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Trilogía de la Orden del Libro: El Enclave

CAPÍTULO 2: La noche de los libros quemados

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18/01/2017, 13:15
Valerian

Valerian maldijo mientras cargaba el arco de nuevo al ver como el disparo del matón hería a uno de los miembros de la Orden.

Cuando iba a disparar el balanceo de espinela y el suyo propio hizo que sus arcos se entrechocaran, y su disparo se perdió alto, impactando de manera inocente contra una pared de la avenida de Robleda. 

 

- Tiradas (1)

Motivo: Disparo (no cuiento nada por distancia pèro si de traqueteo)

Tirada: 1d20

Resultado: 4(-2)=2

Notas de juego

Somos unos cracks xD

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18/01/2017, 22:22
Jarsen Hardwood

Con calma y el frio de la muerte en los ojos, Jarsen apunto con el arco al segundo templario.

Alzo la voz para que le oyese su adversario.

- ¿SABES QUE DESPUES NO HAY NADA VERDAD?   

Y solto la flecha mientras en su mente veia a sus compañeros de la Orden, el joven mago, el maestro enano ... sus ojos no reflejaron el menor atisbo de culpa al alcanzarle.

Van dos.

- Tiradas (2)

Motivo: arco

Tirada: 1d20

Resultado: 19(+1)=20

Motivo: daño

Tirada: 1d8

Resultado: 7(+1)=8

Notas de juego

No he contado el -2 del tranqueteo.

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19/01/2017, 11:03
DM

El disparo de Jarsen fue letal. El último de los jinetes templarios cayó fulminado por la flecha del adusto explorador como si uno de aquellos blancos de entrenamiento de tiro con arco con los que a veces los de su sección practicaban se tratara.

Librados por fin de sus perseguidores, llegaron hasta uno de los muros exteriores de Robleda justo en el momento que la pícara Nariya se apresuró para apagar el fuego que ella misma había prendido en aquella especie de frasco explosivo. De no ser porque las manos de la ahijada de Ösrik eran dadas a la manipulación de los materiales, aquel peligroso frasco hubiese podido acabar incendiando el carromato si no era apagado o lanzado a tiempo.

 

Por fin el carromato llegó a toda velocidad a la puerta oriental de la ciudad, abierta de par en par, ante una sorprendida y perezosa guardia nocturna que vió como este se precipitaba hacía las afueras sin pronunciar una palabra. En aquel momento todos pensaron lo mismo, ¿Cómo había podido producirse un genocidio de aquellas características sin intervención alguna de la guardia de Robleda? La respuesta era oscura y evidente en todas las mentes de los supervivientes, las autoridades de Robleda habían permitido a la Iglesia de Velex aquel exterminio, siendo la ciudad cómplice directa de lo sucedido, por no mencionar la gran cantidad de ciudadanos mundanos que ocultos bajo cobardes e improvisadas máscaras habían participado en la masacre la misma noche en la que la maga Zadia había osado abrir un debate sobre la existencia de los dioses en el anfiteatro de Robleda, desafiando toda tradición y superchería. La Orden del Libro había traído conocimiento y saber desde más de 200 años a la plebe de una ciudad eminentemente rural y poco culturizada siendo los crímenes de aquella noche la irónica recompensa por tan dignos y bondadosos esfuerzos. 

 

Habiendo conseguido dejar atrás las murallas de la ciudad el carro se dirigió hacía los campos, entrando en la oscuridad como un susurro en la hierba. Durante un rato siguió el sendero hacía el norte y después el encapuchado hizo cambiar de dirección a los caballos para adentrarse en los campos que quedaban a su izquierda. Allí el carro continuó bordeando setos y malezas mientras la noche lo envolvía en las sombras. El silencio entre los supervivientes, agotados y algunos de ellos heridos, decía más que mil palabras. Un rato más tarde el carro cruzó el río Arroyosauce, al este de Robleda, por un angosto puente de madera y cuerdas que conduce hasta el camino principal de la Mantícora, la principal via de transporte para caravanas de comercio procedentes de lejanos y exóticos reinos como Visitrán.

