Partida Rol por web

Tuvo que hacer un esfuerzo consciente en aguantar la risa ante los problemillas de uno de los chicos para dar con la correcta. En su caso estos se habían dado después, no en la misma tienda, ni mucho menos de ese tipo… Pero estaba sabido que no siempre era algo perfecto. Tenía mucho que ver con la armonía y el control del mago, la forma en que su potencial se expresara, y no siempre se hallaba el balance a la primera. Por suerte al final, parecía otro cliente satisfecho de Olivanders.

Casi no se atrevía a mirar a la chica ni al auror más que a hurtadillas, después de su desliz. Pero el hombre estaba serio y pensativo, se notaba que otra cosa rondaba su cabeza, por ende lo dejaba pasar. Lo mismo ocurría con ella, algo de agradecer, aunque tenía mucho mejor humor… Un suspiro largo, profundo, muy sentido, se escapó entre los labios de Luke. Esto era mucho más difícil que la magia, tal como había esperado. Por eso casi pego un respingo cuando le recordó la propuesta que había hecho el señor Blanchett más temprano. Lo había tomado como una mera cortesía, no algo enserio…

-Esto… +parpadeo, sintiendo que la temperatura de la tienda había subido unos cuantos grados. O más bien la de él.+… si… si quieren… pero no, no sé dónde este…

*Calma. Relájate. Como si fuera una señora. Piénsalo así. Como hablar a una señora pequeña. +se animó mentalmente, volviendo a tomar aire antes de hablar en un tono menos nervioso, de hecho algo formal, fácil de mantener mientras no la mirase a los ojitos...

-… perdón, digo que estaría encantado, si no molesto,… pero no sé dónde queda vuestra casa...

Eric Young iba de la mano de su madre, Cathy Young. Bueno, no iba de la mano, iba tirando de ella más bien. Cuando llegaron al Callejón Diagón e introdujeron la combinación de golpes, la puerta se abrió por arte de magia y ambos abrieron la boca con incredulidad de una forma que cualquiera que estuviera viendo calificaría de cómica.

No se podían creer lo que veían. Todo ahí era nuevo para ellos y pronto el entusiasmo de Eric no tuvo nada que envidiar al de Cathy. Madre e hijo corrían de un lado para otro sin pararse a ver si la gente los miraba o si no. Se paraban en cada escaparate y pegaban sus rostros al frío cristal en cada tienda.

Siguieron así hasta que llegaron a la tienda de animales. Estuvieron varios minutos fuera de la tienda, viendo los animales, esta vez algo más apenados. Admiraron aquellos animales. Algunos majestuosos, otros escurridizos y otros adorables. Sin embargo, les habría gustado que todas aquellas lechuzas pudieran volar libres.

Un gato llamó la atención de Eric. Estaba enjaulado y parecía mirar a Eric muy fíjamente, como queriendo decirle algo. Miró a su madre con rostro de súplica, al fin y al cabo era un gato y podría dejarlo suelto por el castillo. Seguro que era más feliz que en aquella jaula. Porfaaaaaa.

La madre del niño, que era bastante joven, se resignó y ambos entraron a la tienda.

Tras el espectáculo del caramelo, decidí marcharme del establecimiento. Dejé el dinero correspondiente por la varita y me despedí del señor Ollivander mientras aferraba mi varita con entusiasmo.

-Ha sido un placer, señor. Perdone por el cristal... Y por el jarrón.- Dije algo avergonzado. Luego sonreí al resto de chicos y a la chica de la sala y me despedí con una sonrisa.- Me llamo Johan McArthur, encantado y... Bueno, yo voy a la tienda de animales. Os veré en Hogwarts. O en el tren. ¡Un placer!

Sabía cual sería el siguiente paso en mi aprovisionamiento de materiales. Una mascota. Habia visto una que me atraía poderosamente la atención. Quería una lechuza y sabiendo lo útiles que podían llegar a ser estaba deseando poder conseguir una.

Sí. Te acompaño. Estoy muy feliz por lo que acabas de hacer. Un corazón honesto, con lágrimas que se duelen por otros seres vivos, adolorido por los prisioneros y amistoso, siempre recibirá la buena voluntad de los demás. También la mía.

