Partida Rol por web

La mujer os observa un largo instante, sorprendida por el hecho de que todos hayáis salido a la vez. Esboza una suave sonrisa y niega divertida, doblando el diario y dejándolo en una mesita a su lado. 

–Quién podría haberlo dicho... Aparecéis todos juntos y ahora despertáis todos juntos –ríe, con incredulidad–. Por vuestras miradas, estoy segura de que no sabéis muy bien que ha pasado, ¿cierto? Permitidme que os explique lo poco que sé. 

Señala los sillones a su lado, indicando que os sentéis. Hagáis lo que hagáis, comienza a hablar con voz suave y calmada. 

–Mi nombre es Obaya Uday, servidora del príncipe Wakanga O’tamu de Puerto Nyanzaru, pero me hallo muy lejos de mi hogar. Actualmente estáis en la posada “El Portal Bostezante”, en la ciudad de los esplendores, Aguasprofundas. Yo estoy destinada aquí para organizar expediciones a Bajomontaña y vosotros... Vosotros no sé muy bien que hacéis aquí. 

Hacer una pausa, en la que aprovecha para saborear una infusión humeante de color negro como el carbón. 

–Hace tres días –continúa–, un habitual de la posada llamado Floon Blagmaar os encontró tumbados en el suelo de un callejón, con solo lo puesto. Estabais todos profundamente dormidos. Blagmaar reunió a unos afines y entre todos os trajeron hasta aquí. Él no paraba de contar sandeces, que había visto luces, gente... Deberíais preguntárselo cuando le vierais. En cualquier caso, al poco me llamaron para ver si podía hacer algo por vosotros, pero vuestro sueño no era natural... Algo os había hundido en un sopor arcano.  

Da otro trago a su taza, saboréandola. 

–Sea como sea, Durnan, el dueño de la posada, dijo que o alguien pagaba vuestra estancia o que os tiraría a la calle, pero por suerte para vosotros, tenéis un benefactor. Esa persona pagó vuestras habitaciones por una semana, vuestro equipo y mi salario. Me encargó que os tratase con la mejor de mis capacidades, que esperase a que despertarais y que os explicase todo aquello que yo misma pudiera responder, y eso he hecho. Vuestro benefactor ha preferido permanecer en el anonimato, y yo no he cuestionado sus razones. Un trato es un trato. 

Posa la taza en la mesa y os mira a los ojos. 

–Y bueno... Ese es el resumen. Mi papel aquí ha terminado, supongo. Ha sido un buen negocio, la verdad. ¿Tenéis alguna pregunta? 

Con una extraña incomodidad, contempláis al resto de vuestros “conocidos” y a Obaya, que es como se ha presentado la mujer. Cada uno de vosotros tiene distintas preguntas, y dudas más y más acuciantes, pero hay algo que todos tenéis en común y que os une de una forma harto extraña. 

Ninguno sabéis cómo habéis llegado hasta allí. 

Lo primero es lo primero. No es práctico enfrentar lo desconocido descalzo y sin utensilios. Me pongo todo el equipo del que dispongo, buscando después cualquier cosa fuera de lo normal bajo la cama, en el armario o en cualquier otro lugar (sin demasiada minuciosidad). Compruebo que no tengo ninguna herida o señal en las muñecas de haber estado atado. 

Antes de disponerme a salir, me lavo la cara en la tina e intento arreglarme un poco.

No hay nada en el vestidor ni debajo de la cama, aparte de algún pequeño montón de polvo. La habitación solo tiene lo que captaste en un primer vistazo.

Observo a las personas que acaban de salir de sus habitaciones, vacilando un instante al ver a Oki, y deteniéndome finalmente en la figura sentada en el sillón. Escucho en silencio y con atención. Ante su ofrecimiento de sentarme, le sigo la corriente y me acerco con respeto y sosiego. Para cuando ha finalizado, mi mente ya está trabajando a toda máquina buscando en la manera de descubrir lo que sea sobre esa persona de la que habla, si es que hay algo de cierto en todo lo que ha dicho.

—Mi señora, todo esto que nos contáis resulta harto increíble. ¿Qué clase de hombre os pagaría por ocuparos de unos desconocidos, siendo como quien sois la servidora de un príncipe? Imagino que dichos servicios no deben ser nada baratos... —Dejo la pregunta en el aire—. Dicho lo cual, ¿cuáles son esos servicios por los que el hombre ha pagado exactamente, y cuán lejos pueden llegar?

Oki tiene una expresión de total confusión, con una ceja levantada y la boca entreabierta.

Luego escucha la forma en que Sihq indaga a la mujer y tras uno segundos, echa la cabeza hacia atrás y suelta una cantarina carcajada.

