Chanczlatha se sobresaltó de lo que había conseguido con una palabra. Miró en derredor y, sin más opción, siguió por el camino que se acababa de abrir.
Luego de vagar un tiempo por lo que parecía una cueva de dimensiones astronómicas, iluminada por gemas y diamantes como si fueran estrellas, una voz que parecía brotar de la propia cueva la interpelo:
-¡¡Alto!!, ¿qué haces aquí mortal, porque te atreves a caminar en mis dominios, quien eres?
Disculpa por no haber escrito antes tuve que mandar la pc a servicio técnico.
Chanczlatha, lejos de amilanarse, se puso los brazos en jarras. Tuvo que contener su primera intención insolente de preguntarle a esa voz quién era antes de darle su propio nombre. Al fin y al cabo, por lo que ella sabía, aquel ente bien podría acabar con su vida de un chasquido de dedos.
—Me llamo Chanczlatha y vengo... en busca de mi poder interior —dijo, significara lo que significase—. ¿Y quién eres tú? ¿Qué lugar es este? ¿Puedes ayudarme?
-Soy el guardián del portal y para pasar por aquí deberás pasar por mi primero.
-Este lugar es el plano de la tierra, los huesos del mundo, viejo y fuertes que aún lo sostienen.
-¿Porque deberia dejarte pasar, porque debería ayudarte mortal?- reverbero la voz como el derrumbe de peñascos.
—He destruído tu barrera —dijo, sin saber realmente si ese guardián la había levantado—. No puedes retenerme. ¡Déjame pasar!
La voz reverbero, gruño como el derrumbe de una montaña, el suelo tembló, se quebró, se elevo y de aquella elevación se levanto un enano hecho de granito y de ojos de esmeralda, en su porte se notaba la fortaleza de la tierra, la paciencia y la furia, sus ojos relampaguearon y se fijaron en Chancz.
-¿Que no puedo retenerte, has dicho, quién eres para darme ordenes?.
Chanczlatha trastabilló, y braceó para no perder el equilibrio. Recobró la compostura y se encaró a aquel enano brotado de las entrañas de la tierra.
—¿Quieres que te lo repita? ¿Eres sordo o sólo lento de entendederas? —contraatacó Chanczlatha—. Largo de aquí.
Chanczlatha evocó aquella palabra inmemorial que había brotado de su yo subconsciente cuando el muro le había cerrado el camino. Quizá le permitiera derrotar al guardián.
—¡Cae!
El enano cae de rodillas ante ella y dice con cabeza gacha:
-Disculpa no te he reconocido, por favor pasa y toma lo que necesites.- dice de manera servil.
Mientras avanzas por aquel extraño lugar comienzas a notar que tus huesos son de basalto, tu piel de mármol, y tus ojos se vuelven gemas, te sientes fortalecida por la energía de aquel lugar.
Mientras aún avanzas comienzas a detectar humedad en el ambiente , bajas los ojos al suelos y ves agua limpia y pura de un color azul claro que comienza a bañar tus pies, de pronto una ola de tamaño titanico te envuelve y arrastra a lo que parece el lecho marino.
Chancz trató de coger aire frenéticamente antes de hundirse como una piedra en el agua. Su victoria había sido tan breve que no le había dado tiempo a disfrutarla.
¿Era esto una nueva prueba? ¿Dónde estaba el guardian? ¿Debía encontrar una nueva palabra que la condujera al siguiente elemento o esta parte era distinta? Lo que era seguro es que como no encontrase una respuesta propia se ahogaría. O no. Odiaba las extrañas leyes de aquel mundo.
Instintivamente braceó, tratando de emerger hacia la superficie mientras echaba un vistazo a su alrededor.
-Chancz vuelve a concentrarte en tu mente y poder, vuelve a retroceder, y allí encontraras la respuesta que buscar .- dijo una voz muy conocida.
