Partida Rol por web

La joven parpadeó algo descolocada a causa de la intrusión mental inesperada. Se tomó un segundo para recuperar la compostura y tratar de vaciar su mente de pensamientos que pudieran estar “demasiado accesibles”. Desconocía los pormenores de ese tipo de comunicación y no le apetecía que sus secretos más oscuros o sus recuerdos más privados quedaran a la luz.

Se colocó bien el flequillo, mostrando como a esa hora de la mañana los tatuajes ocupaban gran parte de su cara y se arremolinaban en torno a su ojo izquierdo.

- Ayer me comentaron que una nueva profesora llegaba al templo y me gustaría ofrecerme como alumna para ella. - respondió tratando sin mucho éxito de imprimir un tono alegre a su voz. - ¿Podrías ayudarme a encontrarla?

Hitomi abrió mucho sus sesgados ojos orientales cuando escuchó la respuesta de la recién llegada. Eran de un color rojizo nada usual. ¿Sería ella la profesora a la que se refería? Todo parecía indicar que así era pero...

<< Discúlpame, creo que yo podría ser la persona a la que esperabas >> volvió a hablarle mentalmente mientras volvía a inclinarse << Por favor, permite que lo verifique >>

Entonces se puso en contacto con la persona que le había avisado que anoche había venido una chica buscando profesor. Le dio un toque mental primero, para no sobresaltarle, y cuando obtuvo permiso lanzó su pregunta y le envió una imagen de la chica. Era ella. Hitomi le agradeció y se quedó muy nerviosa. Quería poder enseñar a alguien, y ahora que había llegado el momento, se sentía perdida... ¿por dónde debería comenzar? Una pequeña entrevista debería estar bien ¿no?

Volvió a inclinarse como las veces anteriores.

<< Yo soy Hitomi Yoshida >> se presentó, ordenando su nombre y apellido tal y como la gente del lugar acostumbraba... ya había tenido malentendidos en el pasado y había escarmentado << y en efecto, soy la profesora que estabas buscando >>

Luego se quedó esperando con una sonrisa y un leve rubor a que la joven se presentase.

Sin mucho éxito, Aiko trató de disimular su sorpresa al ver que su supuesta maestra era apenas una niña de una década. No obstante, su gesto no tardó en volver a la serenidad que tanto la caracterizaba. Le devolvió la reverencia con soltura, dejando claro que era un gesto que tenía demasiado ensayado para la cultura a la que parecía pertenecer.

- Yo soy Aiko... sólo Aiko. Encantada de conocerte, maestra.

El término hizo que un escalofría recorriera su espalda a causa de la reminiscencia de los recuerdos de unos tiempos que no habían quedado demasiado atrás. Agitó la cabeza suavemente tratando de sacudirse esos pensamientos y simuló estar colocándose el pelo correctamente.

- Estoy deseando empezar. - Terminó la frase sólo para sí. “Necesito hacerme fuerte.”

Hitomi notó la expresión de sorpresa mal disimulada de Aiko, pero la achacó a que la había sorprendido al declarar repentinamente que ella iba a ser su maestra. Se lamentó rápidamente de que tal vez había sido demasiado brusca, pero ya era demasiado tarde para ello... trataría de ser más suave con su alumna en el futuro.

Alumna... aún se le hacía tremendamente raro pensar en ello... y cuando Aiko se dirigió a ella como "maestra", el rostro de Hitomi se encendió. Pese a que era evidente que la llamaría así, realmente no había caído en ello hasta entonces... ¡Qué vergüenza más grande! A-además... ¿Aiko la miraba muy intensamente o era imaginación de ella? Hitomi sintió que se ruborizaría hasta arder bajo aquella mirada.
                        
<< Es un honor conocerte Aiko >> respondió mentalmente. Pese a su nerviosismo interno, el fuerte control mental de una mentalista con cierta experiencia como Hitomi le permitió no externalizar sus dudas más allá de un renovado rubor y una adorable mirada llena de timidez << Por favor, ¿por qué no me acompañas a un lugar más tranquilo? >> agregó sonriéndole y caminando hacia el exterior del edificio.

Mientras pasaba junto a Aiko, a la que llevaba una cabeza de desventaja en cuanto altura, se despidió mentalmente de los dos mentalistas que dejaba atrás en la sala y se disculpó de antemano por dejarles el trabajo de limpiar los restos de la caja.

Durante su paseo al bosque del exterior, Hitomi aprovechó para ponerse en contacto con su madre y contarle emocionada las noticias.

