rubio corriendo con un pan recién horneado debajo del brazo, un joven que se desvaneció al llegar a una columna.

Suspiré y continué el camino siguiendo a la mujer que parecía haber encontrado al joven Roul al instante.

Una vez delante de la puerta me quedé detrás de todo en el grupo, ocupando la retaguardia y apoyándome en una columna mientras me cruzaba de brazos y escuchaba, esquivé la mirada del Alto Inquisidor, aunque no pude evitar reparar que había ganado peso, había descuidado su entrenamiento, aunque en su expresión y palabras se notaba que aún era un sujeto temerario.

Tras escuchar las palabras de los 3 y los comentarios de los dos hombres gato fue que hablé.

-La última vez que se busco hacer todo según las leyes, optando por un juicio justo las cosas no terminaron demasiado bien y tal vez este culto de las almas sea algo surgido de aquel mal trago...- dije ahora si mirando a mi padre- yo creo que lo mejor sería acatar las ordenes y arrasar con el culto, sin embargo si prefieren optar por la segunda opción no soy quien para oponerme, una misión es una misión, pero en esta misión es claro que el sacerdote Numedil y yo solo podemos ser observadores hasta que pase algo más, los demás podrían incluso meterse en el culto para espiarlo desde adentro, pero el sacerdote y yo destacamos mucho...-

Finalmente, el joven Roul nos conduce por varios pasillos y escaleras hasta que se detiene delante de una puerta de aspecto diferente a las demás. Una voz desde el interior de la sala nos invita a entrar, dentro hay tres individuos (dos hombres y una mujer) que nos inspeccionan con la mirada, yo hago lo propio con ellos. Desde luego la misión tiene pinta de ser importante.

Y así lo aparenta, según van proporcinando la información pertinente, hay una secta llamada el Culto de las Almas de la que se sospecha que tenga entre sus filas un grupo de nigromantes que se dedican a robar las almas de los pobres desdichados y aventureros. Si esto es cierto, esta situación nos atañe a todos ya que cualquiera puede caer en las garras de tamañas mentes perversas. Escucho sin replicar las respuestas de mis futuros camaradas, hasta que tomo el turno de palabra.

-Sepan ustedes –comunico a la sala en general y a nadie en particular-, que si tal organización está en marcha, nuestra obligación ha de ser investigar muy de cerca esa secta. El dinero siempre es bien recibido, y espero que la cifra aumente si surgen complicaciones o no todo es lo que parece en este intrigante relato. Estoy dentro de esta empresa –concluyo con rotundidad.

El rechinar de dientes del Alto Inquisidor no se hace esperar y lanza una mirada severa a Athan cuando éste pone en duda la generosidad del Consejo.

Lord Blackwood reacciona rápido e interviene antes de que Lucius abra la boca. - Sepan vuestras mercedes que nuestra oferta no puede ser más generosa. No obstante, se les proporcionará un anticipo si finalmente deciden comprometerse con esta empresa, así como alojamiento gratuito en la posada del León Danzante o en cualquier templo de la ciudad. En cuanto al tiempo que deben vigilar a este Culto - Lord Alesteir hace una pequeña pausa para secarse el sudor que le empieza a perlar la frente mientras mira de reojo a Lucius - eso dependerá de ustedes mismos. Yo les sugeriría que tan pronto obtengan pruebas incriminatorias, nos las presenten.