Partida Rol por web

Ya habían hablado, y por lo que había podido ver, tal vez con eso no fuese suficiente. Así que avanzó hasta el primero de los carros, dispuesto a defenderse, o de atacar a aquel heimin que parecía haber cogido un arma. 

-Entregaros y ahorraros este deshonor.- Dijo más para la líder de la compañía que para el resto.

Takao y Shiki avanzaron con las armas desenvainadas hacía el primer carro, al tiempo que el heimin que estaba subido en el levantaba un yari del suelo y se preparaba para lancear a los bushi. Viendo que el Mirumoto tejía un patrón defensivo combinando los movimientos de su katana, su wakizashi y fintando al avanzar, el lancero fijo su atención en el Shiba que se acercaba katana en alto.

Shiki lanzó un potente tajo a los pies del actor, pero este, demostrando una experiencia en el manejo del yari considerable, desvió la katana con un golpe de la punta de su lanza, y contraatacó veloz como una serpiente. Sin embargo, el Shiba estaba preparado y esquivo un ataque directo a su cuello dando un paso lateral. Tanto Takao como Shiki comprendieron que aunque el heimin tenía más experiencia en combate que ellos, su forma física no era la de un joven, ni la de un samurái entrenado.

El veterano heimin que estaba en el segundo carro levantó un arco desde el suelo del vagón. Por lo visto, llevaban varias armas preparadas. Con una rápida mirada, el arquero se dio cuenta de que ángulo de tiro no era demasiado bueno, pero en vez de buscar una posición mejor, decidió disparar a Heihachi. El shugenja, recibió la flecha en el pecho, y cayó hincando la rodilla. Manaba sangre, pero de momento no era posible saber si la herida había sido grave, aunque todo indicaba que sí.

Los demás actores heimin empezaron a correr en todas las direcciones, espantados y sabiendo que lo que acababan de ver los condenaba a muerte si eran capturados.

- ¡Huye, mi amor! - Grito el ronin a la grulla, al tiempo que desenvainaba tanto katana como wakizashi y avanzaba a toda prisa hacía el grueso del grupo, con la mirada del que sabe que va a morir en el rostro.

- ¡Ninguno va a pasar de aquí, jovenzuelos, huid o morid! - Bramó el ronin mientras cargaba.

- ¡No! ¡No me arrebataréis mi venganza! - Grito la grulla. Con un movimiento rápido, tan veloz como la vista, realizó un golpe con el tanto que llevaba escondido en la manga del kimono, degollando al pobre yojimbo con el que habían estado discutiendo. El hombre cayó con un ruido sordo al suelo, pero su sangre seguía en el aire, en una imagen espectral y malévola.

- ¡Os arrepentiréis de haberos interpuesto en mis planes! - Os grita la hermosa joven, con el rostro descompuesto por la furia. Señala con el índice hacía donde se hayan Nanako y Nadeshiko, al tiempo que empieza a canturrear algo en voz baja. La sangre del yojimbo se eleva en el aire, formando círculos alrededor del brazo extendido de la grulla.

Nadeshiko dio un paso para acomodar su posición, asegurándose de ponerse en línea directa entre Kiriko y Nanako con Tsukio y además darse linea de tiro también.

-¿Contra tu propia prima, Kiriko-san? ¿No tomaste suficiente de ella hoy?

Tensó el arco mientras la sangre de sus aliados se derramaba a su alrededor, manteniendo la compostura. El yumi a pesar de sus adornos y diseños bonitos con motivos zorrunos y de plumas era tan funcional como debía esperarse de un samurai. Controlando su respiración y sin dudarlo enfilando la flecha diseñada para herir de forma particularmente cruenta la carne en la que se enterrara. Estaba pendiente de los pequeños retazos adicionales de información, no le sorprendía que hubiese una relación amorosa en el medio de todo aquello. Probablemente el ronin con el rostro marcado fuese a ser una amenaza particularmente difícil. La situación inmediatamente era cruenta, pero debía depender de la fuerza de todos, como respetables miembros de sus respectivos clanes. Su vista estaba lejos, si no importunaba a la mujer pronto, comenzaría a liberar quien sabe que blasfemias y corrupciones sobre todos, aunque claramente parecía querer empezar por ella. El desayuno compartido se veía muy lejano...

¡Vuela!

Soltó la flecha, que silbo haciendo camino a la izquierda de Shiki y la derecha del ronin enamorado, yendo en directa respuesta al gesto furibundo de aquella mujer.

Con el Wakizashi enfundado, algo extraño para un Mirumoto, Takao llegó hasta el heimin. En el camino toda posibilidad de acabar aquello sin derramar sangre se había desvanecido; ya habían atacado aquellos malvados antes y por su honor debían acabar con el mal que extendían.

Un rápido corte descendente de la katana aprovechó la apertura de la guardia del heimin cuando atacó a Shiki.

- Shiba-san, yo acabaré con esta pobre criatura* y junto a Daidoji-san nos encargaremos del ronin. Acabe usted con el arquero y la maga. – le propuso hablando rápidamente para organizarse en el caos de la batalla.

Heihachi vació sus pulmones en el momento en que la flecha lo alcanzó. La oleada de dolor amenazó con romper su concentración, pero su mente fue más fuerte. El Agasha se incorporó y comenzó a intentar alejarse de la linea de tiro, al tiempo que sacaba un pergamino y recitaba sus plegarias a la Fortuna del fuego y el trueno.