La joven evitó fijar su mirada en las cada vez más sonrosadas mejillas de la que acababa de convertirse en su maestra. Desvió la vista con sutileza como si algún elemento insulso de la arquitectura le hubiera llamado la atención.

Asintió a su ofrecimiento. A pesar de que el edificio parecía tener estancias amplias, prefería recorrer espacios abiertos como había hecho durante toda la noche. Aquello logró tranquilizarla un poco, a pesar de la aparente inexperiencia de Hitomi.

Se giró para seguir a la chica cuando un angustioso pensamiento asaltó su mente. Su maestra parecía tener la capacidad de unir su mente con la de otros. Existía la posibilidad de que pudiera tener constancia de lo que pasaba por la suya.

“Mientras que estemos entrenando, tienes que mantenerte en silencio, Seles.”

Le preocupaba que Hitomi pudiera conocer el deseo que había pedido a la estrella caída. No había contado a nadie su secreto y prefería que siguiera así. Alejó todo aquello de sus pensamientos, tratando de escudar sus memorias. No estaba segura de cómo hacer aquello pero debía intentarlo.

La pequeña Hitomi no la llevó mucho más lejos, hasta un árbol grueso que se alzaba a no mucha distancia del edificio del gremio, el cual podía verse perfectamente desde allí.

Tomó asiento a la sombra del árbol y se detuvo un momento para observar las ramas sobre ella y escuchar el sonido del viento corriendo entre las hojas. Aquel no era un lugar especial ni nada de eso, simplemente adoraba aquel sonido, y el gran árbol le pareció un buen sitio donde detenerse.

Miró a Aiko con una sonrisa. Aunque se la seguía notando tímida, ahora también se la veía más tranquila.

<< Por favor, ponte cómoda >>

Dio un tiempo a Aiko para que tomase asiento y entonces comenzó la entrevista. Y lo primero que llegó a la mente de Aiko no fueron palabras, sino una imagen. Era ella frente a Hitomi, vista desde el punto de vista de ella. Claramente le estaba enviando una imagen mental de su propia percepción. Pero alrededor de Aiko eran perfectamente visibles las líneas de sus patrones mentales, extendiéndose como zarcillos de tinta, engullendo la luz a su aldededor y con ella como centro. Eran perfectamente discernibles tanto la armadura telequinética, ceñida a su cuerpo, como la esfera del escudo telequinético.

<< Ya sabes usar tus poderes. ¿Qué esperas aprender de mí? >> le preguntó tras dejar de proyectar la imagen a su mente. Continuaba sonriendo ligeramente, y parecía genuínamente interesada en la respuesta.

La joven acompañó a su maestra en lo que parecía estar convirtiéndose en un agradable paseo. La caminata se detuvo frente a un enorme árbol que debía llevar siglos allí. La paz podía respirarse en ese lugar como si la brecha en la seguridad del día anterior hubiera sido un sueño.

Esperó a que Hitomi se sentara antes de tomar asiento frente a ella. Se colocó echada ligeramente hacia atrás con una pierna recogida, abrazada a ella. Aiko se sintió extraña al verse a sí misma a través de los ojos de otro. Mucho más al ver cómo su poder fluía fuera de ella, denso como la noche en la que conoció a Selen.

Suspiró pesadamente. Saber lo que uno realmente quiere era algo complicado y esa pregunta era especialmente difícil para Aiko. Hitomi parecía más segura pero ella estaba lejos de estarlo. Trató de ordenar sus pensamientos y dar la respuesta que más se acercara a lo que sentía.

- Sí, es cierto que he aprendido a usar mis poderes. Sé defenderme - Con un suave giro de muñeca, una de las dagas que permanecían ocultas tras la espalda de Aiko se deslizó hacia su mano. Un gesto brusco hizo que se precipitara con fuerza y quedara clavada en suelo junto a ella. - y sé blandir un arma. Sin embargo, he visto lo que la gente de dentro o fuera de este lugar es capaz de hacer. Me siento como una niña que acaba de aprender a caminar cuando todos corren a mi alrededor. Quiero mejorar.

Hitomi observó seriamente a Aiko por un rato. Tal vez analizando sus palabras... o a ella.

<< Te ocurrió algo y ahora vives con miedo. Y quieres superarlo volviéndote más fuerte >> dijo la voz en su cabeza << ¿Voy desencaminada? >> preguntó, deseando comprenderla mejor.

Las palabras de su maestra dejaron absolutamente sorprendida a Aiko. Hitomi parecía tímida y atada a alguna clase de cortesía que Aiko desconocía totalmente y, no obstante, hacía preguntas extremadamente directas.