Torciendo al sudeste el carro empezó a trepar por la ladera de una boscosa colina. Desde está altura contemplaron el valle donde se sitúa Robleda. Media ciudad estaba iluminada por el intenso fuego que arrasaba por completo el enclave de la Orden y hasta aquel lugar aún llegaba el intenso murmullo de los adoradores de Velex gritando y celebrando sus atrocidades. Una enorme columna de humo se elevaba hasta el cielo estrellado. El encapuchado volvió la mirada hacía aquella triste escena y pareció que cerraba los ojos con gran pesadumbre. Una lágrima se derramó sobre su oculta mejilla en aquel momento, concentrado en poner a salvo a los últimos supervivientes de la orden, y sin ánimos de intercambiar ninguna palabra con nadie, ni siquiera revelar su identidad.

La escena pareció un último adiós a Robleda, un lugar que había sido el hogar de todos los supervivientes, un lugar en el que habían dedicado sus vidas para instruir a sus gentes, un lugar que había respondido con odio y desprecio después de tantos años de servicio y dedicación. Ahora aquel lugar transmitía algo muy diferente, el doloroso recuerdo de los atroces asesinatos de seres tan queridos como el entrañable Morden... el bueno de Glümbik... o incluso el poderoso Rainus, así por como todo el conocimiento que se había perdido. Una ciudad que ha causado el mayor dolor posible, un dolor acompañado por las quemaduras superficiales que todos habían sufrido tras huir del fuego y la muerte. Robleda era un lugar que ahora representaba una herida emocional, un lugar donde plácidamente continuarán viviendo con total impunidad los asesinos y fanáticos de Velex así como quiénes les seguían. 

En definitiva, un lugar que deberá pagar por su atrevimiento y sus acciones... al precio que sea necesario.

Notas de juego

NOTA DM: Dejo espacio para interpretaciones personales... es un momento muy triste y emotivo. Una vez hecho, cerraré escena.

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19/01/2017, 16:07
Espinela

El esfuerzo que tuvo que hacer Espinela para no dejarse vencer por la pena y el dolor fue titánico. Tenía ganas de dejarse llevar y romper a llorar por todo lo que había sucedido, pero aquello era un lujo que no se podía permitir. A pesar de que se había visto envuelta en varias reyertas y trifulcas, aquella noche sintió el aliento de la mismísima muerte siguiendo sus pasos, deseosa de caer sobre su cuerpo moribundo... Pero al igual que sus compañeros logró salvar el pellejo. Al menos una noche más...

Miró a lontananza y contempló como ardía el lugar que durante los últimos años había llamado hogar. Al mismo tiempo que todo sucumbía bajo el poder del fuego, sentía una creciente furia y desdén que sólo podría ser saciada mediante la venganza. Jamás olvidaría los ópacos ojos sin vida de Morden, ni la crueldad con la que fue ejecutado. Todos pagarían. Todos morirían. Y ella disfrutaría con el mal de muchos, pues lo merecían.

Miró unos segundos más, sin decir nada, apretando los dientes de su mandíbula y el puño con el que sostenía el arco de fresno que ella misma construyera. Todo ardía con un ritmo hechizador, mientras en el silencio de la noche lo único que sus oídos alcanzaban a captar era el crepitar de la enorme pira en la que se convirtió el enclave.

- ¡¡Disfrutad esta victoria!! ¡¡Disfrutad pues pronto el júbilo será pena y muerte!!- pensó mientras se volvía a sentar en un rincón de la caja del carromato y bajaba la mirada. Tenía mucho en lo que pensar y mucho que llorar, pero lo haría en soledad, sin que nadie la viera. Como siempre. 

Notas de juego

Ambipost

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19/01/2017, 21:53
Jarsen Hardwood

Jarsen entrecerró los ojos y apretó la mandíbula.

