Capítulo III

"Recuerda que todo esto empezó con un ratón"

Habéis tenido un mes absolutamente frenético. Los problemas tanto personales como laborales os han acosado incansablemente; y no sólo eso: ahora parece que sois lo que os dedicáis a resolver los problemas del pueblo. ¿Cuándo ha pasado eso? ¿Cómo? Y lo peor de todo, ¿por qué?

Sin embargo, cuanto más descubrís del pueblo donde lleváis viviendo toda la vida, menos os gusta: la inoperancia de la policía, la corruptela de los artos cargos del juzgado, la pasividad de la alcaldesa... parece que si el pueblo recurre a vosotros es porque no tiene nadie más en quien confiar.

Todavía os falta un ingrediente para terminar el espejo que os encargó el juez Florit: las manos de plata.

Mientras, Panna va a ser deportada sin piedad por ese mismo juez, corrupto y sin escrúpulos, bajo una falsa acusación de tráfico de drogas.

Hoy es 30 de junio, viernes. Y parece que ha llegado una especie de ola de frío al pueblo.

Suena el despertador a las siete de la mañana, como siempre. 

Y como siempre, te sobresalta el olor a quemado procedente de la cocina. Escuchas a Anika trastear por los armarios. Desde que te concedieron su custodia, ha estado como aletargada y triste. No habéis conseguido poneros en contacto con su hermana, pero ayer llegó una empresa de mudanzas con cajas y cajas de contenido personal de la chiquilla. Fue un duro golpe para ella, pues hasta ese momento parecía guardar la esperanza de que, al final, todo se resolviera.

Te desperezas, y de pronto, hay algo que te activa las alarmas. Anika no está hablando consigo misma, como suele ser lo habitual a estas horas, está hablando con alguien. En susurros...

Y una voz masculina le contesta. 

Son las siete de la mañana, y afortunadamente hoy no tienes guardia en la central de Bomberos, así que aunque te despiertas por la fuerza de la costumbre, decides remolonear un poco en la cama, cerrar los ojos de nuevo y dormir. Sin embargo, el sonido del móvil te despega esa humilde ilusión. Es un mensaje de whatsapp.

Aún sigues preocupada por aquel hombre inconsciente que dejaste en el hospital. Tenía heridas de disparo de escopeta clarísimas, y también zarpazos de algún animal grande, probablemente un oso, ya cicatrizadas. 

Sabes que las únicas escopetas que hay en el pueblo las tenéis tú y los miembros del club de caza. Y la policía parece estar demasiado ocupada siguiendo largos protocolos burocráticos como para ponerse las pilas respecto a nada.

Tu mujer te ha echado de casa por vender una de sus conchas favoritas. Se trataba de un especimen muy raro, pero aun así su reacción no dejó de sorprenderte, ¿tanta historia sólo por una concha? ¿Qué mosca le habrá picado?

Especialmente recuerdas que no dejó de preguntarte si hiciste algo con ella, pero tú sólo se la entregaste al joyero.

Son las siete de la mañana, y te desperezas en el almacén donde guardas tu barco. Ahora es cuando empiezas a echar de menos a Joe, el cabrón se la estará metiendo a la mulatilla cachonda mientras tú te tienes que duchar con una manguera de agua fría. Encima últimamente hace un frío de pelotas, especialmente para ser junio.

Me quedo intrigado. Miro mi móvil y me maldigo por no haber puesto la alarma para ir a correr.
Últimamente había perdido la costumbre de salir a correr, y es algo que no solo me mantiene en forma, me ayuda a pensar, a poner en orden algunas cosas.

Me incorporo lentamente con una ceja arqueada al escuchar la voz. Voy descalzo y sólo llevo un pantalón de algodón, no duermo cómodo con nada más, y me doy cuenta que han bajado las temperaturas por lo mucho que me estaba tapando. Trato de afinar el oído para escuchar la voz y tratar de reconocerla. Me parece increíble que no me haya despertado si hubiesen llamado al timbre, por lo que Anika le debe haber dejado entrar sin llamar.

Me deslizo todo lo sigiloso que puedo (por suerte voy descalzo) hasta la puerta entreabierta de mi habitación y escucho con toda la concentración de la que soy capaz para saber quién es y de qué hablan.

-Calla, que te va a oir.

Escuchas que Anika se ríe. Cuchicheos.

-Deberías irte ya, antes de que se despierte. 

