Partida Rol por web

El asunto queda zanjado con un beso. Esa es la forma correcta de zanjar las cosas, sí señor, tenemos que convertirlo en costumbre, en seña de identidad. ¿Acordamos algo? Beso. ¿Tomamos una decisión? Beso. ¿Cualquier otra excusa? Beso. No se me ocurre otra forma mejor de vivir que besando a mi novia.

Y esa sonrisa. Ese rostro de felicidad. No entiendo cómo funciona esto, el sentir que nada te hace más feliz que ver la felicidad en otro. Sólo se que me gusta la sensación.

Nos separamos de nuevo, y sí, deberíamos ducharnos e ir a cenar, que ha sido una jornada muy larga y cansada. Me propone que vaya a ducharme a la otra habitación, pero tras meditar un segundo, se me ocurre una idea mejor.

Sí, creo que iré a la otra habitación, en seguida nos vemos. -Le digo encaminándome a la puerta.

Entro en la habitación que tenía mi nombre desde el primer día, aunque nunca la he sentido como mía en realidad. ¿Qué he pasado yo en este cuarto? Trato de recordarlo, pero aparte de una ducha y de dejar aquí mis cosas, creo que no he hecho nada más aquí. Ya la primera noche dormí con Elizabeth, juntos y acurrucados en su cama, abrazados. Y apenas nos hemos separado desde entonces, desde que, ya en la puerta exterior, nos situamos uno junto al otro.

No pierdo el tiempo. Me acerco al armario y lo abro, viendo que dentro está mi mochila, las cosas que he traído de casa. La llevo hasta el cuarto de baño, donde recuerdo que está mi neceser con las cosas de aseo personal. Meto el neceser en un bolsillo lateral de la mochila y me la cargo al hombro.

Y me despido de este cuarto que ya no es mío.

Entro en nuestra habitación con la mochila al hombro, oyendo el agua correr en el cuarto de baño. Sonrío, porque se que algo importante acaba de hacerse efectivo. Tengo al hombro todas mis cosas, y me encamino al armario para buscarles un sitio. No es que necesite mucho espacio, la verdad, y estos armarios son enormes.

Aprovecho mientras espero para sacar de la mochila algo de ropa limpia que ponerme cuando me toque ducharme, y junto a ella dejo preparado el neceser con todo lo de aseo personal. Me quito las botas y las dejo en un rincón, y espero sentado sobre la cama a que salga Liz.

Ben decidió irse a la otra habitación, así que terminé de entrar en el baño y cerré la puerta tras de mí. Me apoyé en esta y suspiré, incrédula por todo lo que estaba sucediendo, por haber encontrado a un chico tan maravilloso en este recóndito lugar en el que nunca imaginé estar.

Terminé de desvestirme, sin poder evitar un gesto triste al verme en ropa interior. Había elegido aquel conjunto para estar guapa para él, para parecerle sexy, pero no había podido ser con la inesperada noticia de que la excursión duraría más de lo que yo tenía previsto.

Me desprendí de toda ropa y me metí a la ducha. Intenté darme prisa, pero no pude evitar mantenerme algunos segundos inmóvil bajo los chorros del agua, con la cabeza hacia atrás, concentrándome sólo en aquello, concediéndome un pequeño rato para relajarme.

La cara de sorpresa de Liz al salir del baño me hace sonreír, aunque desvío rápidamente la mirada, avergonzado, al ver cómo se cubre al haber salido en ropa interior, al menos en su parte superior.

La verdad es que sí, he cambiado de opinión. -Confieso, mientras pasa a mi lado en dirección al armario, aunque no le esté dando la razón exactamente, cosa que descubre en cuanto abre el armario- He pensado que no merecía la pena esperar a después de la cena.

Su reacción me sorprende. Aún estoy sentado en la cama, cogiendo mi neceser para levantarme e ir al baño, cuando veo que se acerca rápidamente y me da un beso, apoyándose en mis hombros, largo y cariñoso. Disfruto de él, poniendo mis manos en sus brazos, acariciándolos, hasta que se aparta y me dice que soy increíble.

¿Y eso?

¿Y-yo? ¿Por qué? -Digo, con una sonrisa nerviosa. No he hecho nada especial, sólo lo que habíamos dicho, pero un poco antes. Me pongo en pie y la miro a los ojos- Sólo he adelantado la mudanza, jeje. Y no hay llave en la puerta, de modo que no hace falta sacar copias. Creo que... ya está todo. Esta es "nuestra" habitación, oficialm... ¡¡Ah, no, falta algo!! -La cojo de la mano y tiro de ella con entusiasmo hacia la puerta de entrada, abriéndola y asomándome fuera para ver si hay alguien en el pasillo- Ven, sal conmigo -Le digo, y entrecierro la puerta desde fuera. Entonces me agacho y la cojo en brazos, con un brazo tras sus rodillas y el otro en su espalda. Le miro a los ojos, muy cerca, y susurro con voz suave- Esta es la primera vez que entramos juntos en "nuestro cuarto", y hay que hacerlo como dios manda...

Empujo la puerta entreabierta con el pie, y entramos en el cuarto de nuevo.

