Partida Rol por web

Pues me gusta la verdad esta chula :-) gracias.

No me habia llegado el mensaje de umbria menos mal que me he metido por curiosidad.

Cristopher se quedó con la boca abierta mirando su varita-Asi que tienes vida propia ¿Eh?-como queriendo responder, la varita parpadeó de repente con un colo azul y un sonrisa enorme se dibujó en su cara-¡Increíble!-exclamó y a los poco segundos se rió-No podría haber pedido una varita mejor señor-le dijo al dependiente-Muchas gracias-se reunió con sus padres con los que estuvo conversando un rato mientras se despedía de los chicos que iban saliendo de la tienda.

Al cabo de unos minutos se dio cuenta de que habían pasado ya mucho tiempo en la tienda y salieron. Cristopher antes de salir se dirigió al chico que aun quedaba:

-Creo que no me he presentado aun, en todo caso soy Cristopher Taylor, esperó verte en Hogwarts.Nos vemos- le sonrió al chico y salió de la tienda junto a sus padres. Tras un breve vistazo a la lista fueron comprando lo que les faltaba, que era básicamente todo al haber pasado tanto tiempo en Ollivanders. Fueron primero a por túnicas y demás prendas de vestir en la tienda de Madame Malkin, una bruja que insistió en tomarle las medidas para sus túnicas. Tardaron algo mas de lo previsto pero ese tiempo perdido lo ganaron cuando fueron a buscar los diferentes libros y otros utensilios: los dependientes habían preparado los diferentes objetos que se iban a utilizar en Hogwarts y era facil encontrarlos.

Asi que varios minutos mas tarde, definitivamente mucho mas cargados que cuando llegaron, los Taylor volvían a casa.

Al ver como el búho vuela al chico pienso en lo que vi hacer a los amaestradores el día que fuí al circo. Estos también domaban aves y los llamaban con un silbido. Puestos a intentarlo, no perdía nada. Me llevé los dedos a la boca como había visto hacer a mi padre en otras ocasiones y sople fuerte. Al instante emití un silbido agudo y fuerte mientras extendía el otro brazo de forma horizontal.

-¡Arquímedes! ¡Aquí!- Exclamé con la voz lo más decidida posible.

Ya fuera por suerte o por mis increíbles dotes de mando naturales, el búho levantó el vuelo y se poso regiamente sobre mi brazo. Su peso no dejaba de ser impresionante para mis poco desarrollados músculos, pero lo mantuve firme mientras le acariciaba el plumaje.

-Buen chico, buen chico.- Dije contento.- Los búhos son animales muy inteligentes, con un oido y una vista increíbles.- Dije mirando al extraño niño que trataba de aleccionarme.- ¿Que clase de idiota no respetaría a un amigo?

Sin esperar respuesta pagué al dependiente por la libertad de mi mascota y por una inmensa jaula.

-Por ahora, quedate aqui dentro, Arquímedes. Siendo nocturno mejor te tapo.- Compré con mi propio dinero una manta y un par de ratones, tapando la jaula con la primera y guardando a los roedores en una cajita. Miré a los otros chicos una última vez.- Nos vemos en Hogwarts.

Salí del lugar contento con mis adquisiciones. Seguro que mis padres ya habían terminado de comprar la parte que les tocaba, como las túnicas y los ingredientes de las pociones, de modo que me dirigí a la heladería relamiéndome de gusto.

Miró al único chico que quedaba en la tienda y sonrió.

-No tengo mucho que contarte jovencito, pues lo vas a descubrir poco a poco tu solo... Esta varita es muy especial, solo hubo 3 varitas que se igualasen a esta y 1 que sobrepasase sus grandes dones, aunque siempre, es el mago quien hace de una varita la grandeza muchachito... Es extraño, pero la varita te ha elegido a ti, un chico que ni siquiera desciende de la mismisima fundadora de la casa...Quien sabe..¿Estás dispuesto a empuñar la varita hermana de la de la señorita Ravenclaw?... Esperemos que sí....-

Dicho esto, recogió las cajas del mostrador ya vacías y se las llevó hacia el fondo de la tienda, donde desapareció para no volver a salir.