Se dobla hacia adelante, riendo con ganas y se golpea la rodilla con una mano.

Señala a Sihq.

—¿En serio creíste que me tragaría esto?

Mira alrededor de la estancia y al variopinto grupo que había salido de sus habitaciones al mismo tiempo que ella.

—Debo admitir que esta vez sí te pasaste. Esto no está nada mal.

Se encarama ágilmente a una silla y mira de arriba abajo a la mujer morena, con los puños en las caderas.

—El acento de Chult no está mal logrado y la ropa casi que cuadra.

Cruza los brazos y mira a Sihq.

—¿Es una de esas dangú* que sueles usar en tus trabajos?

Vuelve a mirar a la mujer y se señala la frente.

—Lo del símbolo es un poco mucho, si me lo preguntas. No debes exagerar cuando interpretas un personaje. Consejo gratis para la próxima estafa, cariño. Puedes marcharte.

Salta de la silla y se para frente a Sihq con los brazos cruzados y aire de fastidio.

—¿Y bien? Me muero por saber cuál era el gran plan.

Frunce el ceño y parece pensar en algo, levanta la cabeza, echando bien atrás la cabeza para mirar al enorme Sihq, esta vez con gesto furioso.

—¡Me hiciste perderlo! —grita con fuerza.

Coge la barba de Sihq con ambas manos.

—¡¡Me hiciste volver a perderle el rastro a ese maldito bastardo!!

Jala de la barba de Sihq.

—¡Cabrón malnacido! ¿Tienes idea de lo que has hecho?

Ni tienes la menor idea de que dios se trata. Igual uno chultano, o igual uno inventado por Sihq, lo mas seguro. 

Forcejeo con Oki intentando que me suelte, soportando el dolor y tratando de no perder mi semblante tranquilo pese a los tirones.

—¡Soltadme, niña! ¡Me vais a despeinar la barba! —miro al resto—. Juro por todo lo sagrado que de ningún modo sé de lo que está hablando ésta cría. Seguramente el trauma la ha hecho enloquecer, sólo nos cabe esperar que sea temporal.

Utilizo mi telepatía con Oki.

—Maldita sea, yo no tengo nada que ver con esto. Ni siquiera estoy muy seguro de quién sois, aunque sin duda vuestra falta de sentido común me resulta familiar. Os estoy hablando directamente a vuestro diminuto cerebro. Agradecería que por el momento intentemos no volcar mesas y destrozar sillas, ya podremos llegar a las manos en cuanto estemos seguros de lo que ocurre. Ahora, si intentáis babear y simular una catatonia como la que sin duda sufrió la persona que debió haberse encargado de vuestra educación, nos haríais a todos un favor.

Otra vez no ¿Como podía sucederme nuevamente? Y encima ahora había perdido todo — No, no no. La espada, no por favor todo menos eso— Me vestí y recogí casi todo menos el instrumento y el bastón. Envainar me produjo una extraña sensación. No era lo mismo. Me sentía incompleta y perturbada sin ese frío objeto que me había sido entregado, que tanto significaba para mi. En cualquier otro momento no hubiese portado más armas pero lo que había vivido.... Me froté la cabeza ¿Cuanto hacía de esos recuerdos? ¿Eran reales? Traté de palpar mi ojo y mi costado. Buscaba marcas, heridas... ¿Donde estaba? Me senté en la cama para ponerme las botas — ¿Nada me puede salir bien?— Las tiré aún lado al comprobar que no eran de mi talla, me quedaban pequeñas — Esto es una broma de mal gusto, me voy de aquí— Me levanté en dirección a la puerta para descubrir las sorpresas que me seguiría deparando el día

Crucé el umbral acelerará y me detuve al ver a tantas personas. Miré en todas direcciones porque no comprendía nada y finalmente vi un rostro más que conocido — Raynard, estas aquí. Que alegría— Sonreí y me abalancé para abrazarle y pegar mi rostro sobre su pecho. Su calidez me reconfortó en aquellos momentos de tantas dudas. Unos segundos que parecieron eternos hasta que levanté la cabeza para poder ver su rostro — ¿Has crecido?— Cerré mis labios cuando me di cuenta de que iba descalza. Los tacones que siempre llevaba no eran exagerados ni mucho menos, pero si, en aquellos momentos su ausencia se notaban. Yo si tengo preguntas, muchas ¿Que hacemos aquí?¿Porque?.... Ah ¿Donde has dicho que estamos?¿Como hemos llegado?— Aunque estaba intentando recuperar la compostura, no me decidía a soltar a Raynard. Tiré de él para que nos sentásemos — ¿Y quienes sois vosotros?— Estaba confundida porque parecía que el resto no estaba preocupado y yo no tenía ni idea de lo que sucedía