Bienvenida al hogar, cariño...

Pareció ponerse algo nervioso ante mis palabras, sin entender del todo a que me refería.

Si es que está absolutamente mono de todas las maneras…

Se puso en pie, mirándome a los ojos, explicándome que sólo había adelantado la mudanza, con lo que ya estaba todo; hasta que recordó algo.

De repente tiró de mí, llevándome hacia la puerta, mientras con mi mano libre trataba de agarrar ambas partes de la camisa.

-¿Qué pasa? – pregunté confundida mientras se asomaba.

Me pidió que fuera con él, y no pude decir que no ante su entusiasmo. Una vez fuera me levantó en brazos, y muy cerca de mí, sin apartar sus ojos de los míos, me dijo aquellas suaves palabras. Empujó la puerta y entramos, dándome la bienvenida a nuestro hogar.

Me quedé mirándole con cara de tonta, ruborizada, pensando en el día que la vieja tradición volviera a cumplirse, pero esa vez conmigo vestida de blanco, y él… No lo sabía, pero guapísimo seguro.

Y todavía no sabe por qué es increíble...

Bajé de sus brazos, visiblemente avergonzada por fantasear con aquellas cosas, que tan lejos quedaban aún, y comencé a abrocharme la blusa de color gris cabizbaja.

-Entonces… ¿Te espero aquí? – le dije mirando los botones – Quiero decir que, te espero aquí. – levanté un momento la mirada, mostrándole una media sonrisa.

Comienza a abrocharse los botones de la blusa, ya que con mi arrebato ni le había dejado tiempo para hacerlo, y esta vez no aparto el rostro avergonzado. Al contrario, estoy a cada instante más ilusionado, quizás porque la tontería de entrar juntos con ella en brazos, que no era al principio sino una bobada como símbolo del paso que damos, me hace pensar en los otros muchos pasos que deseo dar.

Contigo.

Sí, espérame aquí, que no tardo. -Respondo a su pregunta, que finalmente no era tal, y me encamino a la cama a recoger mus cosas, pero antes de dar dos pasos me detengo, me giro y le doy un impulsivo beso en los labios. Entonces sí, recorro de dos saltos la distancia que me separa de la cama, cojo mis cosas, y me interno en el baño.

Entro en el baño y dejo la ropa limpia sobre el bidé. Saco la maquinilla de afeitar y comienzo a afeitarme, comprobando si tengo algún grano en la cara o algo así. Cuando termino, me echo el after save, y me quito toda la ropa para sumergirme bajo el chorro de agua caliente de la ducha. Me quedo unos instantes disfrutando de la agradable sensación del calor sobre mi piel, y empiezo a asearme rápidamente. Cuando termino y me aclaro, cojo una toalla y me seco rápidamente, empezando a vestirme ya con prisas. Entonces paso la mano por el cristal empañado para ver mi reflejo, y me peino con la mano, aplicándome un poco de gomina.

Pasados unos minutos, en que primero se oye el sonido de la maquina de afeitar eléctrica, y después el chorro de agua de la ducha, salgo del cuarto de baño con mi ropa sucia dentro de una bolsa de plástico.

Bueno, ¿vamos a cenar? -Digo con una sonrisa.

Al beso le siguieron las caricias, y las caricias hicieron evidente que la ropa estorbaba, porque se habían vuelto febriles, las manos buscaron  zafar de esas prendas, y pronto los cuerpos ya no tenían prenda alguna que el sudor que perlaba sus frentes. Se sumergieron en las sensaciones que sus almas deseaban expresar, entre besos y jadeos, y los besos que se habían negado por tantos días,  ahora, sucumbían al placer eléctrico que los recorría. Rina  pronunciaba su nombre, y el reposaba en su clavícula, embistiendo su cuerpo pequeño, llenando de besos su cuello y sus ojos que se habían humedecido. Al terminar, se dieron cuenta que la noche había caído, ella estaba reposando en su hombro, acurrucada, la cama había sonado bastante a pesar de los intentos de que así no fuera, Rina sonrió, aún estaba sonrojada, por eso no se notó la vergüenza que sentía de pensar que los hubieran escuchado,a demás,ella misma no había podido controlar de todo los gemidos.

- y yo te amo a ti, Makoto- le sonríe, acariciando su mejilla - pero... si me vuelvo otra vez una amenaza, dudo que me quede... y quiero que respetes eso... ¿bueno? - debía arruinar el momento, pero no era de ella ilusionarse sin poner los pies en la tierra, por lo menos uno,- en fin... - lo abrazó con mucha fuerza, y se volvió a montar sobre él, desnuda, esbelta, su cuerpo era iluminado por la luz azulina de la noche, su vientre plano, sus hombros, su clavícula, su pechos de perfecta forma, o por lo menos, perfectos para Makoto, que sentía el peso delicado, y el roce de sus caderas, aún húmedas.

- tengo hambre, quizás aún quede algo de comer ¿qué dices?- se inclinó un poco sobre él, su cabello rozaba el rostro del oni - ¿nos bañamos?...- pregunta de una manera sensual, como invitándolo a jugar un poco más.