El muchacho abrió los ojos como platos para luego mirar la varita mientras el viejo Ollivander se perdía en su tienda.

Es una varita hermana de la tía abuela Rowena. Whaoh.

No pudo guardarse aquel comentario para sí mismo. Y con una sonrisa de oreja a oreja salió a la calle.

El callejón bullía de gente que compraba de todo, pudo ver desde la lejanía la tienda de bromas Wesley. Ahora lo llevaba uno solo de los hermanos, pero seguía siendo según decían un lugar estupendo para pasar el tiempo.

Sus pasos le llevaban hacia allí cuando de repente noto una mirada clavada en su cogote. Y supo que su padre ya estaba de vuelta. Al girarse el hombre estaba allí mirando para él.

.-Bueno, has recogido todo lo que necesitabas-.

No era una pregunta, era más bien una afirmación, a la que rápidamente el muchacho contesto con la cabeza.

Este le tendió la mano y Reed entrego la cartera mágica para que fuera inspeccionada por su padre, que asintió tranquilo.

.-Y la varita, ya la tienes también, espero que...-.

La voz de su padre se quedo muda al ver al chico sacar aquella punta de plata de su bolsillo. El si debía de conocer la forma de la barita de la tía abuela, porque sus ojos también se abrieron como platos.

.-Bien, bien. Muy bien-.

Dijo satisfecho, algo raro en él, porque no solía estar satisfecho con su hijo con frecuencia, siempre le exigía mas y mas.

Volvamos a casa el hombre paseo de vuelta a casa con su hijo al lado y cierta cara de orgullo. Aunque Reed no supo exactamente porque, la varita tenía mucho que ver con aquella actitud de su padre. 

-Buenos días! Dijo Eric con una enorme sonrisa y dando un saltito de alegría cuando entró con su madre en la tienda. Estamos cogiendo lo necesario para ir a Hogwarts y hemos visto ese gato tan bonito que ahí ahí. Señaló al gato de pelaje gris que había visto antes.

-Puedo quedármelo? Puedo? Puedo? Tiene nombre? El niño estaba tan emocionado que casi no dejaba hablar al dependiente ni a su madre.

Eric salió con una sonrisa de oreja a oreja de la tienda de animales. En los brazos llevaba un hermoso gato gris que parecía casi tan contento como él por haber salido de su prisión. La madre del niño los seguía a ambos con un brillo especial en los ojos y la boca abierta, como si aún no se creyese la existencia de aquel lugar. Entre esa expresión, su juventus y su ropa hippie no parecía tener más de 25 años.

Corriendo de un lado para otro fueron comprando todo lo que ponía en la lista. Tanto madre como hijo iban cargados hasta arriba, pero no parecía afectar a la emoción que ambos sentían. Fueron tachando todo lo que iban comprando hasta que solo quedó una cosa: la varita mágica.

Preguntaron a una señora de lo más peculiar con un sombrero morado que les indicó con una sonrisa donde se encontraba la tienda de Ollivander. Rápidos como felinos se dirigieron hacia allí, preguntándose que sería una varita mágica.

Buenos días! Saludaron ambos sonrientes y excitados mientras entraban en la tienda.

-Vaya.... buenos días jovencito.... ¿Que le trae por aquí? Dejeme adivinar... ¿Esto?-

Se encontraba en el mostrador, tras una enorme cantidad de cajas asentadas cada una en su lugar en las estanterías, entonces, el pequeño hombrecillo se giró hacia las estanterías y las alabó a todas.

-A vos, jovencito, os estaba esperando... -

Se volvió hacia ti y tu madre y de debajo del mostrador sacó una caja de un color bello no, lo siguiente. Era dorada, con ribeteados plateados y dibujos de hojas verdes brillante.

-Vamos.. abridla, pequeño mago.-

Al abrirla, lo que te encuentras es la siguiente maravilla:

-Está echa a partir del árbol de vuestro padre pequeño, y contiene en su interior algo que para ti va a ser muy valioso, pues ofreció para su elaboración una gota de sus sangre y una hebra de su fino cabello. La hizo hacer exprésamente para vos, querido Eric, esta varita os lleva esperando desde el día en que nacisteis.-

Ves como le guiña un ojo a tu madre, la cual se sonroja y sonríe cómplice.

