Partida Rol por web

Unos leves golpes en la puerta os despiertan a la mañana. Cuando os preparáis y bajáis al comedor, un frugal desayuno os espera, que contrasta con la copiosa cena del día anterior. Al poco tiempo, aparece Doji Ando acompañado por uno de sus ayudantes, que viene a buscaros.

Apenas ha salido el sol, pero de camino a la casa de Doji Damachi podéis ver que la aldea está cambiada, adornada con farolillos y banderolas por doquier. Hay puestos de venta ambulante por doquier, que se prepraran para abrir. A lo lejos al norte, justo detrás de la última cabaña, podéis ver a un grupo de artistas ambulantes que está montando un escenario. Entre los heimin, distinguís la forma de una mujer vestida con un kimono azul dirigiendo la instalación.

Un trío de monjes de avanzada edad se os acerca, preguntando educadamente por los Tres Pilares. Ando, al que veis levemente sorprendido (es la primera vez que una emoción se muestra en su rostro), les señala que están en las colinas del este.

Tras pasar una enorme casa palaciega amurallada que parece desierta, llegáis a la casa de Doji Damachi. Os sorprende enormemente lo pequeña que es, sobre todo teniendo en cuenta el status del magistrado.

El ayudante se queda fuera esperando, mientras Ando os hace pasar al jardín de la casa. Es pequeño, pero muy acogedor. En ese momento, sale un samurái grulla de aspecto regio de la casa. Dos pasos detrás de él viene una joven de unos doce años.

- Konichiwa, honorables invitados. Mi nombre es Doji Damachi, magistrado imperial y señor de esta aldea. Me disculpo de antemano por el pequeño tamaño de mi hogar. –Dice haciendo una muy muy leve reverencia. – He mandado preparar un lugar de reunión más amplio, con refrigerios adecuados, en un campo cercano. Los ruidos de las festividades no nos dejarían negociar a gusto aquí, al estar en el centro de la aldea. – Como para remarcar las palabras del magistrado, unos alegres tambores empiezan a oírse desde una calle cercana.

- Sin embargo, me gustaría charlar unos minutos antes con Asako Sachi-san y Kitsuki Kambe-san. Mientras, mi hija, Nanako, entretendrá a los demás miembros de las comitivas.

Al oír su nombre, la jovencita da un paso adelante y hace una profunda reverencia.

Mientras Damachi, Kambe y Sachi se dirigen al interior de la casa, Nanako, con una sonrisa, pregunta: - ¿Hay algo en lo que les pueda ayudar?

Shiki durmió bastante bien, el viaje le había despejado y aunque durante la cena se presentaron ciertas dudas acerca de la rapidez de las negociaciones, al final transcurrió de forma tranquila.

Pronto le avisaron para despertar, tras unos minutos de relajación y asentar las ideas, se preparó y bajo a tomar un desayuno que resulto bastante frugal, lo que no supuso ningún inconveniente, ya que la noche anterior había cenado bastante más de lo que acostumbraba. A pesar de lo temprano que era, la aldea presentaba una actividad frenética, estaba engalanada, lista para alguna importante fiesta.

Pronto llegaron a casa del magistrado, mas pequeña de lo que el habría esperado, pero al parecer las negociaciones no se llevarían allí, sino en un cercano pabellón, alejado del bullicio de la aldea.

-Konochiwa Nanako. ¿Qué fiesta se celebra?- Pregunto a la joven señalando hacia la ruidosa aldea. 

En el camino, tras haberse despertado temprano y arreglado para el día y la ocasión, dirigió una sonrisilla agradable a la otra mujer de kimono azul claro, cuando cruzaron miradas. Pero no desvió sus pasos, las cordialidades ajenas al deber deberían esperar.

-Los festivales siempre son divertidos. Dicen que atraen muchos visitantes...de todo tipo. Después de todo, las celebraciones son agradables para todos por igual.

Nadeshiko se presentó con Damachi en una reverencia pronunciada. Había especificado en las interminables cortesías de anuncios de visitas en los días y semanas pasados que asistiría con su mascota de no ser problemático, y ahí estaba un pequeño zorro rojo con expresión plácida si podía leerse la misma en un animal, acompañando sus pasos sin despegarse de su lado. Cuando ella se detenía, se sentaba momentáneamente, y parecía que estaba por ganarle el sueño en cualquier momento. Hacía juego con los zorritos del kimono, jugando con grullas, en el que en un lado reposaba la wakizashi de todo samurai.

