Partida Rol por web

Todo se oscureció.

Y cuando la luz regresó abrieron los ojos en el viejo teatro: Fernando se sintió como un náufrago agarrándose a una balsa a punto de hundirse. Por contra Isabel estaba pletórica. Tenía millones de preguntas, miles de ideas, un nuevo universo se abría ante ella en el más estricto de los sentidos.

Leviatán estaba sentado en el escenario. La gente que antes había acudido a la obra de teatro abandonaba la sala en silencio, confundida, sin mirarse entre ellos. ¿Había sido todo un sueño?

El Show de Truman. Fue la mención de esas palabras, e Isabel parpadeó varias veces, como al segundo siguiente después de recibir un destello de luz directamente a los ojos. ¿Y si era eso? ¿Un show de Truman? Pero, no puesto para que vieran la Mentira, sino para que vieran una supuesta Verdad. De pronto, todo le dio la impresión de que podía verse desde el otro lado del telón, y entendió un poco más a Fernando. 

No comentó nada a las palabras de Nic, ni a las de Fernando. Comprendía por qué tanto unos como otros querían volver a su mundo, pero Isabel no. Su vida era un ensayo de la misma. No sentía que tuviera las riendas de su destino. Estudió química, pensando en entrar en laboratorios, pero terminó opositando a muerte a la policía, como si fuera un reflejo de sus hermanos, guardia civiles. Lo consiguió, y después, la Tragedia. Oscuridad. Charlas con psicólogos. Vida horrible. ¿Acaso la vida tenía que doler tanto? Una cosa es que fuera dura, y otra que físicamente doliera. Lo que hubiera dado ella por saber que existía algo como lo que acababa de descubrir. Tenía incluso el pensamiento de que el sentido de la vida (que no era 42) era llegar a descubrir que se está en una Mentira, y que hay cosas más allá. 

Su hilo de pensamientos, los cuales bullían en su cerebro, uno detrás de otro, se rompió al escuchar las palabras de Leviatán, y asintió con la cabeza, sin pronunciar palabra. No era momento de hablar, quería aprender.

Un parpadeo de nuevo. Y el escenario cambió. Isabel se frotó los ojos, y sintió una decepción mucho más profunda de la que esperaba: ahí estaban de nuevo: en el aburrido mundo. En la insulsa rutina. En la vacía existencia.

Se rascó el puente de la nariz, y contempló por encima de su hombro cómo el resto de las personas se marchaban del teatro.

Miró al escenario, y se levantó de golpe de la butaca en cuanto vio que Leviatán seguía ahí. Mareándose un poco por el repentino movimiento, corrió hacia él, y lo señaló.

-¡Eh!- gritó-. ¿Ha sido real? Dímelo, ¿ha sido real?

Y deseó con todas sus fuerzas que no hubiera una negativa. Algo dentro de ella comenzaba a romperse al esperar la respuesta de Leviatán.

Leviatán mostró una amplia sonrisa al contestar:

- Lo más real que has vivido en tu vida. Y lo sabes.

La gente, mientras tanto, había abandonado el local. ¿Qué habían visto ellos? No estaban en Metrópolis. ¿Qué significaba todo aquello?

Muy aliviado por haber salido de la ilusión aquella, Fernando respiró dos veces, mucho más tranquilo. Isabel saltó, dudando ahora un poco más de lo que habia dudado antes. Definitivamente era una mujer débil.* Comprobó a su lado a Nic, misteriosamente se había convertido en un aliado, y había defendido su postura, la más sensata a ojos de Fernando. Estaba, aparentemente bien. Asi que se centró en  el lunático que se hacía llamar Leviatán. Esperó a que la gente se fuera, al menos así se librarían de posibles peligros.

Y se puso en pie, mirando a Leviatán. No tenía porqué esconderse, él sabia que estaban alli y su cometido.

- ¿Vas a venir por las buenas o por las malas? Necesitamos respuestas y tu tienes demasiadas. Asi que nos acompañarás a un lugar más tranquilo.

Sintió un vuelco al corazón cuando Leviatán le confirmó lo que había visto. Sonrió de manera abierta. Había sido cierto. Todo un mundo se le abría ante ella. 

Se giró en cuanto Fernando habló, y pestañeó. Era cierto. Aunque hubieran descubierto una nueva cara de la Realidad (por no decir que era la verdadera realidad), todavía tenían una familia a la que dar explicaciones acerca de la muerte de Pedro. Pero, ¿qué decir? ¿Se creerían todo lo que habían vivido esas horas, o, por el contrario, tendrían que llegar a los asesinos a través de periciales, pruebas e indicios?

