Partida Rol por web

Jerediah sonrió algo nervioso, era su decimoquinto intento y no quería echarlo a perder, tenia sus suelas desgastadas de tanto caminar Paris y su espiritu no lo estaba menos por tantos rechazos.

_Buenos días sra Blanchett, me llamo Jerediah Hasford Cotton, un placer en conocerla-dijo mientras volvía acomodarse el corbatín intentando parecer de mas edad de la que parecía-El viejo Tom, de la tienda de abarrotes frente a la plaza-continuo diciendo mientras giraba la mirada y señalaba la dirección donde se encontraba la tienda, unas cuadras más allá-me comento que tiene unas habitaciones en alquiler y pues yo...bueno estaba interesado...ya sabe-Jerediah comenzaba a trastabillarse con las palabras mientras su nerviosismo crecía-mantén la calma Jerediah, llegaste muy lejos para quedar como un tonto a ultimo momento-pensó para sus adentros mientras tomaba un gran suspiro.

_En fin quería, saber, buena señora, si tenía alguna habitación para alquilar mensualmente-pronuncio ahora con más aplomo. 

John agarro el antebrazo de Kay como saludo.-John O´Brian.-respondio.-Hijo de Brian el rojo.- añadio por si conocia su linaje. El apodo de "el rojo" venia por su pelaje rojizo y sus cabellos del mismo color cuando tomaba forma humana, eran rasgos que él no había heredado pero entre los licántropos Irlandeses su padre contaba con cierta fama.

-Me alegro de que nos encontraramos, hace años que no veo a uno de los nuestros. Paris no es un buen lugar, habras notado que apesta.- Afirmo John indicandole que le siguiera. Su cuarto se encontraba apartado, en la primera planta, en lo que antaño podía haber sido el cuarto de la cocinera. No obstante era bastante grande y estaba limpio.

-Debes tener cuidado, hay decenas de chupacuellos. La mayoria no quiere problemas, te huelen y desaparecen... pero hay uno peligroso. Un mal nacido y mal muerto que hace experimentos con la sangre, con la de los humanos, con la de los suyos y sospecho que tambien a matado a algunos de los nuestros para sus jueguecitos.

Por su voz se notaba que ese vampiro estaba en la lista negra de John y que le odiaba especialmente. Sus gestos, su olor, eran detalles que no se le escaparian a otro de su especie.

-Despues estan los cazadores, los hay a montones... y he olido otras cosas... igual de malas o peores.

John ofrecio asiento a su compañero y pregunto.-¿Tienes hambre, hermano?Tengo algo de cecina, pan y agua fresca, de lo alto del rio no de esa cloaca en la que se convierte al llegar aquí.

El hechicero siguió a la casera mientras esta la mostraba la casa. La mención de que en la vivienda hubiera otro inquilino le hizo pensar que quizá aquel hombre fuera el causante del mal olor que había captado en el jardín.

"Bueno, mientras no sea otro hechicero, creo que podré tolerarlo" se dijo, conforme.

-Creo que elegiré esta habitación -indicó Alistair, señalando el dormitorio de la cama matrimonial, tras pensarlo durante un breve instante-. Nunca se me dio muy bien eso de compartir.

Sylvie se alisó distraídamente el vestido con la diestra mientras escuchaba las palabras de Jerediah. Finalmente asintió un par de veces y alzó el índice de la mano libre antes de replicar.

-Encantada, señor Hasford. De hecho, sí, dispongo de una habitación. -expresó pensativa, sin perder aún ojo de él- Ah, sí. Conozco la tienda. ¿Dónde os hospedabáis antes? -preguntó con cierto tiento, quizás pensando que aún podía arrastrar algún problema. No sería la primera vez que por hacerle un favor a alguien luego se encontraba con algún conflicto inesperado- Suele pagarse semanalmente. Adelantando la primera semana y dejando otro pago como fianza, sin embargo no habría problema en hacerlo mensualmente.

