Partida Rol por web

Antes de bajar del vehículo sientes cómo tu móvil vibra en tu bolsillo sólo una vez.

Antes de bajar del vehículo sientes cómo tu móvil vibra en tu bolsillo sólo una vez.

- Claro. - Respondió Óscar con tristeza a aquel punto en el que el aire parecía cambiar. Aquel ente con cada palabra era capaz de hundir su ánimo de una forma que pocas veces había sentido antes. Era imposible no empatizar con su soledad y su abandono, y una vez que eso sucedía... ¿Cómo no prometerle ayuda?

Acto seguido llegaron las palabras de Sonia, y aunque no entendió aquel insulto decidió dejarlo correr. Quería pensar que se refería a Toni, por ejemplo, pero no entendía la relación entre sus palabras y esa respuesta. Y la otra opción era que se refiriese... A él mismo, así que mejor no preguntar.

Luego, ante las apremiantes preguntas de la Nosferatu Óscar palideció un poco, por el miedo a que ella no quisiera ayudarle esa noche. Siempre había dado por hecho que encontrarían un hueco para comprobar lo del Facebook, pero sin ella poco iba a poder hacer.

- Bueno, yo... - Dijo en tono de disculpa, pensando en qué haría si tenía que ponerse manos a la obra solo. - Pensaba que... - Empezó otra vez. Aunque no tenía ni idea de qué decir para no ponerla a ella en una situación en que tuviera que decirle que no. Así que se decidió por responder a lo demás. - No... No se acuerda su nombre. - Admitió, bajando la mirada. Aquello sí tenía que ser triste. - Si lo encontramos... - Volvió a comenzar. Aquello era un punto importante. Uno que ni siquiera se había planteado. - Si lo encontramos ya vemos. - Propuso encogiéndose de hombros, con la cabeza ladeada y la mirada en el suelo. Como humano había pasado mucho tiempo en que ni siquiera sabía si conseguiría comer algo antes de que cayese la noche, o cuánto tendría que estirar cada pequeño botín. No era fácil hacer planes tan a largo plazo.

Y con las últimas palabras de la chica Óscar al fin alzó la mirada, confuso, sin terminar de entender. Sin embargo el chico no sabía muy bien cómo preguntarle algo así a un ente cuya memoria parecía tan inconexa, así que optó por lo que le pareció más lógico.

- Oye... - Dijo hacia el aire. - A... Acompáñanos abajo, por favor. - Le pidió. - Estamos buscando una cosa, y a lo mejor nos puedes ayudar. - Expuso, intentando ser amable, mientras sus pasos se dirigían hacia el sótano.

Al mirar el móvil puedes leer un mensaje de Ricardo. Es escueto y sabes que a pesar de su antigüedad se maneja con soltura con su smartphone, así que puedes suponer que hay dos opciones. O está ocupado o está de mal humor.

Iré a descansar a casa hoy. Nos vemos allí a las seis.

Puedes sentir cómo ese punto donde el aire se condensa cerca de ti ondula con las preguntas de Sonia, como si le resultasen molestas, aunque no llega a decir nada. Sin embargo, en cuanto empiezas a moverte, la presencia invisible se coloca a tu lado, disponiéndose para acompañaros. 

Para llegar al sótano tenéis que salir de nuevo al solar, ahora vacío, y dar la vuelta al edificio, rodeándolo. 

El aspecto del edificio a medio construir es totalmente diferente desde este lado de la fachada, en el que no hay paredes que protejan el interior de la vista y deja ver parte de cada piso. Sin embargo, el destino del grupo está por debajo de lo que parece que en su día tenía intención de ser un pequeño porche. 

