Partida Rol por web

Los ojos de Wergeland no daban crédito mientras contemplaban como el clérigo se subía al barril resuelto a iniciar su oratoria.

—Padre Uddgren, como usted sabe nuestros asuntos requieren de cierto grado de discre—

Inútil, la diatriba ya había comenzado y su experiencia con fanáticos religiosos le decía que no cesaría pronto.

Los que viven sensualmente iba diciendo el hombre y el detective tuvó una especie de epifanía donde sor Agnetha y Lady Lovisa arqueaban sus figuras con una mano en la cintura, insinúandose de maneras ilícitas, por alguna razón Agnetha llevaba unas diminutas bragas blancas como la nieve de las cumbres del Rondane donde los trolls tenían su santuario, el rostro de luna enmarcado por dos largas cortinas de pelo negro, y había también otra persona pero el detective intentó apartarla de su mente, mientras la cazadora destacaba  por detras de la religiosa con un oscuro corsé que marcaba su delgada y musculosa figura y aunque fuera un símbolo de opresión a la mujer denunciado por la Revolución y aunque era tan oscuro que hasta el propio Niles lo podía ver, pero porqué hablar de Niles, porqué en ese preciso momento en el que el mayordomo entraba en escena en medio de ambas mujeres, unos efímeros calzoncillos con la bandera británica que dejaban poco a la imaginación, encuadrando las delgadas nalgas del mayordomo, consumidas tal como las recordaba de esa ocasión traumática luego de una de sus expediciones nocturnas del gato y el ratón en la cual había hallado finalmente la presencia del anciano cuando menos lo buscaba, de camino al lavabo, pero a quién se le ocurre bañarse a éstas horas, señor Niles.

Apenas duró un instante, un flash, diría el mayordomo. Curioso como el empleo de la retórica podía evocar sensaciones tan pecaminosas en medio de una nauseabunda posada repleta de pescadores de ennegrecidas uñas. Era como si las palabras del párroco, cargadas durante tantos años de deseo reprimido, arrojásen las imágenes más viles posibles, y Øystein en parte creía comprender, eso de reprimir el deseo, eso de estar cargado...

¡PUM!

De alguna manera había apretado el gatillo al comprobar como uno de los pescadores se acercaba por detrás de la damas y comenzaba a olisquear el cuello de la sierva de Dios. Por suerte el proyectil fue a estrellarse contra el piso aunque no podía descartarse un posible efecto rebote. Dirigió entonces una mirada rápida a su mayordomo, conocedor del sobresalto que le producían los ruidos, y exclamó.

—Niles, showtime —el mayordomo no precisaba mayores instrucciones— Sor Agnetha, controle al Padre —gritó al ver que eso era precisamente lo que la devota pretendía hacer, para dirigir a continuación una mirada a Lady Lovisa y al resto de la comitiva.

—Caballeros —la palabra salió como un salivazo— Sed tan amables de apartar las manos de mi señora esposa, o la próxima bala la encontraréis entre vuestros ojos.

Let be honest, shall we?

Niles sabía que de una manera u otra iba a acabar estallando una reyerta tabernaria en la isla de Wrecker. Lo ordenaba el canon de cualquier misterio portuario que se precie de serlo. Lo que no resultó tan previsible fue que la reacción por parte de los integrantes de la Sociedad viniese del revólver de Oystein Wergeland. El chambelán esperaba escuchar una felina bofetada de Lady Swedenborg o una maldición en latín proferida por la hermana Löfgren, pero no esperaba que su amo, un tipo por lo demás racional y de mente templada, desenfundase el revólver y disparase en el interior de la taberna para erigirse en un auténtico pistolero llamado Darwin... Charles Darwin, alias El Sueco.

La mascarada caía rauda por su propio peso y resultaba evidente que Lord Darwin tenía de ojeador de pájaros lo que Lady Lovisa de sumisa esposa. Se mascaba la tragedia, y Niles ya se imaginaba a aquellos zarrapastrosos pueblerinos despedazando a su señor y a las dos mujeres cuando escuchó la palabra mágica...