Otra vez sin hogar. Como cuando era un niño en la calle. Como cuando el padre de Mathilda me echo de la taberna.

Sus ojos, reflejaron las llamas mientras Jarsen notaba como algo se había roto en su interior.

El dolor ... no quería el dolor.

El odio le hacia sentirse mejor, menos debil, menos vulnerable.

Había disfrutado acabando con los dos templarios, aunque una pequeña parte de el estaba aterrorizada, pero recordaba la muerte de Morden, el estoicismo de Glumbbik y el sacrificio de Rainus ... y esa pequeña vocecita quedo silenciada.

 

Con la punta de una flecha, se realizo dos incisiones verticales en el antebrazo.

Llevaré la cuenta, por los muertos. Los cazaré, como las bestias que son. 

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19/01/2017, 22:07
Ösrik Forgemane

Cuando el postrer proyectil liberado por su compañero terminó con la vida del último de sus perseguidores, los supervivientes se vieron sumidos en un espeso y tenso silencio del que nadie iba a salir voluntariamente.

Poco a poco las callejuelas de Robleda iban quedando atrás igual que también quedaba atrás el griterío que celebraba todas y cada una de las muertes.
Tras subir una pequeña loma pudieron ver a lo lejos cómo las llamas lamían con crueldad aquello que Ösrik había aprendido a llamar hogar. Débiles, los ecos de la matanza volvieron a llenar el aire, pero fue sólo un instante y pronto se disiparon.

El viejo enano apoyó las manos en uno de los laterales del carromato y grabó en sus retinas esas imágenes de ruina y muerte. Viejas canciones de guerra, honor y venganza acudieron a su memoria, pero en ese momento, cuando un grito cargado de furia estuvo a punto de surgir de lo más profundo de su garganta, su corazón se quebró y el clamor murió antes incluso de nacer.

Dejándose caer con la espalda contra los maderos, se cubrió la cara con las manos y rompió a llorar.
La historia se repetía una vez más; los hados se estaban cebando con el enano justo ahora que había logrado recomponer su vida. Ösrik comprendió en lo más profundo de su ser que en este mundo la felicidad le había sido negada y que sólo hallaría dolor si trataba de perseguir la dicha.

El traqueteo del carro continuaba, pero él hacía ya un rato que no alzaba la vista para ver por dónde estaban. Tampoco le importaba. Enjugándose las lágrimas, tomó la firme determinación de seguir adelante para cumplir la solemne promesa que había hecho al moribundo Glümbik. Nada en el mundo le apartaría del camino que ahora se abría a sus pies. Y pobre de aquél que tratase de dañar a lo que él más quería...

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19/01/2017, 22:29
Nariya

Sin lugar a dudas, había sido una noche aterradora.

Nariya tiritaba, en parte por el frío que sentía en el cuerpo, pero sobre todo por el que sentía en su interior. Siempre había sido una muchacha en apariencia alegre, aunque no se sintiese así. Nunca le había gustado que le viesen seria o, peor aún, llorando. La muchacha odiaba que se compadeciesen de ella, porque esto le hacía sentirse aún más miserable. Aquella era la razón por la que cada vez que se sentía mal, como en ciertas fechas, simplemente desapareciese hasta que se aseguraba de poder disfrazar los sentimientos.

Pero la realidad era que Nariya no podía evitar que la mandíbula y los hombros le temblasen, ni de restregarse los ojos, cubiertos de lágrimas ni de sentir nauseas. Era dificil imaginar una situación en la que se sintiese más miserable que en aquel momento. No solo había perdido un hogar, a Glümblick, a quien apreciaba con todo su corazón, al joven Morden o a Rainus, que aunque en principio no estaba muy conforme con que estuviese en la Orden había acabado aceptándola. Había perdido mucho más que eso. La ciudad donde nació y creció, el único mundo que conocía, quería verla muerta y de la Orden que la había acogido solo quedaban un puñado de supervivientes y el áspero libro que aún escondía bajo su ropa.

