Partida Rol por web

Siyara siguió a Marcus de cerca. La bienvenida había sido fría, como había esperado, pero tenía la sensación de que se trataba más de lógico recelo que no animosidad. Andaba con paso seguro, estudiando a sus nuevos hermanos disimuladamente.

Tanto el Viejo Lobo como Ulgmar parecían veteranos. Tenían ese aire marcial tan difícil de disimular. Kemdrael había ignorado su presencia hasta el momento y Hannah le había enviado un par de miradas con un mensaje bastante claro, aunque Siyara no tenía ninguna intención de robarle a los demás. De todos ellos, el que hasta ahora le parecía más abierto (para su sorpresa) era el simpático gigantón.

Sonrió para sus adentros, decidida a hacerse un hueco en el grupo y en cada uno de sus corazones. Si se lo permitían, claro.

Marcus se detuvo un momento y se volvió hacia Kurgan.

- Las garras?... Es posible, Kurgan. Pero las llevaré yo entre mi equipo y si realmente necesitamos tomar medidas tan expeditivas, te las entregaré. - Guardó silencio unos segundos mientras se rascaba la perilla plateada y empezaba a enarcar una ceja, negra al igual que el pelo,en el característico gesto que adopta cuando se le ocurre una idea que, generalmente, a alguien no le va a guastar. - Esperad, tengo que hablar con Niaklas... Por cierto, a Un-Ojo lo veremos después de comer. Antes os he dicho que debía ser ahora mismo, pero ha sido un error mío. El estado de Lebrás me preocupa, le veo demasiado agitado, y por eso me he precipitado. Antes comeremos, todos juntos, y podremos seguir hablando y conociéndonos.

Kemdrael había saludado a la elfa únicamente por mantener las formalidades. Era un miembro de la Guardia Negra y como tal se le suponía un respeto. Pero no había abierto la boca ni dismulado su gesto de desagrado ante la presencia de una Ilvashyn en el grupo. Otro motivo, pensó, para un cambio de unidad.

- Vayamos al pabellón entonces.- dijo sin mirar a la elfa mientras echaba su arco a la espalda - ¿Veis como yo tenía razón y pronto nos moveríamos?

- Ahora me reuniré con vosotros, voy a ver a Niaklas un momento. - Marcus se detuvo y deshizo el corto trecho hasta la tienda del herrero.

- Niaklas, es bastante posible que tengamos que salir hoy mismo, o quizás mañana al alba, y quería preguntarte si podrías hacer dos cosas para mí. La primera, y quizás mas importante, es sobre las garras de Kurgan. Cuando las utiliza se deja llevar y se transforma en una montaña andante de destrucción, puro instinto, sin conciencia alguna... Y es igual de peligroso para nosotros como para nuestros enemigos. Necesitaría, si puedes, que creases un juego de garras similares, pero mas pesadas, bastas y sin filo, para poder entrenar a Kurgan para que aprenda a controlarse. O, como sé que será prácticamente imposible con el poco tiempo que te doy, crear unas 'fundas'. Lo ves factible? - Marcus guardó silencio unos instantes antes de continuar - La segunda cosa es realmente una tontería, necesitaría un puñal o daga larga para poder llevar oculta en la caña de la bota, por si acaso.

Hannah se da cuenta de la expresión de Kemdrael al mirar a la elfa, y no puede evitar una media sonrisa de victoria. Se acerca hacia él con pasitos alegres, no tanto para encaminarse a donde se encuentra como para demostrar su afinidad con él.

¿Qué, chicos, comemos? Parece que será nuestra última comida tranquila. -luego va con su peculiar y provocativa forma de andar a sentarse al lado de la hoguera mientras busca algo de comer en su petate.

Sin dar señales de haber notado nada, Ulgmar asistió al encontronazo de sentimientos y recelos que se había desplegado en un momento.

Por un lado, el nerviosismo de Viejo Lobo, que, extrañamente, le había hecho mostrarse inseguro. Casi nunca mostraba una indecisión, pero el modo de actuar y de hablar de estos últimos minutos dejaba bien claro que tenía el pensamiento en otra parte... olvidar que la reunión con UnOjo era después de comer...? No parecía lógico en Marcus. Le vió marcharse de nuevo para hablar con el herrero, y Ulgmar se preguntó qué era lo que podía estar pasando como para producir tal trastorno en el veterano soldado.

