Partida Rol por web

Los asaltantes upervivientes atraviesan tan rápido como pueden estas casas. A lo lejos se escucha a los guardias doji iniciar la persecución. No crees que sean los que simulaban estar muertos, pero en cualquier caso os podrían dar caza con facilidad...

O no. Los monjes huyen asustados a vuestro paso, pero uno de ellos no. Oculto a la sombra de uno de los edificios, abre la puerta principal del mismo y Yukio y el resto de asaltantes se lanza al interior del edificio.

Cuando he comprendido que todo esto es un ardid urdido por Yukio y el porpio Hoturi, no hago más que fingir que me debato para que cualquiera que pueda verme esté seguro de que se trata de un secuestro, manteniendo el engaño.

Pero no opongo real resistencia, sino que en cuanto puedo cruzo una mirada de comprensión y asentimiento con el bushi, manteniéndome en silencio. Ya entenderé.

La casa es un lugar oscuro de suelo de paja, sencilla y sin apenas mobiliario. Uno de los hombres se acerca al suelo y abre una trampilla oculta. Bajo ella, hay un agujero angosto. Desde luego, te vas a manchar el vestido. Uno a uno vais bajando al agujero. Yukio entra el último, justo detrás tuyo.

El agujero recorre una distancia considerable bajo la ciudad. Te es imposible calcular hacia donde vais, pero está claro que os alejáis del palacio.

En un momento dado, la comitiva se va deteniendo. El hombre de justo delante tuyo recibe una orden susurrada y se vuelve hacia Yukio y hacia tí para haceros un gesto. -Esperad.- os dice. El grupo avanza, dejándoos unos metros por detrás de ellos. Deben estar examinando la salida.

Aprovechando el distanciamiento del resto, me giro a Yukio y le susurro:

-Está bien, cuentame, deprisa. ¿Debo disimular aquí también? Ponme al corriente, no acabo de entender...

-¡Sigue disimulando!- sisea Yukio -Ahora estos desgraciados nos llevarán hasta su verdadero jefe, quien esté detrás de todo. Buscaremos un momento para escaparnos e informar cuando lo sepamos.-

-Bien. Entendido. Espero que salga como Hoturi-sama lo ha previsto.

Asiento, susurrando imperceptiblemente. Por lo demás, sigo inmóvil, a la espera de que nos hagan avanzar. Y me sumo en un silencio espectante, ágil, procurando no perderme un detalle.

Yukio asiente sin más, atento a lo que ocurra allí delante. Por fin, la marcha se reanuda y él vuelve a simular rudeza con Saiko para que avance. Más adelante hay una salida en el techo del túnel, que termina allí mismo. A Saiko le da la sensación de que es un túnel antiguo, que tuvo otros usos y debió quedar abandonado u olvidado, listo para ser alquilado por unos delincuentes.

La salida es a un callejón, precisamente tras un almacén cercano al puerto. Tiene mucho sentido; contrabando. Ha llegado el momento de ir incluso más rápido correteando entre las callejas de la zona de almacenes, hasta llegar a la parte más abandonada y menos limpia de los almacenes. Finalmente, entráis en un edificio a las claras abandonado. Al entrar os asalta el olor de la sangre; alguien ha muerto aquí hace no muy poco.

Allí, jadeantes, se reunen los exiguos restos del grupo de asaltantes, masacrado por la defensa de los samurai. Se les ve furiosos y frustrados. El aparente líder se dirije a Yukio y Saiko. Encarándose con ella pregunta:

-Soy Jutori, líder de este grupo y propietario de tu vida ahora, escorpión. ¿Quién eres? ¿Qué papel tienes en la boda? ¿De qué nos puedes servir que me impida matarte aquí y ahora?-

La Shosuro no pestañeó. Si el hombre esperaba asustarla, no sabría si lo había conseguido.

-Soy Shosuro Saiko, prima de la novia, Bayushi Kaede-san. Vengo en representación de mi Familia, en mi puedes ver a todos y cada uno de los que pertenecemos a los Shosuro de entre los Escorpión. Por tanto, estás hablando con su Daimyo a través de mi, Joturi. No es sólo mi vida lo que está en juego.