Con decisión, casi con premura, Raynard toma todas las cosas aparentemente suyas. Si por alguna razón alguien se las ha concedido, sea. En cualquier caso, no piensa andar por ahí sin botas y esas que ve pronto ve que le van estupendamente. Si no eran suyas, el muerto tenía exactamente su misma talla de pie. Puñal, libro de hechizos, capa, mochila, todo pasa a engrosar sus posesiones. No piensa despreciar un buen regalo cuando lo ve. Sólo espera que quienquiera que se lo ha dejado preparado ahí no quiera un pago injusto y abusivo...

Consultó los hechizos disponibles en aquel libro, sorprendiéndose de encontrar exactamente los mismos hechizos de bajo nivel que ya había conseguido. Faltaban los hechizos copiados de pergaminos de más alto nivel, pero al menos estaban todos aquellos que podía lanzar. Viendo la situación, el mago se afanó a preparar los de Disfrazarse y Retirada expeditiva. Tenía la esperanza de no tener que huir de allí y que todo cobrara un sentido, pero tenía serias dudas de que fuera a suceder de esa manera. Había que estar preparado.

Raynard apareció titubeante, desconfiado, en la sala de los sillones. No sabía qué iba a encontrarse y, desde luego, lo que se encontró no era ni remotamente lo que esperaba. Allí estaba Amelia. El resto de la sala pareció disolverse, dejar de existir. La cara de estupefacción no pudo sino incrementarse todavía más cuando la chica le abrazó con fuerza. Durante un instante sintió como se le derretía el alma, pero su mirada se desvió hacia el resto de personas congregadas en la sala. Aquella era una reunión atípica de personas extremadamente heterogéneas. Y había que averiguar qué demonios hacían allí.

La mujer de tez oscura habló, revelando algunos datos poco creíbles. El escepticismo natural del mago creció por momentos. El abrazo se deshizo y el joven Raynard sonrió levemente a Amelia. Las preguntas hacia Obaya se sucedieron en avalancha, así que prefirió no intervenir, tal solo se dedicó a prestar mucha atención. Excepto a la pareja barbudo-mediana, que de tan estrambótica prefirió ignorar.

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   Haraganeo en la cama antes de levantarme de un salto cuando estoy totalmente despierto y consciente de mi situación. Lo primero es ver la habitación, bastante simple y para nada a mi estilo la verdad... primer indicio de que todo no iba como debería de ir.

   ¡El segundo y más aterrador indicio es que El Suspiro del Anochecer no está! Ahora sí despierto pongo patas arriba toda la habitación mientras trato de recopilar todos los detalles. No hay recuerdos de que pasó en el camino al hogar de los Ravenhold. ¿Un asalto? Imposible en la zona noble de Aguas Profundas a plena luz del día. ¿Conspiración o intriga de alguna casa? Pausible, pero poco probable. La ausencia aparente de daños y la falta de recuerdos me inducía a pensar en magia poderosa, lo que significa cara. Poco probable con un don nadie aún en la escena política de alto nivel de la ciudad.

   Examino las ropas, con un deje de asco espero que no hayan sido usadas por otra persona antes... al menos parecen limpias y lavadas. - En fín, no voy a resolver este misterio quedándome agazapado en calzones en esta habitación, - pienso para mi.

   Tras investigar la estancia, me visto y adecento a conciencia, me lavo la cara y adecento el pelo. Si hay algún perfume no femenino que pueda usar discretamente, lo uso, pero no me hago ilusiones. Bastante si hay una palangana de agua y una toalla limpia. Tras examinar la armadura y los objetos dejados en busca de alguna runa que indique magia, pues sólo faltaría calzarme un objeto maldito, me visto y me armo. Pruebo las armas que su filo es real y no se partiran al primer golpe y me dispongo a salir, tras asegurarme de que no dejo nada interesante atrás ni rincón sin examinar.

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   Salgo con la barbilla alta, la mano de forma casual en la cintura... casualmente apoyada en la empuñadura del florete y con la otra aún ajustándome el pelo... examino el lugar buscando algún criado o sirviente...

   ... para encontrarme con un curioso grupo de gente que sale de otras habitaciones, que me son claramente familiares, de... ¿de qué?. Ahí está André, así que esta gente... ¿serán sirvientes de Ravenhold? Esto explicaría la familiaridad que me transmiten. Posiblemente André pueda explicarme quienes son, aunque... se le ve algo confundido también.

   La mujer del centro atrae mi atención cuando empieza a hablar. Cuando termina es mi turno.