—Niles, showtime —

Niles sonrió. Una sonrisilla pérfida y divertida. Lo estaba deseando.

-It will be an honor, Sir-.

El mayordomo se giró hacia el truhan que había vulnerado la más mínima noción de decencia respecto a Lady Swedenborg y a la hermana Löfgren. Gritaba tanto que le era fácil de ubicar entre aquella jauría. Se aproximó a él con un par de zancadas y le lanzó un directo en plena napia, tan súbito como preciso. What a haymaker! Erguido como estaba desde su posición, el invidente aún se permitió un rápido baile de pies para evidenciar que el pugilismo no le era algo ajeno a pesar de su ceguera -Oh, baby! "Fancy footwork" Niles!- y lanzó una advertencia a navegantes.

-Quédese ahí sentado y descanse... Luego le enseñaré lo que es el dolor, you filthy mugget-. 

Niles giróse hacia el resto del auditorio. Sabía que trataba con cabestros.

-Si alguno de ustedes, caballeros, desea realizar una visita urgente al proctólogo, les recomiendo encarecidamente acercarse para conocer a Daisy. Les prometo un contacto con tacto, if you, fools, know what I mean-, dijo haciendo resonar contra el suelo su bota de punta acerada.

El hombretón estaba en el suelo, incrédulo de haber recibido un golpe de un ciego de forma tan certera, y  el disparo de un pijo de forma tan esquiva. —Jjajaj,— dice el fornido marinero mientras se levanta y fuerza a salir la sangre de su nariz a chorro contra el suelo, presionando la fosa nasal sana y empujando con cierta fuerza. —Creo que va a ser el mejor día de mi vida!!!— Apartando a Sor Agnetha de su lado, y forzando un lenguatazo para nada sutil en la mejilla de Lady Lovisa, el marinero avanza hacia Niles.
—Aguanta ahí encanto, no me va a durar mucho el viejo, enseguida estoy contigo—
Puños en alto, un ojo saltón, bíceps enormes y antebrazos curtidos por el sol, el mar y la salitre. Se cuentan leyendas de marineros por todo el océano, pero todos conocen de la existencia de Pop "W. Geezil" el marino.

Entre vítores, risas, aullidos y arengas la multitud se centra en hacer un círculo cerrado para que los dos combatientes de puño tengan su tan deseada pelea.
Bien inglés, vamos a ver de que estás hecho. —Si gano me quedo a la morena, si gansa no os lanzamos al mar ni a las redes de cebo.—¿Quien apuesta por mi compadres?—

Todo pasó demasiado rápido: el actuar desquiciado del padre Uddgren, el horrible y desvergonzado manoseo a ella y a la hermana Agnetha… Aquella actitud la dejó helada. A veces se olvidaba de que solo era una mujer en un mundo de hombres, a veces la libertad se le subía la cabeza y situaciones como esta se la bajaban de un hondazo y la dejaban como a una gallina a la cual iban a desplumar para hacerla guiso, con las plumas mojadas luego de recibir el cimbronazo.

La verdad es que era la primera vez que alguien osaba tocarla y tratarla de esa manera; ni hablar de Baldur, que le hubiera matado al cerdo sin miramientos para vengar su honor. Le costó sobreponerse unos minutos en los que siguieron pasando cosas, hechos que veía como si estuviera fuera de su cuerpo -porque en ese momento estar dentro de su cuerpo le daba demasiado asco- y no quería dar el gusto de sentir algo por ese animal que tenía el tupé de hacerse llamar hombre, ni siquiera desprecio.

