Partida Rol por web

La sala es un lugar impresionante, circular, con gradas abarrotadas por lo que deben ser los "Primeros Hombres" de la ciudad, casi todos militares a juzgar por sus vestiduras. En su centro hay una mesa de mármol blanco que llama la atención en contraste con la piedra marrón en la que está construido todo, y el techo es de un cristal transparente que deja ver la noche, las nubes y las estrellas, y que debe dotar de una gran luminosidad a toda la sala durante el día.

A cada lado del altar se encuentra uno de los interlocutores; una muchacha que parece casi una niña por su figura esbelta y andrógina está discutiendo con un hombre alto, huesudo y barbudo que parece tener bastantes años. Ella lleva una casaca gris muy poco ostentosa, con una blusa blanca bajo ella y un pañuelo rojo alrededor del cuello, con sus piernas embutidas en un pantalón flexible pegado al cuerpo y con unas botas de cuero. Él va vestido para la guerra, con una coraza de un plateado sucio sobre la cual está grabada la Torre de Caredon, una cota de mallas usada bajo ella y unos pantalones con grebas de cuero grueso, terminados en pesadas botas.

Hay guardias vigilando la reunión, y después de que uno de los guardias hable con un hombre de aspecto formal éste da unos pasos en la cámara y la golpea con la punta del mismo.

"Se presenta Filipencio, el Segundo de su nombre, Príncipe de Ingmar".

La Gobernadora parece sorprendida, y el Comandante enfurecido. Algunos de los guardias y asistentes llevan sus manos a sus armas, y se oyen un par de gritos de sorpresa. Después el lugar queda en silencio. ¿Lo aprovecharéis para presentaros?.

Es vuestro turno, y vuestra elección.

Flynd ese día estaba inspirado, vaya que sí. En su mente empezaron a danzar ideas y conclusiones, entrelanzándose y esquivándose unas a otras para formar un bello plan de acción según la información se iba añadiendo. Era evidente que los próximos segundos iban a ser cruciales para las próximas declaraciones internacionales y entre las posibilidades se barajaba la guerra. De hecho, estaba casi "cantada". La guerra era mala, había que evitarla, en especial si estabas en el consejo de guerra del otro bando...

-Antes de que gasten sus miradas de odio en el heredero al trono ingmarita, fíjense por un momento en mi, excelencias -dijo, tratando de centrar las miradas de los asistentes en alguien en quien no se vieran obligados a poner la etiqueta de "enemigo"- Soy mago NO ingmarita, sirviendo libremente al príncipe aquí presente no por un gran estipendio mensual, sino por las bondades de su temperamento y calidad de palabra. Mi señora -continuó ahora refiriéndose a la joven y bella gobernadora de la ciudad, quien había observado el mago que se debatía para lograr hacer valer su voz por encima de aquellos que clamaban la guerra- venimos de no muy lejos de aquí, donde hemos librado una portentosa escaramuza primero con orcos y después con una abominación no-muerta para librar a esta hermosa ciudad de tener que enfrentarse a ella. Esos orcos estaban preparando un escenario, una burla, con un ingmarita y guardias de esta ciudad. Pretendían, sin duda, causar un conflicto internacional. Y si lo han hecho tan cerca de aquí, seguro que en otros lugares también han podido preparar cosas similares. Me temo que los orcos quieren que Ingmar y Caredon se debiliten entre sí para, después, poder asaltar los restos. Le ruego, mi señora, que envíe alguien a comprobarlo si quiere acallar las voces más belicosas. No se fíen de mi palabra, compruébenla.

Era ese movimiento un tanto audaz, ponerse del lado de una jovencita seguramente superada por la situación, pero de todos los presentes en la sala también parecía ser la que, por derecho, debiera tomar la decisión o no de ir a la guerra, además de tener el corazón más inocente y puro. Si esta maniobra resultaba, al menos habrían ganado algo de tiempo mientras iban a comprobar lo que les había comentado.

-Por otro lado, ¿alguien puede justificar por qué estamos aquí? -clamó en voz alta, en general, para el común de la sala- Es decir, si lo que quieres es provocar o llevar a cabo una guerra, no envías directo al corazón de las tropas de tu enemigo a tu heredero, para que dispongan de él a voluntad, ¿verdad?

El hombre alto llamado Comandante era ridículo hablando de atacar a los isleños. Para saquear y secuestrar las mujeres de un poblado ingmarita no necesitas un ejército, solo un amazono. Pero peor era lo de Flynd, hablando de política y usando palabras de difícil comprensión, como estipendio o mago. A Seth Soderstrom no le interesaba la política... pero sí las mujeres políticas. La menuda Gobernadora Princesa estaba escasa de curvas, pero a buen seguro que estaba mucho más limpia que la prostituta de la calle o que Enna después de haberse pegado semejante viaje por tierras duras. Esa es la gracia de las princesas, que se perfuman y se cuidan más que la mujer promedio.

Ouuuch... ffff...-se quejó, llevándose la mano a la pierna-Creo que después de subir todos esos escalones, a Seth Soderstrom se le ha subido uno de sus hipermusculosos y supradesarrollados gemelos. Seth Soderstrom necesita hacer estiramientos.

Los estiramientos de Seth Soderstrom, obviamente, eran una treta. Seth Soderstrom no tiene tanta predisposición a lesionarse subiendo escaleras. Pero en ocasiones es necesario mostrar un lado vulnerable para que las mujeres se avalancen sobre ti y te arranquen el taparrabos con los dientes. Seth Soderstrom avanzó hasta la mesa central de mármol y se apoyó en ella con las manos. Sus piernas, flexionadas. Pero a la hora de la verdad, sus movimientos consistían en dejar muertas las piernas y acercar y alejar la pelvis del borde de la mesa. Sutilmente, como solo un amazono sabe ser, mostraba lo que podía llegar a hacerle a la Gobernadora Princesa. En una palabra, seducción.

Hoooolaaaa...-guiñó un ojo a la Gobernadora Princesa, que en realidad era a él mismo, al verse reflejado en los ojos de la chica-El nombre de Seth Soderstrom es... Sí, Seth Soderstrom.

El arte de la seducción no siempre funcionaba del mismo modo. A algunas mujeres las hacía suspirar. A otras, desmayarse. Hasta las había que se echaban a reír, pues encontraban inesperados sus histrionismos. El caso es que era un truco que siempre sirve para rebajar la tensión... Al igual que la buena carne es la del animal que no espera que se le atraviese con una flecha, hasta el fondo, una y otra vez, lo mismo pasa con las mujeres.

Me llevo una mano a la cabeza, mientras la otra sigue apoyada en el suelo, al ver el numerito de Seth. En verdad es gracioso y quizá es la actitud que más me gusta de todsa las que me rodean pero incluso yo sé que no es oportuna. Menos mal que Flynd tiene facilidad de palabra y explica lo ocurrido con mucho acierto.

-Soy Topanga del Bosque Nowa.- digo en bajito y de forma escueta. Quizá alguien me reconozca porque haya ayudado a alguien a sanar, a ver su futuro o algo así, quizá sea bueno o quizá sea malo.

Mientras tanto permanezco en silencio y me fijo en la situación, es rara, porque si es verdad que la chica es la gobernadora pero la influencia del otro hombre ¿hasta donde llega? ¿A quien obedecerían los soldados? Sería realmente útil conocer ciertos detalles.

El silencio es mi mayor aliado y más cuando otros se encargan de las buenas palabras y la parafernalia.