-¡Buen día! Mi nombre es Dojo Nadeshiko, una humilde cortesana que espera poder brindar apoyo en la causa actual. Y este es Tsukio. Gracias por recibirnos. -no se alargó demasiado, viendo que el hombre tenía prisa por una charla privada- Oh, por favor, adelante con sus asuntos, esperaremos aquí.

Juntó ambas manos bajo las mangas, con aire apacible.

-Encantada de conocerte, Nanako-san. -hizo una breve y grácil reverencia, y hubo una ligera pausa en decir esto, sintiéndose algo incómoda, pero ignorando completamente la causa. Contestó su pregunta con aire casual.- Oh, no quisiera darte demasiadas molestias. ¿Quizá puedas recomendar algunos puestos del festival en particular para visitar luego?

- A partir de hoy, se celebra durante tres días un festival en honor de la fortuna Inari y los Tres Monjes Hambrientos, Shiki-sama. – Explica la niña.

- En el pasado remoto, tres monjes se subieron a tres pilares de piedra, decididos a alcanzar la iluminación o morir de inanición. Quizás debiera visitar los pilares, Nadeshiko-sama… no sé nada sobre los puestos del festival, ya que apenas salgo de la casa porque debo preparar mi gempukku, pero muchos viajeros aprovechan estas fechas para visitarlos. También podría ir a ver la actuación que dirige Kakita Minami-sama, no es frecuente que una artista graduada de la Academia de Artes Kakita organice un espectáculo en un sitio tan humilde. Ando-sama ha propuesto una competición de duelos para los nobles presentes en la aldea, y una de pelea sin armas para los heimin. Estas competiciones serán a la mañana la de los espadachines, y no me he interesado por la de los campesinos.

- Lo que no deben hacer es acercarse a la casa de los Asahina. Es el palacio más grande de la aldea, pero ya lleva unos diez años abandonado. Está maldito. –Dice Nanako bajando la voz.

- Como iba diciendo, - continua Nanako retomando el tema inicial – los tres monjes seguían subidos en sus pilares, ayunando mientras meditaban, cuando una tormenta estalló. Los aguaceros y los vientos eran fuertes, y los rayos crearon incendios. Los arrozales y las casas de los campesinos peligraban, pero los monjes, a pesar del vendaval y el granizo, no se movieron (pues eran fuertes en las artes marciales), mientras rogaban a las fortunas que les ayudaran en su camino. Y lograron lo que no había logrado nunca ningún monje: Molestar a Inari, la fortuna del Arroz y la Cosecha.

- Inari se apareció a los monjes famélicos, y les riño, enfadado. Como era posible que pasaran hambre mientras a su alrededor se echaba a perder arroz. Además, con su inactividad, condenaban también a pasar hambre a los campesinos del lugar. Los monjes vieron la necedad de sus actos, y saltaron de los pilares para ayudar a los heimin.

- Como los tres monjes eran sabios con gran dominio de varios kiho, pudieron proteger el arroz, calmar la tormenta, y ayudar a reconstruir las cabañas de los campesinos que habían ardido. Inari se mostró complacido, y bendijo los arrozales para que mientras se respetara el festival, siempre dieran buenas cosechas. Por eso estas tierras son tan ricas.

En ese momento, los samuraí Escorpión y Mantis que se hospedan en la misma posada que vosotros se acercan a la entrada de la casa. Viendo tanta gente en el jardín, saludan, se dan la vuelta y se alejan lentamente.

-Muchas gracias Nanako, por tus excelentes explicaciones.- Eran muchas las posibilidades en la aldea en aquellos momentos, tres días de festival darían para muchas cosas. Le llamó mucho la atención lo de la mansión maldita, y si dispusiera de tiempo, le gustaría saber más acerca de ella. Pero tenían unas negociaciones y había que centrarse en ellas.

