Partida Rol por web

La cabeza de la pícaro apareció entre la maleza; tenía el rostro pálido como si se encontrase enferma debido a lo que acababa de ver. Al ver a las dos chicas sus ojos se abrieron por la sorpresa antes de lanzar una rápida mirada al punto donde se habían separado. ¿Habían dejado solos a Ösril y Zadia? ¿Con el enano herido cómo estaba? ¿Qué demonios había suedido para que hiciesen eso? Bueno. Al menos estaba Valerian.

–¿Qué hacéis aquí?– susurró sorprendida y aún con el rostro blanquecino– ¿Ha ocurrido algo?

Los tambores continuaban resonando, pero toda precaución era poca y era mejor alejarse de alli cuanto antes y no levantar la voz. Sin embargo, si estaban allí era por algún motivo importante. La chica miró de nuevo hacia el puto donde se habían separado y luego hacia el lugar del ritual.

–¿Habéis visto a alguien o...? la voz se cortó como si no se atreviese a seguir, pero su mirada era el más puro reflejo de la preocupación, algo realmente extraño en ella.

Jarsen se llevo el dedo a los labios, susurrando

- Reunamonos. Hombres lagarto.

Espinela se sorprendió cuando Nariya y Jarsen hicieron acto de presencia. La pícara tenía mala cara, con lo que quedaba claro que lo que sucedía sobre la loma no pintaba nada bien.

¡Tranquila! Sshhhhhh... ¡Tranquila!.- intentó calmar a la muchacha -Están bien. No hemos adelantado para montar guardia y evitar que nos sorprendieran.-dijo con calma. Luego escuchó como el explorador mentaba a los hombres lagartos. No tenía especial motivación por enfrentarse con tales criaturas, con lo que hizo señas con su mano para volver al punto donde Ösrik, Nariya y Valerian aguardaban. 

Tras la espera, el resto del grupo, incluída Esma y Espinela, se reunieron en el claro boscoso dónde aún aguardaban Ösrik y Zadia sentados frente a un tronco mientras que Valerian paseaba con posición de alerta con su espada y el escudo de Talion preparados en caso que algo hubiese salido mal y tuviese que actuar.

El grupo ya estaba reunido de nuevo y parecía que la exploración de Jarsen y Nariya había salido bien...

Jarsen murmura lo que ha visto.

- Una tribu de hombres lagarto sacrificaba a otro hombre lagarto. Serían unos diez y participaba en el ritual una enorme serpiente pitón. Tal vez Nariya, que se jugo el tipo, haya visto algo mas.

El enano atendía a las palabras de Jarsen con un gesto de sorpresa. Todos habían escuchado historias cargadas de fantasía y misterio acerca de las tribus que poblaban los rincones más recónditos del mundo; pero, cuando la verdad salía de boca de alguien que lo había presenciado, todo cobraba un tono de horror más temible aún que la imaginación que destilaban los cuentos.
- En ese caso, deberíamos continuar nuestro camino. No quisiera que fuesen conscientes de nuestra presencia aquí.

–Hay más Ösrik– Nariya estaba aún muy pálida por lo ocurrido. La explicación de Jarsen no alcanzaba a describir lo que había ocurrido en aquel ritual. Había sido perturbador y, desde luego, escalofriante, pero a la vez una muestra de que había bastante de verdad en el libro que se había salvado de la quema.

–Lo golpearon hasta que creimos que estaba muerto, y después, la...mujer que dirigía el ritual entró ¿Cómo llamabais a lo de la gente que creía estar en contacto con los dioses? ¿Trance?–preguntó a Zadia. Cuando esta se lo confirmó continuó– Con los ojos en blanco y murmurando no se qué. Entonces aparció una serpiente. No sé como no la vimos antes ¡Era más grande que yo! Esa serpiente se movía igual que la chaman, como...como si estuviesen conectadas mediante magia ¿Es posible? El caso es que la serpiente clavó los colmillos al hombre que estaba en el altar...y entonces si que lo mató o al menos eso me pareció. No sé movía... Fue cuando lanzaron algo al fuego que lo hizo verde. Seguro que habéis visto el humo desde aquí.

La pícara agarró el brazo del enano, como si quisiera impedir que se pusiese en marcha en seguida. Parecía febril y no era para menos...aquella visión competiría en su memoría con la de la Orden ardiendo y los sabios siendo apuñalados. Sin embargo, habían oído hablar de ello el día anterior, y era una de las posibilidades.