Admiró a la hermana Agnetha y su arrebato con elección de insultos y todo, hubiera deseado que toda la educación paterna que había recibido se desvaneciera de pronto y no le costara tanto hacer lo que la religiosa tenía tan natural: defenderse de un hombre por sí misma. En cierta forma, le resultó patético que pudiera dar caza a animales y seres sobrenaturales pero no echar atrás a aquel hijo de perra con la misma facilidad de quien se espanta una mosca.

Sintió que su mano mecánicamente iba hacia el bolsillo de sus pantalones de amazona y tuvo un momento lúcido en el que atravesarle el cráneo al tipo desde el mentón hacia arriba con su cuchillo de caza se le hizo una visión tentadora, ella se los mandaba y que Dios juzgara, ya que le gustaba tanto eso.

El disparo -como el rayo de una tormenta sin anunciar -la hizo detenerse con la mano en el mango del cuchillo sin sacarlo del todo de su escondite. El puñetazo de Niles la hizo alejarse un poco, pero no lo suficiente como para no tener la desgracia de recibir una segunda afrenta física y otra más verbal. Esta vez decidió que si el destino lo quería se quedaría con la lengua de aquel tipo de alguna manera, solo con la lengua.

-Dale duro, amor mío -dijo a viva voz. Dirigió a Wergeland sus ojos vidriosos, ligeramente afiebrados, y con una mirada directa y el mentón alzado le dio a entender que si no lo mataba él lo haría ella.

Niles cuidóse de lucir su británica sonrisa ante la bravata de aquella escoria. Despacio, como si de una liturgia se tratase, el chambelán se quitó la levita, doblándola con primor y dejándola reposar en el suelo.

-En Inglaterra tenemos un dicho...-, comenzó diciendo a su oponente no sin su marcada teatralidad. -Men should be judged...-. Niles se retiró sus guantes con notable dignidad y se aflojó el nudo de su pañuelo de seda. Comenzó a arremangarse la camisa, revelando unos nervudos antebrazos. Uno diría que tenía manos de pianista, pero al cerrar los puños sus largos brazos parecían tornarse dos martillos cincelados por alguna deidad consagrada a la guerra.

-But dogs are killed-, sentenció con un rictus siniestro en el rostro.

Adoptó la postura propia de un curtido boxeador, con el dramático aditivo de que sus ojos velados, perdidos en algún punto de ninguna parte, contribuían a considerar que el chambelán luchaba en la más absoluta de las tinieblas. Con todo, Truth be told, Niles prefería aquella sensación al traqueteo de un condenado carruaje.

El anciano no sabía exactamente cómo era su oponente, más allá de escuchar su corazón latir al son de un martillo de herrero contra un yunque y del inconfundible hedor a alcohol y pescado que emanaba su amargo sudor. El muy cerdo traspiraba la misma miseria que debía constituir su vacua existencia, y en riguroso secreto Niles sintió un indescriptible placer al saber sería él el encargado de acabar con su condenación.

-Come on, mister. I'll give you peace...-.

Quite literally.

Que Niles viviese en un mundo de perpetuas sombras solo podía significar una cosa: No tenía miedo a la oscuridad.

Meanwhile... In Niles' Mind...

"Aniquílalo, Edwiiiiin... Sacrifícalo en nuesssstro honor... Sssssssssssssssssss-ssssssssssssssss-sssssssssssssssssss"

"Patada in the bollocks, piquete in the eyeballs, palmeo en las sienes y flying uppercut TO THE FACE para terminaaaaarrrrrr, OOOOOOOH YESSSSSSSSS-ssssssssss".

"Sangre para el Dios de la Sangre, Edwiiiiiin... ¡SANGRE PARA EL DIOS DE LA SANGRE!".

El disparo de la pistola del detective sobresaltó a Agnetha. Por un momento miró al sacerdote espantada, pensando que alguien había decidido pasar de las hortalizas al plomo, pero el hombre seguía en pie y no hubo alaridos ni desplomes, hasta que entendió que debía haber sido algún tipo de salva de advertencia por parte de Wegerland a quien miró fijamente, los ojos muy abiertos, mientras escuchaba cómo amenazaba a aquel pazguato nacido de un besugo con volarle el entrecejo por haber mancillado a su esposa.