Cuando los samuráis mantis y escorpión se acercaron a la casa, para luego irse a otro sitio, volvió a pensar en que las negociaciones, podrían ser más difíciles y largas de lo que había pensado, tal vez no les dejasen tiempo para hacer otras actividades. Había mucha tensión acumulada, y esta podría ocasionar problemas en cualquier momento. El festival y la gente atraída por el podría complicar aun más las negociaciones, demasiadas personas, entre las cuales podrían estar escondidas algunas con no buenas intenciones. 

-¡Que diligencia de tu parte el no distraerte de las preparaciones, Nanako-san! Estoy segura de que tu ceremonia de gemmpuku será estupenda. -cerró los ojos con esto, con aire de haber escuchado algo agradable- Oh, tuve el agrado de conocer a Minami-san en el camino, es muy apasionada en lo que hace. Seguramente el espectáculo que ofrezca sea sorprendente de ver.

Sintió una pata suave sobre un pliegue del kimono y supo que Tsukio le observaba atentamente. Cambió la postura de los brazos a sujetar algo, y en breves el animalillo dio un salto ligero para pasar a ser ese algo, que se acomodó para estar con el lomo hacia abajo y las patas hacia arriba.

-Estos días son un buen momento para visitar el templo de Inari y rendir respetos, y de paso dejar algo de arroz para sus zorros. -había seguido a los samurai de la noche anterior con la vista unos momentos antes de devolver los ojos claros a la niña. Imaginaba que el anfitrión no tardaría mucho más, considerando lo callada que estaba la comitiva en general, había un límite de donde podían extenderse las cordialidades. Veía un futuro problemático para las comitivas en disputa si no conseguían hacerse oír.

La espera en el jardín de la casa de Damachi se alarga hasta que pasan casi dos horas, y la tensión se palpa en el ambiente.

Cuando el magistrado y los diplomáticos salen, ninguno parece muy contento. Sin muchas palabras de por medio, la comitiva parte hacía la campa cercana que se ha habilitado para las conversaciones. Es un lugar hermoso, al lado de un río y rodeado por bosque, pero a apenas cien metros de la última casa de la aldea. A pesar de la cercanía, los árboles aíslan bastante del ruido del festival.

Hay tres carpas enormes preparadas, las tres con tatamis, cojines, etc… una es para las negociaciones en sí, otra para descansar, y la última llena de bebidas y todo tipo de comida. No han reparado en gastos.

A unos doscientos metros, entre los árboles, podéis ver sobresalir otro par de carpas, son las que se han colocado para las competiciones de combate, más cerca del pueblo, pero desde vuestra localización apenas se ve.

Sin mucha más pérdida de tiempo, los diplomáticos y el magistrado se sientan a discutir, dejando claro que cualquier idea u opinión será bienvenida (siempre que se formule con el debido respeto), si sirve para resolver la situación.

La postura de Kitsuki Kambe es la siguiente:

1.- Los Dragón han descubierto la mina.

2.- Los Dragón tienen la entrada en su territorio.

3.- Los Dragón han expulsado a bandidos de la zona.

4.- El primer herido de la contienda fue un ashigaru Dragón, que recibió un flechazo en tierras Fénix.

5.- Por tanto, la mina debe quedar bajo administración Dragón.

La postura de Asako Sachi es la siguiente:

1.- Nueve décimas partes de la mina están en territorio Fénix.

2.- Hay otra entrada en territorio Fénix.

3.- Los Dragón al perseguir bandidos invadieron territorio Fénix sin jurisdicción. Es más, atacaron a campesinos Fénix pensando que eran bandidos.

4.- Samuraí Dragón atacaron e hirieron a samuraí Fénix.

5.- Por tanto, la mina es Fénix.

Aunque os da la impresión de que a Doji Damachi, el magistrado, le gustaría una solución de compromiso, las posturas no parecen muy acercadas. Damachi os invita a participar si creéis que podéis aportar algo: - Cualquier opinión o dato es bienvenido, jóvenes. Se tendrá muy en cuenta si tenéis la sabiduría adecuada para ayudar a deshacer este entuerto.

Hochiu cree ver por el rabillo del ojo una sombra moviéndose por el bosque, en dirección a la carpa donde conversan Damachi, Kambe y Sachi. Con cautela, pero preparado para la violencia, se acerca a la carpa de la comida, que está entre la figura y los dignatarios. Pero cuando llega allí, no ve nada, aunque le parece que unos arbustos se mueven… pero de nuevo, no hay ni hombre ni bestia.