La viuda hizo un gesto con la diestra hacia el interior de la casa, invitándole a pasar. En el recibidor había un vestidor. Y si seguía los pasos de la mujer, Jerediah vería un salón bastante amplio aunque poco poblado: había una chimenea prendida que calentaba la estancia. Podían verse una mesa con algunas sillas, y varias puertas a la vista.

-Sígame, se la mostraré. -dijo con una ligera sonrisa.

Sylvie asintió con un ligero cabeceo, llevnado las manos a los bolsillos y echando un vistazo a los lados como si tratara de ordenar sus ideas. Finalmente señaló discretamente el pasadizo.

-La primera puerta a mano derecha es el baño. -señaló luego al lado opuesto- Por allá se encuentra la cocina, suelo ocuparme yo de la comida a primera hora de la mañana. Pero la comida y cena corre por cuenta de los inquilinos, ya que no suelo encontrarme presente para prepararla.

Se frotó luego el cuello, pensativa, sin saber si estaría olvidando mencionar algo.

-¿Algo más que desee conocer, señor Klein? -preguntó finalmente.

—Un placer —respondió, con una sonrisa de medio lado que demostraba que era sincero. Era un placer encontrarse un lobo en mitad de ese desastre.

Kay no conocía el linaje de John, pero no le extrañaba ya que había muchos lugares que no había podido visitar aún y seguramente muchos otros que no tuviera tiempo de pisar. Pero sí conocía a lo que el recién conocido licántropo hacía referencia al hablar del olor de la ciudad.

—Nada más llegar... —respondió, pues ese olor penetrante era repugnante.

Ya había notado la presencia de vampiros en la ciudad, era inherente a las grandes ciudades: si había comida en abundancia los vampiros se reunían como buitres en un mismo lugar. No lo sorprendía, ya que normalmente no le importaba esa presencia mientras no trataran de atacarlo a él, se pasaran de la raya, o hicieran algo con alguien que él consideraba bajo su protección, cosas que ya habían pasado. Momentos en los que no dudaba en devolver al cadáver su estado natural.

Los cazadores eran también de esperar, pues como los vampiros ellos iban en busca de unas presas que se concentraban en un mismo lugar. Cada gran ciudad tenía sus pequeñas guerras internas en las que Kay no entraba si no era necesario. Los vampiros necesitaban alimento, y eso era algo que él comprendía, y a los cazadores no les faltaba razón para acabar con ciertos seres. Había conocido cazadores guiados por códigos éticos nobles, y otros que no eran más que asesinos despiadados que manchaban el nombre de un auténtico cazador.

Kay rechazó amablemente el ofrecimiento de la comida con un movimiento de mano.

—No, gracias —dijo—. Anoche me atiborré suficiente.

Lo que llamaba su atención era el vampiro del que había hablado. Cuando a los humanos se les iba la cabeza eran peligrosos, pero un vampiro así podría lograr que incluso él u otro licántropo tuvieran que andarse con cuidado, sobre todo siendo solitarios.

—Yo acabo de llegar, aunque mi instinto me dijo que me fuera nada más poner aquí un pie. Pero parece que tú conoces mejor el lugar, y también que conoces bastante a ese vampiro —sus gestos y su olor delataban el sentimiento de John y él lo sabría, como hacía poco que Kay había dicho el lenguaje hablado era lo de menos para un auténtico licántropo. La verdadera comunicación iba en la postura o incluso las señales químicas que podían oler—. ¿Sabes quién es?

Como poco, a un ser así, habría que vigilarlo.

-Se que su nombre es Dorian y es alguien muy poderoso dentro de los chupasangre.- dijo John. Por primera vez en mucho tiempo estaba a gusto hablando con alguien, sin esconder lo que era.

-Se llevo a alguien de donde yo vivia... ella quiso seguirle.- no necesito decir que él amaba a esa chica pero esta le dejo por el vampiro. Su dolor, la pena, la culpa, eran rastros apreciables.-Él le prometio amor pero solo la uso como alimento... hasta que la mato.- John odiaba tanto a ese vampiro como a si mismo por no haber impedido que se la llevara. Su vida se había convertido en un objetivo de venganza, ya que sentia que no le quedaba nada más por lo que seguir vivo.