Por otro lado, la actitud de Kemdrael hacia la recién llegada, su claro rechazo, y el brillo del reto en las pupilas de la pelirroja, hacían muy difícil la incorporación de la elfa arcana. Por suerte el animoso e impetuoso Kurgan había puesto sal a la insípida bienvenida.

Se acercó a la muchacha mientras unos y otros se separaban, cada uno a lo suyo.
Muchacha...? no te engañes, Ulgmar. Puede tener el doble de edad que tú...
Empezó a andar a su lado, con paso calmo, sin mirarla directamente.

-Ahí están las cocinas, ven, veamos qué tienen de comestible. Así que Siyara, eh? Y dime, ¿cómo una elfa Ilvashyn se ha hecho guerrera, miembro de la Guardia Marhis? Entiendo que seas arcana, debes dominar la magia, la lleváis en la sangre... pero no la guerra. ¿Qué te ha llevado hasta las Cumbres Negras...?

Ignorando a Ulgmar y la recién llegada Kemdrael decidió formar una alianza con Hannah. Sonriendo se acercó a la muchacha mostrando un vivo interés en el contenido de su bolsa:

- Es temprano pero nunca tarde para reponer fuerzas antes de una nueva expedición. Como bien dices es posible que no tengamos otra oportunidad de disfrutar de una comida tranquila.

Dicho lo cual se sentó en una piedra cercana. Tampoco a él le tranquilizaba la actitud de Marcus, si bien el jefe siempre estaba de un humor raro antes de una partida.

La cara de confusión de Kurgan no fue distinta de la de Viejo Lobo, cuando vio como sus compañeros se desintegraban en rupúsculos. Su mirada oscilo entre todos ellos, como si se trataran de un potro castigando sus articulaciones.

La herrería con el jefe era una tentación: siempre podía conseguir cosas más grandes y bonitas con las que abrir cabezas. Pero no, aquello no le traería nada bueno, cuando el herrero comenzara a sacar a relucir su cnversación previa. Además, no estaba bien pegar a nadie delante de un oficial.

Entonces se giró hacia Hannah y Kemdrael, que iban a comer algunas cosillas. Le gustaba la compañía de la pequeña, aunque el desapego del semielfo lo ponía un tanto nervioso. La cosa quedó bastante decidido cuando sacaron un minúsculo (a sus ojos y su quintal de rugiente estómago) paquetito de raciones para compartir.

No, iría con Ulgmar y la nueva. Una elfa, vaya; una de verdad. Merecía la pena ver qué tenía para contar. Además parecía más agradable que el mago; no es que no sintiera su pérdida, pero si a alguien del grupo tenía que querer menos, desde luego era él... ahora más "era" que nunca: no había manera de comprender ni lo que hacía, ni lo que decía, y él tampoco se interesaba lo más mínimo por las "dotes" de Kurgan; además sus esperimentos piro qu... lo que fuera, tendían a arruinar la kurganita. Ambos mantenían una distancia cordial que se había vuelto metafísicamente infinita tras la última misión.

Aun así, dos densos sabores se habían apoderado del ánimo del gigantón: uno amargo, de pérdida, que hacía que comenzaa a generar cierto sentimiento sobreprotector para con la nueva arcana; y uno agrio, de venganza, que le hacía desear que su siguiente misión fuera acabar con esos orcos de una vez por todas.

Con todo ello rondando su cabeza, el vi'gaar agarró su caldero de kurganita, le puso sonoramente el escudo encima y espetó:

-¡Ey, esperad! ¡Yo también tengo hambre!- mientras se dirigía detrás de los que iban hacia las cocinas.

Obviamente su olla iba a amargarle el almuerzo a más de uno, pero mas valia llegar al principio de la pitanza, para llevarse los cachos más grasientos.

-Toma aquí tienes el puñal. Esa es la parte facil. - dijo el alegre herrero mientras entregaba una buena daga a Marcus -. Respecto a esas fundas... mmmmm... déjame pensarlo, pero mucho me temo que eso no conseguiría gran cosa. Kurgan hace daño por su fuerza. Únicamente el impacto de esas garras, aunque bastas y sin filo, bastarían para matar a cualquiera. Creo que el enfoque debería ser diferente, si quieres que se entrene con ellas búscale mejor unas de madera, quizás así podríais aguantar sus golpes. Aunque... déjame pensarlo.

- De acuerdo, muchas gracias Niaklas. Si finalmente encuentras algo y aún estamos aquí, dímelo sin falta. Creo que aún me queda para poder rellenar otra petaca con algo de buen aguardiente enano... - Marcus asintió con la cabeza con una fugaz sonrisa en el rostro y, tras acomodarse el puñal en la caña de la bota izquierda, abandonó la tienda.