El rostro de la joven se ensombreció y su mirada vagó más allá de las hojas de los árboles que las rodeaban.

- No, no tengo miedo. Aquellos que me hicieron daño, pagaron el error con todo lo que tenían pero nunca será suficiente. Me sentí fuerte cuando vencí a los que querían subyugarme. Ahora sé que estaba equivocada.

Su gesto se iba suavizando a medida que hablaba, como si los recuerdos más oscuros se fueran alejando de su mente.

Hitomi escuchó atentamente las palabras de Aiko, y habiendo notado que la mirada de ésta se había tornado más oscura, inclinó la cabeza.

<< Por favor, siento mucho si mis preguntas te hacen ahondar en recuerdos no deseados. Siéntete libre de no responder si no lo deseas. Tan solo quiero conocerte mejor para saber cómo debo guiarte >> le dijo con total sinceridad << Pero recuerda una cosa... la fuerza absoluta es una ficción. Siempre existirá una persona más fuerte que tú. E incluso una objetivamente más débil puede vencerte si es capaz de explotar tus debilidades... y como seres imperfectos, siempre tenemos debilidades. >> agregó.

Aunque la voz de su mente sonase decidida, ella misma no parecía tan segura, y su sonrojo y su postura corporal así lo indicaba. No obstante, si de verdad quería ayudar a Aiko, debía actuar como una maestra, sin importar la vergüenza que esto le causara.

Aiko parecía una joven decidida, fuerte y con talento. Quería poder ayudarla, pero para ello necesitaba comprenderla. Así que le hizo una nueva pregunta.

<< Si no es por miedo... ¿Cuál es tu motivo para hacerte más fuerte? ¿O el hacerse fuerte es una meta en sí misma para ti? >>

Aquella introspección comenzaba a parecer parte del entrenamiento. Al menos, esa era la sensación que estaba teniendo Aiko. Meditaba sobre cada pregunta que parecía más difícil de responder que la anterior. En cierto modo, incluso Hitoi parecía algo incómoda con el "interrogatorio".

- En este mundo, - respondió al final a su maestra. - la fuerza es libertad. En el exterior, fuera de este refugio, la gente busca dominar, apresar, subyugar a los que son como nosotros. La única forma de poder estar seguro fuera de estos muros es ser fuerte. Y yo no quiero estar encerrada. Esta ciudad es preciosa.

Su mirada se perdió en los prados y bosques que las rodeaban. Respiró el fresco aire de la mañana que lentamente daba paso a la calidez del mediodía. Sin duda era un lugar hermoso.

- Pero... - continuó Aiko con gesto más grave. - si permanezco aquí, debe ser porque yo lo elijo; no porque no pueda permitirme salir.

Hitomi asintió a las palabras de Aiko, indicando que comprendía a qué se refería.

<< Gracias por tu respuesta >> le respondió mientras buscaba algo por el suelo << He visto que dominas la disciplina de telequinesia. ¿Qué otras habilidades posees? >> preguntó mientras tomaba una rama más o menos recta y la clavaba verticalmente en el suelo blando y húmedo del bosque.

Luego se levantó y trajo una piedra no muy grande y más o menos plana. La colocó en el suelo junto al palo y volvió a tomar asiento... pero ésta vez se sentó de manera muy diferente, arrodillada, las piernas juntas y sentada sobre sus talones y el empeine de sus pies sobre el suelo.

<< Por favor, toma asiento en seiza, tal y como he hecho yo. >> le pidió a Aiko << Y luego trata de, usando solo tus poderes, colocar la piedra sobre el extremo del palo y que se mantenga asentada sobre él durante al menos treinta segundos tras dejar de ejercer tus habilidades sobre ella. >> le indicó << No puedes usar tus poderes sobre el palo, ni mover el cuerpo >> agregó.

Luego sonrió tímidamente mientras miraba la piedra en el suelo.

<< Comienza cuando te sientas preparada y tómate el tiempo que necesites >>

Sin decir palabra, Aiko cogió otra rama y una segunda. Apenas prestó atención a la forma o el tamaño de las mismas. La rama era nudosa y arqueada quedando torcida al ser clavada en el suelo por la joven. La piedra era redondeada con algunas aristas irregulares. Estaba claro a simple vista que colocar aquella piedra en equilibrio sobre el palo que acababa de recoger era prácticamente imposible. Mientras hacía todo aquello, su mente ya se encontraba centrada en la tarea que había planeado.