Eric admiró con la boca abierta de par en par la hermosa varita y su hermosa caja. Se había quedado sin habla, no podía ser más perfecta. Le daba respeto hasta tocarla. Con sumo cuidado tomó la varita con su mano derecha y la sacó de la caja. Al instante, una luz verde emanó de ella y las plantas que había cerca se elvaron y tomaron un aspecto más sano y espectacular. Su cabello verde danzaba, como movido por una brisa que no había en la habitación, y sus ojos brillaban como nunca.

Eric no daba crédito, podía sentir a su padre en aquella varita. Ahora ya sabía que, pese a estar lejos de su hogar, siempre estaría cerca de su padre. Es... Genial... La varita había conseguido llenar a Eric de tanta emoción que no pudo decir más. Tras largos segundos levantó la mirada para mirar a Ollivander y sonrió, avergonzado y abrumado. Muchas gracias señor. Yo... No sé que decir.

Miró a su madre y se lanzó a sus brazos. La abrazó con fuerza, demostrándole todo lo que la quería y soltando así parte de la emoción que tenía dentro. ¿Porqué me lo ocultaste? Dijo fingiendo indignación. Acto seguido le dio un beso en la mejilla y volvió a guardar la varita en su hermosa caja con un cuidado extremo, como si de un huevo se tratase. La cerró y madre e hijo salieron de la tienda con la intención de seguir investigando antes de volver a su casa.

Arthur contempló la multitud que paseaba por el callejón mientras tiraba de su padre con fuerza.

- ¡Venga papá! ¡Vas demasiado despacio!

Sólo recibió como respuesta un suspiro de resignación pero no le importó. Llevaba deseando acudir a Hogwarts desde que tenía uso de razón. Lo único que le hacía dudar por un instante era el hecho de que su padre sería uno de los profesores.

Precisamente gracias a eso Arthur ya tenía en su poder todos los libros y utensilios necesarios para el primer curso. De hecho incluso se libraría de cargar con ellos ya que su padre le había dicho que serían enviados a Hogwarts junto con sus cosas de profesor.

Pero Arthur había insistido en ir al callejón Diagon igualmente. Aún le faltaba por escoger la varita, o más bien que ésta le escogiera a él. Y quería una mascota. Se había portado terriblemente bien ese verano para que accedieran a comprarle una lechuza. A pesar de la insistencia de su padre al respecto no quería un sapo. Ni siquiera un gato. Quería su propia lechuza. O quizás otro animal aún más exótico.

Continuó tirando de su padre hasta que se detuvieron frente al gran escaparate de la tienda de animales. Con paso decidido Arthur franqueó la puerta y entró.

Ves salir de la tienda de animales a un chico peliverde con un gato en una jaula junto a su madre, los dos parecen muy excitados por estar en el callejón comprando. Estos se dirigieron sin percatarse de tu presencia hacia la tienda de Olivander.

Entras en la tienda de animales y una mujer aparece de detrás del mostrador con una enorme sonrisa estrafalaria en su rostro.

-Buenisimos días jovencito- Te mira de arriba a abajo y se dirige a una jaula donde hay conejos.

-¿Un conejo?- Pasa por las jaulas de los gatos

-¿Gato quizá?- Y finalmente se posa en donde se encuentran las lechuzas, que hacen estruendo al ver acercarse a su dueña.

-O quizá una bella lechuza...?-

En cuanto veo la pequeña caja me acerco sin consideración alguna del espacio personal. Casi que siento cómo la respiración del bueno de William esquiva mi propia piel. Los poros se abren y les dejo sentir la cercanía de otra persona, en un nivel íntimo y primitivo, amistoso como solemos hacer nosotros, los que sí sabemos volar.

¡WOW! ¡¿Y me llevan a cualquier parte del mundo?! Yo la verdad tuve muchas dificultades para venir acá, pero ya llegué hace unas cuantas fases lunares. 