Veo con satisfacción el sublime vuelo del animal y me identifico con él. Imagino mis alas surcando los cielos a la vista de todos, sin la condena del suelo; con los párpados que se cierran al impetu de los vientos. Alguna corriente habrá de soportar el peso mientras las plumas se deslizan cómodas con su territorio como una caricia, y las nubes como destino. Incluso más allá, donde el sol no puede ser oculto, donde brilla para todos en su majestuosa órbita que habrá de volver algún día. O de noche, donde el frío pugna con la piel para no congelar al viajero alado.

Levanto mis dos manos con los dedos bien extendidos, mientras camino un poco por allí y acá buscando una ligera corriente que me refresque.

Soy Sipgua Nidofiero. Mira, levanta tus manos, te voy a enseñar. Un resplandor pasa como un dulce beso que rosa con delicadeza la punta de mis dedos. Inhalo con profundidad su espíritu, al que iría si pudiera. Siente lo que siente tu amigo, porque él volverá, lo sé, lo veo. Lo hará si eres capaz de sentir lo que él siente. Sé libre con él, siente los espíritus que soplan y que te harían volar si tuvieses alas.

Empiezo a correr por todos lados a pesar de la multitud, siguiendo la bella corriente que nos consiente con su presencia. Pero no lo quiero hacer sólo. ¡William, ven! ¡Sígueme!

No cierro los ojos por prudencia, pero vuelo. La gente no es gente, sino montes enormes que se interponen en mi camino. Pero yo vuelo sobre ellos. JAJAJAJAJAJA, ¡VEN, VEN!

Vuelo alrededor de él. Mira, mira que no son inutiles las aves. Incluso yo que no tengo alas soy útil para divertirse un poco. Juega, juega, juega conmigo. ¡Ven!

Más tarde vamos a la estación. Primero aprende a volar. Jejejejejejejejeje.

Mi rostro resplandece en medio de todo, de mi ferocidad. Soy un poco más grande que otros nños, quizás algo intimidante, pero ahora mismo vuelo. No como un cazador, sólo vuelo para jugar.

Mira, mira... otra ave.

Salto alrededor de otro niño que lleva cosas como William. Mis manos están extendidas como un pájaro, y salto. Juguemos, juguemos. ¿Tú también vas a la estación Flú?

Así todo es natural, todo fluye. No hay espacios a la razón, sólo al instinto. Jugamos para crecer fuertes, para ser atentos, para conocer las verdades místicas. Jugamos para buscar en nosotros la verdad que yace oculta en la naturaleza de nuestra mortandad. La magia empieza con nuestra vida misma que se sustenta, ahora mismo, sólo un hilo de aire, de juego, de devoción por los cielos.

La lechuza por los cielos entenderá. Verá cuán similares somos a pesar de nuestras diferencias. Los animales son inteligentes, se acercan al corazón honesto, al que no se oculta, al que es capaz de ser como él sin alas.

Vuelco mis ojos sobre la lechuza que ha dejado ir William. Él nos ve, está curioso.

Del juego de otros niños dependerá que venga o no a nosotros a jugar. Somos como polluelos del mismo nido, ven amigo.

- Madre mía, qué peligro tiene este chaval.. Y el caso es que se le ve genuínamente feliz, ahí, correteando con los brazos p' arriba y p' abajo..

Me río un buen rato, viendo cómo la lía. Su felicidad me parece muy contagiosa y, por un momento, estoy apunto de unirme a la fiesta.

- ¡Sipgua, eh, eh! - ¡Menudo torbellino! ¡A este lo enchufan a un poste y ilumina una ciudad de tamaño medio! - Para, hombre, que vas a salir volando y ya verás tus padres..

- Mirad, yo tengo que ir a casa, a dejar todo esto - digo señalando el carrito de la compra. - ¡Si quereis, os invito, merendamos algo y luego salimos un rato al parque a jugar, o a apuntar a cosas con las varitas, o a aprender a salir volando como lechuzas, si Sipgua nos explica como! ¿Hace? ¿Teneis polvos Flú? - digo sacando una cajita metálica. - Creo que llegará para todos.

Miro, a traves de mis enormes gafas, a Sipgua y al chaval pelirrojo a la espera de una respuesta.

