Partida Rol por web

"El Señor le dijo a Moisés: -Ve mañana temprano, párate frente al faraón y dile: El Señor, el Dios de los hebreos manda decir: '¡Deja libre a mi pueblo para que me adore!'"

Éxodo 9:13

Zadkiel regresa a su casa, una habitación en la pensión "El sombrero Marrón", eso decía el informe (y todos sabemos que Zadkiel era de los pocos que se habían leído el informe concienzudamente). No le fue difícil caminar de forma intuitiva por las callejuelas, en donde empezó a sentirse nervioso. Miraba por encima del hombro, y con el fardo de papeles que cargaba, los nervios se apoderan del ángel.

Dobló la esquina, reconociendo las casas viejas y las calles sucias, un vagabundo caminaba por la otra vereda, arrastrando sus pies, y un carro sin neumáticos y puesto sobre cuatro ladrillos llamó la atención. Los graffitis en las paredes hacían apología a la política o al Rap, sin distinción alguna. La noche es cálida y húmeda, aunque no sudas, la temperatura seguro que deja sus efectos...

No puedes evitar tanta suspicacia, pisas una bolsa de frituras, el sonido te alarma, pero no te detienes. Luego, al mirar hacia atrás, los ves. Un hombre blanco sonríe, es bastante corpulento, un chaleco de Jean, y las manos en los bolsillos, te mira directamente (y haría falta ser un idiota para no darse cuenta) con cínica actitud. Intentas apretar el paso, pero al otro lado de la calle, hay un segundo sujeto de sospechosa apariencia pero de fuerte contextura, apoyado sobre la pared, tampoco te quita la vista de encima, éste usa una chaqueta de cuerpo, y usa una camiseta con algún motivo que no te inspira demasiada confianza.

No se oyen más ruidos, pero algo te dice (y seguramente ese algo es Walton) que no estás demasiado lejos de la pensión donde te hospedas, quizás unas dos o tres cuadras. Quizás más...

La advertencia de Ruthiel resuena en estos momentos en tus oídos, e incluso el mismo Walton parece respaldarte en que ambos no están muy seguros en ese momento...

Finalmente arribas al edificio. "Uncle John's House" decía el letrero, letras blancas, sobre fondo negro. Al menos Arnold te había ayudado a recordar eso. Caminas hacia el interior, mientras el portero abre la puerta, un anciano al que le llevas medio cuerpo de estatura, su cabello canoso y su contextura delgada, ciertamente ponen en duda sus cualidades como firme celador. Pero no era el momento para esas trivialidades.

-Buenas noches señor Turner- anuncia con una voz reseca y carrasposa, respondes apenas y subes por la escalera, hasta el tercer piso. Suspiras con alivio, y buscas las llaves en tu bolsillo, la introduces en la cerradura e ingresas.

El apartamento es pequeño, pero está ordenado y huele a limpio. Caminas mientras das un vistazo, sobre un buró, hay varias fotos que despiertan cierta nostalgia en ti. Aparecen dos ancianos que aparentan alegría y salud, junto a una niña de unos 16 años, y al lado Arnold, los tres sonríen, y detrás un paisaje campestre que despiertan toda una serie de recuerdos que no te pertenecen.

La cama está bien tendida, y junto a ella, una mesa de noche, con una pequeña cartilla de oraciones. Otra foto, esta vez de sus padres. Un suspiro involuntario se te escapa.

La cama parece cómoda, y un pequeño televisor, apenas si deja entrar un par de canales de variedad.

Por fortuna el autobús aún pasaba y pudiste llegar a tiempo. No era demasiado tarde. La casa reposaba silenciosa, allí, en los suburbios de Houston. Caminas hacia la puerta y buscas entre tus cosas las llaves. Abres la puerta e ingresas. Hay un silencio absoluto en la casa, que es grande. Constance, parece recordarla y te guía, pasas por el cuarto que parece ser del hermanito del cuerpo que posees ahora, y entras e el tuyo, prendes la luz y te encuentras con una mezcla curiosa.