Escuchó lo que Rina le decía sin perder la sonrisa ni un solo instante.

- Claro... Claro... - dijo divertido de forma muy ambigua, intentando que la Kitsune dejara atrás esos pensamientos.

Cuando ella se recostó sobre su cuerpo se forzó a memorizar para la eternidad ese instante. Su cuerpo brillante, la respiración aún agitada, esa sonrisa hipnótica que le hacía perder la noción del tiempo, el cosquilleo que provocaba el suave roce del pelo de Rina sobre su pecho, su femenina figura de líneas perfectas...

- Cómo pueden convivir Demonios y Diosas en un mismo ser... - dijo casi pensando en voz alta. Y de repente estalló con una escandalosa risa.

- jajajajaja - se levantó de la cama sosteniendo a Rina por las nalgas, ella debería agarrarse a Makoto y cruzar las piernas alrededor de su cintura para no caerse - vamos a la ducha!

Con Rina a cuestas se dirigió al cuarto de baño y abrió el grifo del agua caliente mientras la besaba.

Aullidos en la lejanía que en otra situación podrían haber parecido inquietantes, se mezclaban de forma tenue con el vapor de agua caliente y convertían ese ambiente en algo casi bucólico.

En la ducha, Rina bajó lentamente por el cuerpo del asiático, hasta poder quedar de pie delante de él, el agua caía por ambos, y ella sonreía, buscó sus labios, y un beso fue a dar a ellos, un beso y sus caricias que bajaron por su torso, por sus brazos, pero dejó de tocarlo cuando sintió con sus dedos el brazo que le había arrancado. Se detuvo y fue a ese brazo, para comenzar a besarlo, era un recordatorio de lo que había hecho.

- perdón...- susurró, y siguió besándolo, muy suavecito, muy tímidamente, - perdón...-volvió a susurra y levantó su mirada hacia él, y siguieron besándose entre jadeos y caricias que les hizo repetir la unión que tanto ansiaban. La ducha se prolongó, y los dos quedaron extenuados, Rina cerró sus ojos y terminó de bañarse, saliendo de la ducha, buscando una toalla,  que envolvió en torno a su cuerpo.

- muero de hambre...creo que me está dando fatiga -  se ríe y se gira hacia él, con sus manos en su vientre, y ladeo su rostro,alargando su mano para acariciar su mejilla - te amo... ¿vamos? -  siguió secándose- creo que deberé usar ropa tuya y de ahí pasar a mi cuarto por ropa nueva...

Ese baño fue una recarga sublime. Sentía que volvía a empezar, más fuerte, más seguro, más feliz y más enamorado que nunca.

Sus vidas habían cambiado, ellos habían cambiado, sus cuerpos y sus almas habían cambiado. Pero lo que les unía era algo más profundo, probablemente tras esa experiencia, muchísimo más. Al sentir los labios de Rina en su brazo su piel se erizó de placer.

- La leyenda de la Kitsune y el Oni - acariciaba la suave mejilla de Rina bajo el agua.

Una vez secos, le acercó a Rina una camisa azul a cuadros que tenía colgada en el armario. Sin duda le iba holgada pero estaba terriblemente bella, y porque negarlo... irremediablemente sexy.

Me dijo que sí, que le esperara ahí, así que procedí a terminar de abrocharme la blusa. Para mi sorpresa, nada más volver a levantar la cabeza me plantó un beso en los labios, y sin mediar más palabra le vi coger sus cosas y meterse en el baño. Sonreí al pensar en todo lo sucedido, feliz, y aproveché para calzarme y peinarme un poco mientras Ben se duchaba.

Me sentía algo extraña, pero en el buen sentido, en un muy buen sentido. Otra vez nos encontrábamos haciendo cosas nuevas, juntos, y de aquella manera hasta una cosa tan cotidiana como la ducha, resultaba especial. Sólo el oír el ruido de la máquina de afeitar o el agua de la ducha correr al otro lado de la puerta, me hacía sentir más cerca de él.

Finalmente Ben salió del baño, ya estaba listo, y me dijo si íbamos a cenar con una sonrisa.

Esa bonita sonrisa.

-Claro, vamos. – me fijé en la bolsa que llevaba. - ¿Es tu ropa? Dame. – dije extendiendo mi mano para que me la pasara. – Hay una especie de cesta en el baño, creo que es para la ropa sucia, la dejaré con la mía.

Me apresuré a llevar su ropa y regresé, volviendo a extender mi mano, pero esta vez para agarrar la suya.

-Todo listo. – sonreí y puse rumbo a la salida.

Había anochecido ya y había parado la música, concentrandome tan solo en mi bajo.

En un momento, empecé a oír aullidos provenientes de fuera, me asomé a la ventana intentando ver algo, la abrí y escuché sus hermosos aullidos, esperando poder verlos, los lobos eran unas de las criaturas más hermosas del mundo, y sus aullidos, una dulce melodía que rompía en la noche.

No se cuanto duró ese momento pues me quedé un tanto ausente, pero al despertar, me di cuenta que iba siendo hora de cenar así que sin más, me vestí y peiné un poco y salí de mi habitación en dirección al comedor.