Un sentimiento curioso se apoderó de la hermana en aquel momento mientras sus mejillas se encendían de rubor, algo así como orgullo y cierto arrobo a la par que un extraño fastidio porque no la hubiera incluido en su advertencia, y no hubiera podido negar, después en confesión, que habría querido ver cómo Øystein cumplía su amenaza y agujereaba esa ridícula cabezota en aquel mismo instante.

Agnetha se atusó el hábito pensando que la reyerta debía haber concluido cuando de pronto vio al mayordomo arrearle un buen puñetazo a aquel mentecato. Su boca se abrió. ¿Pero qué estaba haciendo? ¡Si era un carcamal, estaba ciego y aquel tipo era un matón de manual! Y para colmo no cesaba de decir bravatas. Pero mucho más le impresionó la mirada de Lady Lovisa quien, como era natural, no podía tolerar aquel ultraje. Y ella tampoco, pensó envalentonada a la par que bastante inquieta por el cariz de los acontecimientos cuando, tras persignarse, en un movimiento rápido pero un tanto atolondrado, tomó una botella vacía dispuesta a partirla en la cabeza de quien volviera a atreverse a tocarla, a ella o a Lovisa. Miró a su alrededor con ojos vigilantes y llenos de aborrecimiento antes de fijarlos de nuevo sobre Wergeland. El corazón le martilleaba en el pecho. Quién sabía cómo podía terminar aquello.

Nadie se esperaba que el matón fuera tan ágil. Nadie excepto los compañeros que ya le conocían de sobra. Pop Eye comenzó a lanzar Jams al aire justo delante de la cara de Niles, que aún ciego, no los veía venir del todo. Por suerte para él, Pop Eye estaba calentando y animando un poco el combate antes de empezar a repartir los golpes que de verdad iban a hacer daño. Sus pasos cortos y el pequeño bailoteo de sus pies revelan que es un experto luchador. Su cara llena de cicatrices y los dientes que le faltan revelan que no tiene miedo al dolor.

Sin previo aviso uno de esos Jams va directo al mentón de Niles que impacta con la fuerza de la coz de un asno. Desde luego el combate va a ser interesante.

Pese a la amenaza con la que el detective confiaba zanjar el altercado, los acontecimientos se precipitaron. Que el marinero desestimara la posibilidad cada vez más real de recibir una bendición de pólvora y metal en medio de la frente era suficiente para hacerse una idea del carácter de su adversario: mad as a hatter. Pero fue recién cuando el bravucón volvió a propasarse con Lady Lovisa que Wergeland consideró seriamente hacer realidad su amenaza.

La mirada que intercambió con la cazadora fue breve, sus ojos marrones delataban angustia y rabia por partes iguales, y también una fría determinación que terminó por contagiar al detective. Hemos venido a resolver un crimen, no a cometer uno. El lado cerebral de Øystein procuraba imponer cierta lógica, habían muchos testigos, la ofensa era grave pero estaban rodeados, y sin embargo nada de eso importaba, el mundo era un lugar irracional, la mirada de Lady Lovisa le mortificaba como un reproche mudo, como si él mismo hubiera cometido la ofensa.

Alzó el revólver, entrecerrando un ojo mientras la punta de su lengua escapaba apenas por fuera de la comisura de sus labios.

—Dritt sekk...¹

Entonces intercambió una mirada con sor Agnetha, quien empuñaba una botella y mantenía una actitud vigilante, de condena. La rabia se intensificó, aquel era un mundo enfermo donde la mujer era vulnerable, entonces cómo extrañarse que una joven  despierta y con toda la vida por delante como Agnetha Löfgren decidiera cobijarse en las estructuras eclesiásticas, donde aún perduraba el prejuicio pero donde al menos existía la ilusión de un más allá y una realidad de relativa protección.

