Partida Rol por web

No tener noticia de otros supervivientes era un tanto deprimente, pero al menos tampoco habían encontrado los demás restos de la Dama, así que aún había algo de esperanza para el pasaje. Ariadne se consoló pensando que podrían volver a tierra firme en un par de semanas. Empezó a considerar las posibilidades que se les abrían.
- Y no tenéis otras formas de comunicaros con el continente? Palomas mensajeras o algo así... habría que comunicar la suerte de la Dama, la nave en la que viajábamos, a sus armadores en Gabriel.

Cabilando mientras oía la respuesta, también se interesó por su futuro inmediato - En fin, parece que nos quedaremos aquí un par de semanas... sabéis dónde podríamos hospedarnos ese tiempo? Podríamos trabajar como pago... - añadió con una sonrisa.

A él le daba igual que le diesen un poco de lado, así que comió algo y bebió para reponer fuerzas. 

Todo es demasiado bonito, algo deben de ocultar por los alrededores - se dijo.

Al dejarle algo apartado de los demás, con su distracción, aprovechó para ir a dar una vuelta. Mientras ellos estarían festejando que todos los habitantes del lugar les honraban con su presencia, él iría a otear por la zona e intentar descubrir algún indicio o alguna pista que pudiera alertarles.

Pyros vio como el cojo se marchaba de allí sin decir nada. Se encogió de hombros mientras seguía comiendo. Después observó a la pelirrosa, que parecía seguir teniendo curiosidad, así que le prestó toda su atención, al igual que a las respuestas que le dieron.

Un lugar donde descansar sería genial, luego miró a Ariadne, además, en los ratos libres que tengamos, podemos encargarnos de buscar a algún superviviente, o de averiguar qué ha pasado con ese desgraciado que nos atacó. ¿Qué te parece? Preguntó a la pelirrosa como si nadie más hubiese en aquel lugar.

Una joven y hermosa mujer, embarazada de unos cuantos meses, se acerca hasta vosotros sonriente al escuchar vuestras palabras.

Mi nombre es Miriam Moonflow. Regento "El Pequeño Castillo", la única posada que hay en la ciudad. Supongo que estaréis cansados y querréis tumbaros un poco, así que sería un placer para mí teneros como clientes. Me supongo que, por vuestras palabras, no tenéis dinero, así que... Bueno, estaría bien recibir vuestra ayuda en la posada.

Inari se había alejado de sus compañeros, pero no del pueblo. Tan rápido se levantó, un grupo de gente le rodeó, los niños correteaban a su alrededor y alguno intentaba subir a su espalda. Le fue imposible alejarse como había querido.

Ante tan generosa oferta, Ariadne reaccionó con alegría. Tomando la mano de Miriam, vocalizó su conformidad - ¡Será un placer trabajar en el Pequeño Castillo! - exclamaba con contagioso entusiasmo - ¡Seguro que nos llevamos bien! - sentenció la joven con una sonrisa.

Cuando los niños se le empezaron a subir a la espalda no pudo reprimirse y dijo:

¡De la coleta noooo!

¡Ey chicos!, ¡con cuidado por favor!, ¡pero bueno!, ¡os he dicho que tengáis cuidado!

Inari no pudo sino dejarse cae al suelo, arrodillarse y tratar de no parecer maleducado, aunque no estaba para jugar.

Finalmente, tras su fallido intento de alejarse de allí, accedió a ir donde les dijeron.

Leon no pudo sino dibujar una amplia sonrisa en su rostro ante las palabras de la posadera.

-¡Muchas gracias, señorita Miriam! Ayudaremos con gusto en tanto como podamos para corresponder a vuestra hospitalidad. Mientras hablaba, se acercó unos pasos hasta ellas. Sólo díganos qué hemos de hacer, y nos pondremos manos a la obra.

Pyros, completamente confiado, decidió irse a la cama y dormir. Ya habían hablado todo lo que consideraba necesario hasta ahora, por lo que sería mejor descansar y dormir algo. Aunque se sentía extrañamente renovado tras la caída, quizá lo mejor sería irse a la cama, para poder pegar algo de ojo y estar más fresco por la mañana.

Buenas noches y muchas gracias, Miriam. Dijo despidiéndose de sus compañeros y de su anfitriona.

Inari también accedió, no sin rechistar para sí, a ir a descansar. Al fina y al cabo, descasar era primordial si quería estar al día siguiente con los sentidos perfectamente intactos. Acompañó a su compañero de viaje hasta el lugar que nos habían indicado.

Que descanséis, mañana será un nuevo día.

Cuando llegó a la habitación, lo primero que hizo fue quitarse la ropa, darse una ducha con agua fría, muy fría y echarse a dormir. Bajo la almohada se colocó una de las flechas. No quería llevarse ningún susto por la noche.

