Partida Rol por web

Tras las palabras de Inari, algo debió pasar. La puerta saturada de grabados se abrió lentamente, chirriando con ferocidad. Del interior de esa nueva sala, la risilla de una niña inundó vuestros oídos.

¡Vamos! Gritó Pyros al escuchar la vocecilla. Es verdad que en cierto modo estaba asustado, pero sabía que ése era el único camino a tomar en ese momento y la única posibilidad que debían contemplar. ¡Vamos, vamos! Repitió mientras se adentraba hacia la sala.

Como si de otro plano se tratara, ante vosotros se presenta una habitación vieja, llena de velas encendidas que parecen nunca consumirse. En la esquina opuesta a la entrada hay un gran ventanal, donde una niña os está esperando. La niña tiene aspecto pálido y ronda los diez u once años. A pesar de ser tan joven, su belleza natural es sobrecogedora, con sus ojos color miel y una larga melena negra. Lleva un vestido de encaje blanco, similar al que llevaría una chiquilla que hace la primera comunión.

La muchacha da un salto del ventanal y, con una agradable sonrisa en el rostro, se acerca hasta vosotros con curiosidad.

Bienvenidos... ¿Por qué habéis tardado tanto? preguntó la niña con una sonrisa algo tímida pero llena de ilusión. Cuando se acercó lo suficiente, os miró a uno a uno detenidamente.

¿Sabéis? Sois especiales. ¿Pero por qué sois especiales? no era una pregunta retórica, era una pregunta directa. Sus ojos parecían no parpadear esperando el resultado.

¿Cómo os llamáis? ¿Conocéis al Marqués?

Una niña de esa edad no sería tan directa, al menos eso pensaba él.

Me presentaré yo primero. Mi nombre es Inari, un superviviente de Finlandia. ¿Especial?, sin duda, pero no es eso a lo que hemos venido. Estamos aquí por otro asunto. 

¿Cómo decirlo? - pensó.

Cuando nos formuló su última pregunta, respondió sin más dilaciones.

Digamos que nos hemos topado con él - concluyó con una leve mueca de asco.

Entre todo lo que Ariadne podía esperarse encontrar en una habitación secreta de las ruinas de una catedral, difícilmente estaba una niña. Que no hubiese sido un monstruo con tentáculos (al menos en apariencia, de momento) era todo un alivio, pero las preguntas de la aparente niña le pillaron de imprevisto. - ¿Hemos tardado? - Se señaló dubitativa - ¿Soy especial? - preguntó a su vez, sin darse importancia.

La siguiente pregunta resultó más manejable, quien era y si conocía al marqués la pilló un poco más preparada.

- Soy Ariadne, una naufraga caída de la Dama. Encantada. - se presentó con su sonrisa característica -Y sí, conocemos al Marqués, nos invitó a cenar en su casa... - dijo precavida sin añadir los juicios de valor que podía tener tras haber oído la historia de Catherine - ¿Tu también le conoces? Pero primero... ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?

Seline se acercó a Irani en cuanto este empezó a hablar. Aunque estaba claro que le prestaba atención, miró con curiosidad a su arco y sus flechas, y se permitió tocarlas con la punta de su índice derecho.

¿Y por qué estáis aquí? Sois especiales, por eso estáis aquí. ¿Pero qué os hace especiales?

La segunda en hablar fue Ariadne, y para Seline fue todo un descubrimiento. Se acercó a ella con velocidad y se agarró a su brazo, restregando su cara cual gato en el brazo de Ariadne.

¿Habéis estado en la casa del Marqués? ¿Y no os ha pasado nada? ¿No seréis amigos suyos, verdad?

Su mirada se volvió algo más dura, pero no soltaba a Ariadne

Yo sólo soy un sueño, obligada a refugiarme en el mundo real... Pero podéis llamarme Seline, Seline Luna

Pyros observó callado a Seline mientras esperaba para presentarse. Al comprobar que la muchacha no parecía ser peligrosa decidió hablar. Mi nombre es Pyros Sedrith, y al igual que el resto, caímos de la Dama. Dijo mirando al techo como si pudiera ver el cielo desde donde había caído.

No somos amigos del Marqués, dijo revelando información sobre él, de hecho creemos que es una influencia negativa para este lugar y hemos venido hasta aquí porque te vi en un barco encallado. ¿Sabes algo de eso? ¿Qué sabes tú del marqués? Le preguntó tratando de sacar información a ese espíritu de los sueños sin nada ya extrañarle en aquel lugar. Pues había empezado a aceptar que en ese lugar todo era posible.