Al salir observó la pequeña división y optó por ir junto a Ulgmar, Kurgan y Siyara. Vio que se dirigían hacia las cocinas y que Kurgan trotaba rápidamente para alcanzar a los dos primeros sin soltar, como no, su apreciada kurganita. Marcus se hizo a la idea que esta última comida podría no ser todo lo tranquila que quisira si la kurganita entraba en las cocinas.

- Bueno, creo podré darte una sorpresa Kurgan - Medio sonrió alzando el rostro para mirar al enorme vi'gaar a los ojos. - Por cierto, no creo que fuese buena idea meter la kurganita dentro de las cocinas, Kurgan. No vaya a ser que con el ajetreo alguien tropiece con el caldero y lo vuelque y pierdas todo el trabajo que llevas hasta ahora. - Marcus hizo la proposición enmascarada con tacto y diplomacia para que todos pudiesen comer sin ahogarse en el peculiar olor de la kurganita.

-No hay mucho que contar -dijo la elfa-. La guerra no es algo que nos agrade, ojalá hubiera alguna otra forma de hacer frente a los orcos, pero a menudo todos nos vemos obligados a hacer cosas por el bien mayor. ¿No es cierto?

Se giró de repente al oir a Kurgan trotar hacia ellos (o quizás notó el temblor del suelo, era difícil asegurarlo) y le sonrió alegremente. El olor de la kurgonita era fuerte y penetrante, pero había olido cosas peores.

-¡Te esperamos! -le gritó y luego siguió hablandole a Ulgmar-. De todas formas, aunque me desagrade la idea de matar, incluso sabiendo que es cuestión de supervivencia, estoy segura de encontraréis mis habilidades muy útiles. ¿Que hay de vosotros? Veo que algunos no han aceptado bien mi presencia, o he olvidado el arte de leer rostros.

-¿Sorpresa? ¿Qué sorpresa?- pregunta Kurgan con interés confuso -Jefe, eh... - comienza Kurgan a objetar nervioso, mientras escucha el comentario de Marcus sobre la kurganita -Espere, señor.- dice el gigante, mientras avanza hasta una enorme piedra cercana.

Al llegar allí, el vi'gaar pone la olla al lado, coloca el escudo sobre ella, y luego arranca la roca del suelo y la coloca encima, hundiéndola ligeramente en la tierra por el peso. Para cuando acabó la burda maniobra, Borkarin ya se reunía con los otros dos, con una especie de sonrisa en su inexpresiva cara. Todos supieron que Kurgan estaba en camino hacia lo mismo, cuando comenzaron a sentir la sutil vibración del suelo acercándose. Cuando el ariete llegaba hasta ellos, respondió al último comentario de Siyara, que misteriosamente había escuchado mientras se acercaba, según parecía. Una vida en territorio enemigo había enseñado al gladiador el valor de unos sentidos alerta y dispuestos, y había pocas cosas que se le escaparan al grandullón, cuando se esforzaba en ello:

-Confío en que nunca sea tal cuestión de supervivencia matar como lo fue para mí... Siyara, ¿no?- comienza Kurgan con su rasposa y profunda voz de garganta herida -Te aseguro que lo que hacemos es un hobby con lo que podría ser. Además, qué demonios... ¡ellos se lo buscan! Verdad, ¿jefe?- zanja Kurgan -Por lo demás, no se lo tengas muy en cuenta a Cara-nena. Acostumbra a encontrar cualquier excusa para que el día con la panda no le guste. Se aburre rápido de las cosas... aunque en realidad tengo la sensación de que huye de algo. El problema es que es difícil huir de uno mismo...- deja perplejos Kurgan a los demás, con una profundidad que no esperaban en él.

Entonces se gira hacia Marcus y añade como si viniera a cuento:

-Por eso el jefe no le dará a él una sorpresa, sino al bueno de Kurgan, ¡¿eh?! ¡Venga, señor, dígame lo que es! Si no comeré nervioso y me sentará mal.- insiste el ariete algo alterado por la emoción.

Entonces el olor del estofado comienza a superar al de la kurganita sobre la piel del vi'gaar, y éste se vuelve de pronto, como si de un perro alerta se tratara. Sus enormes tripas rugen involuntariamente, cambia de lado a lado de expresión, y sus piernas comienzan a aumentar el paso, dejando al resto rezagado:

-Bueno, aunque, mejor coger la sorpresa con la panza llena. Así tendré menos preocupaciones, jejej...- aduce, tratando de empañar su glotonería -¡El último me da su plato!- añade mientras echa a correr ruidosamente.