- Que raro – murmura, aunque lo bastante fuerte para que las personas de alrededor lo oigan – estoy seguro de haber visto algo, pero sin embargo no he oído ningún ruido, y nadie podría pasar entre una vegetación tan crecida sin meter ruido.

Nadeshiko escuchó atentamente el inicio del debate tras dar un vistazo hacia donde Hochiu observaba, seguida de cerca por el zorro de más temprano cerca de sus talones. Se veía en buenos espíritus luego de haberse servido un plato generoso de tofu frito apilado en un platillo que portaba grácilmente en una de las manos, y en la otra portaba palillos. Sin embargo, no había tocado ni uno aún.

-En tal caso, Damachi-sama, ofreceré una palabra. Hay heridos de ambos lados...un samurai herido es un hecho desagradable, y los heimin son a quienes un samurai debe proteger, por lo cual que sean lastimados por un error no es una luz muy positiva...y ambos tienen entradas. -casualmente, se concentraba en el suave calor del fondo del plato, y por momentos se veía ligeramente ausente en expresión. Pero por sus palabras, su mente estaba justo donde debía.- ¿Están seguros los honorables implicados que repartir lo que se extraiga de la mina en mitades iguales está completamente fuera de discusión? Un compromiso para enmendar malos entendidos podría ser una alternativa. Por supuesto, sugiero esto en base a los hechos que se han presentado y tomándolos como verídicos. Sería un excelente momento si alguna de las partes desea negar que algo de lo dicho por el otro representante haya sucedido.

Se mantuvo en silencio un largo momento, con expresión conciliadora, escuchando respuestas, o ausencia de ellas, y luego inclinó la cabeza levemente.

-Oh...ruego me disculpen, debo ausentarme unos momentos.

La espera se hizo larga, había mucha tensión cuando hasta en los momentos previos al comienzo de las negociaciones, tardaban tanto tiempo. Casi dos horas más tarde, se dirigieron a la zona que habían destinado a las negociaciones, un bello paraje cercano a un río y rodeado por el bosque. Había tres carpas de gran tamaño, en una de las cuales había bebidas y comidas. Mientras que otra era para el descanso, y la tercera en la que tendrían lugar unas negociaciones, que a estas alturas estaba claro que no iban a resultar fáciles.

Tras escuchar las dos posturas, nada hacía pensar que se pudiese llegar a una rápida solución que resultase satisfactoria para ambos.

-Damacho-sama, viendo lo alejado de ambas posturas, tal vez fuese bueno tener en cuenta que como la mina se encuentra en los dos territorios, ambas partes se deben beneficiar de ella. No sería razonable pedir a la otra parte que se olvide de algo que esta en sus tierras. Y comenzar por buscar un entendimiento en la parte que ha de corresponder a cual.- No era mucho lo que iba a aportar, tan solo hacer ver que las tierras de cada uno, eran de su propiedad, y que por lo tanto la mina estaba en ambos territorios, el hecho de que la mayor parte estuviese en tierras de los Fenix, debería darles una mayor parte de los beneficios, pero no dejar fuera a los Dragón.  

- Shiki-san, Nadeshiko-kun, vuestras opiniones son sabias y las tendré en cuenta. - Dice el magistrado. Veís que mientras la reacción de Sachi a estas palabras es de satisfacción, Kambe no puede disimular totalmente su preocupación. 

- Ahora, es momento para que reflexione, y al anochecer nos reuniremos de nuevo. Aprovechad para visitar el festival, sin duda lo encontraréis relajante, con actividades agradables a todos los gustos.

Mientras os preparáis para comer algo en las carpas (para sorpresa de todos, Nadeshiko ha pedido un biombo que la mantiene apartada), Ando os comenta que si alguno quiere aprovechar la tarde libre que tenéis para relajaros para participar en la exhibición de duelos, él se dirigirá hacía allí si encuentra a alguien que acompañe a la hija del señor Damachi a ver el teatro. Es claramente una forma velada de pediros que alguien acompañe a la niña.