No muy lejos de allí veis cómo un camino se pierde en un túnel que podría haber tenido la intención inicial de ser un garaje. Seguís caminando por él hasta sumergiros en la oscuridad. En cuanto habéis caminado algunos pasos veis que el túnel se bifurca. A la derecha, en lo que debía ser el garaje propiamente dicho, algunos huecos en la pared dejan pasar algunos de los rayos rojizos de la luna, marcando las siluetas de varios bultos en el suelo con pinta de ser botellas vacías y otros residuos. A la izquierda el camino se estrecha para llevar a lo que intuís que podría haber sido una amplia bodega. La oscuridad en esa zona es mayor y no hay huecos por los que pueda pasar la luz. Todas las paredes están plagadas de grafitis.

Sonia sintió como su estómago se encogía con la primera respuesta de Óscar. La idea de que aquella chica hubiese perdido más que su vida, para encontrarse sola aferrada a un recuerdo, a una promesa que Toni había hecho a alguien que ni ella misma quién era, le pareció un destino más cruel que el suyo propio. Al menos ella podía recordar su rostro, volver a verse en su antigua piel. Al menos ella se recordaba a sí misma.

La Nosferatu se entristeció hasta el punto de sentirse culpable por su falta de tacto. Se refugió en el silencio del remordimiento y cuando su compañero arrancó a andar, le siguió con circunspección, con los pasos de un niño al que mandan al despacho del director.

Al salir de nuevo al solar, alargó la vista hacia el punto en el que se había despedido de Nuria y los demás, ahora vacío. Y de pronto, un engranaje en su mente encajó con el siguiente y todo aquello que le había parecido tan improvisado dejó de suponerle un problema. A falta de otra persona de la que esperar la aprobación de sus actos, recuperó su entereza.

Empezar a buscar a Toni esa misma noche no implicaba encontrarlo antes de acostarse. De hecho, ni siquiera tenía porqué intervenir con la búsqueda de Carlos. Traspasó la guarda del cubo a su agitada mano, hecho que provocó que la linterna que había guardado sobre la corteza de sangre seca repicara contra las paredes del cubo, eliminando toda la discreción que Sonia buscaba mantener.

Metió su mano recién librada en el bolsillo del pantalón y sacó el móvil que José le había conseguido hacía menos de 24 horas, y tras sortear innecesarias actualizaciones del sistema y registros de google, accedió al navegador dispuesta a conectarse a Facebook. Entró en la cuenta falsa que solía usar para espiar a uno de los tres Antonios que compartían clase con ella en la Universidad, la misma cuenta que se apresuró a recordarle el uso que había tenido al sugerirle en el campo de búsquedas a Antonio Muñoz en cuanto tecleó la "A".

Bajo sus pies el terreno irregular del solar le recordaba que debía levantar la vista de la pantalla de vez en cuando, hasta que suelo se allanó y la luz de la pantalla se volvió aparentemente más intensa. Apartó el teléfono de su rostro para iluminar la oscuridad en la que se habían internado.

Ver el cambio en general de los ánimos del coche me saca una sonrisa que parece reflejar una especie de ilusión cumplida. Asiento a lo que ellos responden a mi pequeño discurso y digo un gracias casi imperceptible al que me estoy acostumbrando por culpa del Auspex. Mi visión también parece mejorar poco a poco, y sus caras ya dejan de ser manchas claras en la noche. 

Dispongo la cabeza casi pegándola apoyada en el cristal de la ventana y veo como las calles pasan ante nosotros, desviando rápidos, que no certeros vistazos a la gente que hace vida nocturna, atacados por el frío. Sonrío con algo de melancolía y suspiro, relajado y con semblante pensativo. Tras hacer algo de memoria me pronuncio mientras Nuria decide el aparcamiento.

- Mientras no llegan Óscar y Sonia creo que deberíamos permanecer juntos. Ya sabéis, Carlos podría rondar este sitio, y si anda desquiciado... - Aparto la cabeza de la ventana y en oposición al cinturón me inclino algo hacia adelante y junto las manos entrecruzando los dedos. Me encojo de hombros antes de continuar y miro a Silvia con una sonrisa paciente. - Y las linternas lejos de nuestras caras, ¿vale? - Pregunto a la Ventrue apoyando la mano afectivamente su rodilla.