El gatillo comenzó a ceder, lentamente, conforme la sonrisa del detective se iba ensanchando al anticipar el goce de poner fin a la expresión petulante del forajido, pero entonces este último desafió a Niles a un duelo y selló su destino.

Sor Agnetha y Lady Lovisa tal vez lo ignoraran, pero Niles era un tipo duro, recio. Chocarse con el anciano en la oscuridad era una experiencia equiparable a toparse contra el tronco de un roble milenario. Sus incontables arrugas eran como las grietas entre las rocas, como las raíces de un árbol. Su estatura le permitiría mantener a su rival a distancia y alcanzarlo más fácilmente con los puños. Por otra parte el sudor del marinero era tan profuso que el británico con su olfato ultrasensible podría anticipar los movimientos de su contrincante como un águila al acecho de un pez.

En resumen, el detective era de la opinión que cualquiera que se metiera con su mayordomo era un irremediable fool. Y aún así... el oponente era formidable. Tenía dudas pero en su fuero interno sabía que Niles jamás le perdonaría que interviniera a menos que la cosa se pusiera realmente fea. Hizo un gesto de calma con las palmas hacia abajo mirando a ambas mujeres, mientras se aproximaba a ellas con el revólver disimulado dentro del bolsillo. Showtime, indeed...

La mujer sopesó la situación: no era lo más aconsejable desarmar la pelea que se había gestado en medio de aquella taberna infecta pero si la ganaban podían obtener el suficiente respeto a base de peligro como para poder hacer preguntas y que fueran respondidas. Se dispuso a vigilar los alrededores atenta a cualquier movimiento sospechoso que pudiera significar algún movimiento de emboscada para ella o sus compañeros de misión o de trampa de parte del urso que iba a pelear con Niles.

Al ver a Agnetha persignarse a las apuradas y empuñar la botella alzó una ceja, no pudo reprimir una sonrisa afilada de lado. Le dio una mirada comprensiva primero a la religiosa luego a Øystein, que decía "Cuidémonos las espaldas" y sacó, por fin, el cuchillo de su bolsillo dispuesta a cargarse a quien fuera necesario. Esperaba que las cosas no llegaran a tanto y se resolvieran con unos cuantos golpes.

Era hasta cierto punto probable que en la isla de Wrecker, nido infecto de maleantes y facinerosos, no hubiesen visto un combate de boxeo de cierta entidad en algún tiempo. Es decir, solo había que echar un vistazo al percal que les rodeaba. Aquello era una miasma de beodos con una innegable afinidad natural con una piara de gorrinos. Idéntico olor corporal, la misma deficiencia de modales y una indignante falta de técnica en lo que al noble arte del pugilismo se refería.

Niles no iba a dejar pasar por alto aquel déficit cultural. Oh, no.

Era la hora de que Inglaterra demostrase su superioridad frente a aquellos pseudovikingos.

Cierto era que el mastodonte que le salió al paso era un bravucón avalado por su propia fuerza bruta, algo que puede dar para apalear a un zopenco sin mucha dificultad, pero que se torna insuficiente cuando uno encara a un peleador experimentado. Niles podía ser ciego, pero era absurdamente rápido a pesar de su edad. Eludió un uppercut como si de una serpiente se tratase, con un elegante paso lateral más digno de un baile de salón que de un púgil. Entre el público -el que no estaba tan ebrio, I mean- se escuchó algún aullido de franca sorpresa por esa finta que tenía toda la pinta de ser un nunca olvidado signature move del anciano mayordomo.

-I saw that coming, sir-, dijo con tono cortés pero acerado antes de lanzar un viperino jab a la quijada de su rival para desestabilizarle seguido de un segundo directo a la nariz con su huracanada zurda. Un crujido dramático acompañó al segundo golpe, evidenciando que los largos brazos de Niles no solo le daban la siempre anhelada ventaja de la envergadura, sino también la potencia de dos planchas de hierro.