Mirumoto Takao es un joven enjuto, de músculos escasos y más escasa carne grasa, aun sin llegar a estar famélico ni que su piel se pegue a sus huesos. La primera impresión al verlo sería la de pensar en alguien enfermo.

Su cabeza rapada denota claramente su entrenamiento monástico. Su rosario de cuentas para la oración y escasas posesiones, limitadas a su kimono, sandalias y daisho, declaran sus principios ascéticos de renuncia a las necesidades materiales de este mundo, algo que también se refleja en su frugal estilo de alimentación (claramente menos de lo que un samurai deberia comer y que podría ser una explicación plausible para su delgada complexión).

Durante la anterior noche, en la posada, se mantuvo en silencio durante aquel pequeño altercado, mientras comía lentamente su arroz y daba sorbos de té, habiéndose retirado pronto para meditar.

De igual modo permaneció la mayor parte de las dos horas que esperaron a que los diplomáticos regresaran. A penas comentó algo sobre su interés de visitar los Tres Pilares si dispusieran de tiempo para ello o atender la competición de duelos. Agradeció la explicación sobre el festival que les regaló la joven Doji Nanako.

En las negociaciones guardó silencio de igual forma cuando les pidieron su opinión, escuchando a los demás. No fue hasta ya casi que se iban a levantar en que se decidió a saludar a todos los presentes una vez más, con reverencias más profundas según el rango del magistrado y los diplomáticos, como antesala de su exposición.

- En mi humilde opinión, ilustres señores, el asunto del territorio en el que se encuentra la mina no debería ser relevante para la decisión. Todas las tierras pertenecen al ilustrísimo emperador y él, siempre en su infinita sabiduría, podría decidir redibujar los límites de las tierras que cada clan administra en su nombre, si así lo viera conveniente. – expuso.

- El afortunado hecho de que más tarde apareciera una segunda entrada en las tierras que actualmente el Fenix administra solo es una muestra más de como las Fortunas nos sonríen a todos y desean que dicha mina sea explotada por los siervos del Emperador, pero, ¿habría sido hallada esta segunda entrada de no haberse iniciado la prospección a raíz de que la primera entrada se encontró? – preguntó retóricamente – Me inclino a pensar, que no, y por lo tanto sin que la primera entrada no hubiera sido hallada, la segunda tampoco lo habría sido, goza entonces de menor peso para mí la aparición de la segunda que de la primera. – intentaba poner así en manifiesto que si no se hubiese encontrado la primera entrada nada tendrían, ni Dragón ni Fenix.

- Es por ello que creo que es mejor enviar el mensaje a los demás siervos del Emperador que es más importante esforzarse para ser los primeros en encontrar nuevos recursos para el emperador, que esperar a que las Fortunas sonrían a otros para buscar más opciones con las que explotar los hallazgos.

Hizo una breve pausa, aún sin haber levantado los ojos al hablar.

- Por último, creo que los asuntos de quien atacó a quien deberían ser obviados para esta decisión, pues una discusión así solo puede llevar a alimentar el resentimiento entre ambos clanes. Es por ello que propondría que ambos clanes presenten sus respetos al otro con presentes acordes para poder dejar atrás el recuerdo de dichos enfrentamientos y vuelva a reinar la armonía entre todos los siervos del Emperador.

Dicho lo cuál volvió a guardar silencio retomando su anterior posición, donde se había limitado a beber té.

Ante la petición de acompañar a Doji Nanako al teatro Tanako guardó una vez más silencio confiando en que algún otro presente, probablemente Doji Nadeshiko, se ofreciera a acompañarla, pero si no fuera así, él mismo se ofrecería a ello.

Nadeshiko volvió en breves, tan tranquila como había marchado, y de buen humor pidió un biombo. Mientras esté era colocado, se giró a los presentes con aire apacible.

-Mis disculpas por apartarme momentáneamente, pero no me gustaría incomodar a nadie con la presencia de mi querido Tsukio, y me dolería dejarlo encerrado en una habitación todo el día. ¡Estaré encantada de participar activamente en la siguiente parte del debate tras el almuerzo!