-¡Jajaja! Es bueno que te tengas en buena estima. Espero que tus señores piensen lo mismo. En lo que a mí respecta, me da igual. Vuestros títulos sólo significan algo para vosotros y vuestros esclavos.-

Volviéndose hacia dos de sus hombres, te señala con el pulgar. -Atadla.-

Los dos hombres se te acercan con cierto temor reverencial natural, pero actúan lo más rápido que pueden y te atan las manos a la espalda.

-¡Yukio! Nos has sido de ayuda, como prometiste. Pero me temo que ahora no se te puede considerar un samurai. ¿Quieres unirte a nosotros?-

-Yo sólo quiero mi dinero.- dice Yukio cortante -Y espero que vuestro jefe me lo pague pronto.-

-Pronto. Le estamos esperando.- responde el líder de los bandidos. El resto de miembros del grupo parece un tanto confuso, pero acata el buen humor de Jutori pese al aparente fracaso y se dedica a curarse y preparar una exigua cena temprana de arroz cocido.

Mientras, Yukio se sienta no muy lejos de tí con el rostro escondido entre los brazos, descansando.

Saiko se queda en su sitio, en el suelo, con los ojos aparentemente cerrados, y en silencio.

En realidad los tiene semiabiertos, y está absolutamente alerta de lo que ocurre, con los cinco sentidos puestos en detectar cualquier cambio, y en las cuerdas que atan sus manos a la espalda.

Con los dedos tantea los nudos y su obi, pero nada en su apariencia lo muestra.

Alcanzas tu estilete oculto y lo deslizas entre los dedos para mantenerlo oculto bajo tu mano cerrada. Allí lo haces esperar mientras tú misma esperas la llegada del famoso "líder".

Pasan los minutos y luego casi una hora antes de que ocurra nada nuevo. Pero por fin se escuchan dos golpes en la puerta delantera. Alguien aparece recortado contra la luz que entra desde la calle. Todos se apartan de él mientrtas entra. Es un hombre ágil, pequeño, muy seguro de sí mismo, dominante.

Es Takeo. El hijo adoptado de Shigeru, el novio. Incluso Yukio parece asombrado, aunque sólo durante un segundo.

El chico mira a su alrededor y entonces os ve allí sentados. De inmediato se vuelve hacia Jutori y le lleva aparte para hablar con él. Intercambian varias palabras rápidas y nerviosas. Yukio te mira.

-Debemos salir de aquí.- te susurra. Por su tono, es tanto una afirmación como una pregunta.

Saiko mira pensativa a Yukio. Hay demasiadas incógnitas en este juego. Demasiados hilos sueltos. Y, además, su intuición.

No tiene ninguna prueba, pero tiene la sensación de que allí hay mucho más de lo que se ve a simple vista. Y, por alguna extraña razón, no cree que Takeo tenga intenciones malvadas. Pero sólo es una intuición...

-Somos samurais...

...susurra en respuesta. Aunque no ha dicho más, está claro. Si hay que morir, se muere. Sin miedo, con orgullo, con honor. Y si para desentrañar el misterio, para evitar un mal mayor hay que sacrificarse...

-...voy a esperar.

Yukio asiente a tus palabras. Te entiende, pero parece tener otros motivos para decir lo que dice. -Me comprometí a informar a Hoturi.- susurra señalando con la barbilla a los conspiradores -Si todo va mal...- y señala con la mirada la ventana más cercana. No te es posible saber si se refiere a tí o a él, ya que en este momento Takeo y Jutori se acercan a vosotros. Ya cerca, se detienen y Takeo os mira con aire fiero.

-¿Qué intenciones tienes, Yukio? ¿Por qué estás aquí? No me engañarás con el argumento del dinero, como a Jutori. Yo sé que eres un samurai auténtico.-

Yukio se pone en pie y esgrime su típica máscara de seriedad cínica. -Takeo-san. Sólo deseaba asegurarme de que la boda llegaba a buen puerto. Estoy sirviendo a vuestro padre en el fondo, aunque no es estrictamente mi deber.-