   - Sí, ¿a cuanto asciende mi deuda? La casa de Drummer no dejará a deber unas pocas noches de posada, por muy anonimato que quiera quedar el que la ha pagado, al menos con su persona a tenido trato. Su persona le podrá hacer llegar los dineros y por ese lado la deuda estará saldada. -

   Luego le hago la pregunta sobre la cuestión más inmediata que me preocupa.

   - Segunda, pregunta y no se ría. ¿Cual es la fecha de hoy? Tengo una vida ajetreada y temo haber perdido un día o dos. -

   Mientras espero a que me responda, examino brevemente a los demás, ¿porqué me sonarán tanto? Es decir, aparte de André. No los recuerdo como guardias o habitantes de mi casa, y si bien la belleza de la mujer podría explicar porque me suena si en el pasado hemos coincidido, pero ¿y la mediana? ¿No se habra acostado con...? No, no... a ese extremo no llegaría ¿No? ¿No?

Oki se lleva las manos a la cabeza y mira a Sihq con gesto de reproche.

—¡Sal de mi cabeza, barbón! No voy a hacer nada de...

Se distrae al ver a una bella humana descalza salir corriendo a abrazar a un delgado humano moreno y escucha a otro humano bastante atractivo dirigirse a la humana negra.

Vuelve a echar la cabeza atrás, para poder mirar a Sihq.

—Debo admitir que conseguiste gente bonita. ¿Son de algún teatro ambulante?

Mira a la supuesta Chultiana.

—¿Todavía estás aquí? Si estás esperando la paga, no es así como funciona la cosa —mueve la cabeza, señalando a Sihq—. Te verá luego, aunque yo no contaría con eso —mira al hombretón de arriba abajo con gesto displicente—. Éste no es conocido por pagar sus deudas precisamente.

No hay nada en el vestidor ni debajo de la cama, aparte de algún pequeño montón de polvo. La habitación solo tiene lo que captaste en un primer vistazo, y nada de lo que miras parece tener nada raro. Todo son materiales de calidad, de buena forja, pero tampoco especialmente destacables.

Lo que si te queda claro es que todo está "nuevo". Ni una muesca en las armas ni la armadura. Todo ha salido directamente de la tienda.

Observando a la mujer, sabes que el símbolo de la diosa te suena, pero no es que tu seas muy beato y en ese momento se te escapa la religión concreta a la que se dedica. Sí que sabes que es auténtico. De la misma forma, no te parece que la mujer mienta, ni que tenga especial intención en engañaros. Más bien os cuenta lo que le han encomendado que os cuente, sin demasiado interés. A tu juicio, parece deciros lo que sabe, lo que deja la situación un tanto comprometida, porque es más bien poco.

La mención al príncipe Wakanga O’tamu de Puerto Nyanzaru no se te escapa. No sabes mucho de él, pero has oído su nombre. Es uno de los principales príncipes mercaderes de Chult. La mención al menos no suena a invento.

Observando a la mujer, no te parece que la mujer mienta, ni que tenga especial intención en engañaros. Más bien os cuenta lo que le han encomendado que os cuente, sin demasiado interés. A tu juicio, parece deciros lo que sabe, lo que deja la situación un tanto comprometida, porque es más bien poco.

Y magia... Extraña cosa. Primero deberías averiguar que os han hecho exactamente. Podrían haberte dormido y teleportado. Podrían haberte dominado. Podrían haberte borrado tus recuerdos. Las posibilidades son muy grandes, y necesitas pruebas y entender que te ha pasado para poder saber algo con detalle.

Con un hondo suspiro el joven de tez oscura se incorpora. Sentado en el borde de la cama, observa con detenimiento los pertrechos que descansan sobre la silla para acto seguido pasarse las manos por la cara y la nuca. Está confuso y desorientado, pero su instinto le dice que se encuentra en lugar seguro. No tiene claro cómo ha llegado hasta allí ni porqué se encuentra en una situación como aquella, pero no tiene tiempo que perder. No tiene nada que perder.

Con la soltura de quien lo ha hecho cientos de veces, André se enfunda una a una las piezas de la armadura. Cuelga la pesada hoja y el arco a su espalda y las hachas en el cinto, sin preocuparse lo más mínimo de si aquellas armas tenían o no dueño. Ya preguntaría llegado el momento.

André se ve reflejado en los cristales del ventanal ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente? ¿Dónde está Adrianne? ¿Quién es el culpable de todo aquello? Un último vistazo a través de la ventana le confirma que aún se encuentra en Aguasprofundas. Las respuestas que busca están ahí fuera, por lo que se apresura a abandonar la habitación.