– ¿Los Gaanitur eran lagartos? ¿Creéis que están haciendo uno de esos ritos de sangre para conseguir poderes? Esma leyó algo de eso en el libro ¿no? La piedra Rókuuga o algo así. Los poderes a cambio de la sangre. Esa chamana quizás...– Nariya miró al grupo, sin saber muy bien que pensar de la situación. Por una parte podían vagar hasta encontrar a los monjes, que podían o no acogerlos. Por otra, tenían allí cerca a aquella gente, que podía o no matarlos... Pero estaban allí. Claro, que en aquel momento estaban viviendo al día, sin planificar nada. Ella no se consideraba sabia, ni siquiera inteligente. Creía poseer cierta astucia natural, pero poco más. Eran otros los que valorarían mejor la idea que no había terminado de decir.

Esma se llevó la mano al pecho, abrumada por la terrible descripción de la pícara. Parecía que las atrocidades no habían hecho más que comenzar. Sus ojos bailaron en sus cuencas, pensando frenéticamente. Sacó el diario del miembro de la Orden y ojeó las últimas páginas; quizá su final había resultado en una auténtica tragedia. Y su destino sería el mismo si no se escabullían de su territorio lo antes posible.
-Prefiero... Es preferible buscar el asilo de los monjes-susurró, pero su voz denotaba convicción.

No ansiaba poder, sino un lugar donde refugiarse y trabajar en los textos que aún permanecían a salvo en su cabeza. Había muchas historias que contar y, aunque sería digno de relatar el encuentro con una tribu de hombres lagarto, seguro que no saldría con vida mientras la ballesta titubease entre sus manos.

Esma miró de soslayo a Espinela, a quien tenía más cerca, buscando su aprobación.

Jarsen asintió.

- Prefiero jugarmela con los monjes.

Espinela sabía que jugársela con una tribu salvaje de hombres lagartos no era la mejor opción en aquellos momentos, sobre todo si aquellos seres eran capaces de ajusticiar -para cumplir un ritual- a uno de los suyos de una forma tan cruel. Mirando a los que allí se reunían, asintió a las palabras de Jarsen y Esma y añadió: - Quizás sea la opción más acertada...

Nariya torció ligeramente el gesto. La idea de los mojes no le gustaba nada en absoluto. Ni sabían donde estaban ni si les iban a acoger ni si les apuñalarían mientras duermen. No era el poder de los lagartos lo que atraía a la chica, aunque el misterio de aquel extraño ritual había removido su curiosidad, además de su estómago. La pícara temía profundamente a los monjes, más incluso que a los lagartos y además era consciente de que la única forma de sobrevivir era conseguir algo que les permitiese defenderse.

–De acuerdo, pero no olvidemos dónde están. Por si acaso...– repuso la chica mirando de nuevo hacia las colinas. El humo que aún se veía en el aire le recordaba al de la Orden ardiendo.

- Interesante... - dijo de pronto Zadia, que había permanecido en silencio todo este rato, y captando ahora toda la atención de los demás miembros del grupo. 

- Si lo que dices que has visto es cierto, Nariya, probablemente se traté de un ritual de magia oscura... suele ser frecuente entre las razas humanoides primitivas como los hombres lagarto, quienes por cierto llevan habitando el Gran Pantano cientos de años desde que fueron expulsados por los humanos de los valles y llanos donde se ha alzado la civilización... lo que los ha convertido en los enemigos ancestrales de Robleda, ciudad a la que aún profesan un odio casi innato.- dijo la maga, al parecer conocedora del tema.

- Y estoy de acuerdo con el resto, no nos interesa entablar contacto con ellos, suelen ser agresivos con los extraños y con más motivo si interrumpimos el ritual o celebración que ha descrito Nariya... - finalizo levantandose de la roca dónde había permanecido esperando a que se reagruparan y apoyandose en el bastón de Iosong. 

Valerian asintió. Eran pocos, sólo la mitad eran realmente combatientes y estaban fuera de su entorno conocido. No eran las mejores cartas que jugar en un enfrentamiento con magos sacrificadores. Los seguidores de falsos ídolos tampoco le inspiraban mucha confianza, peor los monjes, aunque erroneos en sus creencias, acostumbraban a ser mucho más tratables. Ha bia tenido contacto con monasterios y abadias durante toda su vida en las tierras familiares, asi que no era extraño a esos lugares. 

Los monjes seguirán creencias erroneas, pero dudo que sean peores que hombres lagarto que adoran a seres de energía oscura.