Con una sonrisa, Ariadne despidió a Miriam. - ¡Muchas gracias!

Cuando la anfitriona se hubo ido, se estiró y bostezó, sin duda aquel había sido un día muy largo y extraño. Por un momento se planteó poner opiniones en común con sus compañeros, pero el sueño y la promesa de una cama eran demasiado tentadoras.

-Bueno, habrá que reponer fuerzas... ¡Que mañana hay que trabajar! - dijo de buen humor al tiempo que se dirigió a su dormitorio. Antes de cerrar, giró y, medio oculta por la puerta, se despidió sacudiendo la mano - ¡Buenas noches!

Cáliban estaba más que tenso ante tanta gente, como si cualquiera pudiera ser un enemigo o algo peor, que aspiraran a ser amigos. Durante toda la conversación se mantuvo callado y recto como si tuviera un palo metido por el culo. Escuchaba y parecía meditar las respuestas que se daban, pero no decía nada.

Cuando todos empezaron a levantarse y tenían unas camas que les habían permitido, Cáliban hizo una ligera reverencia- Gra...Gracias -dijo con mucha timidez a la posadera antes de dirigirse a su cama a descansar.

Las multitudes no le gustaban nada.

El sol entra por la ventana de vuestra habitación. No recordábais bien cómo habíais llegado a la habitación, ni dónde estábais. Os costó un rato rememorar todo lo que había pasado el día anterior... Hasta que vuestro estómago reclamó vuestra atención.
 

El estómago de Inari le hizo abrir el párpado izquierdo en primer lugar, para dar paso a desperezarse bien. Había sido una noche corta, o al menos eso le pareció a él. Se calzó sus botas, se puso la parte de arriba de sus ropajes y bajó.

No quiso despertar a nadie, ellos eran mayorcitos para saber si habían descansado lo suficiente.

Cuando llegó al piso inferior pudo ver que se encontraba solo. Se sentó y esperó.

El sol llevaba un rato calentando su rostro cuando Ariadne abrió un ojo. - Un ratito más... - ronroneó entre las sabanas al tiempo que se daba la vuelta en la cama.

Poco a poco, fue permeando en su mente la situación en la que estaban. Tendrían que trabajar, no quería decepcionar a Miriam. Así que se levantó lentamente, se aseó y vistió como su soñoliento estado buenamente le dejaba.

Pyros se puso en pie completamente despierto. Se aseó a gran velocidad, y cuando salió preparado se frotó su gran estómago. Su tripa le pedía comida y estaba dispuesto a dársela. El día anterior habían cenado muy bien, y habían repuesto energías.

Aquel descanso había ido de perlas, y ahora se sentía completamente preparado para presentarse ante un nuevo día. El problema es que aún quedaban casi dos semanas para poder salir de allí. Así que habría que ir buscando un entretenimiento para pasar el tiempo.

¡Buenos días! Gritó animado a sus dos compañeros que estaban en la sala. ¿Qué tal habéis dormido? Dijo muy animado.

Hola grandullón - contestó Inari. No he dormido del todo mal, para qué engañarme, nunca había probado esa especie de colchoneta. De donde yo vengo no dormimos así.

Espero que todos hayan descansado, hoy será un día largo.

El estómago comenzó a hablar por él, así que se acomodó algo mejor esperando a desayunar.

Había sobrevivido otro día y a un accidente. Eso ya era algo por lo que alegrarse, pero estar en un lugar rodeado de desconocidos y donde parecía haber más gente de la que debería, hacía que Cáliban estuviera muy pero que muy nervioso. Se levantó, se vistió y se lavó un poco la cara antes de ponerse las gafas de nuevo y bajar a desayunar.

Al llegar abajo pudo ver a algunos de sus compañeros supervivientes en ese lugar y alzó la mano como saludo.

Incapaz de conciliar el sueño por mucho tiempo debido a su situación, Leon se había levantado temprano y se encontraba dando vueltas alrededor de la posada, esperando encontrarse con Miriam o con alguno de sus compañeros. Cuando los vio ir apareciendo, una sonrisa se dibujó en su rostro al ver caras conocidas, por lo que no tardó en unirse a ellos para esperar o bien el desayuno, o bien las instrucciones para trabajar.

-Buenos días, chicos. Me temo que aún no me he hecho del todo a todo lo que nos ha pasado, pero espero poder descansar mejor esta noche.

Con algún que otro mechón de pelo fuera de lugar y los ojos mediocerrados, Ariadne bajó al salón principal. - 'nos días... - pareció que articulaba con voz pastosa. Buscó a Miriam con la mirada, esperando a que repartiese el trabajo.

Conforme iba pudiendo abrir más los ojos se fue percatando de que los que había allí reunidos eran sus compañeros de viaje, a los que saludó con soñolienta alegría.