¿Y sus amigos? Nariya estaba segura de que nada tenían que ver, pues aunque la propia supervivencia solía ser lo más importante, los muchachos de los barrios bajos eran leales entre ellos, dentro de los límites de lo aceptable. Pero aquello no cambiaba la realidad. No volvería a verlos, y ellos la creerían muerta. Y en poco tiempo, quizas unos meses ¿la olvidarían? ¿Olvidarían lo que habían vivido? ¿Olvidaría Marcus como había conseguido librarle de aquellos grilletes? ¿Y las últimas semanas donde habían tonteado hasta su discusión, la noche anterior? Probablemente. Nariya tenía memoria. Pero sabía que aquello no era muy habitual de donde venía.

No le quedaba nada, salvo Espinela, con quien no había hablado desde hacía mucho tiempo... y Ösrik. Aquello era lo único que había evitado que cayese en la locura, pero a la vez le ocasionaba un fuerte temor. ¿Y si los templarios lo localizaban? Nariya lanzó una mirada hacia atrás, para comprobar como iba el resto. Con los bramidos de alegría de la Robleda  de fondo, los ojos verdes de la muchacha se clavaron en el enano. Ella era débil, estaba asustada y a simple vista pocos apostarían por ella, pero tenía clara una cosa: aunque tuviese que atravesar el fuego de mil infiernos, defendería hasta el final a su mentor de aquellos bárbaros que sin duda los perseguirían. Era su única familia.

A él no pude ayudarlo...pero no permitiré que a tí te pase nada. Aunque tenga que...aunque..

Nariya volvió la vista a la carretera y acuclillada en su asiento, enterró la cabeza entre sus rodillas.

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20/01/2017, 01:21
Esma

Esma observaba la estampa agazapada en los tablones del carromato. Agarrada a los bordes de madera, grababa en su pecho el color ardiente de Robleda, la ciudad que le dio esperanzas y que ahora la echaba de sus calles como a una vil criminal. Jamás se imaginó, ni por un instante, que tal acontecimiento le sobreviniera cuando escapó de Alameda para cumplir su sueño.
No pudo evitar pensar en sus padres. No les había escrito ni una sola vez desde que se instaló en la Orden por miedo a su rechazo, con el temor de que la obligación pudiera más sobre su consciencia que su propia felicidad. El recuerdo de su abuela también la acongojó, a quien había prometido convertirse en la mayor erudita de su tiempo y en la hacedora de una magia especial que alegrase los corazones de los desesperados, los marginados y los soñadores de vidas con cielos claros y puestas de sol.

Todo tenía un regusto a carbón.

Ya no era nada. Ni para sí misma ni para nadie. Mirando a sus compañeros comprendió de que no eran sus amigos, no les conocía de nada y si ella desapareciera no llorarían sobre su cadáver. Tampoco podía volver a Alameda y reclamar una vida que había abandonado por voluntad propia, que ya no le pertenecía. Estaba completamente sola.

El odio. El odio había corrompido el alma de aquellos seres. La intolerancia, la ignorancia, la estupidez... Habían tenido a su disposición el arma más valiosa del mundo y la habían hecho añicos. Habían escupido a la cara a todos aquellos sacrificados por el bien común ¿Qué les ofrecieron a cambio por tan horribles y barbáricos actos? Ni todo el oro valía tanto como lo perdido entre sus tristes y agonizantes muros.
Esma sentía el horror en sus venas y por primera vez deseó el mal a otra persona. Siempre cándida, alegre, honesta, tan inocente que sus padres temían por su seguridad en un mundo tan cruel y despiadado donde reinaba la ley del más fuerte. Esta vez no lloraba de tristeza, derramaba lágrimas de impotencia que desbordaba sus sentidos. Jamás olvidaría esa noche, jamás.

-Las sombras caen... y la esperanza se ha marchado-Esma comenzó a cantar en voz baja.