-Leviatán, en esta Mentira tenemos a una persona muerta, Pedro. Necesitamos responsabilizar a alguien de tal atroz crimen. ¿Nos ayudas a encontrar a esos Hijos del Amanecer?

- El trabajo de atrapar al asesino es vuestro.- contestó a Isabel - No creo que sea de gran ayuda.

Se levantó de la tarima y se aproximó a Fernando:

- Claro. Os acompaño a donde digáis. No veas en mí a un enemigo.

- Pues yo si nos importa me pego el piro entonces. Ya os he presentado, ya sois amigos y mi presencia no es necesaria. Creo que voy a beber algo y pensar en donde esconderme cuando la bomba de mierda que estáis a punto de hacer estallar explote. 

Fernando miró con suspicacia al hombre. No podía confiar lo más minimo en él, desde luego que a él no le engañaba con esa labia fantástica que tenia. Miró a Isabel.

- Sé de un sitio. Creo que tengo la llave en mi coche. Es un piso franco que usabamos hace años, solo unos pocos tenemos la llave que abre la puerta. Asi que dudo mucho que demos con alguien, y aunque asi fuera, les conozco lo suficiente como para que se vayan sin hacer demasiadas preguntas. El piso está vacío, no hay casi nada allí, pero al menos habrá unas sillas y una mesa que podamos usar para conversar con el tipo este - ni siquiera quería decir su nombre en clave - ¿Cómo te llamas? Digo tu nombre de verdad. ¿Quieres algo para comer? ¿O en tu mundo fantástico solo te alimentas de ácido?

Leviatán lo miró un momento sorprendido por las preguntas:

- He comido bien, tranquilo. No todos los gurús debemos ser ascetas. ¿Necesitas un nombre más común para dirigirte a mí? Lo entiendo. Podéis llamarme Ismael.- dijo con una sonrisa.

Luego se levantó para seguir a Isabel y Fernando.

Isabel hizo un gesto con la mano para despedir a Nic. La verdad era que no aguantaba su carácter tan derrotista, como si el mundo fuera acabarse de un momento a otro. Se terminó encogiendo de hombros, y escuchó las palabras de Fernando, asintiendo a ellas, interesada.

-Me parece bien. Si tú lo ves fiable, vamos para allá- respondió la detective.

Miró a Leviatán cuando contestó a la pregunta de Fernando, y se decepcionó un poco. Ismael era un nombre aburrido para alguien que sabía lo que sabía. Sin embargo, asintió con la cabeza.

-Muy bien, Ismael, a ver si nos puedes echar una manilla- añadió Isabel, aunque, en realidad, lo que ella quería saber difería mucho de lo que quería saber Fernando.

Media hora más tarde estaban en un piso franco que se ubicaba en las urbanizaciones que habían crecido tras el Hipercor. Era un sitio relativamente apartado pero nuevo. Estaba en una edificio en los que la mayoría de los apartamentos todavía lucían el cartel de 'Se vende', restos de la burbuja inmobiliaria. Los poco inquilinos que ocupaban unos cuantos pisos al azar eran gente joven, la mayoría sin hijos, que no tenían interés en crear una comunidad vecinal. Lo cual era ideal para un piso franco.

Allí estaban ahora los tres, en un salón a un vuelo en el que la única decoración era una mesa barata de ikea y cuatro sillas. Leviatán se sentaba en una de ellas mientras Isabel miraba por la ventana como las luces de la ciudad iluminaban la noche. Fernando, por su parte, se aseguraba de que la puerta estuviera cerrada y comprobaba que las cosas estaban tranquilas, que nadie usaría aquel local justo en aquella noche y les daba una sorpresa. 

Tras el paseo, a Isabel su mundo le parecía insulso, vacío, sin gracia. Si fuera una tortilla de patatas, le faltaría la cebolla. No quería volver a probarlo. 

Aún su parte más racional, aquella que salía cuando no podían dejarse llevar por las emociones, le decía que no había sido más que un alucinógeno. Algo que podía haber en el aire, y que los había aturdido de tal manera que aquellas alucinaciones les parecían reales. Sin embargo, no le costaba mucho acallar esa vocecita, y dejarse llevar por lo que ella creía que era lo cierto. Y, Dios, tenía tantas ganas de volver.

Cuando llegaron a aquel piso, se dedicó a mirar durante unos minutos las luces del exterior, volviendo a pensar en el mundo que lo rodeaba, y lo patético que era. Sin embargo, se giró en cuanto vio que todo estaba preparado, y que las medidas de seguridad se habían tomado para asegurarse un rato tranquilos y a resguardo.