Entre los gustos de una niña de 17 años y una fervorosa religiosa, algunos afiches de la secta a la que pertenecía la chica. Un tocador, un escritorio, un librero con los libros que alguien de su edad usaría, un armario al que quizás no le falten muchas cosas, varios peluches.

Todo el desconsuelo se conjuga con una sensación de seguridad, mientras algo de derrota queda en tu consciencia. ¿Habían cumplido? ¿Cumplirían con la misión?

Una ventana con cortinas rosas miraba hacia afuera, un barrio tranquilo al menos, la noche cálida de Houston empezaba a aumentar de temperatura y así mismo, quedabas a merced de tus pensamientos.

Los barrios tranquilos de Everett Street te dan la bienvenida. Caminas finalmente, algo exhausta de ese medio día de trajín y dificultades. Toda una prueba, incluso para una servidora de Dios.

Entras a tu casa, mientras un suspiro de alivio se te escapa. La casa parece tradicional, salvo por los repetidos cuadros con motivos religiosos, las cartillas con oraciones. la foto de los dos hijos de Dorothy aparecen ocasionalmente. Todo está con un orden perfecto y meticuloso, consagrado a las oraciones y a la fervorosidad que profesa tu cascarón humano.

En la habitación principal, una doble cama, un rosario, una mini biblia en la mesa de noche, varias oraciones más. Y un pequeño televisor que aparentemente no ha sido usado en bastante tiempo. La tranquilidad invita a esperar hasta la mañana siguiente, no así la sensación de tanto que queda por hacer.

Al parecer no hay mucho que te sirva de recursos en tu casa, y como era de esperar, no hay internet que usar desde la casa de Dorothy, tan solo varios libros de superación y de religiosidad que parecen contener las creencias de la madura mujer. Después de tantas visitas frustradas a la tierra, habías logrado estar por algo más de tiempo y hacer algo, pero las perspectivas no son del todo alentadoras...

Busco con los ojos semi-cerrados por la mesita de noche y su cajón algún despertador o similar pues sé que una vez me duerma puede que no despierte en más de medio día y no quiero faltar a la cita del día siguiente por si acaso.
Me meto en la cama sin pensarlo y con la ropa puesta, salvo los zapatos que me quito con lentitud debido al cansancio antes de perderme entre las sábanas y acomodarme sobre el colchón antes de caer rendida a los designios de Morfeo.
Y segunso después de que mi cara (o la de Arnold más bien) se hundiera en la mullida almohada, me duermo.

Me siento en la cama, quitándome los zapatos y tirándolos contra un rincón. Dejándome caer de espaldas en la cama. Este envase definitivamente era mas extraño que yo misma. Deseaba poder volver a mi cuerpo. ¿Acaso los demás se sentirían como yo? No parecían estar deprimidos por nuestros continuos fracasos. Suspiro antes de ponerme de pie e irme a bañar. Para luego salir y vestirme con el camisón. Para comenzar a prestar atención a la habitación de la chica.

Primero preparo el despertador, no querría que se me pasara la cita por dormilona, dicen que una vez le pillas el gusto, va solo. luego, tal como me habia sugerido Anastacia, voy derechita a darme una ducha, y mi piel se estremece al sentir el refrescante contacto con los millones de moléculas de agua tibia que purifican mi cuerpo aliviando el alma durmiente de Dorothy, aunque para Evangelia esto no suponía absolutamente ninguna sensación, se mantuvo largo rato con el agua cayendo sobre su nuca, enjabonando el cuerpo de Dorothy tal como decía "El libro para cuidados de receptáculos para Dummies", y cavilando.

A la mañana siguiente les esperaba un autobús frente a la capilla, que les llevaría "a la reunión", o eso creía haber entendido. El misterioso evento que ninguno de nosotros lográbamos recordar en qué consistía, teníamos piezas de puzzle sueltas, algunas parecían encajar, pero faltaba un marco donde colocarlas si queríamos comprobar que realmente se complementaban.

Un supuesto "Ruthiel", compañero de Alexandra, que apareció sobre el estrado con una enorme hacha en la mano horas antes de la desaparición del párroco, absolutamente ninguna señal de violencia.

