Partida Rol por web

Durante el camino, Catherine os pudo contar más bien poco de la Catedral, pues a penas sabía nada. Era la Catedral de Erebus, una antigua construcción Duk'zarist que fue erigida en ofrenda al Señor de los Sueños. Es anterior a la guerra de Rah, pero después de que la máquina se activara y parte de las islas del mar interior fueran destruidas, de ella no queda más que un reflejo de su antigua gloria. O, al menos, eso es lo que a ella le han contado.

Lo cierto es que casi derruida, ahora sólo se mantiene el cuerpo central, una enorme construcción de metal  y mármol negro de considerable tamaño. Desde fuera, el lugar parece impresionante; una especie de catedral oscura que se alza entre cientos de metros de ruinas.

Nada más divisarla, Catherine se llevó una mano al pecho y os avisó: Algo funesto proviene de lo más profundo de la construcción.

Para acceder al interior, la única entrada es una descomunal puerta de madera que se conserva casi intacta a pesar del tiempo y de la humedad de la isla.

El carácter sobrenatural del templo era innegable. Además, notas como sus muros están protegidos místicamente para evitar que presencias invisibles penetren por ellos

La vista era sobrecogedora. Ariadne asintió a las palabras de Catherine, tenían que ir con cuidado. Tras un primer reconocimiento habían visto que el único acceso era la entrada principal, algo que podía ser peligroso, un punto bloqueable si tenían que evacuar rápidamente el edificio. Se acercó con paso cauteloso a la puerta, atentos los sentidos a lo que allá les aguardaba...

Llegados al punto en el cual se encontraban, Inari contempló tal belleza que durante breves segundos solo tenía ojos para esa construcción, que a pesar de estar tan deteriorada y con un aspecto ruinoso, guardaba un encanto peculiar.

¡Y eso que de donde vengo no hay nada parecido! - se dijo.

Todos estaban allí, pero ¿estarían solos?. Él siempre estaba alerta, no se fiaba de nadie o casi nadie. Sus ojos iban y venían de un lado para otro. 

Ya nada me deja indiferente, eso lo tengo asumido. 

Trataré de estar seguro de que no hay nada sospechoso.

Pyros contempló boquiabierto la inmensidad de las ruinas de la catedral que tenía frente a él. No entendía absolutamente nada de lo que hablaba Catherine y en el fondo para él pensaba que tampoco era importante. Pero lo que no pasó por alto fue el gesto de la muchacha que parecía sentirse mal ante la llegada al lugar.

Seguramente allí había algo que le provocaba que los pelos se le pusieran de punta, en el fondo a él le pasaba algo parecido. Pero aunque se metieran en la boca del lobo, sabía que debían ir ahí. Pues pensaba que si no resolvían de una vez todo aquel rompecabezas, jamás podrían salir de la isla.

Ni la más pequeña brizna de hierba esquivaba lo que considerabas sospechoso. Todo lo que os rodeaba tenía un cierto toque siniestro que no iba a permitirte bajar la guardia.

En cuanto Ariadne se acercó a la puerta, ésta emitió un chirrido y se abrió. No mucho, pero sí lo justo para pensar que o bien podía haber sido una corriente de aire, o bien alguien les había invitado a pasar.

Y allí estaba la estancia principal de la catedral. Una enorme sala de unos cien metros de longitud por cuarenta de ancho se presenta ante vuestros ojos. La habitación tiene un inusual estilo arquitectónico y está repleta de cristaleras, lo que en su conjunto le da al lugar una apariencia tenebrosa y escalofriante. Todo está muy sucio y abandonado, como si hubieran pasado años desde la última vez que alguien entró. En el centro de la estancia hay una grandiosa columan con tres extraños paneles metálicos.

Vamos. Le dijo al resto del grupo mientras terminaba de abrir la puerta para adentrarse en el interior del edificio. Sin dudarlo mucho y mirando a todas partes, el orondo muchacho se acercó a los paneles metálicos, se los señaló a Ariadne, quizá ella pudiera reconocer algo. Luego miró a Catherine y la preguntó: ¿habías venido aquí antes, te suena de algo todo esto? Dijo señalándole los paneles así como el resto del lugar.

Nada de lo que había allí resultaba cómodo y él lo sabía. Algo le decía que al adentrarse allí, habían cometido un pequeño error. Lo importante ahora era si saldrían con vida todos.

Susurrando a sus compañeros dijo:

Más nos vale andar con cuidado, no estamos solos, eso os lo garantizo.

La preocupación inundaba el sentir de Inari, por ello seguiría armado y en actitud defensiva. Nada de lo que pudiese suceder sería agradable, pero estaba seguro que pronto lo descubrirían. Mientras, él intentaría percatarse de lo imperceptible para los demás.

Que la puerta se le abriera de repente puso a Ariadne en guardia. No es que tuviera miedo a las historias de fantasmas, pero no le gustaba ese estilo misterioso y acechante que se les asociaba. Le gustaba ver a la gente de frente y sin subterfugios.

Entró al edificio cautelosamente. Moviéndose como un gato, se acercó a Pyros ante los extraños paneles metálicos. Sería demasiado obvio que eso fuera el Flauros, pero... tenía que echarles un ojo.

Ni la baldosa más peuqñea te daba tranquilidad. Las palabras de Catherine sobre ese sentimiento sobrecogedor habían invadido tu alma. Era un sitio no deseado.

Un escrutinio muy minucioso te permite darte cuenta de que hay algunos animales habitando el lugar y que algo pesado ha sido arrastrado hacia la columna central, donde el rastro se pierde de repente. Lo curioso es que las marcas que ha dejado sobre el suelo se parecen mucho a las que había en el barco.

Podía ser el Flauros o no. Lo que os encontrasteis allí fueron tres paneles metálicos, cada uno de ells con una extraña combinación de seguridad con ocho dígitos, donde se pueden poner legras, números o espacios en blanco. Obviamente, allí tendría que estar oculto algo.

Además, hay un par de puertas en la otra esquina de la habitación, que conducen a otros lugares de la catedral.

Pyros miró el panel y después a Ariadne, quizá la pelirrosa hubiera averiguado entre los papeles que había investigado cuál era la combinación que iría ahí, pues él no había encontrado nada al respecto. Así que se limitó a esperar a que su compañera diera el siguiente paso, pues a él lo único que se le ocurría era tomar alguna de las puertas de la habitación.

Ariadne observó el panel, planteándose si habría alguna forma de deducir qué código necesitaban para descubrir qué estaba oculto.

Si no, sólo se le ocurría buscar pistas en las otras habitaciones.

Inari estando a lo suyo se percató de algo que los demás habían pasado por alto. 

Un rastro va derecho hacia la columna central - comenzó a decir en voz tenue a todos. Allí es donde se pierde toda pista. Señaló con el dedo índice de su mano derecha, puesto que la izquierda estaba agarrando el arco, las marcas que quedaban.

Se asemejan a las que vimos en el barco. Sigo pensando que esto no tiene buena pinta, parece que daremos con algo pronto.

Se aproximó a la columna central y se agachó. ¿Habría algo de sangre por allí?, ¿algún objeto que le corroborase lo que su intuición le decía?

Por allí no había nada, como si alguien hubiese limpiado con fuerza.

- A mi no se me ocurre cómo funcionan estos paneles. - Dijo en voz baja tras observarlos un rato. - Voy a ver si encuentro alguna pista tas una de esas puertas.