Mi código, la verdad y la honra de los nuestros. Veo curioso lo que el bueno de William me deja ver, pero más curioso miro cuando hace una serie de preguntas para saber un poco más de mi. Sonrío con una mirada confabuladora, con un rostro que riñe con una hostilidad malintencionada; pero no era nada más que la apariencia que siempre se gesta en mi rostro cuando lo que en verdad quiero es mostrarme tan cristalino como pueda. Insisto en la paciencia oyendo todo hasta el final, cosa que mi respuesta fuera una, y ninguna por ahora.

Jajajajajaja, yo tengo todo lo que necesito, justo acá. No necesito nada de eso. Ni sé cómo usar esas cosas. No sé leer. Vine volando al callejón para encontrarme a alguien como tú, inteligente. No quiero aprender a leer, con que tú sepas hacerlo me basta para entender esas cosas que pintan. 

Puede que sea muy ingenuo. Soy consciente de eso, de lo muy lejano que ha sido el mundo que llaman civilizado. Pero sé que no necesito muchas cosas para ir a ese castillo y aprender cosas de magos. 

Por ahora, aunque no necesito un lugar para quedarme, sí que necesito alguien que me ayude a entender un poco más a los magos. No cuento más que conmigo, y alguien más no vendría mal. 

Vamos y allá te respondo todo. ¡Quiero conocer qué cosas comes! 

Entonces el bueno de William desaparece. Aprendo velozmente, y hago lo mismo tras de él pronunciando con exactitud, tal cual me lo ha pedido. Al menos eso es lo que yo creo haber hecho.

Ya habrá tiempo de enseñarle a ese otro baboso la diferencia entre tener una mascota y tener un amigo.

Palpo discretamente las monedas que le habían sido dadas para gastar y suspiro. El lugar asemejaba en bullicio y transeúntes a Khan el-Khalili, incluso podría sentirse a gusto entre tantos vendedores y compradores o incluso sorprendida al contemplar las tiendas mágicas de no ser que esta no era su primera vez.
Su mente viajo hasta El Cairo recordando la primera vez que entro con su padrino a una de las tiendas mas ricas del Bazar de Khan el-Khalili, alli en el fondo se escondia una puerta, tapizada con gruesas alfombras persas y discretamente camuflajeada por un dibujo de ladrillos que se extendia por el resto de la pared desnuda. Su padrino habia tocado los ladrillos a un compas y al atravesar la puerta la pequeña Faria no habia dado credito a sus ojos, otro bazar incluso mas grande que el que dejaban atras se extendia vendiendo toda clase de artiluchos desconocidos.
Alli habían comprado casi todos los enseres requeridos en la tan "apreciada" carta de aceptación y  algunos otros que su padrino requeria para su uso personal.
Alli tambien por su cumpleaños le habian obsequiado con su primera mascota, Ritzi una ratita del decierto de grandes orejas y afilado hosiquito que ahora dormia placidamente escondido entre los pliegues de la ropa de la niña. Como si por telepatia se tratace al recordar su compra Ritci se movio provocando algunas risitas en la chiquilla, las unicas que habian adornado su carita desde que todo este revuelo de la escuela Hogwarts comenzara.
-Lo se -sonrió acomodando el bulto que dormitaba en su bolsillo ataviada con un collarcito y una linda cinta de cuero reforzado terminado en un broche prendido a las ropas de la chica - es demaciado oscuro.
Recargando la espalda al cristal de la tienda mas cercana observo con detenimiento el ir y venir de la gente, justo algunos niños como de su edad pasaron entrando en la tienda a sus espaldas. Faria se volteo para leer el logo del lugar "Olivander's" ; lo había oído mencionar y sabia de que se trataba
-¿Bueno, porque no?  se animo decidida a curiosear cruzando el umbral de la tienda.

Una campana sobre la puerta repiqueteó en cuanto entrastes, y un hombre aparecía de debajo del mostrador.

-Vaya... no vienen en orden no... querida Faria, déjame que recuerde cual de todas era la caja que había preparado para ti... ¡Ah! Sí...-

Desapareció por un pasillo lleno de cajas por ambos lados para volver a los 2 minutos, con dos bonitas cajas en sus manos.

-Me estoy volviendo viejo señorita Idahoe, espero que me perdone el no recordar con exactitud cual de estas dos varitas puede ser la suya...-

Abres las dos cajas y te encuentras con estas dos varitas :