No pude resistirme a una sonrisa así, de alguna forma el toreador se hacía querer. Debía de ser la alegría o el buen rollo que transmitía lo que me animó a dar mi brazo a torcer, y permitirme devolverle una expresión amigable de nuevo.

- Ha! -ahogué una pequeña carcajada mientras sonreía y le tendía la mano en un gesto cordial. Está todo arreglado no te preocupes, de verdad.

Pronto pisaríamos la catedral. Si bien es cierto que nunca imaginé colarme en ella como un ladrón, tampoco creí posible ser lo que soy hoy. Iba mirando a través de la ventana de un lado a otro, fijándome en las personas que paseaban cerca de allí.

- ¿Quieres decir que Carlos podría tener vínculo con este otro asunto? - pregunté al toreador volviendo un poco la cara hacia el asiento trasero. No hemos hablado apenas del tema, pero la razón que nos trae aquí parece muy distinta, ¿no creéis?

Al terminar me hice con el teléfono que acababa de vibrar para ver de qué se trataba.

Cuando miras el móvil puedes ver que tienes un mensaje de Laura.

¡¡¿Cómo que te vas a la catedral con ellos dejando a otros atrás?!! Ella es Nosferatu, chiquilla del Primogénito. ¿Qué tienes en la cabeza? ¿Y si encuentra ella lo que tú estás buscando?
Envíame fotos de lo que tienes hasta ahora. Y no los dejes solos. Borra este mensaje de inmediato.

Silvia le devolvió la sonrisa a Eric y asintió. - Nada de linternas. - Dijo, soltando una risita y levantando la mano derecha. Después contempló complacida cómo Francisco y Eric estrechaban su mano y pasó el resto del viaje mirando por la ventanilla y tarareando en voz baja una melodía. 

Cuando Nuria aparcó en la calle*, Silvia se bajó del coche la primera, ayudando después a Eric también a bajarse. Entonces se giró hacia Francisco y enarcó una ceja, mientras se cruzaba de brazos. - ¿No dijo Nuria que habían visto a Carlos por aquí y por eso decidimos venir? ¿Qué razón tienes tú si no? - Preguntó mientras esperaba a que los demás bajasen del vehículo y echasen a andar hacia la catedral.

Desde el mismo momento en que Óscar sintió cómo aquella preguntas molestaban a la presencia apartó la mirada, sin saber qué hacer para no desentenderse. Se sentía responsable de lo que pudiera pasar con aquel fantasma. Después de todo, era a él a quien había pedido ayuda.

Cuando rodearon el chalet, pasando por el solar, el chico buscó con la mirada y el oído, intentando asegurarse de que no había nadie cerca. Mientras tanto, en su cabeza, Rocky y Mel hablaban en voz baja, comentando la situación. Óscar no estaba acostumbrado a estar acompañado, y pedirle a sus amigos que se mantuvieran en silencio sólo porque Sonia estuviera presente le parecía una falta de educación hacia ellos. Además, nada aseguraba que ellos - Rocky, sobre todo - le hicieran caso.

Una vez comenzaron a descender por el túnel y la luz empezó a escasear Óscar miró alrededor, incómodo. Era asombroso que Sonia pudiera ir tan cómoda sin linterna, sólo con la luz del móvil, pero si quería ver aquellas vessica, la pintada o cualquier otra cosa en condiciones más valía hacer algo al respecto. Durante un instante dudó sobre qué hacer, pero finalmente el miedo a que alguien le viera y acabar respondiendo ante el Príncipe tomó la decisión por él.

- Eh, Sonia... - Dijo en voz baja, un poco avergonzado. Quizá habría sido mejor recurrir a sus capacidades, después de todo. - Me... Me puedes... ¿Me puedes dejar la linterna? - Preguntó, y dando por hecho de manera irracional que la respuesta sería negativa se apresuró en añadir algo más. - ¿Por favor? - Insistió. - Te-Tendré cuidado de que no se rompa. - Prometió, deseando que fuese ella la que decidiese si se dirigían primero al garaje o a la bodega, a pesar de que sus ojos y sus pasos se dirigían irremediablemente hacia la segunda y más atrayente opción. Ya por el camino fue observando suelo y paredes, atento por si había algo que llamase la atención.