Se sentó en aquella extraña postura que resultaba terriblemente incómoda pero no tenía intención de que aquello la detuviera. Conocía demasiado de cerca el dolor como para amedrentarse por un poco de incomodidad. Mantuvo el rostro sereno y la concentración firme. Hizo un pequeño amago con una de las manos para comenzar a guiar la piedra pero se detuvo. Tenía la costumbre de acompañar sus pensamientos con ligeros gestos. Le ayudaba a concentrarse.

Volvió a adoptar la misma pose e hizo levitar la piedra hasta colocarse en contacto con la rama torcida. Como si la roca estuviera provista de vida propia, comenzó a extenderse y crecer alrededor del extremo de la madera con unos pequeños zarcillos que parecía fluir como el agua. Cuando envolvió la punta de la rama, volvió a su estado natural.

- Algo que ya he aprendido es que las preguntas no siempre tienen las respuestas que esperamos cuando las formulamos. - comentó aún con la mirada perdida, centrada ya en lo siguiente que quería hacer. Forjando su férrea concentración. - Esta es otra de mis habilidades.

Tras apenas un minuto de dura meditación, Hitomi pudo ver como la energía mental de Aiko engullía a la roca como una especie de pequeño agujero negro durante una milésima de segundo al tiempo que aparecía justo sobre la rama que su maestra había colocado.

Hitomi observó con interés el proceder de Aiko. Estuvo contenta de poder ver que la joven poseía talento e interesantes habilidades. Le sorprendió no obstante que eligiese una rama y una piedra totalmente distintas a las destinadas a la prueba... pero no dijo nada.

Aiko mencionó que las respuestas no eran siempre las que esperábamos, a lo que Hitomi asintió con timidez pero decidida mientras le dedicaba una leve sonrisa y continuaba observando su procedimiento.

Cuando Aiko terminó, el palo se inclinó levemente en el blando suelo del bosque por el peso de la piedra, pero resistió y quedó de pie.

Hitomi se quedó esperando un poco más en silencio y sin moverse, pero cuando vio que Aiko ya lo daba por terminado se inclinó hacia delante con gran respeto.

<< Discúlpame por no haber sido lo suficientemente clara. >> le comunicó mentalmente, tomó la piedra que ella había traído sobre sus pequeñas manos extendidas, como con un cuidado y un respeto innecesario para una simple roca. La acercó un poco más a Aiko y la dejó en el suelo << La piedra a mover es ésta, y debe ir sobre éste palo. >> lo señaló con su mano << Por favor, comienza cuando te sientas preparada. >> insistió inclinándose respetuosamente de nuevo.

Pese a sus acciones, no había rastro alguno de burla en su rostro, ni mucho menos en sus palabras mentales.

La joven no mostró cambio alguno en su rostro a pesar de la renovada petición de Hitomi. Acababa de mostrarle cosas más complicadas que lo que ella había pedido y, sin embargo, insistía en que realizara la tarea.

La mente de la maestra parecía serena y en calma. Un remanso de paz que se mantenía centrada. La cabeza de Aiko normalmente estaba sumida en caóticos pensamientos. Sólo reunía la concentración suficiente para usar sus dones.

- De acuerdo.

Se removió un poco en su posición, tratando de restablecer la circulación en los extremos de sus pies. Volvió a quedarse quieta, evitando acompañar sus poderes con gestos de sus manos. Respiró profundamente y se concentró de nuevo un instante, apenas unos segundos.

La piedra se levantó lentamente y se colocó sobre la rama. Hitomi pudo ver como el poder de Aiko sostenía la roca hasta colocarla y bajaba de intensidad para comprobar si estaba equilibrada. Tras un par de intentos, liberó de su poder la piedrañ Frunció el ceño esperando que se mantuviera en su posición.

En cuanto el palo tuvo que soportar el peso de la roca, se arrancó sin esfuerzo del suelo y se tumbó. La roca rodó a un lado y Hitomi observó en silencio la escena.

Tomó la rama con sus pequeñas manos, y con una suavidad con la que parecía acariciarlo, lo colocó de nuevo en vertical, clavándolo apenas en la tierra blanca para que pudiese sostenerse a sí mismo. Luego volvió a llevar sus manos a las rodillas y volvió a mantenerse quieta.