Y es que no en vano la zurda de Niles fue conocida largo tiempo ha con el infame y temido nombre de... "El Makelele".

Porque cuando la zurda de Niles conecta un haymaker, te entra... el telele.

Y eso era lo que iba a entrarle al estibador sueco... ¡UN AUTÉNTICO TELELASO!

¿En qué remoto pasado aquel espigado inglés, todo un dechado de caballerosidad y sarcasmo, había sido un temible boxeador?

Valía la pena recordarlo... Canterbury breeds Ironclads.

Sip, es chungo y cualquier error de cálculo te manda al hoyo. Es algo que creo que la gente aún no ha interorizado. Pero dales tiempo.

Te dejo el honor de narrar la cinemática de la victoria

La mirada cómplice de Lady Lovisa fue suficiente para que monja y detective se pusieran en guardia por cualquier eventualidad.

Nada congrega tanto público como la promesa de sangre, y en el improvisado anillo de combate que hacía las veces de ring, Niles comenzaba a dar muestras de su habilidad. El mayordomo repartía y esquivaba golpes sin perder las formas, con la elegancia y aplomo que le caracterizaba. Bailaba en torno al fornido marinero como si este no fuera más que una cucaracha especialmente desagradable. La voz del anciano mantenía la ironía de siempre, pero le añadía un tono suave como una caricia que el detective reconocía como peligro.

No pudo reprimir dar unos saltos de entusiasmo, al tiempo que señalaba los movimientos de los púgiles y se contagiaba de las maldiciones de una multitud que parecía cerrarse en torno a los contrincantes.

—Finta, finta —dijo moviéndose de un lado a otro, empujando levemente a las mujeres en el proceso— ¡Jab! —las instrucciones de Wergeland, casi siempre erróneas, llegaban invariablemente con unos segundos de retraso— ¡Sí, maldición! —señaló al pescador— Ese gordo es hombre muerto, mademoiselles, ya veréis.

Sentía la garganta seca, probablemente ya era la hora del almuerzo. Rebuscó en su pantalón una especie de estuche con bordes dorados y algo gastados, examinándolo con una mueca de disgusto.

—Niles, otra vez has olvidado dar cuerda al reloj.

El combate no duró mucho.

De hecho, fue muy corto.

Para cuando el sueco tenía la nariz como un tomate maduro y la sangre empapaba su rostro porcino, cierto sentimiento de incredulidad se había instalado entre el público, que no esperaba que el anciano invidente resultase, no ya un oponente digno, sino un peleador tan hábil. A Niles le bastó conectar un potente golpe a la boca del estómago para dejar a su oponente sin posibilidad de dosificar la respiración, boqueando como un pez en tierra. Para entonces, el chambelán tenía claro que su rival no estaba acostumbrado a soportar puñetazos de cierta contundencia. Decidió terminar con un soberbio y estilizado gancho de izquierda, tan terrorífico en su ejecución que, tras incidir sobre el mentón de su adversario, este quedóse petrificado, los ojos en blanco, con un hilillo de sangre derramándose por la comisura de sus labios.

Se hizo un silencio cargado de suspense mientras el sueco permanecía aún unos segundos en pie, trastabillando y retrasando su inevitable y pesada caída. Solo entonces el inglés bajó su guardia. Sus manos goteaban con la sangre de aquel cabestro.

-Sometimes you win. Sometimes you learn-, dijo el chambelán chasqueando la lengua.

Se aproximó hacia su amo y las dos damas.

-Lamento el despliegue de violencia, señoras. Al parecer, es el único lenguaje que entienden estos individuos-. Niles extrajo un pañuelo de su chaleco y procedió a enjugarse el sudor que manaba de su frente y de sus sienes.

Pronto la tela de su handkerchief se tiñó de rojo sangre.