-O deberías aprovechar y presentármelo como es debido. Sólo nos hemos visto de pasada algunas veces -el chico alza un poquito más el tono de voz, como si quisiera provocarla. Ella le chista- ¿Qué? Si dices que es tan enrollado, no le importará que haya pasado la noche aquí contigo. No es tu padre. Sois más como compañeros de piso.

Y si le molesta... bueno, puedes pasar la noche en mi casa. A mis hermanos no les importará.

Dios, no puedo creer que ya esté trayéndose tíos a escondidas a casa.
Me froto la cara con una mano e inspiro profundamente. No soy su padre ni puedo escandalizarme. Que yo fuese un mojigato no significa que a su edad otros chicos de mi generación no hiciesen las mismas cosas.

Dejo que el cabreo inicial se diluya y le dejo tiempo para que pueda sacarlo sin ponerla en una situación vergonzosa.

Una vez escucho la puerta cerrarse enciendo la luz y hago ruido mientras entro al baño a lavarme la cara, dejando claro que ya estoy despierto.

Salgo con la cabeza mojada y secándome con una toalla.

- Buenos días pelirroja. ¡Que madrugadora! - me dirijo a la cocina a servirme un buen café con leche.

Inconscientemente un pensamiento atraviesa mi mente.
Las manos de plata...

mis ojos se deslizan sin querer hacia la tabla de madera donde están escondidas. Puse la pata de una mesa encima de la madera, pero de repente me obsesiona pensar que alguien pueda entrar en secreto para robarlas.

Bueno, eso es absurdo, yo he tardado casi 15 años en descubrir ese escondite.

La pata de la mesa está donde la dejaste, sobre la tabla suelta del suelo. Por su parte, Anika se sonroja ante tus palabras. Su cara es como un libro abierto, pero trata de disimular mientras termina de servir unas tortitas un poco quemadas sobre un plato. 

-Buenos días -responde, avanzando animadamente hacia la mesa con el plato y un vaso de leche en la mano- ¿qué tal has dormido? Yo he dormido superbien. Bueno, mi habitación sigue siendo un desastre, y dicen que eso va fatal para el... ¿cómo se llama? ¿El wan-ton? ¿El Shi-zu? Lo que sea. Tú me entiendes. Pero es que no me acostumbro a tener que recogerla yo. Ya sabes que en mi casa teníamos a un par de personas que nos venían a limpiar de vez en cuando. Pero claro, ahora ya no. Bueno, desde hace tiempo que no. Desde que mis padres desaparecieron.

Una sombra de tristeza le cruza el rostro, pero trata de sonreír.

-¿Tienes que trabajar hoy? Te has levantado supertarde. Seguro que no te da tiempo de salir a correr. Últimamente no estás nunca en casa, ¿vas a venir a comer hoy? ¿Vendrás a dormir? ¿Tienes guardia esta noche?

Pego un sorbo a mi taza de café caliente y me reconforta la garganta.

- Es feng shui, Anika, y debería ser la menor de tus preocupaciones.
Y sí he dormido mal, pero lo suficientemente profundo para no enterarme de que has metido a tu novio a escondidas en casa.

Reviso mi móvil mientras pego un mordisco a una tortita. Busco mensajes de las enfermeras de guardia por saber si ha habido algún cambio en ele estado de mamá. Nunca hay nada, pero no puedo evitar mirarlo cada mañana.

- No te sonrojes... no pasa nada. - le señalo con un dedo - pero quiero que me cuentes todo sobre él y vayas con cuidado. No quiero que te hagan daño ni tampoco que te despistes con tus estudios. He estado mirando el tema de las becas, y creo que si mantienes la media como hasta ahora podemos solicitar una.

Pongo las noticias y apuro mi café. Miro el reloj de la cocina y calculo que apenas me va a dar tiempo a una ducha rápida y volar hasta el hospital.

- Hoy sólo trabajo de día, así que comeré y cenaré en casa. No me da tiempo ni a hacer unas miserables flexiones, voy a darme una ducha rápida y a ir al hospital. ¿te llevo a clase? - pregunto mientras enjuago la taza y mastico con avidez la última parte de la tortita.

El leve sonrojo de la chica se convierte en todo un incendio facial, mientras se atraganta con las tortitas.

Pero quiero que me cuentes todo sobre él y vayas con cuidado. No quiero que te hagan daño ni tampoco que te despistes con tus estudios. He estado mirando el tema de las becas, y creo que si mantienes la media como hasta ahora podemos solicitar una.