-Dorian tiene los ojos puesto en otra chica ahora, Christine van der var, una humana hija de un cazador. Ella tiene algo...diferente. Se nota, se huele... es distinta a las humanas normales. Dorian quiere su sangre como ninguna otra cosa y cuando vaya en su busca... estare allí.- prometio con la rabia asomando en sus ojos.

Trato de relajarse, aunque le era dificil cada vez que pensaba en ese chupacuellos.- Hay algo más. Sospecho que los chupacuellos estan tramando algo grande, este olor no es normal, la maldad que se nota en el ambiente... Paris se va a la mierda, se pudre.

Cierta oscuridad como un manto se poso sobre el rostro del joven Jerediah al escuchar la pregunta sobre su procedencia, la cual tuvo que esconder tras una amplia sonrisa. Después de todo, los recuerdos de sus tíos y sus mentiras le asaltaron repentinamente.  -Es mi primer día en París, y la primera vez en una posada-se expreso lo mejor posible. Luego su rostro se ilumino al saber que había posibilidad de arrendar una habitación por un mes.

_La sigo-esbozo entrando a la casona con un poco de timidez, observando cada detalle, desde el recibidor, pasando por el salon y el hogar-vaya este lugar es enorme-pensó para sus adentros. 

Escuchó las palabras, teñidas por la rabia, que salían de boca de John. Era fácil confiar en uno de los suyos, uno que parecía casi, puede que igual, de salvaje que lo era él, aunque por las palabras que decía era evidente que había tenido más contacto con los humanos que Kay.

Podía haber dudado de las palabras de alguien que acababa de conocer, pero sabía que le decía la verdad. Y aunque era obvio que John odiaba a ese vampiro, confiaba en lo que le decía,

Los vampiros, en el fondo, no se diferenciaban tanto de sus presas pero los medios de los que disponían los hacía aún si cabe más peligrosos.

No eran como ellos dos, eso desde luego.

—Sí... —Kay aceptó que París olía demasiado a muerte, un olor tan fuerte que la mera presencia de vampiros no podía explicar, aunque fuera en gran número—. No sé si será sólo por lo que trama ese Dorian, pero esta ciudad parece casi condenada...

Kay tenía curiosidad por saber qué podía tener de especial la humana que John había mencionado, y también curiosidad por lo que tramaba Dorian. Pero si era tan peligroso tal vez lo mejor sería que, los pocos lobos que había en París, trabajaran juntos. A pesar de ser un solitario, iba en el instinto y la naturaleza de Kay unirse a los suyos cuando era necesario, sobre todo para cazar una gran presa.

—A lo mejor crees que es una cuenta personal —no le extrañaría que así fuera—. Pero yo tampoco estoy cómodo aquí con la ciudad en este estado, está claro que no va tanto conmigo como contigo, pero si necesitas ayuda puedes contar conmigo. Ya somos pocos y si nos mantenemos separados su número podrá con nosotros, por muy fuertes que seamos.

La ciudad por el olor debía de estar llena de vampiros, y si ese Dorian era tan importante estaba claro que John estaba en inferioridad numérica. Y Kay también. Si tal y como sospechaba había alguna posibilidad de que fueran a por ellos lo mejor era permanecer unidos, aunque fuera mantener el contacto. Saber que alguien podía responder a un aullido de ayuda era reconfortante.

-Yo tampoco sé que hace exactamente. Sé que hace experimentos con sangre y escuche que consiguio sangre de los nuestros de alguna manera, de cazadores y brujas... no sé que trama pero no es bueno.- aseguro John

John gruño.

-Me gustaria decir que puedo sólo con esto pero es evidente que no es asi. Llevo muchos años intentando cogerle, viendo como la ciudad se marchita y deseando que todo esto termine... quiero volver a casa, hermano... tal vez formar mi propia manada un día. Estoy cansado, esta ciudad es agotadora, pesada como una losa.-aseguro y por primera vez se permitia decir aquellas palabras en alto.

-Al principio venganza, ahora es casi una obligación. Temo que sus experimentos funcionen aunque no sé que busca, sospecho que esta pobredumbre se extenderia, que terminara afectando a los nuestros y los humanos son tan necios que nisiquiera se dan cuentan del filo por el que caminan.