Voy a hacer una tirada de carisma + trato con animales a ver si la lechuza viene a mi brazo. Si me dices que surte efecto, lo interpreto. :)

La pongo a dif 6 por defecto, pero quizá esté entrenada de antes; no sé.

se me olvidaba tienes afinidad con las aves, así que tu dificultad se reduce en muuuuucho... Si, se posa sobre tu brazo al llamarla.

Nada más entrar en la tienda miré asombrado el espectáculo que había dentro. Por lo visto un niño salvaje se había metido dentro y la estaba liando parda y un chico mas sensato y con unas gafas inmensas trataba de calmarlo.

-Ehhhh ¿Buenos días?- Cargaba con los libros recién comprados envueltos amorosamente en un petate, pero al ver volar los animales decidí dejarlos en el suelo y cubrirlos con una manta raída que estaba en el suelo abandonada. El mas calmado parecía haberme echo una proposición tentadora hasta que menciono los polvos Flu. Invento del diablo.- Ehhh te lo agradezco, pero mis padres están en la heladería y no puedo retrasarme mucho, además de que los polvos Flu me dejan la tripa echa un circo, y no creo que queráis ver eso...

Lentamente fui mirando la gran diversidad de animales que había en el lugar: Sapos, culebras, gatos, lechuzas y mas muchos mas. Entonces uno me devolvió el vistazo. Un búho, grande y de color pardo me miraba fijamente, esperando a ver mi reacción ante la increíble situación que estaba montada. Sin dudarlo me acerqué y le acaricié la cabeza con el dorso de la mano, a lo que respondió con un arrullo.

-Decidido. Me llevo a Arquímedes.- Dije mirando al dependiente e ignorando por completo el antiguo nombre que poseyera el majestuoso animal. Solo conocía el nombre de un buho marrón y me gustaba. Sonaba muy clásico.

Al agitar su varita, Adam no nota nada de nada, ni siquiera una chispa, un calambre, polvos, nada... pasa un buen rato en el cual el señor Olivander parece estar esperando a ver que ocurre mientras también atiende a los demás. Parece un hombre aplicado en su trabajo... Entonces las luces empiezan a parpadear y de la varita de Adam surge un hilillo de plata fina que asciende retorciéndose formando espirales en el aire, bellísimo...

-Vaya vaya vaya... Con que sí eh?... Esta varita es algo... especial... ten cuidado con ella, pues no posee ningún órgano, ni ninguna parte corpórea de nadie si no que.... esta varita contiene parte de un alma... exactamente el fino hilo separado de los miles que puede poseer un alma.. el hilo de la humildad...cuídala bien, igual que ella te cuidará a ti... en cuanto tu corazón se corrompa dejando la humildad de lado, la varita dejará de responder ante ti... ten sumo cuidado, pues son las varitas quienes os eligen, no vosotros a ellas...-

Dicho esto se dirigió a Cristopher quien esperaba la historia de su varita.

-Tu, querido muchacho, tienes una varita que ha estado en esta tienda desde hace mas de cien años esperando un dueño, y es una varita cambiante... ¿Qué quiero decir con esto?... Que tiene vida corpóreamente propia, y cambia de color y forma según tu estado de ánimo...Verás...Si estás excitado, contento y feliz por cualquier situación, tendrá el color que tiene ahora, el de tus ojos. Si estás tranquilo, tendrá el color blanco de la pureza y se hará mas fina siendo mas liviana y manejable.-

-Si estás enfadado y tu corazón está colérico, se tornará pequeña pero pesada como el plomo, rígida y poco manejable, de un color negruzco.-

Adam miraba la varita que tenia en esos momentos en sus manos y luego escucho atentamente al señor Ollivander, todavia no lo podia creer esa varita era muy especial como el, se emociono al saber de donde venia y como debia utilizarla... Esperaba nunca ser corrompido asi podia utilizarla siempre.

- Muchas gracias señor la utilizare bien, pues ahora viene el momento de pagar. Creo que es esta moneda y estas otras.

Luego se da vuelta para ver a los demas muchachos los cuales estaban dentro de la tienda y hablaban mucho sobre irse a comer a la casa de una y cosas que no le importaba, los mira a todos y sonrie no queria empezar mal y menos con compañeros que podian estar en su curso.

- Espero verlos en Hogwarts, un gusto soy Adam bueno nos vemos en el tren hasta la proxima.