-Templa tu corazón; el amanecer llegará. La noche es larga y el camino oscuro... Mira al cielo, porque un día, pronto, el amanecer llegará.-Esma se dejó llevar y olvidó que estaba rodeada de gente. Con las lágrimas humedeciendo sus mejillas, cantó con toda su alma para apaciguar la tormenta de su corazón y, por qué no, para suavizar la carga de todo aquél que la escuchara.

- Tiradas (1)

Motivo: Instrumento

Tirada: 1d6

Dificultad: 5-

Resultado: 2 (Exito)

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20/01/2017, 19:01
Zadia

Zaida se había tumbado como podía en el carromato, el virote sobresalía de su costado y notaba el punzante dolor latiendo con cada gota que salía de la herida. Cerrando los ojos y apretando los labios, que quedaron lívidos por la ferocidad con la que los cerró, tiró del proyectil saliendo un pequeño reguero de sangre. Lo dejó caer en el suelo de vehículo mientras sacaba el pañuelo con el que había aparecido en el Enclave. Usándolo como venda improvisada, trató de taponar la herida hasta que pudiesen bajar de aquel transporte para lavarse y coserse la herida.

Miró al resto de sus compañeros, los ojos nublados por el dolor y la tristeza. A lo lejos la ciudad olía a humo y terror. Ahora ellos eran los únicos supervivientes de la Orden, al parecer. No quería perder la esperanza, pero cada vez sus razonamientos le decían que las probabilidades de que otros como ellos hubiesen escapado eran tremendamente escasas. Ni siquiera ellos se habían librado aún de sus enemigos. Debían huir durante un tiempo, y esperar noticias.

Se apoyó contra el respaldo de madera, cerrando ligeramente los ojos mientras trataba de concentrarse en otra cosa que no fuese el dolor sordo de su cuerpo y el que sentía por todo lo ocurrido.

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21/01/2017, 10:44
Jarsen Hardwood

Jarsen sostenia en sus manos la flecha con la que se había realizado las marcas en el antebrazo.

Su mueca era dura y desagradable. Observo a Esma cantar desde el corazón, a Zadia taponarse la herida.

Nariya se derrumbo, visiblemente afectada mientras Osglik dejaba que las lagrimas corriesen por su curtidas mejillas.

Espinela se mostraba desafiante mientras el silencio se adueñaba del resto.

 

Con la flecha se hizo un corte en la mano.

- Mi corazón llora como el vuestro. Mi familia ha sido asesinada. Aquellos que vieron en mi algo más que un simple vagabundo. 

¡VENGANZA! 

Ese es el sentimiento que clama mi corazón.

Venganza.

Comprometo mi vida a ella, a hacer pagar a todos los que han participado en la caida de la Orden.

¡Por Rainus!

¡Por Glumbbik!

¡Por Morden!

¡Uníos a mí en este juramento de sangre! ¡Seremos los cazadores, no las presas!

¡Y cuando les arranquemos la vida escucharan los nombres de sus victimas!

 

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21/01/2017, 13:03
Espinela

Espinela, que aguardaba sentada en un rincón del carro con su rostro hundido entre sus piernas, alzó la mirada para escuchar las palabras de Jarsen. Ella sentía lo mismo que el explorador. Necesitaba sangre. Necesitaba escuchar los gritos de terror de aquellos que los habían traicionado.

Se levantó y avanzó unos pasos hasta colocarse junto al hosco hombre de los bosques. Extrajo una flecha y con su punta hizo una pequeño corte en su mano. La sangre brotó vivazmente mientras las muchacha la acercaba a la de Jarsen.

¡Seremos los cazadores, no las presas!

¡Y cuando les arranquemos la vida escucharan los nombres de sus victimas!

Repitió de forma ceremoniosa. La arquera lo tenía claro.

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21/01/2017, 13:10
Nariya

Nariya levantó la cabeza al oír a sus compañeros, pero no se giró a mirarlos. Lo único que era capaz de mirar era al frente. A la carretera. Entendía y compartía el odio que sentían sus compañeros; un odio que en su caso se llevaba forjando desde antes de aquella fatídica noche. Y sin embargo, aquel juramento, aquellas frases no eran nada para ella.