Cuando la chica de pelo lacio palpó sus armas, él decidió no apartarlas por respeto a lo que pudiese venir. ¿Más problemas de inmediato?, no, por el momento no - se dijo.

Ahora bien, tampoco contestó a sus nuevas preguntas, ya le había contestado. Pero cuando dudaba de si eran amigos del Marqués, no pudo resistir realizar un breve comentario.

¿Amigos?, creo que estamos en el bando contrario.

Su rostro denotaba impaciencia, por ello prefirió no decir nada más.

Si no sois sus amigos... ¿Me ayudaréis a salir de aquí? ¿Me ayudaréis a vencerle? preguntó con inocencia, poniendo ojitos a Ariadne

El Marqués no es quien dice ser. De hecho, el Marqués no existe. En realidad, se llama Galael, un espectro menor que antaño sirvió a Malekith. Debido a una derrota que sufrí, no tuve más remedio que refugiarme en el mundo real, donde los templarios me apresaron. Para que no despertara y pudieran controlarme, me metieron dentro del Flauros, y allí me quedé adormecida.

La niña suspiró, mientras una lágrima le recorría la mejilla. Los Templarios tuvieron un accidente yendo hacia su fortaleza, y el barco naufragó. Todos los tripulantes murieron... Pero no estábamos sólos.

Galael también viajaba en ese barco. Debido a la tormenta que lo hizo naufragar, consiguió salir de su prisión. Él me conoce, e intentó dominar y conseguir mi poder. Aunque no lo pudo hacer del todo, sí que ha logrado levantar una especie de barrera entre el resto del mundo real y esta isla. Nadie puede salir de ella, y se supone que tampoco podían entrar... Por eso se que sois especiales

Ariadne acarició la cabeza de la niña mientras se restregaba con su brazo. Negó con un rápido movimiento de cabeza cuando les preguntaron si eran amigos del marqués. La explicación de Seline, si bien increíble y llena de nombres que le eran desconocidos encajaba demasiado bien con lo que Catherine les había explicado. Pero cuando la niña nombró el Flauros fue como si le hubieran dado una descarga, tomando nota de que debía preguntar sobre ello.

Luego, con más calma, explicó cómo habían llegado a la isla. - Íbamos en una nave voladora sobrevolando el mar cuando un monstruo - no se le ocurrió mejor palabra para definir a aquel extraño personaje - saboteó la nave e hizo algo más, no se qué... parecía que nos estrellariamos, pero despertamos aquí.

Pasando al punto más práctico, inquirió a la niña - ¿conoces el Flauros? ¿Sabes dónde está? ¡Lo estamos buscando! - Tras darse cuenta del detalle, tuvo la delicadeza de añadir con una sonrisa exculpatoria - ¡Para usarlo contra el marqués, claro!

¿Espectro?, luego entonces no estábamos desencaminados - dijo para sí mismo pero con suficiente énfasis para que lo escuchasen los demás.

Cuando esa niña hablaba de su poder, Inari le preguntó algo directamente.

¿De qué clase de poder hablas?, porque serías de gran ayuda.

Si ella era quien decía ser y no estábamos en el lugar equivocado, podría resultar útil aliarse con ella.

Ante la pregunta de Ariadne, Seline cerró los ojos, apretó con algo más de fuerza el brazo de la joven, e inspiró hondo. Tras unos segundos de silencio, sus ojos juguetones y su sonrisa traviesa se hizo presente.

¿Ha sido un momento de impacto? Jijiji, hay gente que quiere convertirse en actriz, actuar para la gente, y yo estoy practicando... Pero el Flauros lo tiene el Marqués. Lo tiene porque necesita controlarme.

Mientras el tenga el Flauros, no podréis salir de la isla, la barrera no desaparecerá, y las tormentas no dejarán que llegue ningún barco... Aunque tampoco podrían entrar. Es necesario que me traigáis el Flauros para romperlo para siempre, así seremos todos libres.

El poder que maneja Galael es mágico. Ahora mismo, aunque no puede dominarme por completo, se aprovecha del miedo de la gente para fortalecerse. Es un rival duro y difícil, pero, si queréis de nuevo vuestra libertad, os tendréis que enfrentar a él.

Pyros asintió a todas las palabras de Seline como si las comprendiera. Aunque en el fondo había muchos tecnicismos que desconocía por completo. Miró a Ariadne que sí que parecía entender de qué iba toda esa historia y preguntó por el flauros ése. ¿Podríais explicarme de qué se trata ese objeto y en qué consiste? Y sobre todo cómo es. Si necesitamos encontrarlo, necesitaremos saber cómo es.