-No me voy a despistar con mis estudios, Enzo. Klaus es... es muy bueno conmigo y siempre me ayuda y me deja mi espacio, ¿sabes? No es como esos chicos que están todo el día encima de ti. O sea, no encima literalmente. Ya me entiendes -el sonrojo se vuelve más violento- Y no es que lo haya metido a escondidas. O sea, vino, y tú ya estabas durmiendo, y me supo mal despertarte y... y... no es que haya dormido aquí -se apresura a mentir- O sea, ¿te parecería mal? 

Me río y me limpio la boca con una servilleta.

- Mira Anika, no soy idiota. Puede que esté un poco chapado a la antigua, pero sé lo que es ser joven y enamorarse. Si quieres estar con él lo vas a hacer diga lo que yo diga, así que prefiero que estes segura en casa a que pases la noche por ahí en una furgoneta.

La vida no te ha tratado bien, pero creo que ya eres mayorcita y empiezas a ser responsable. Confío en ti.
Tú solo estudia y ... no me hagas darte la charla de hermano mayor sobre "ya sabes qué". Seguramente a estas alturas sabrás tú más que yo sobre sexo.

Voy a ducharme y al trabajo. Siempre tarde, siempre tarde.

Mientras, en la televisión, la presentadora y periodista Regina Hart copa todo el espacio del noticiero. Más que un informativo, parece un show televisivo, pero es la única cadena que cubre noticias locales. Por otro lado, ella es la directora del único periódico del pueblo, el Yarnfable Heart, que parece más interesado en noticias de la prensa rosa que en algo más serio. La prensa en este pueblo es amarillismo puro.

-[...] Parece que el pequeño Burantino Legno se recupera sin heridas en el hospital, donde ya está acostumbrado a pasar mucho tiempo debido a su condición. Por otro lado, la aseguradora declara que no cubrirá los daños de la casa del señor Legno, debido a que las causas del incendio son aún misteriosas. Parece que el mecánico ha querido defraudar a su seguro, -la presentadora mira intensamente hacia la cámara, mientras esboza una sonrisa retorcida- ¿qué clase de padre pondría en peligro la vida de su hijo sólo para ganar unos cochinos euros? Juzguenlo ustedes.

Por otra parte, la previsión del tiempo nos avisa de que van a bajar las temperaturas durante un largo período de tiempo. Si pensaban ir a pasar el día a la playa, será mejor que lo aplacen.

Me detengo y subo el volumen del televisor con gesto preocupado.

- Vaya... conozco al señor Burantino Legno. No puedo creerlo.
Debo irme al trabajo de inmediato, quizá aun pueda ayudar de alguna manera. Espero que pueda hablar con él.

Me dirijo a mi habitación y abro el agua caliente de la ducha.

- Necesito irme pronto, ¿vale? ¿Puedes ir al instituto por tu cuenta Anika?

Me doy una ducha lo más rápido posible, me visto para ir a trabajar y salgo de casa cerrando bien con llave. Subo en mi coche y conduzco lo más rápidamente posible hacia el hospital.

El hospital de Yarnfable, el 1901, es un hospital que resalta increíblemente con los alrededores. Situado en el barrio de las artes y oficios, se alza imponente con su arquitectura contemporánea que demuestra que no sólo está a la vanguardia en ingeniería sino también en recursos y personal. 
Como cualquier hospital, consta de una zona de urgencias, UCI, un pabellón infantil, maternidad, consultas externas y un ala de psiquiatría. 

Me levanto pronto por la mañana, llevo días durmiendo mal, no me siento bien con todo lo que está sucediendo en la ciudad y parece que nadie hace nada. Maldita sea. Tras preparar el desayuno a mi padre y pasear a los cachorros cojo la furgnoeta para ir a la ciudad.

Me recojo el pelo en una coleta me pongo un poco de colorete y me marcho.

Voy al hospital.

El hospital de Yarnfable, el 1901, es un hospital que resalta increíblemente con los alrededores. Situado en el barrio de las artes y oficios, se alza imponente con su arquitectura contemporánea que demuestra que no sólo está a la vanguardia en ingeniería sino también en recursos y personal. 
Como cualquier hospital, consta de una zona de urgencias, UCI, un pabellón infantil, maternidad, consultas externas y un ala de psiquiatría. 

Un mensaje de texto os llega a las 08:00 de la mañana: Phil Kingsman, uno de los bomberos del pueblo, y último héroe de la ciudad.