–¿Y cual es el plan? ¿Convertirlos en mártires?– dijo finalmente tras unos segundos de silencio. La voz estaba cargada de amargura, como nunca había dejado que la oyesen. Nariya creía que no la entenderían, que la creerían una cobarde por no querer unirse a aquel juramento y que no era más que una rata intentando sobrevivir, pero no dejaría que el miedo a que la juzgasen así ocultase su punto de vista. Tras unos momentos sin añadir nada más, finalmente se giró para mirar a sus compañeros.

Matarlos no servi... Aunque acabásemos con la vida de todos los que han estado implicados en esto, tan solo conseguiremos convertirlos en héroes. Hacer que otras ciudades se unan a ellos, fortalecer su maldita iglesia y hacer que otros crean que lo que han hecho esta noche fue un  acto de heroísmo. No quiero matarlos. –La frustración y el dolor era más que evidente en el tono de la chica, que continuó hablando, reflejando el torbellino de sentimientos que había en su interior– Quiero que sientan la humilación, el miedo, que pierdan su fe, que el mundo les vea como los monstruos que son. Que los ciudadanos que han participado no puedan perdonarse, que sufran. No quiero matarlos a ellos, quiero matar a su maldito dios. Solo eso sería una venganza.

La última frase sonó como el lamento de un animal herido, Nariya se llevó la mano a la boca, como intentando controlarse y volvió la cabeza al frente, con la cara enterrada entre las manos.

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21/01/2017, 14:25
Espinela

Espinela permaneció sorprendida durante unos segundos por la reacción de Nariya. Sabía que la pícara no solía prodigarse con tales arrebatos, pero aquello era producto de la lástima y el dolor. Al principio, las palabras de la chica le molestaron hasta el punto que estuvo tentada de abofetearla, pero tras unos segundos comprendió que en ellas había gran parte de razón.

- Tienes razón. La muerte de ellos no extirpará el dolor y miedo que hemos sufrido, pero... ¡¡Es un comienzo!!- dijo la arquera. - Mata a cuatro de esos carniceros adoradores de Velex y verás como en breve la población tendrá miedo...- dijo mientras una sonrisa se dibujaba en su cara -... Esos ignorantes empezarán a hablar de los fantasmas de la Orden del Libro...-

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21/01/2017, 18:05
Valerian

Valerian observó el humo que emergía del lugar que durante el último año habia sido su hogar. Un lugar donde estaba empezando a crear aliados y a construir una base de influencias y poder. Poco a poco, pero seguro que le habria servido para rehacer su posición nobiliaria. Ahora eran sólo llamas y rescoldos. igual que su futuro nobiliario. Su vinculación con la Orden y la enemistad de los hechiceros de Velex (tan influyentes entre la nobleza) le costarían su posición casi con total seguridad. Era un paria por culpa de los fanáticos de una falsa entidad.

Entrecerró los ojos y respiró hondo. Mirando al cielo hizo un juramento. Uno poco amable. Si su vida se acababa esa noche, se aseguraría de que la de otros tampoco durara mucho. 

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21/01/2017, 23:19
Zadia

Con el cuerpo dolorido, Zadia se incorporó levemente, apoyada contra el costado de madera del carro.

-La Orden cometió un grave error. Creímos que podíamos apelar al raciocinio de los burgueses de Robleda como medio para acabar con tanta superchería y conducirlos a una era de iluminación sin igual. -Meneó la cabeza con amargura- Pensamos que los clérigos, aunque reticentes, acabarían viendo igualmente la razón. -tosió gravemente, siguiendo con un hilo de voz- Pero no es así, erramos al pensar que eran idiotas engañados por sus liturgias y libros sagrados. Ahora lo veo claro, ellos han sido siempre parte importante del problema. Si queremos que el espíritu de la Orden no muera, los sacerdotes deben desaparecer. No hay otra manera. -dijo mientras cerraba los ojos y descansa un poco.