Luego la gran Bronca de Ewald, y los dos extraños sujetos que entraron en su despacho, muy sospechosos. Pero, Ewald demostró ser un angel, sin embargo los dos tipos que entraron a su despacho, definitivamente... no lo eran, tal vez debíeramos habernos quedado un poco más....

Por parte del siempre elocuente Eddgar habia oido Mazz, Mansión de los Santos, Asamblea de Helen y Michael, bravo, me habías dado muchas pistas, cualquiera se atreve a preguntar después de las contestaciones dadas, no, ni hablar, ni una sola palabra más, si quieren trabajo en equipo que se apunten a un equipo de beisbol porque Evangelia trabaja sola.

Salgo de la ducha y me seco sin vestirme, ojeo agendas de Dorothy, algun diario, o alguna libreta anotada por ella con citas y demás buscando en estas tres pistas algun dato de relevancia entre mis pertenencias, un panfleto de la Asamblea de Helen y Michael con la cara de ese viejo arrugado y la de la muchacha anoréxica resultarían muy útiles para resolver medio caso de un plumazo.

No habia que olvidar el objetivo principal, encontrar quien corrompe la secta religiosa, parece que el pastor tenía mucho que ver, pero de seguro habia alguien más con él, nunca van solos.... nunca.... ZzZzZzZz

Caigo dormida, hasta que el despertador me llame al dia siguiente

Vaya, esos dos tipos no me dan ninguna confianza... pensó Zadkiel a medida que caminaba sin apartarse de su rumbo y una vez descubrió a los dos hombres Tengo la impresión de que el color de piel de Walton no tiene nada que ver con el hecho de que estén aquí en actitud acechante, será mejor que no me entretenga y los intente evitar.

Con todos los sentidos en alarma y bajo aviso ante lo que parecía una amenaza, Zadkiel apretó el paso, intentando no desviarse del camino más transitado, aunque en aquellos barrios y a aquellas horas, incluso la calle más concurrida podía tener únicamente a un par de viandantes.

Preparado para lo que pudiera pasar,siguió caminando rumbo a la pensión, vigilando los movimientos de los dos tipos.

Zadkiel aprieta el paso, las calles están vacías y trata de no entretenerse entre sus pensamientos y la impresión de que algo fuese a suceder. Está cerca, o eso dicen tus instintos. Pero cuando volteas, ambos hombres están tras de ti, alcanzas a ver con tu vista desde los ojos de Zadkiel, que sonríen y algo se cuchichean, sin dejar de caminar. Una camiseta dice Satanica*, y el otro parece tener... un bate que no habías visto inicialmente, lo lleva hacia atrás, como si con eso lo escondiera y una voz gruesa, propia de un sujeto cuyas capacidades intelectuales se ponen en duda, se deja oír:

-: Hey, tio... no nos gustan los negros como tu en nuestro barrio...- alcanzas a oír, y cuando miras de reojo, el del bate toma la delantera, con intenciones claras, tu mano se aprieta contra los papeles que posees, el otro se acerca también, muy de cerca de su compañero, el de la camiseta, te tiene en la mira, eso seguro. La situación se pone fea, y para rematar, un silencio de muerte cae sobre los barrios sin casi transeúntes.

Los nervios se hacen latentes y parece que hay pocas opciones, la mano del mas adelantado se acerca, y tus sentidos (divinamente aumentados, claro) pueden sentir como se acerca el momento del contacto... que te tomarán del hombro, te frenarán...

Como bien recordabas, no todos los hombres eran santo, ni todos los hijos de Dios la expresión de su creador y padre.

La cama parece un agasajo divina, quizás no se parezca al dulce y fresco prado de la ciudad de Dios, o a sus colchones benditos, capaces de otorgar el sueño más profundo a los ángeles habitantes de sus doradas calles. Pero es algo, entre la migraña que aqueja al ex-vaquero y las ganas de dejar atrás un día no tan agradable, resulta ser una opción simplemente... angelical.