<<Ignoro el pensamiento que te ha llevado a no utilizar todas tus habilidades>> le dijo mentalmente sin dejar de observar el palo frente a ella <<Pero este ejercicio me sirve para poder observar tu adaptabilidad, tu pensamiento creativo, tu capacidad de concentración y tu paciencia>> decidió explicarle <<Así que por favor, ahora que ya has visto por qué insisto en que lo realices con éste palo, vuelve a intentarlo>> agregó.

Hitomi calculaba que para aquel entonces las piernas de Aiko ya debían de haber comenzado a quejarse, pero aquello era parte del ejercicio... y aún les quedaba un buen rato hasta terminarlo.

Esbozó una ligera sonrisa al recordar cuando fue ella misma la que se encontró en la situación de Aiko ante su propio maestro.

La mirada de Aiko siguió la trayectoria de la roca sobre la blanda tierra. La hubiera desintegrado en ese mismo instante tan solo para dar fin a aquel extraño entrenamiento. Seles había roto su silencio hacía rato y despotricaba por como desperdiciaba el tiempo y los dones moviendo un estúpida piedra. A él no le importaba el dolor que sufrían o las convenciones sociales, sólo quería realizar otras actividades. Por su parte, Aiko trataba de buscar sentido a aquella prueba aunque la paciencia no era su mayor virtud.

Afortunadamente, la obediencia le había sido grabada a fuego.

Volvió a colocarse en una mínima variación de la postura en la que se había puesto anteriormente, dejando que una parte diferente de sus dedos cargara con el peso y la circulación volviera a otras. Suspiró pesadamente y volvió al profundo estado de concentración que luchaba por mantener.

Al compás de su pausada respiración, una especie de enredadera de piedra surgió del suelo. Rodeaba lentamente a la rama sin rozarla formando una especie de fino pedestal para la roca. De nuevo, la piedra que su maestra se alzó con cuidado y se colocó sobre la frágil ramita. Ésta se flexionó suavemente pero el grueso del peso reposó sobre el cilindro de roca que acababa de brotar del suelo.

No tarde mucho tiempo en llegar a casa, después de todo, volando se llegaba mucho mas rápido a cualquier lugar. No me moleste en abrir la puerta del jardín si no que aterrice frente a la puerta del edificio directamente. Mi mano empujo ligeramente la puerta que no opuso resistencia y se acabo abriendo.

Del pequeño vivero que tenia se escucho un ruido y Selvis asomo la cabeza para comprobar quien era. Había tardado mucho en convencerme a mi misma de crearla, y aunque estaba creada había algo que todavía quería hacer por ella, darle un alma, un espíritu. No me parecía correcto tenerla atada.  

Hice un movimiento con la mano para saludarla antes de empezar a subir las escaleras hacia la habitación. Si el joven que había perdido a su amigo finalmente decidía venir, Selvis se encargaría de atenderlo. Había una habitación de sobra en la casa, aunque cuando la había mandado construir estaba pensando en otra persona a la que invitar.

Al llegar a tu casa, una pequeña criaturita se te acerca. Es de pequeño tamaño, apenas supera un metro de altura, pero sabes que es perfectamente digna de confianza

-Bienvenida, Mastah-te dice mientras rodea tu cintura con su bracitos. Se la ve bastante contenta con tu regreso. De repente, empieza a olisquearte y algo de baba resbala por la comisura del labio-Trajiste comida? Huele bien~~

Justo antes de empezar a subir las escaleras note como Los brazos de Selvis me rodeaban por detrás. Aun con todo lo que había pasado, aun con lo cansada que estaba, aquel olisqueo y el rostro expuesto me hizo soltar una pequeña risilla.-¿Comida?.- Pregunte algo confundida pensando. ¿Había comprado algo de comida?

De pronto caí en la cuenta, antes de que el meteorito cállese lo cual parecía haber sido hacia días, pero había sido hace horas, había estado en el mercado y había comprado unas cosas, entre ellas algo que parecía ser de los alimentos preferidos de la pequeña.- Ah ya me acuerdo.- Digo mientras meto la mano dentro de mi bolso y saco una bolsa casi del mismo tamaño que donde había salido.

Con cuidado de dentro de esta nueva bolsa saque un fruto de color rojo brillante, una manzana. Los ojos de Selvis centellaron nada mas verla. Moví la manzana a un lado únicamente para ver como la seguía con la mirada. Poco después le ofrecí la manzana y la bolsa.- Intenta no comértelas todas... y guarda las semillas.- Dije mientras ella ya se alejaba feliz con su tesoro entre brazos. Probablemente al día siguiente no quedara ni una.

Agite la cabeza negativamente aun con una sonrisa en el rostro mientras subía las escaleras para acostarme finalmente.