Partida Rol por web

La Biblioteca de Hogwarts está ubicada en el cuarto piso del Castillo Hogwarts y contiene decenas de miles de libros en cientos de estanterías. Dirigida por Irma Pince, la biblioteca es donde los estudiantes pueden ir a buscar libros y usarlos como apoyo en sus estudios (o en disfrute personal). La biblioteca cierra a las 20:00 hs.

Tras su ingreso en Hogwarts,  Amaris se sumergió en una vorágine imparable, poniendo a prueba sus capacidades, una y otra vez.

Y aquella propuesta de una alumna de 4° de Gryffindor sobre los erklings fue un verdadero desafío.

Verdaderamente irresistible. 

Tras dedicarle toda una tarde a aquella investigación, los resultados mostraron su competencia en aquellas lides aunque no fueron suficientes. Como era de esperar, aquel trabajo la sobrepasó, pero no la desmoralizó porque la voluntad de Amaris era de hierro. Y siempre encontraba una enseñanza en todo, aún en la derrota. 

Cansada, la pequeña bruja apartó la montaña de libros y los apuntes y se echó hacia atrás, desperezándose. Su tierna cabecita no paraba y ya se encontraba planificando el siguiente proyecto. 

Y una sonrisa asomó en sus labios.

—Hola, "Sirena" —dijo un muchacho delgado, de rasgos afilados, ojos grises y cabello muy rubio.

"Sirena", así la llamó Draco un año después del accidente porque, según sus textuales palabras, "era fea como una sirena, cantaba con voz de sirena y nadaba como un pez." A Amaris le gustaba aquel apodo.

Además, Draco jamás la había hecho sentir inferior por su "carencia". De hecho, la niña recordaba las veces que ella luchó infructuosamente con aquellas incómodas prótesis anatómicas. Sus padres estaban obsesionados con ellas. Eran hermosas, nadie notaba que eran prótesis. Pero a Amaris le dolían mucho, al punto de arrancarle lágrimas. Días después, los Malfoy llegaron con una novedad tecnológica médica... ¡muggle! Unas novedosas prótesis ergonómicas que utilizaban algunos campeones olímpicos muggles. No eran bonitas como las otras, pero eran cómodas, livianas y muy prácticas. Eran perfectas. Amaris supo que fue Draco el que había movido cielo y tierra investigado sobre el tema y había encontrado una solución. (Bueno, él no, pero había sido por su iniciativa.)

—Buen día, "Escornacabras". ¿Ayer no era una "zancuda"? —indagó mientras acomodaba una pila de libros sobre la mesa.

—"Sirena" no es para los oídos de esos gasnápidos. Con "Zancuda" estuve gentil. Mañana serás "Abarimon" o "Banshee" —y una enorme sonrisa de blancos dientes surcó su rostro. 

—Entiendo, es eso que llaman masculinidad tóxica ¿no? Mi madre me dijo que inicia en la pubertad. Puedo pedirle alguna poción a papá. Seguro tiene algo que te cure... ¿Podemos empezar? —Pluma y pergamino en mano, Amaris observó un instante a Draco.

Se conocían desde muy niños, pero poco a poco sus madres se fueron distanciando por cuestiones que la niña no alcanzaba a comprender y las reuniones entre ambas familias, los Malfoy y los Prince, se hicieron muy raras. Aún así, Lucius y William seguían frecuentándose, pero los múltiples viajes del boticario hacían difíciles aquellos encuentros. 

Ahora Amaris y Draco se veían muy poco, pero aquella "distante familiaridad" seguía intacta. 

—Y, dime, Draco, ¿qué es lo que no entiendes de la tarea? —Después de que Draco le comentó lo que necesitaba. —Uy, no... Soy terrible con Lumos, y un poco menos mala con Nox. ¿Pero quieres intentarlo? Al menos nos echaremos unas risas, ¿no crees?

Amaris tenía toda la voluntad,  pero aquellos encantamientos se le hacían difíciles. Y otra vez casi se quemó el cabello intentando iluminar su varita. Más que luces, conseguía peligrosos chispazos...

Con el encantamiento Nox la tenia un poco más fácil, aún así no conseguía dominarlo

—Jajaja —se burló Draco. —Hoy te bautizo "Pocas Luces".

—Me lo merezco —suspiró Amaris. —¿Lo intentamos mañana otra vez?

—Sí no queda otra —fingió Draco un gruñido, pero en verdad se había divertido.  —Nos vemos mañana, "Pocas Luces".

—Adios, Draco.

          - Buenos días señorita Pince!     Me llamo Daisy Fergusson y ella es mi hermana Evangeline ... hemos venido para conocer bien la biblioteca, su funcionamiento y a usted para estar preparadas para darle uso y estudiar para las clases!    Cuáles son sus reglas? -.     Susurra la pequeña al reconocer a la encargada de la biblioteca el primer día de clases, mirando de reojo a su hermana gemela, quien más tímida se limita a asentir para apoyar las palabras de va su hermana, mientras mira atenta a su alrededor

—Ayer no viniste, "Abarimon" —le reprochó.