John resoplo.-Si, hermano, necesito ayuda. Cazar a uno de ellos y obligarle a decir donde esta Dorian. Ir de día y sacar sus tripas al sol.

"Izquierda cocina, derecha cuarto de baño" memorizó Alistair, escuchando en silencio las palabras de la joven casera.

-Tranquila, respecto a la comida, no habría problemas -aseguró el hechicero, en tono firme, tras escuchar las explicaciones de Sylvie-. Si he sobrevivido durante años en los caminos más salvajes de toda Europa, creo que podré sobrevivir consiguiendo comida en los locales de París. -La mujer preguntó entonces a Alistair si deseaba saber algo más, a lo que este hizo un gesto negativo y añadió, en tono cortés-: Os agradezco que me hayáis dado cobijo. Si en algún momento necesitáis de mis servicios, no tenéis más que pedírmelos.

Sylvie siguió andando por uno de los pasadizos, abriendo la primera de las puertas que se encontraba en el camino según se internaba en el mismo. La casa estaba bastante bien iluminada gracias a las numerosas ventanas que se encontraban en el sitio, y aunque el lugar podía llegar a ser algo polvoriento, estaba relativamente cuidado y limpio en la actualidad.

-Es esta de aquí. Aunque dispone de dos camas, no hay ningún otro inquilino en ella -explicó mientras abría la puerta, revelando una relativamente espaciosa estancia con un par de camas individuales, un escritorio bastante robusto junto una silla y un par de estanterías. En las últimas había algunos libros de temática variada, por lo que en algún momento fue el espacio de una familia adinerada. En la pared del fondo de la habitación había una ventana acompañada de una gruesa cortina- Si en algún momento me planteara alquilarla a alguien más, os informaría con antelación y llegaríamos a algún acuerdo o rebaja del precio del alquiler.

La única norma que se exige en esta casa es la del respeto. Tratad este lugar como le gustaría que le trataran, y se hará lo propio. A primera hora de la mañana suelo servir el desayuno, el resto de comidas corren por su cuenta, ya que no suelo encontrarme presente -expresó, llevando un par de dedos al mentón como si tratara de recordar si olvidaba algo. Hizo un ligero ademán invitándole a hacer preguntas si lo deseaba.

Sylvie tamborileó los dedos sobre su propia cadera, pensativa, pero si iba a mencionar algo más se le había olvidado por completo. Terminó por asentir con media sonrisa e hizo un ligero ademán hacia el resto de la habitación, señalándola.

-Dejaré que se acomode en el lugar si no requiere más de mí, entonces -dijo con un ligero asentimiento- Esta semana estoy pendiente de algunos acontecimientos, pero es posible que a principios de la siguiente requiera de vuestros servicios para aquello que mencionamos -añadió con otro gesto de mano al explicarse, quizás para dar un mayor énfasis a sus palabras.

Aguardó unos instantes por si requería más de ella, pero se retiraría con discreción si no era así, dándole su espacio e intimidad a la hora de disponer sus pertenencias en su nuevo hogar.

-Tal vez no sea sólo cosa de vampiros... -sugirió él, pues la idea de que un vampiro necesitara sangre de otros seres para algo que no fuera alimentarse le parecía casi descabellada-. Puede que sea algo más grande y tenga aliados, a mí lo de reunir sangre me suena casi a magia. Si es así deberíamos andar con cuidados... No me gustan demasiado las brujas.

Si hubiera estado en forma animal el pelaje del lomo se le habría erizado.

John desde luego había encontrado en él a un aliado. Sabía lo que era tener una pelea personal, pero eso sonaba demasiado grande para uno solo. Aunque sólo fuera cosas de vampiros y su idea de las brujas resultara estar equivocada. Pero tendrían que investigar, y la idea de John no era del todo mala.

-No será difícil encontrar a un vampiro cualquiera y sacarle lo que sabe, pero eso no serviría de nada -era obvio-. ¿Sabes cuales son las sanguijuelas más cercanas a ese Dorian?