Chanczlatha revisitó su lista de maldiciones. ¿Por qué no le decía cómo tenía que hacer las cosas? Podría ser muy didáctico eso de descubrirlo por si misma, pero era realmente frustrante.
Se suponía que en la zona de tierra había hecho pedazos el muro, pero el agua no podía romperse. Pero ahora que lo pensaba lo que había hecho en realidad había sido abrirse un camino.
—¡Sepárate! —le ordenó a las aguas.
Pero las aguas no se apartaron se apartaron, es más cuando dio tal orden el agua se volvió contra ella llevandola a u torbellino marítimo, el océano estaba furioso, Chancz comenzó a ahogarse, el océano no tenia compasión con ella, la fuerza con que la arrastraba la aplastaría y la despedazaría antes de ahogarse.
Ambrosius:- ¡No Chancz, no!- grito enojado y preocupado-. El océano nunca estuvo destinado a ser sometido por nosotros, es libre y caprichoso y de una destructiva furia, a la Tierra le podemos dar forma y ella nos entrega frutos por nuestros esfuerzos, nos da hogar y nos alimenta, comparte sus riquezas y secretos con nosotros, mientras no abusemos, pero el agua no es así, ella nos da vida al igual que el aire, pero no somos sus dueños, ni remotamente podemos darle ordenes, ella da y toma como le da la gana, no pregunta.
Piensa en otra forma o morirás aquí, creo que debí decírtelo antes pero si mueres en este ritual, tu mente muere, tu alma es atrapada en la dimensión que moriste y tu cuerpo aunque vivo solo será un caparazón vacío, justo lo que gustaría a padre, en ese caso deberé destruir tu cuerpo para que eso no pase.....
Lo siento.- dijo Ambrosius apesadumbrado.
Chanczlatha manoteó en las aguas.
Ella cogía al diablo por los cuernos. No sabía enfrentarse de otra manera a los problemas que no fuera de frente y a lo bruto. Pero si se enfrentaba a aquello como solía hacer, moriría. Ambrosius se lo había dejado muy claro. La joven revisó mentalmente su lista de insultos conocidos.
Y después, se rindió.
Lo haría a la manera de Ambrosius. Trató de relajarse, y mimetizarse con el problema en vez de tratar de ablandarlo a mamporros. Dejó de luchar contra las aguas, y en vez de ello trató de sentir la fuerza de las mareas. Ella siempre había nadado a contracorriente, como los salmones. Ahora, en cambio trató de ver el fluir de las aguas, y hallar la forma más sencilla de hallar su sitio en ellas. Se imaginó que era un delfín que majestuosamente cortara las aguas para emerger a la superficie.
Y rezó porque funcionara.
De repente te sentiste libre por primera vez, y comenzaste a fluir con el mar, ya no te aterraba la idea de ahogarte, cruzaste las fuerte corrientes arremolinadas sin siquiera darte cuenta de ello, comenzaste a observar la belleza oculta tras las aguas, miraste los corales, los hermosos peces de distintas especies y brillantes colores, aún en los carnívoros más peligrosos y las extrañas criaturas que allí habitaban mostraban su belleza en sus colores y sus danza en las profundidades, finalmente comenzaste a emerger con la energía renovada nuevamente hacia la superficie, y con ese mismo fluir y alegría saltaste fuera del agua al hermoso cielo azul cubierto de blancas nubes como si de otro océano se tratase pero muy distinto al anterior, la luz brillaba tenuemente y estaba cálido. Para cuando te diste cuenta ya estabas a gran altura y mirabas el océano como si se tratará del suelo.
El aire tampoco se podía controlar, ni luchar contra él. Lo que sí podía hacerse es aprovecharlo, como hacían las aspas de los molinos.
Chanczlatha trató de sentir las corrientes de aire, y aprovecharlas para subir o bajar cuando quería. Del mismo modo que cuando estaba ahogándose se imaginó que era un delfín, trató de verse a si misma como un ave, que surcaba los vientos para volar a su destino.