El despertador es acomodado con rapidez, con el orden que precisa Arnold, no es difícil imaginarlo que sea un hombre de horarios. Afortunadamente para ti, más habituado a holgazanear o huir de las dificultades. El sueño cae como una bendición y logras sumirte entre las ilusiones propias de tu cascarón, navegando entre las brumas y el paisaje onírico que logra proveer a tu cerebro del descanso que necesitas. Conciliándose con tu contraparte humana.

La mañana cae, y parece que ha habido tan poco tiempo para descansar! el ruido metálico del despertador hace mella, como un eco en tu subconsciente. Tu mano se estira para apagarlo, haciendo que caiga al suelo, con otro ruido más. Tu cabeza ahora está bajo la almohada tratando de ahogar aquel molesto ruido. Finalmente te rindes y te sientas sobre la cama... la mañana ha llegado, un nuevo día...

La casa parece ser ajena y silenciosa, permisible a la reflexión. El informe decía que Constance era una buena chica, pero que sus padres la habían desatendido. Había encontrado en la secta al parecer un consuelo en Dios... o quizás en algo más. Conforme el tiempo avanzaba, la situación solo tendía a volverse nebulosa, la frustración en las manos de todos, incluso los superiores de los cuatro parecían ser ajenos al pequeño drama de Houston. En medio de un mundo que necesitaba atención, los cuatro eran meros agentes que debían luego ir a rendir cuentas ante quienes les habían encomendado aquel trabajo...

Y en medio de tropiezos, apenas si habían logrado un par de pistas, y salir indemnes. Sin contar que la información escaseaba por demás.

Te sientas en la cama. El cuarto es el típico de una niña, el tocador parece tener lo necesario para arreglarse y maquillarse si es necesario (nada de más), junto con ese espejo. Varios cajones que quizás valdría la pena revisar, siendo ahora tu ella, no podría decirse que se tratara de violación a la privacidad. No en el sentido tradicional.

El escritorio también tenía algunos cajones, cuadernos, lápices, tendrías que quedarte leyendo un buen rato si es que pensabas invertir horas en ello. La pequeña biblioteca resalta libros académicos y algunos de superación personal. No parecía haber nada fuera de común a simple vista, pero claro. Nada es lo que parece, a simple vista.

Salvo algunos números y direcciones de las otras asambleas, no parece que haya mucho más por resaltar, ni fotos, ni nada, un calendario organizado de visitas benéficas, donaciones, una contabilidad meticulosa de lo recaudado, del dinero, para poder distribuirlo bien... y esa sensación, mientras leías, de que la honestidad hacía parte de la forma de actuar de tu cascarón humano, de Dorothy.

No encuentras nada que señale a aquellas dos sospechosas presencias yendo hacia la oficina de Ewald. Claro está, tampoco había pistas de Ruthiel (y sería algo ingenuo pensar que aparecería en algún lado) ni nada específico de lo que sucedería al día siguiente en la Mansión de los Santos, solo una insistente referencia a asistir, con una marcada emoción que se notaba en los trazos.

El sueño fue poseyéndote, la soledad de la casa parecía arrullarte, mientras en tus propios pensamientos, absorta en lo onírico y lo irreal, los brazos de Morfeo te reciben para que des fin a un día (o un medio día) agitado y lleno de movimiento. Al menos no habías fracasado de antemano, o tenías un boleto seguro de regreso al cielo donde pasarías el resto de la eternidad en la sala de espera... pero tampoco parecía que tuvieses lo necesario para cumplir la misión. Sin contar que tus aliados, parecían ser una carga, en lugar de un apoyo.

la mañana llegó con tal premura, que el cansancio no se había ido todavía, el despertador emitió rítmicos pitos, mientras la luz de un sol cálido, y una temperatura alta entrando por la ventana, anunciaba el inconfundible amanecer del nuevo día. Pronto tendrían que confrontar "El Gran Día" y las perspectivas no resultaban ser las más alentadoras (lo que es más, no parecían ser tampoco desalentadoras).

Zadkiel no podía creer lo que estaba pasando, había estado tan absorto con lo que ocurría en la iglesia y lo que tenían entre manos que había olvidado por completo el consejo de Ruthiel. Caminar sólo hasta el lugar en el que le tocaría pasar la noche, no había sido buena idea.