Al leer el mensaje enarqué una ceja y comencé a escribir otro. Debí de parecer enfadado, porque negaba lentamente con el rostro y apreté muchísimo la mandíbula, comenzaba a estar harto.

No hay fotografías. Estoy en la catedral. Si el tiempo lo permite iré de nuevo al chalet y las haré. Es improbable que de con ellos a estas alturas de la noche.

Tras pulsar enviar borré el mensaje de la bandeja.

Guardé el teléfono de nuevo en el bolsillo del pantalon y decidí tomarme unos segundos segundos para reflexionar. Estábamos muy lejos, desde eso no había duda.

Hice como Silvia, salí fuera y me quedé junto a la puerta del vehículo. - La misma que todos, claro. Ya no recordaba lo que dices. ¿La pista de Carlos? Vale, vale - le dije con una sonrisa cordial y un tono neutral. Ha pasado de todo esta noche y estoy algo espeso, discúlpame por favor.

Una vez más miré a mi alrededor. - ¿Alguien hizo fotografías de la simbología en el piso inferior?

La respuesta de buen rollo de Francisco es algo que esperaba impaciente, y el apretón de manos entre dos tíos que han arreglado sus diferencias es satisfactorio. Mientras nos damos la mano asentí levemente mostrando mi conformidad. Al separarnos empiezo a salir para notar el frío de la calle y escucho su pregunta sobre Carlos, no pudiendo evitar arquear una ceja algo confuso. ¿Este otro asunto? Me pregunto cuando dice eso, y mi rostro refleja no tener muy claro de qué habla, por lo que me apoyo en el coche unos segundos y permanezco pensativo. Dejo la puerta abierta por si Elisa quiere salir de mi lado. Antes de responder a Francisco lo hace Silvia, y yo entrecierro el ojo sano y asiento lentamente.

- Exacto. - Digo escueto a modo de coletilla para la medio pregunta y medio afirmación de Silvia. Cuando el Tremere dice que no recordaba sonrío de lado y suspiro. - Son muchas cosas juntas, ¿verdad? A mi también me cuesta... - Le digo para quitar importancia al asunto. - El tema es ese, se vio a Carlos por aquí, y no podemos barrer solo su Refugio. - Empiezo a bordear el coche hasta ponerme en la parte de delante, caminando con mis dedos como si fueran dos pies para guiarme hasta el capó y meto las manos en los bolsillos de la parca con tranquilidad. Ante la pregunta de si sacamos foto a la simbología tuerzo el rostro haciendo memoria. - Yo al menos no. Mi móvil no tiene ni flash ni Auspex. - Bromeo sin cortarme un pelo. - La imagen es clara, no hay problema con ello. - Aseguro en la misma posición.

Al ver que permanecemos parados saco las manos de los bolsillos y las junto con un seco y suave choque de palmas. - Deberíamos ir yendo. - Los animo con una sonrisa gentil y tranquila, acompañando mis palabras con un gesto de la cabeza. - El rumor es que le vieron por la zona incompleta, y no parece muy difícil el acceso. - Opino al pensar en lo fácil que me resultó trepar la valla del chalet abandonado. Finalmente empiezo a andar en dirección a la zona incompleta. Ya veo suficientemente bien como para guiarme, al fin y al cabo esto no es ese grand prix de neonatos en el que nos dimos buenos trompazos. Les hago un gesto con la mano y me dirijo hacia la parte incompleta.

Sonia dirigió la pantalla del móvil hacia Óscar, como si ello fuese necesario para prestarle atención, un gesto impulsado por el sobresalto de ser descubierta en una vieja obsesión y el intento de limpiarse las manos dando utilidad a la luz de la pantalla.