Esbozó una gran sonrisa diciendo esto, mostrando un semblante contento y enérgico, propio de ella gente joven y soñadora, para ofrecer una reverencia pronunciada tras sus palabras. Actuaba con modales exquisitos cómo se esperaba de su familia, pero con un aire jovial propio que no ocultaba en absoluto. Tras esto, y aun sosteniendo el plato cargado enteramente de tofu frito, se dirigió a la servidumbre más cercana para solicitar un té de jazmín y salsa de soja a su mesa. Tras esto, escucho la petición casual que llegaba a sus oídos.

-¡Oh, Tsukio y yo estaremos encantados de acompañarte al teatro si te es agradable nuestra compañía!

Tomó un momento para dejar tiempo a respuestas y que nadie quedará con palabra en la boca, antes de desaparecer tras el biombo y tomar asiento, seguida por el animalillo de cabello rojizo que se quedó alejado de la mesa, pero detrás de la privacidad del biombo.

Tras dar su opinión, escucho las otras que se expusieron, llegando cada vez a la conclusión de que aquello no se solucionaría rápido. Y probablemente, no a gusto de todos. Aunque todas las tierras sean del emperador, cada clan tiene las suyas, buscar en las tierras de otro clan y quererse adueñar de ellas, no era cosa menor. Teniendo en cuenta que la incursión de los Dragón en tierras Fenix, había provocado muertes.

Tomo algo de te, y un par de pastas, mientras pensaba, en si el podría aportar algo, no era ducho en aquellos menesteres, y tal vez, debería tratar de aprender, de otros más versados y mejor preparados para las negociaciones y los debates.

Cuando escucho que hacía falta que alguien acompañase al teatro a la hija del señor Damachi, y como Nadeshiko se ofrecía, a penas tardo un momento en comentar.

-Yo os acompañaré, me gustaría ver una obra de teatro.- Y de paso acompañaría a su joven compañera, mayor que la hija de Damachí, pero aun muy joven. 

Agasha Heihachi era un hombre de aspecto poco remarcable que parecía disfrutar fundirse con el fondo. Apenas un poco más alto que el promedio, su cuerpo entrenado solo lo justo y necesario sumado a la larga cabellera oscura que por lo general llevaba suelta, le hacían parecer un tanto más flaco y endeble de lo que en realidad era. Las ropas simples y holgadas de tonos verdes y terrosos en conjunción con una cierta lentitud parcimoniosa de sus gestos le daban un aspecto aletargado. La sonrisa suave que llevaba siempre en el rostro y el tono de voz apacible que utilizaba para hablar le prestaban un aire calmo y paciente. Pero Heihachi escuchaba con mucha atención y siempre estaba pensando en su siguiente paso. Había permanecido la mayor parte de la velada anterior y de esa misma mañana en silencio, pero este era su momento de hablar.

—Doji Damachi-sama, creo que aún hay un par de cosas que debería ponderar. Concuerdo con Mirumoto-san, pero además quisiera remarcar que cualquier falta que se hubiera cometido y su correspondiente subsanación no son asuntos que hagan a la legitimidad del reclamo por la explotación de la mina. El descubrimiento de la mina y los reclamos y disputas sobre la misma son anteriores al lamentable choque entre samurais, y por lo mismo no son argumentos válidos para dirimir el asunto. Si así lo fueran, cualquier disputa menor entre clanes sería motivo suficiente para poner en entredicho los pactos territoriales hace mucho establecidos. Los eventos presentes no pueden rescribir las verdades pasadas. Estamos intentando dirimir a quién pertenecen legítimamente, no el cómo reparar los daños por desgracia causados en la búsqueda de esta verdad— dijo Heihachi, tomandose un momento para respirar con lentitud.

—Pero hay otro aspecto más a considerar. Indudablemente cada clan se beneficiaría de recibir la propiedad de la mina pero ¿Quién traería más beneficios a Rokugan como conjunto, y al Emperador, en caso de ser sus dueños? No es secreto que el Clan del Dragón no cuenta con las tierras más fértiles, ni que el clan Fénix suele ser, junto con el suyo, uno de los que más grano nos provee. Entiendo que es desagradable hablar de estos asuntos, por lo que seré breve, pero creo que elegir en función de un aspecto económico que redunde en el beneficio de la mayoría, samurai y heimlin, Dragón y Fénix, es una posibilidad a contemplar— explicó a modo de preambulo.