Ante la mención de la elfa Kemdrael frunció el ceño. No iba a utilizar la infantil técnica de fingir que no oía:

- Nunca pensé que a un elfo le importase lo que piensan los demás sobre él. Mi trato con tu noble raza no ha pasado de sentir su desprecio y, por lo tanto, devuelvo la misma moneda. Oh, claro - atajó antes siquiera de que Siyara pudiera abrir la boca - tú eres distinta y te integras genial con otras razas inferiores. Sí, es lo que soléis hacer los elfos cuando estáis en desventaja numérica... Pero bienvenida al grupo.- añadió con toda la mala sangre que se le podía poner a unas frase.

Una vez mas Marcus observo el rápido discurrir, tanto de palabras como de actos, del que ocasionalmente hacía gala Kurgan. Intentó hablar en un par de ocasiones pero, o bien Kurgan siguió hablando o quedo pillado por sorpresa por el arrebato filosófico del vi'gaar.

Aunque Marcus sabía que el resto de su patrulla le había visto, aprovechó la marchar de Kurgan para pasar a un discreto segundo plano cuando escuchó el dardo envenenado de Kemdrael. Marcus aprovechó para comprobar la reacción de Siyara ante tales palabras. Escuchaba, pero por el momento no tenía intención de intervenir.

Adoptó la postura estática que siempre tomaba cuando estudiaba algún curso de acción, plan o dificultad. Con la mirada abarcaba a ambos, sin necesidad de mover la cabeza.

Siyara se sorprendió cuando oyó hablar al semielfo. No había imaginado que tuviera el oído tan fino y, en cierto modo, entendía la respuesta airada.

-Veo que tienes las ideas muy claras, Kemdrael -repuso-. No las comparto, pero puesto que tampoco voy a poder convencerte de lo contrario con palabras esperaré hasta que los hechos te hagan cambiar esa opinión sobre mi. Estoy aquí por voluntad propia, conozco mis obligaciones y se los riesgos que existen.

-Oh, vamos, Kemdrael. Todos sabemos que Kurgan ha dado en el blanco, eh? No puedes luchar contra tí mismo, huir de tí mismo, ¿verdad? Porque, después de todo, la sangre élfica corre por tus venas. No se puede renunciar a lo que se es. -Sacudió la cabeza, enfatizando.- No, te guste o no, me guste o no, ambos llevamos encima la herencia de esa sangre...

Calló, y volvió a sumirse en sus recuerdos, o en sus sensaciones. Quizá analizaba su propia herencia, quizá su propia lucha. Su marcha se hizo más lenta, y su rostro se ensombreció.

Pero pronto el temblor del suelo a la carrera del vi'gaar hacia las cocinas le sacó de su esimismamiento. Levantó los ojos del suelo, donde había dirigido su mirada, y la posó esta vez en la elfa que andaba a su lado. Se giró de nuevo hacia el otro semielfo y la pelirroja. No sonrió, casi nunca lo hacía, pero mostró lo que era su expresión más amistosa.

-Veniros, vamos todos a darnos una comida como mandan los dioses. Demos la bienvenida a Siyara, que sepa que a pesar de las apariencias sabemos ser afectuosos. Y hablemos ante una mesa bien puesta acerca de lo que Viejo Lobo quiera contarnos, supongo que la sorpresa que tiene para Kurgan nos concierne a todos de algún modo. ¿Me equivoco, jefe...?

Kemdrael lanza un bufido al escuchar la mención de su sangre élfica, pero su voz es contenida al responder:

- No tengo la culpa de los deslices de mi madre... Precisamente porque sé cual esa herencia la puedo aborrecer con más razón.- escupe en el suelo - Mientras estemos de patrulla para mi eres un Guardia Negro, Siyara, no te preocupes. Pero pasada la patrulla no dejas de ser una elfa. El lobo no es más manso por poner piel de cordero.

Al levantarse mira hacia el cielo.

- Finalmente lloverá.- luego mira al grupo - He comido suficiente y no es bueno tener el estómago lleno para una marcha. Practicaré con mi arco mientras no nos movamos, si es que a los demás no os molesta.

Dicho lo cual, sin esperar respuesta, se dirige hacia la espesura nuevamente.