Dicho esto comienza a irse cuando ve a su amigo Hagrid por la ventana llevandole algo en las manos, una jaula con el ave mas hermosa que podia tener. El le señalaba a su nueva amiga mientras mostraba una sonrisa de lado a lado.

- Para ti Adam decia Hagrid por tu cumpleaños.

Luego de esto comence a irme era hora de volver con Hagrid hasta que empezara el año lectivo y comenzara con esta magia esperaba que fuera mejor que el horfanato.

-nos vemos en la escuela - Los chicos se presentaban pero no le daban tiempo a Alma para decir su nombre, la chica apenas podía hacer un movimiento de cabeza  y decirles en ese gesto "genial, nos veremos". Alma soltó un suspiro y esperó que su padre volviera con ellos, mientras tanto, el viejo artesano seguía dándole las varitas a los chicos que faltaban, pero Alma se da cuenta de algo, que su padre aparta por unos instantes a Ollivander e intercambian unas palabras. La joven se encogió de hombros e intentó recordar los nombres de los chicos,  pero definitivamente no lo haría, esperaba que en la escuela pueda realmente recordarlos.

- eh.. pero claro, Luke, mi papá te ha invitado, y ahora nos juntaremos con mi mamá, y de ahí iremos a comer, aunque - se le acerca un poco - aunque podemos ver si vamos a comer afuera - se muerde la punta de la lengua y mira al resto de los chicos que estaban, ya casi todos se habían ido, Alphonse aparece y pone su mano en el hombro de Alma y le dice que ya podían irse.

-  nos vemos, gracias - exclamó Alma despidiéndose de los presentes, moviendo su manito y yendo hacia la puerta abriéndola, y saliendo dando un salto desde el peldaño a la calle, la campana marcaba su salida, y Alma se giró para ver salir a Luke y a su padre, adentro quedaban más chicos, ella levantó su mano y con una hermosa sonrisa, se despidió de él, moviendo su manito.

Al igual que Alma, se despidió de los otros chicos con un cabeceo cordial, puesto que quien sabe en qué circunstancias se encontrarían después. Tenía entendido que Hogwarts era inmenso, y todavía no sabía siquiera a que casa iría con certeza. Quien sabe si serian sus compañeros o solo esa vez se verían… La diferencia estaba en la chica que tenia enfrente. Todavía evitando un tanto su mirada, respondió.

-Mucho mejor entonces…+en un tono que esperaba no expresara un muy evidente alivio.+-… estaría bien conocer lugares así, para venir los días de descanso. Aun no llegaba a esa parte.

Siguió tras ella y el señor Blanchett fuera de Olivander’s, (hombre al cual también despidió agitando su mano suavemente), algo más relajado. En la calle movió los hombros hacia atrás, para librarse de la presión que sentía por interrumpir el momento de los demás. La brisa del callejón Diagon le despeinaba un poco, pero también aliviaba su nerviosismo. Dejo que le llenara los pulmones, respirando correctamente por la nariz como solía practicar. 1, 2, 3… retener 1, 2… exhalar por los labios 1, 2, 3… una pequeña parte de los ejercicios habituales. Había mil aromas flotando en el ambiente. Era tentador dejarse guiar por alguno de los más fuertes hacia una fuente de comida, pero quien sabe si el auror ya tenía planeado algo.

Seguía sintiéndose un extraño, pero al menos un extraño invitado. Y también debía admitir que estaba algo intrigado por las insinuaciones que escuchara en la tienda. ¿Cómo sería el resto de la familia? Curioso cómo era, se colocó junto a Alma ni bien tuvo espacio, interrogándola suavemente al respecto.

-Por cierto, en la tienda oí que tienes hermanos… ¿También van a Hogwarts?

Empiezo a escuchar con alegría aunque algo confuso las explicaciones que William me da. 

¡Bueno! Casi que ni lo dejo terminar. Interrumpo enérgico, deseoso de conocer una casa. Los monumentos que se erigen para gloria de las familias, que cobija sus pieles de los fríos, el calor y del viento. ¿Para qué protegerse de ellos? Son besos nocturnos de una madre.

El otro ni se presenta, temeroso y ensimismado se agacha con su rabo, oculto entre las patas. Tengo la fiera intención de encararle al menos con los ojos, pero mi natural curiosidad altera de un segundo a otro mis emociones. Del origen del enojo a la sorpresa con tan sólo una pregunta.