- Estaba …- quiso justificarse con la verdad a pesar de que le sabía a excusa, y quizás por ello empezó en un susurro prácticamente inaudible y dejó que toda explicación se perdiera en el denso silencio de ese sótano en cuanto Óscar le pidió la linterna.

Asintió levemente, en un gesto para sí misma en el que volvía a centrarse en el motivo de su presencia en ese lugar. -Carlos, las vesicas, el poema ¿Qué me está pasando? -Se reprimió a sí misma molesta por la facilidad con la que se desconcentraba desde que vivía con José. Dobló de nuevo la muñeca hacia sí misma y buscó el botón para apagar la pantalla del teléfono, encontrando en su reflejo otra teoría de sus distracciones, temiendo su propio rostro como una ancla del pasado que su cerebro no podía permitirse.

Suspiró con el pesar de una enamorada que espera a su amado y guardó el móvil en el bolsillo de la sudadera para tenderle la linterna a Óscar.

- No-no te preocupes. – se apresuró a excusarse por su remolonearía – Perdona. Estaba distraída. – atrapó la linterna y el cubo danzante dejó de repicar.- Aquí tienes. – se la acercó ya encendida en un gesto servicial de disculpa por si le había ofendido en su silencio. - ¿Dónde queda eso? – añadió como si no fuese la primera vez que ambos pisaban ese lugar.

Tus ojos recorren el lugar con atención y entonces en una de las paredes encuentras algo que llama poderosamente tu atención. En la parte más alta de la pared, cerca de la entrada que acabáis de atravesar, ves un grafitti manuscrito, con rotulador negro grueso. Parece contener el texto al que debían referirse los otros cuando mencionaron lo del chiquillo.

Chorreando los casquillos para todos los chiquillos,
lágrimas de sangre es lo que llorarás.
Paisa Crew. JLK.

El grupo se pone en marcha tras Eric, siguiendo la iniciativa del muchacho y encaminándose a la fachada que él ha elegido. 

Por suerte en aquel momento no pasa nadie por la calle cuya atención pueda sentirse atraída por un grupo tan numeroso rondando el edificio, pero tampoco sabéis cuánto durará esa situación, así que no perdéis el tiempo.

Allí puede verse con claridad el lugar donde el muro exterior de la catedral termina abruptamente. La verja que hay que saltar apenas mide algo más de un metro de alto y con ayuda unos de otros todos sois capaces de pasarla sin mayores dificultades. 

Una vez al otro lado de la verja tenéis que trepar por algunos pedazos de piedra y finalmente os encontráis en un patio pequeño, con el suelo lleno de arbustos y malas hierbas. A la izquierda, cerca del suelo, hay una obertura en la pared, protegida con varios barrotes metálicos, que llega aproximadamente hasta la altura de vuestras rodillas. A la derecha podéis ver una puerta de madera gruesa, maltratada por el tiempo y la humedad, pero que parece bien cerrada. 

Hago mi camino hasta la fachada derruida con las manos en los bolsillos de la parca, andando con pasos ligeros de zancadas amplias y con un porte traquilo. Echo un par de miradas hacia atrás tratando de ver si me siguen o si se han quedado atrás con otros detalles. Al llegar a los primeros tramos en los que hay hacer alguna escalada y tal me ofrezco a quedar el último para ayudar a quien no de por sí mismo, en caso de aceptar mi ayuda.

Para cuando llegamos al punto en el que no está claro como avanzar mi vista ya está bastante mejor, siendo los borrones algo tolerable y espero que en poco se vayan del todo. Alterno mi mirada tuerta, lentamente y pensativo entre la puerta y la verja baja. Me muevo hasta esta y me acuclillo, toco los barrotes mirando su firmeza y probando a ver si alguno está suelto o hay el suficiente espacio para que alguno de nosotros se pueda colar. Luego mi objetivo es la puerta, la cual examino también y pruebo a abrir con suavidad, para darme cuenta de que está, de algún modo, cerrada. Detenido frente a la puerta y con la mano apoyada en ella me giro y pregunto a mis compañeros. - ¿Alguno de vosotros sabe abrir una como esta?