La pequeña bruja lo fulminó con la mirada: Abarimon no era un buen nombre. Ni siquiera era gracioso.

Luego, suspiró algo fastidiada:

—Te envié una nota. Tenía muchas actividades que hacer, tareas de astronomía —explicó. 

Amaris se sentó junto a Draco y le sonrió.

—¿Lo intentamos otra vez? Que conste en actas que no lo hago para ayudarte, "Cabeza de Culícido". Es solo que quiero conseguirlo. Esos tontos encantamientos no van a derrotarme —afirmó.

A diferencia de la clase de Encantamientos cuando el conjuro de Lumos le salía terriblemente mal, esta vez lo consiguió. Pero fue extraño ver el desastroso conjuro de Nox. Ya lo conseguiría...

—¡Vamos, Draco! Ahora te toca a ti... 

Amaris se paró a su lado y le indicó:

—Hazlo con energía, pero sin prisas. Ya casi lo tienes...

Junto a uno de los pocos ventanales, rodeada de libros y pergaminos, Amaris repasaba unos apuntes cuando apareció Draco. 

—Creí que ya no vendrías —murmuró, sin levantar la vista de los apuntes. 

—Me distraje con Goyle y Crabbe —dijo él. 

La niña hizo un mohín de desagrado y alzó la hacia Draco, pero no dijo nada al respecto. Solo preguntó:

—¿Quieres que comencemos ahora?

—¡Por supuesto! —respondió él.

Amaris recogió su varita y se dirigió hacia un rincón apartado de la biblioteca junto a Draco.

-Bueno, ayer Lumos fue un éxito... Veamos hoy qué tal con Nox —dijo y preparó todo para el hechizo. 

Voluntad había de sobra, pero faltó pericia. O suerte. O algo... Al primer intento del hechizo, la varita parpadeó ligeramente. Al segundo, fue la apoteosis... del desastre. La varita no solo no dejo de brillar, sino que se volvió incandescente. Más y más incandescente, como el fuego, y amenazaba con quemar los libros allí guardados.

Malfoy se rió a carcajadas y se fue alejando con una mano alzada, señalándola. Y más carcajadas.

Amaris, desesperada, corrió hacia el escritorio de la bibliotecaria quien, con un rápido movimiento de su varita, arregló aquel desacierto. Además, la pequeña bruja recibió una severa reprimenda por parte de Madame Pince,  bajo la amenaza de que le prohibiría el acceso a la biblioteca si volvía a practicar hechizos entre aquellos preciados libros.

Amaris bajó la mirada, verdaderamente avergonzada.

Y, más allá, lejos de la inquisidora mirada de la bibliotecaria, Draco continuaba riéndose hasta las lágrimas. 

A la tarde Ellis asistiría a la biblioteca, esperando que Eduardo hiciera lo propio y pudieran comenzar a buscar sobre los eklings. Echó un vistazo en la sección de criaturas mágicas y trató de investigar un poco por su cuenta hasta que llegara su compañero.

Después de la clase de pociones, le entraron unas ganas tremendas de ir al baño y tuvo que salir corriendo, no sin antes atender a las indicaciones de Ellis para llegar a la biblioteca, donde esperaría por él. Una vez aliviado, se dirigió allí esperando no perderse, aunque estaba en una zona realmente abierta que era imposible perderse.

La biblioteca tenía unas estanterías que llegaban hasta el techo, donde reposaban pinturas al óleo de diferentes leyendas mágicas. Al fondo, los ventanales dejaban pasar la iluminación cada vez menos brillante del atardecer. A los lados varias mesas con lámparas y algunos habitáculos de estudio más protegidos ante el ruido.

Tras rebuscar un poco en la sección de criaturas, encontró a Ellis.

—¡Hola, ya estoy aquí! —susurró por su espalda— ¿Qué libro cogiste? para no traer el mismo.

Se acercó a las estanterías y leyó las instrucciones inscritas para sacar los libros de la zona alta. Al parecer, hay que alzar la mano y mencionar, por favor, el libro que deseas coger. Le gustaba esta parte de la biblioteca en donde la magia te trae los conocimientos escondidos. Eligió uno o dos libros en los que parecía que había erklings y los trajo a la mesa para investigarlos.

Despegando el libro de la cara por unos momentos vio a Eduardo llegar y lo cerró.
—Pues ni idea, el primero que he encontrado —Con gesto pesado le dio la vuelta al libro y miró la portada— "Top cien criaturas subterráneas y treinta maneras de controlarlas (Te sorprenderá)" Mmm... —Puso cara de confusión y lo dejó sobre la mesa.
Recogió uno de los libros que trajo Eduardo e intentó echarles un vistazo para luego darle un vistazo al otro una vez su compañero acabara de ojearlo.

Con el cansancio de buscar tanta información de una criatura tan misteriosa Eduardo no pudo más: sus tripas rugían como el león de su escudo.

—Este trabajo cuesta demasiado —se queja, tirado en la silla—, no sé si lo conseguiremos algún día. Le tendremos que decir a Angelina que no podemos con el Erkling.