El plan era sencillo pero efectivo, aunque tendrían que elegir bien a la presa. Si Dorian tramaba algo seguro que sólo lo contaria a su círculo más cercano. Si es que lo contaba...

John asintió.- Mujeres.- gruño.- Tres hembras, una parece una niña. Las he olido en la parte rica de la ciudad pero se alimentan sin matar y los hombres parece gustarles servirse de cena.- dijo John gruzandose de brazos.

Si ellas no hacian nada malo no había razón para lastimarlas pero la idea de su congenere era buena y tal vez hubiera que ir a por una de ellas.

-No sé como se llaman, una tiene el cabello liso y rojo, como el color del sol en la tarde, es la que más huele a Dorian, por mucho perfume que se ponga.

Kay era astuto, John no había pensado en brujeria hasta ese mismo momento.- Tal vez deberiamos buscar a un mago o un brujo, aunque suelen apestar como los humanos corrientes los potinges que tocan se impregnan en su olor, he olfateado algunos pero hasta ahora no se me había ocurrido la posibilidad de que estuvieran relacionados.

John guardo silencio otro momento.-¿Tienes lugar para dormir?.- pregunto pretendiendo ayudarle si su respuesta era negativa.

Kay se esforzó en no poner los ojos en blanco, tres mujeres... Era tan típico de esos egocéntricos que ya había llegado a aborrecer el cliché.

—Visto lo visto en las afueras tampoco pasaría nada porque limpiaran la ciudad... —respondió él, estaba lleno de delincuentes, ladrones y seguramente asesinos que se aprovechaban de las familias más humildes—. Pero al parecer ni para eso valen.

Hasta para cazar eran antinaturales, las presas tenían que morir para que el depredador se alimentara. Eso fomentaba el equilibrio y era parte de la naturaleza. Pero estaba claro que esas sanguijuelas estaban muy lejos de ser naturales, si estaban muertas... De todas formas Kay no estaba a favor de matar inocentes, por muy antinaturales que fueran, así que si no quería hacer daño a esas mujeres tendrían que andar con cuidado.

—No será difícil encontrarlos, supongo —respondió él en referencia a los brujos—. Algunos tienen la costumbre de reunirse, como nosotros, sólo habría que averiguar cómo. Aunque tal vez deberíamos ahorrarnos los interrogatorios directos para no llamar la antención...

Ante la pregunta final asintió.

—Conseguí trabajo como mozo de cuadras en una mansión y me proporcionaron una habitación, así que puede que esté cerca de esas vampiras —añadió, sopesó la idea de hablarle de Elisabeth, ¿por qué no? Debía predicar con us propias palabras. Dos mejor que uno, y tres mejor que dos. Al final podrían llegar incluso a formar una suerte de pequeña manada—. Es curioso, pero fue una de los nuestros la que me acogió. A cambio sólo quería que le enseñara a ser una loba, y si no fuera por el deber de enseñarle o cuidar de ella seguramente ya me habría marchado.

Seguro que eso le sonaba tan extraño a John como a Kay, ¿una loba en una familia de gente pudiente y noble? A él le parecía menos extraño lo de ese tal Dorian...

—Nunca antes había conocido a otros, y no es muy consciente de nuestras costumbres, de hecho a veces parece más humana que loba. Pero por lo que he visto en ella tiene el carácter de una loba con muy malas pulgas, es ágil e inteligente. Además su influencia en la sociedad humana podría sernos de ayuda, si es que quiere involucrarse tanto con los suyos...

John arqueo la ceja cuando escucho hablar de otra loba, una que al parecer carecia de referentes para entender su naturaleza y había sido criada como el resto del ganado.

- LLevo bastante tiempo en esta ciudad y nunca había notado su olor, aunque por lo que dices debe ir bañada en perfumes y olores humanos... aun asi se me hace raro no haber notado su rastro... debe llevar poco en la ciudad.- reseño.