—¡Osano-Wo! ¡Desata tu furia contra los traidores!— pidió a los cielos.

Y los cielos respondieron con una luz cegadora y un estruendo. Un relámpago había golpeado directamente a la supuesta Kakita.

De alguna forma aquel lancero había logrado evitar su ataque, y casi le había herido. Pero entonces vio como una flecha atravesaba en un instante la distancia que le separaba de Heihachi, clavándose en su pecho. Y escuchó las palabras de Takao, que se encontraba junto a el.

-Eso hare Takao-san, trataré de acabar con esa amenaza.- Le dijo antes de dirigirse al otro carro. 

Llegó como una exhalación y lanzó un fuerte golpe contra el maldito arquero que había herido a su compañero. Esperaba que en esta ocasión pudiese acabar con esa amenaza, ya que el ronin y la maga serían serios adversarios, contra los que tendrían que aunar todas las fuerzas posibles. 

El Fenix y el Dragón habían cargado contra los asesinos. Después de cerciorarse de que la pequeña estaba a salvo con Nadeshiko, corrió a ayudar a sus camaradas samuráis con la espada en alto.

La joven Nanako estaba asustada, el shock de haber encontrado que su admirada prima estaba viva y había asesinado a su padre la había aturdido... pero en un arrebato de valentía, desenfundo su tanto y echó a correr hacía el carro más cercano, aprovechando que Shiki estaba trabando al lancero y que Hochiu también se movía hacía allí.

La maho-tsukai intentó terminar su conjuro, dirigiéndolo hacía su pequeña prima.

El ronin intentaría eliminar a cualquiera de los enemigos que hubieran avanzado, impidiendo que se acercaran a la maho-tsukai.

El lancero intentaría atravesar a Shiki con su yari, mientras que el arquero intentaría disparar a Takao antes de que llegará a trabarse con él.

Veloz como una serpiente, con un grito espeluznante que no parecía propio de un ser humano, Kiriko terminó su hechizo. La sangre voló desde alrededor de su mano hasta la nariz, ojos y oídos de su joven prima, que había desenfundado su tanto y dado apenas un paso hacía adelante, donde se introdujo en su cuerpo con un sonido rasposo. Los ojos de Nanako se pusieron blancos por un segundo, mientras sufría espasmos, aún de pie en el sitio.

El ronin, viendo que Takao avanzaba a atacar al arquero, hizo un rápido quiebro en su avance y se lanzó contra el Mirumoto, blandiendo sus dos armas a velocidad endemoniada. Los ataques del hombre de la cara cortada eran precisos y más rápidos que los movimientos de Takao, sin embargo, en un momento de claridad plena que apenas duró un par de segundos, el dragón fue capaz de intuir los movimientos de su contrincante y desviar sus ataques, al tiempo que, girando sobre si mismo para esquivar, lanzaba un tajo ascendente hacía el arquero que cortó profundo en su muslo. El hombre, herido, dejo volar su flecha que se perdió inofensivamente.

Con los ojos brillando de un rojo refulgente, Nanako se giró y echando espuma por la boca, intentó apuñalar a una sorprendida Nadeshiko. Pero la cortesana grulla era mucho más rápida y hábil de lo que su elegante apariencia indicaba: Disparó su yumi en dirección a Kiriko, quizás un poco desviado por el ataque de la niña, ya que le impactó en un hombro, en vez del tiro certero al corazón que planeaba, y luego uso su arco para golpear el brazo de Nanako, que falló su puñalada. Sin embargo, el rostro demudado por la rabia asustó un poco a Nadeshiko.

Heihachi sujetaba con una mano la flecha que sobresalía de su cuerpo. Miró con severidad a la maho-tsukai, otra shugenja con un proyectil clavado. Era como observar su reverso oscuro. El dragón lanzó su conjuro:

—¡Osano-Wo! ¡Desata tu furia contra los traidores!— pidió a los cielos.

Y los cielos respondieron con una luz cegadora y un estruendo. Un relámpago había golpeado directamente a la supuesta Kakita.

El cuerpo de Kiriko, aún de pie, empezó a humear y a arder con una llama seca. Después se desplomó con un ruido seco, como un fardo. La mujer estaba muerta antes de golpear el suelo.

El ronin de la cicatriz en la cara soltó un aullido, y dirigió la mirada de odio más atroz hacía el Agasha. Era la mirada de un hombre que deseaba matar.

Mientras Hochiu se acercó para ayudar a Shiki en su combate, el joven Shiba se disponía a terminar con su contrincante.

Shiki y el lancero se miraron a los ojos, y lanzaron simultáneamente una estocada el uno contra el otro. El veterano del yari debería haber ganado el lance, ya que disponía de un arma más larga y la ventaja de la posición elevada, sin embargo, el joven fénix desvió con la guarda de su katana en el último momento el ataque del lancero, hizo correr su hoja por el asta de la lanza, y cortó profundo el antebrazo del lancero. El hombre estaba herido, pero el corte no era suficiente para dejarlo fuera de combate. Pero la cara del campesino, viendo que ahora se enfrentaba a dos samurái en vez de a uno, daba a entender que no pretendía salir de allí con vida.