-Ya lo sé... por eso me marchaba. responde con rapidez al individuo que le ha hablado y acto seguido echa a correr intentando dejar atrás a esa gente de poco educados hábitos sociales, prefiriendo intentar huir de ellos en lugar de enfrentarlos.

La información que llevo aquí es demasiado valiosa, no me puedo arriesgar a perderla. Alcanza a pensar en una fracción de segundo antes de empezar a correr.

Persecución de Zadkiel

Matón 1: Está a 3 metros.

Maton 2: Está a 1 metro.

El matón 1 corre 2 metros base + 2 por la tirada: 4 metros.

El matón 2 corre 1,5 metros base - 0.5 por la tirada: 1 metros

Zadkiel corre 2 metros base + 2.5 por la tirada: 4,5 metros.

Tras el primer turno:

Matón 1: Está a 3.5 metros

Matón 2: Está a 4,5 metros

El impulso sináptico, seguro fue más rápido que la alimentación de un ordenador, la mano enorme del hombre se iba acercando a tu hombro y como un resorte, tus piernas se doblan en un instante pequeñísimo de tiempo, y con el cuerpo liviano de Walton, sales disparado, a grandes zancadas, alejándote del peligro.

-¡¡Maldito negro cabrón... no te nos vas a escapar!!- se escucha desde atrás como un grito que resuena en las calles vacías, pero hay poco tiempo de mirar, puedes escuchar los pasos de sus botas golpeando el pavimento detrás de ti, al ritmo frenético de una locomotora, la amenaza está sentada y pesa como una sentencia... los humanos son unas criaturas tan volubles, y al mismo tiempo tan ciegas, y allí estabas, con un fardo de papeles bajo el brazo, tratando de huir a todo lo que te daba el cuerpo.

No estabas muy lejos, algo te decía que El sombrero Marrón aparecería en cualquier instante, y podrías refugiarte, al menos les tenías cierta distancia, no los percibías cerca, tus pasos, airosos, apenas si rozaban el pavimento, mientras tus músculos se agitaban, la respiración (el milagro de la vida!) empezaba a agitarse, y ya habiendo perdido la costumbre, resultaba un poco extraño sentirse empujado por la inercia y lanzado por la adrenalina.

La luz solitaria de un poste te ilumina, mientras la persecución se efectúa, al final, en la esquina, reconoces el edificio, estás cerca, una sonrisa se escapa de tu rostro, vas a llegar, mientras los matones parecían quedarse atrás, bastante atrás como para que estuvieses a salvo.

Pero la fortuna es una dama extraña, en medio de la euforia, un tropiezo, y lo siguiente que notas es que no avanzas hacia adelante, sino hacia el suelo, por reflejo tus manos tratan de minimizar la caída, y los importantes papeles caen frente a ti, desparramándose por la acera de forma desordenada, justo en tus narices. Luego, el duro beso del pavimento, mientras rápidamente te das cuenta que... ya no estás corriendo más. El golpe te reporta un poco de dolor, pero no es nada que te impida moverte, con premura y con urgencia.

-¡¡Te tenemos asqueroso simio!!- ruge uno de tus perseguidores, justo cuando estás levantándote, mirando con sorpresa los papeles, y presintiendo lo peor. Sus pasos se paran y los sientes detrás de ti... correr no te ayudará esta vez, y estabas tan cerca, tan cerca de estar a salvo. Los pasos resuenan junto a ti, mientras giras tu rostro y ves los jeans, en medio de la oscuridad del barrio... todo el miedo de tu contraparte humana, y el tuyo mismo, parecen concentrarse en tu pecho, donde un corazón late con gran rapidez y la adrenalina es bombeada a cada parte de tu cuerpo...

La sensación del terror es indescriptible, quizás no experimentada estando en un cubículo, trabajando en tecnología para Juan, pero ahora... se sentía tan diferente, aumentada por la percepción sobrenatural de tu naturaleza divina.

-Ahora vamos a enseñarte a no pasearte por nuestro barrio como si nada- amenaza la segunda voz y casi podías sentir sus intenciones de lastimarte severamente.