¿Un polvo qué? Bueno, no sé, no tengo, pero me gustaría ir contigo. ¿Me enseñas? Bajo las manos, aterrizando a las tierras en mi mente, con el deseo de mostrarle algo al bueno de William. Yo te puedo enseñar lo que sé. 

Miro la lechuza que vuela por los aíres y le llamo con un sonido prudente pero agudo que se gesta en mi garganta cerrada. Inhalo primero el aire, lo retengo y luego lo impulso en mi garganta. Al final, el golpe glótico. ¿Lo ves? Me ve como uno de los suyos. Baja la lechuza majestuosa hasta nosotros, posándose sobre mi brazo, y luego en el carrito de mi nuevo amigo, mirándonos con sus enormes y aparentemente malhumorados ojos. 

TENLE RESPETO, y será un amigo fiel. Miro algo malhumorado al nuevo poseedor de Arquímedes con el rabillo del ojo. Pero vuelvo los ojos de nuevo sobre William.

Vamos sí quieres. Dale.

Reed veía como la tienda iba llenándose de gente, y luego vaciándose lentamente.

El esperaba, pues ya había terminado con el resto de las tareas, y aun no era el momento de volver con su padre.

Espero y espero, y cuando no quedara nadie, preguntaría de nuevo cual era la historia no contada de su varita. Pues le tenía francamente interesado.

Noto que la chica y el joven de pelo castaño ya eran buenos amigos, puesto que hablaban de ir a comer juntos.

Lo cierto es que el no conocía a casi ningún joven de su edad, pues su padre rara vez lo llevaba a Londres, y las veces que venían, siempre tenía que ver a gente del Ministerio pomposa y engominada, que no le solían causar buena impresión.

Se fue despidiendo de sus compañeros con la mano al salir, y seguía esperando su turno con una agradable sonrisa. 

No no, tranquilo, mañana por la mañana tendrás tu historia y tu respuesta ^^-

- Eso sí que tendrás que explicarme cómo lo haces. Si me pongo yo a emitir esos sonidos, va a parecer que imito a una gallina. -comento de camino a la estación. 

- Polvos Flú. Sirven para viajar por la red Flú, para ir de un sitio a otro. ¿No los conocías? - quizá sea hijo de muggles, y por eso no esté muy al día. O quizá no sea de por aquí . Sí, va a ser eso. 

La curiosidad me puede.

- ¿De dónde eres? ¿Eres hijo de muggles?

Mientras andamos, caigo en la cuenta de que Sipgua viaja muy ligero.

- ¿Ya tienes los libros y la varita y todo lo demás que piden en Hogwarts? 

Al llegar, caigo en la cuenta de que si no conoce los polvos Flú, es probable que no haya viajado nunca por la red. Aprovechando que el pelirrojo no ha querido venir, me podré permitir el lujo de darle un par de puñados, por si se pierde. ¿Hago que pase él primero o paso primero yo y doy ejemplo? 

- Ya verás, es fácil. Mira toda esta gente. Se meten en la chimenea, indican a la red dónde quieren ir, arrojan el polvo contra el suelo y aparecen donde han dicho. No tiene pérdida. Toma -digo mientras extraigo mi cajita metálica con polvos Flú - dos puñados, por si te pasas de parada.  Pasaré yo primero y te esperaré, porque si lo hacemos al revés, no podrás saber si has llegado donde querías o a otro lugar. Estate atento, Sipgua.

Me acerco a la chimenea.

- Cuando estés dentro, dices en voz alta y clara: ¡A casa de la familia Northingshire-Bigelow! ¿Lo tienes? ¡A casa de la familia Northingshire-Bigelow! -apostillo repitiendo la fórmula.

Meto el carrito con los cachibaches y el búho dentro de la chimenea, tomo el último puñado de polvos Flú con la mano derecha mientras me aseguro de que Sipgua sigue los pasos, enhebro el asa del carrito, cojo la jaula, respiro hondo, y arrojo los polvos al suelo después de haber recitado con voz solemne: ¡A casa de la familia Northingshire-Bigelow!

Una nube de polvo verde me engulle e instantáneamente, desaparezco para aparecer de nuevo en el comedor de mi casa.