—Como un rio, la mayor parte de lo que extraemos en las montañas suele terminar llegando a las tierras más bajas, en las llanuras y en la costa ¿Qué bien haría un clan que acumula riquezas sin nunca utilizarlas? Es cierto que los lagos tienen su función en la naturaleza, pero las riquezas, como el agua, si se estancan del todo suelen empezar a apestar. No quiero decir aquí que ese sería el destino del oro si es que este fuera concedido a los Fénix, pero ciertamente su recorrido ora hasta el estancamiento, ora hasta el mar que son las arcas imperiales sería más corto, y menos de nosotros tendríamos oportunidad de saciar nuestra sed en esas aguas. Pero no sólo es seguro que el oro saldrá rápidamente de las tierras Dragón dada nuestra necesidad de comer, sino que lo poco que quedara en nuestras manos aportaría un valor que costaría mucho esfuerzo a otros clanes replicar: el oro es una sustancia alquímica valiosa, y los resultados que de su uso se obtienen son sin duda mucho más valiosos para el emperador que el metal tal cual se extrae de la tierra—Heihachi hizo otra pausa para dar tiempo a que su discurso se asentara.

—En conclusión, en manos Dragón, la mina traería riqueza a los dos clanes en lugar de sólo al Fénix, pues por necesidad nuestros heimlin deben comerciar con los suyos, y además traería un tipo de riqueza única al Imperio en su totalidad, dadas las grandes dotes de los alquimistas Dragón.

Heihachi dio las gracias por la oportunidad de expresar su opinión, sintiéndose satisfecho para sus adentros. Faltaba el veredicto, pero tenía la tranquilidad de espíritu, propia de haber hecho todo lo posible por satisfacer las órdenes de su señor.

—No quisiera ni mucho menos resultar multitud— el Agasha temía que ofrecerse como guardián luego de que ya otros dos lo hicieran bien podía malinterpretarse como un desprecio a su capacidad— Pero si Nanako-san no lo encuentra un exceso, con gusto acudiré también al teatro. En caso contrario, estoy seguro de que su hermosa villa tendrá otros entretenimientos que ofrecer— finalizó, sin nunca abandonar aquella sonrisa plácida.

28... 29... 30. Al terminar su último ciclo de respiraciones, Heihachi abrió despacio los ojos, inspiró hondo una última vez y desarmó su postura y se incorporó con lentitud calmada. Con tan poco tiempo no podía alcanzar una meditación profunda, pero como mínimo había presentado sus respetos.

Saludó a los monjes con una inclinación de cabeza, pero no dijo nada para no interrumpirles, miró a sus compañeros y preguntó con la mirada si estaban listos para volver.

-¿¡Qué es este sin sentido!?

Nadeshiko llegó aferrando a su mascota con fuerza y con ojos entrecerrados. El larguísimo cabello volaba salvaje con el viento y le dificultaba aún más de lo usual avanzar, y algunos de sus adornos florales se perdían en la tempestad. Se acercó, desconcertada y sintiéndose arrinconada. No podía esperar tener la fuerza para sujetar las carpas, o mover personas.

-¡Isawa-san! -llamó por encima del vendaval- ¡No sé que suceda con los kami de aire, pero ahora mismo eres el único que puede tratar de calmarlos o comprenderlos! ¡Por favor!

Le miró, expectante un momento, antes de aproximarse a un árbol y dejar a Tsukio bajo una de sus raíces, instruyéndole de esperar ahí. Realmente era tentador usar la madera como soporte, pero tomó un respiro profundo y volvió a avanzar, esta vez hacia los caídos.

-¡¡Necesitamos poner a esta gente a seguro, con esta tempestad algo puede golpearlos con mucha facilidad!! -dicho esto, puso paso al magistrado, rogando que el resto pudiera darle una mano el la labor de mover a los diplomáticos. Oteó el entorno, calculando a cuanto estaba la estructura sólida más cercana para guarecerse con los presentes.

- ¡Necesitamos un sanador! ¡Los diplomáticos y el magistrado aún respiran! – grité a Nadeshiko al verla llegar. Entonces caí en lo que quería decir Kitsuki-sama. Hei… ha… ¡Confiaba en que Heihachi pudiera sanarlo!