-Bueno, Ismael- suspiró la detective, sentándose en una de las sillas, dejando escapar un soplido de aire, como si estuviera cansada-. ¿Qué tal si nos cuentas un poquito más de todo lo que nos has dicho hoy? ¿Algo acerca de Pedro? ¿Sus asesinos, quizá? ¿Nombre y apellidos? ¿Lugares donde podrían estar? ¿Sede de esa fantástica secta de los Hijos de No-Sé-Quién?- preguntó, sin acordarse del nombre de aquella organización.

- No puedo daros nombres y apellidos porque la cosa no funciona así. ¿Sabéis como trabaja la Mafia? Pues una secta no es muy distinta. Una secta inteligente. El que haya ejecutado la orden será alguien de baja estofa. Pero si queréis tirar de algún lado podéis probar suerte con el deán de la Catedral. Ricardo Lustres. Él es un Hermano distinguido de los Hijos del Amanecer. ¿Os ha llegado alguna denuncia de un robo en el tesoro del decanato? Porque yo me las arreglé para llevarme un relicario y el libro que permitían la apertura de unos de los Portales. Y si no lo denunció es porque entonces temía que la investigación levantase sospechas...- sonrió - Puede que ahí tengáis un hilo del que tirar. Pero dudo que encontréis un email en el que pongan 'Asunto: matar a Pedro Crespo'.

Se encogió de hombros:

- Pero seguro que si llamáis a su puerta se pondrán nerviosos y os ofrecerán un hombre de paja. Quien sabe. Podría ser yo ese hombre de paja. Ya os lo dije: las cosas aquí funcionan con humo y espejos.

- Eso no explica nada.

Fernando dió un puñetazo en la mesa, al hombre le estaba costando mucho controlarse. Ismael, además, parecía imposible de intimidar, asi que su intención no era esa. Pero desde luego que no podía evitar ponerse algo más agresivo.

- ¿Qué es la marca del Arcángel? ¿Como puede eso matar a alguien? ¿De donde se saca, en qué consiste? ¿Y como puede ser que un tipo prescindible entre en una casa sin forzar una puerta, y sin hacer el más minimo ruido. ¿Que mierda es esta? ¿Me dices que un tipo que trabaja en el decanato es un profesional del asesinato?

Isabel memorizó aquel nombre a fuego en su mente: Ricardo Lustres, y no pudo evitar pensar en aquello de con la iglesia hemos topado, querido Sancho. 

La cosa iba de sectas, oscuridad y algún aquelarre podría haber estado bien, pero no, la iglesia no. Se trabajaba muy mal con la iglesia, y tenían incluso sus propios tribunales para poder juzgarlos por ciertos motivos. Era horrible tener que jugar con la iglesia. Era peor que desmenuzar una empresa fantasma en Panamá.

Dio un respingo con la lengua cuando Fernando pegó el puñetazo en la mesa, pero no dijo nada. Entendía que estuviera furioso. Ella también lo estaba por tener que haber vuelto a aquel mundo vacío y sin consistencia. 

Las preguntas que realizó su compañero le parecieron muy interesantes, por lo que guardó silencio, y miró a Ismael, con curiosidad por saber qué respondía.

- Porque usan magia mentecato.- por primera vez Leviatán pareció perder la compostura, como un maestro incapaz de hacer entender la lección al niño más lento de la clase - Maldita sea. ¡Eso es un truco de principiante!

Y en ese momento llamaron a la puerta.

Isabel y Fernando se miraron sorprendidos. ¿Dónde estaba Leviatán? Hacía un segundo estaba sentado en la silla pero ahora ¡no estaba en la habitación!

Magia. Ojalá fuera cierto, cosa que así creía Isabel, y más después de haber visto lo que había visto, pero aún su parte racional quería luchar por un poco de reconocimiento. 

Sin embargo, no quería decir nada para no hacer sentir mal a su compañero, por lo que, aunque estaba de acuerdo con Ismael, lo mejor, pensó, era tratar de seguir con hilo factible para poner después en las diligencias. 

-Bueno...- pero se cortó en cuanto escuchó los golpes en la puerta.

Sintió un vuelco al corazón, y, tras echar un rápido vistazo a la puerta, miró a Fernando.

-¿Quién puede ser?- susurró, frunciendo el entrecejo.

Después, miró a Ismael, y fue cuando abrió mucho la boca. 

Él no estaba allí.

-Pero, ¿dónde está?- preguntó, sintiéndose absurdamente tonta.