De su túnica saca una bolsa y reparte unas cuantas ranas de chocolate a cada uno. Aunque sobre la mesa hay muchas cajitas, se nota que la bolsa sigue llena.

—¿Quieres? Yo ya abrí las mías, solo me queda comerme las ranas antes de que se me escapen.

-Los del pasillo prohibido están prohibido, no podéis acercaros allí a no ser que queráis morir o ser expulsadas de Hogwarts. No se habla ni se hace hechizos en la biblioteca. Si quieren sacar algún libro deben registrarlo antes de salir de la biblioteca -os explica la señora Pince, la bibliotecaria

-¡Señorita Prince! ¡Dígame que no está lanzando hechizos en mi biblioteca! ¡5 puntos menos para Ravenclaw!

.        - Muchas gracias señorita Pince!    Mi hermana y yo hemos venido a registrarnos, conocer la biblioteca, a usted y su equipo; mientras buscamos los libros disponibles relacionados con una tarea que hemos encontrado en la casa Slytherin, en dónde piden ubicar a la criatura mágica llamada Erkling!      Explica Daisy Fergusson emocionada tras escuchar atenta  su recibimiento, con cada una de las instrucciones que debían seguir ambas gemelas en la biblioteca mientras investigaba acerca de la peculiar tarea solicitada en el tablón de la casa Slytherin

En cuanto vio las cajitas pentagonales se le cayó la mandíbula al suelo. Miraba a Eduardo y las ranas alternadamente mientras acercaba las manos para recibirlas.
—¡¿En serio puedo tenerlas?! —Nada más tenerlas no se hizo esperar y abrió la primera con mucho cuidado, anticipando que la rana saltara antes de poder atraparla—. ¡Muchísimas gracias, Eduardo! Buah, ojalá me toquen Gulliver Pokeby o Jocunda Sykes —Parecía más entretenida imaginando lo que le pudiera haber tocado que abriendo los propios dulces. Después de abrir una se guardaría el resto en la túnica.

-Gracias por intentarlo chicos, pero no es suficiente -dijo Angelina al ver el trabajo en conjunto que habíais hecho

Ellís abrió uno de los cromos para ver que le había tocado el cromo de Albus Dumbledore

Gracias a Angelina Johnson ahora sabía dónde se encontraba Cho Chang: en la biblioteca. Fue casi corriendo porque se hacía tarde y no le importó chocarse con algunos alumnos, aunque fuesen mayores de él. Necesitaba hablar con ella.

Llegado a la biblioteca, la falta de aliento llamó la atención de la señorita Pince, quien lanzó una mirada asesina por el ruido que generaban sus respiros.

—¿Dónde está... dónde está?...

Moderó su comportamiento para que Pince le dejara continuar y comenzó su búsqueda sigilosa.

Tras un rato buscando, vio a la chica, era tal cual se la habían descrito. No parecía que hubiese nadie más con la misma descripción en la biblioteca. Tenía que ser ella. Estaba cabizbaja estudiando de un libro gordo y antiguo, junto a dos chicas más de su casa. Se acercó por su espalda y tocó su hombro con el índice izquierdo.

—Disculpa, ¿eres Cho Chang? —susurró para no molestar a la señorita Pince— Vi tu anuncio del cromo, buscas a Dumbledore ¿no? —sacó el cromo del bolsillo para que lo viese, todavía no podía creer que ella no lo tuviera con lo fácil que es conseguirlo— aquí está. ¿Tienes el de Leopoldina Smethwyck?

-Sí, gracias -dijo la joven con una gran sonrisa, bajando la voz al sentir la severa mirada de la bibliotecaria-. Toma el tuyo, espero que la próxima vez que necesite un cambio puedas ayudarme

            - Interesante Evangeline!   Al parecer nuestro compañero de clases ha entrado agitado buscando a alguien en la biblioteca ... Debo aceptar que me da curiosidad ... Por favor puedes continuar buscando información acerca de los Erkling mientras espio al chico? -.    Daisy le susurra a su hermana mientras que comienza a avanzar con un libro en la mano cubriéndose la mitad del rostro en sigilo para saber lo que sucede, mientras que aparenta investigar alguna tarea en la biblioteca

[Jueves, primera semana, mañana. Preparando el trabajo de pociones para clase en la biblioteca]

Tan pronto terminó la clase de pociones, John usó su rato libre para acudir a la bilioteca. Buscaba libros sobre pociones, y un lugar tranquilo para, entre ese libro, y el libro que ya tenía, poder explicar bien las diferencias entre los unguentos y los elixires. Era para él lo más importante en este momento. Lo cierto es que las pociones le interesaban mucho, como casi todo lo mágico.

Y leer le encantaba. Aunque como en tantas otras ocasiones durante la semana le costaba elegir si uno u otro libro. Ese hecho, unido a su falta de práctica en realizar trabajos, hizo que el trabajo que preparó para clase de pociones fuera notablemente escaso en dimensión.