- Que curioso que venga ahora, cuando la peste de la ciudad esta tocando techo. Ten cuidado, no sea alguna argucia de magos o chupacuellos el que ella este aqui. La sangre de los nuestros siempre ha sido la más fuerte, yo no me fiaria.- declaro mientras pensaba en voz alta

-Entonces ¿Que propones que hagamos ahora? Te costara imaginarlo pero las sutilezas no son lo mio.

-Por el momento, no preciso nada más -aseguró el hechicero, en tono educado-. Si me necesitáis para que cumpla con los servicios que os indiqué que realizaría, solo tenéis que llamar a mi habitación. -Alistair bajó más el tono de su voz, para que nadie más pudiese escucharle y añadió-: Y recordad que precisáis de un objeto perteneciente a esa persona. A ser posible, un objeto por el que sintiese cierto apego.

Alistair dio un par de pasos al interior de su habitación y dirigió la mirada hacia una de las ventanas de la estancia, observando el exterior. Establecido en París, ya solo necesitaba hallar a las personas a las que había acudido a buscar.

La casera asintió una vez más, sin duda no había olvidado lo último pero era un detalle que se lo recordara.

-Tened una plácida noche. Lo recordaré, señor Klein -dijo a modo de despedida, antes de echar un último vistazo al salón y comprobar que todo estuviera en orden. Últimamente encontraba que los muebles estaban algo movidos. Terminó por reubicarlos al que consideraba su lugar, cercano a la cocina.

Así pues prosiguió en su andar, retirándose escaleras arriba allá donde debía encontrarse su habitación.

La ventana tenía vistas al descuidado jardín, y más allá del mismo, a la calle. Era sencillo observar la parte frontal de los edificios próximos desde aquella posición. Se trataba de un barrio fundamentalmente residencial, poblado por gente relativamente adinerada.

-Muy poco -admitió-, el mismo que yo. Tuve suerte al encontrarla.

Kay se preguntó un instante si suerte era la palabra adecuada para usar en ese momento, pero ignoró ese pensamiento y se centró en la conversación.

-No sé si eso es así -concedió Kay, ante la posible trampa de los magos-, pero si la han traído hasta aquí creo que no debían contar con otros dos lobos.

Kay pensó un momento la última pregunta que John, acostumbraba a tomar decisiones y no le sorprendió que le pidiera consejo. Pero no permitió que la confianza le nublara el juicio y meditó un tiempo antes de hablar.

-Lo primero que deberíamos hacer es reunirnos los tres -dijo Kay-. Intentar convencer a Elisabeth, la loba de la que te he hablado, de que lo mejor es que colabore con nosotros. Sobre todo ahora que sabemos que no está segura. Ninguno parecemos estarlo.

Kay volvía a tener mentalidad de manada. Era un lobo solitario, pero por eso precisamente sabía que había situaciones que un sólo lobo no podía enfrentar. A Kay le hubiera gustado saber que podía contar con alguien más, pero era obvio que los brujos y los vampiros no eran dignos de confianza en ese lugar hasta que a sus ojos demostraran lo contrario. Los humanos estaban descartados por las razones más obvias, y si había algún cazador era mejor evitarlo. En sus viajes había conocido a cazadores de todas clases, algunos capaces de desollar a su madre con tal de saber la ubicación de un vampiro. Otros que sólo buscaban presas específicas y con una moralidad más comprensiva. Pero no tenían tiempo para buscar cazadores y averiguar de qué palo iban.

Por el momento estaban ellos dos, tres si Elisabeth accedía a ayudarlos.

-Acceder a Dorian seguro que será difícil, pero dudo que lo sea tanto llegar hasta alguna de sus mujeres -supuso-. En lugar de capturarlas deberíamos ser algo más pacientes. No podríamos espiarlas mucho tiempo sin que detectaran nuestro olor, pero podríamos acercarnos a alguna de ellas y ganarnos su confianza. Estando ya sobre aviso de qué planea su creador creo que tú y yo seremos capaces de evitar un intento de traición por parte de ellas, y si lo consiguen no esperarán que haya otro de los nuestros para apoyar. En cuanto a los posibles brujos y brujas, podríamos rastrear la ciudad para intentar averiguar en qué lugares se reúnen...