Tanto flauros y tanto misticismo le ponían de mal humor a Inari. Con lo sencillo que sería si le pudiésemos corttar directamente la cabeza al tipejo ese.

Cálmate hombre, no vayas a entorpecer a los demás - se decía. Ésto es cosa de todos.

Ahora estaba en nuestra mano localizar al marqués o trazar un plan.

La noticia de que el Flauros estaba en poder del Marqués supuso un varapalo para Ariadne. - Si tiene todo bajo su control y además el Flauros... ¿cómo podremos hacerle frente? Tiene que haber una manera... ¿Sabes dónde está? ¿Cómo lo podríamos recuperar? ¿Tendremos que enfrentarnos a él para conseguirlo? - aventuró la joven.

Seline observaba fijamente a Inari y terminó sonriendo, como si pudiera leerle la mente. Pero, en vez de decirle nada a él, decidió responder a las preguntas de Pyros y Ariadne.

Creo que ya sabéis cosas sobre el Flauros, pues ya conocéis el barco en el que llegué. El Flauros es un milenario aparato de descomunal poder como una niña pequeña, se puso de puntillas mientras abría brazos y manos, simulando lo enorme que era forjado durante los días de un gran Imperio. Acorde a la leyenda, fue fabricado combinando tecnología y magia por un maestro juguetero. El hombre, que se volvió loco durante su elaboración, se quitó la vida la misma noche en que lo terminó, prendiendo fuego a su mansión con todos los siervos dentro... Y a su gato. Un gato pardo muy bonito, que no tenía la culpa de nada. ¿No creéis que se debería proteger a los animales más? Son seres indefensos... Una lágrima iluminó sus ojos, y todos teníais claro que no era por el hombre, si no por el gato.

El artefacto fue encontrado entre los escombros, y durante siglos ha pasado de mano en mano, trayendo la desgracia a todos aquellos que lo poseyeron. Hasta que lo encontró el grupo de templarios que me atrapó, y decidieron sellarlo en una de las cámaras estancas de su isla, donde permaneció muchos años sin producirse negativas consecuencias. No obstante, la arrogancia les cegó, y decidieron usar el Flauros para detenerme.

El Flauros, inicialmente, tiene la forma de una plancha de metal cobrizo hermosamente tallada y decorada. Pero, si os fijáis bien, veréis un sin fin de engranajes pequeñísimos, parecidos a los de un reloj. Si los manejáis correctamente, podréis cambiarle de posición, y desatar sus posibles fases. Un cubo, una pirámide, una esfera con grandes agujas.

Cogió de la mano a Ariadne, y se puso a zarandear los brazos mientras la sonreía.

El Flauros lo tiene el Marqués, pero no con él. Si lo llevara encima, le perjudicaría negativamente. Pero lo tiene que tener en su casa para no perderlo. Vosotros no podéis destruir el Flauros, es demasiado poderoso. Pero os tendréis que enfrentar al Marqués, destruirle... Y sólo hay una manera.

Con una seriedad que no correspondía a una niña de su edad, se separó de Ariadne dando unos pasos. Tendío su mano hacia la muchacha.

Dame tu arma.

Ariadne no sabía si debía confiar en la niña o no. La falta de empatía con los siervos del creador del Flauros contrastaba con la pena que parecía sentir por su gato. Enarcó una ceja al tiempo que preguntaba - ¿Cómo se que puedo fiarme de tí? - considerar sus alternativas o, mejor dicho, la falta de las mismas le dio la respuesta; al menos la niña parecía menos estirada que el marqués y, que supiera, Catherine no tenía nada contra ella. Con una sonrisa concluyó - Será como una apuesta...

Puso una rodilla en el suelo para quedar a la altura de la niña y con destreza desenvainó su espada. Se la tendió por la empuñadura poniendo cuidado de no soltar todo su peso de golpe en las manos de la pequeña. - Mi arma. - anunció con solemnidad, sin saber muy bien qué vendría a continuación, casi preparada para cualquier cosa...

Escuchó muy atento todo lo que la niña empezó a contarles. La verdad es que parecía tener sentido, al menos para él. Al acabar, intervino:

Así que lo tiene el marqués, el dichoso Flauros, bien. Eso equivale a solo una lectura, ir a por él.

Antes de hacer nada, Ariadne le entregó su espada. Inari, quieto como una estatua, echó mano de una de sus flechas, sin sacarla del carcaj, pero preparado por si hiciese falta.

No hagas que comience de nuevo un derramamiento de sangre, hazme el favor - se dijo.