Partida Rol por web

Jack abrió la marcha con su estruendosa moto seguida de la caravana. A medida que tomáis las carreteras y los desvíos que llevan a Storrs, Throuman le comenta a Roberto que la Universidad de Connecticut se encuentra ahí y que toda la ciudad es un gigantesco campus donde diez mil personas viven durante todo el año escolar. Como estais en agosto es posible que, si se halla fuera de peligro, la población será mucho menor. Durante el trayecto, que os lleva unos veinticinco minutos, podéis ver que muchos coches se encuentran embarrancados en el arcén como si alguien estuviera despejando las carreteras.

La ciudad está rodeada en tres cuartas partes por el bosque de Uconn y tras una alameda de frondosos árboles aparecen los primeros edificios de ladrillo que señalan el comienzo de Storrs. Un cartel de madera recientemente colocado os llama la atención. Pone: "Este lugar ha sido evacuado por orden del ejército de los Estados Unidos de America" Pero alguien lo ha tachado con spray rojo escribiendo encima: "Bienvenidos al Infierno" y debajo, como una broma, pone: "no deje de oír la WHUS"

A la carretera que se alejaba de la cabaña, bueno, definir esto como carretera es ser muy optimista, no le faltaban baches y otros pequeños obstáculos. Roberto maniobraba el pesado vehículo con la destreza de la experiencia, pero aún así Throuman tubo que agarrarse bien fuerte a todo apoyo posible.

¡Ey, Roberto! no quería que el italiano perdiera demasiado la concentración en el camino, pero dada la naturaleza de la excursión, era buena idea echar mano a todo lo que tenían- ¿hay un radio en la caravana? cuando salgamos del bosque me gustaría comprobar si hay alguna emisora estatal que funcione

si es que queda alguien en vida ahí fuera

Throuman no pudo reprimir una sonrisa de oreja a oreja...
-Vaya, vaya... esto se pone interesante, ¿os viene de gusto escuchar la radio?
Comprobó su arma y le quitó el seguro
-Lo de infierno... ¿qué me decís? ¿gamberros humoristas? ¿o asaltadores sin escrúpulos?
espero que no tengamos que malgastar munición contra los vivos!

- ¿La radio? Aun estaba intentado averiguar que significaba aquel cartel. - Claro... claro... Mientras intentaba buscar una emisora en el aparato de la caravana.

Aquello de encontrar infierno escrito en un cartel, no era precisamente lo que sus glándulas sudoríparas necesitaban. Ya estaba bastante nervioso solo manteniendo el control del vehículo.

- Espero que el cartel signifique che si sono supervivientes... Una sonrisa nerviosa se dibujó en el rostro del italiano. Intentando mostrar una imagen serena a sus compañeros. Pero no parecía muy convincente.

- Meglio che continuemos... no se... hasta que demos con alguna clase de tiendo o algo... La verdad es que no le apetecía mucho salir de la caravana para pasear.

Jack mantuvo el motor de la Harley en marcha mientras escuchaba a sus compañeros a través de la ventanilla del vehículo.

Sea lo que sea que siga en pie no creo que nos reciba amistósamente, así que será mejor que ninguno de los dos baje de la caravana. Si te pasa algo Robert, dudo que Throuman pueda conducir este cacharro. Yo haré de recadero si os parece y así siempre tendremos una forma de salir por piernas si las cosas se ponen feas.

Hacia donde ahora?? preguntó tratando de parecer profesional mientras tragaba saliva.

- Bene, buena idea Jack. Se sintió mas aliviado al pensar en no tener que salir de la caravana.

- Sigamos conduciendo hasta que encontremos algún local comercial, ferretería, o que se yo… Si vemos algo sospechoso avisamos…

Mientras hablaba, giraba distraídamente el dial de la radio del vehiculo, en busaca de alguna emisora. Pero no tenía suerte. Parecía que no había ninguna señal.

- Te sigo Jack.

Mientras el convoy avanzaba lentamente, a Throuman se le hacía insoportable el silencio, sólamente roto por el rugir de dos motores. Abrió la ventanilla más cercana a él No tengo ganas de joderle los cristales a Roberto. Y examinó las desérticas calles, buscando indicios de actividad.

-Cuando encontremos una tienda deberemos ser aún más cautos. Si hay alguien con vida no le gustará que les saqueemos. No alzó la voz, pero fué perfectamente audible

Giráis hacia el sur en el cruce, y continuais por la amplia avenida. Los edificios universitarios desiertos aparecen a izquierda y derecha entre grandes extensiones de césped. Jack continua delante con su moto investigando los alrededores. Parece que finalmente encontráis algo que puede seros útil. A vuestra izquierda hay una hilera de locales bajos y descubrís entre una floristería y una papelería un pequeño restaurante que pone "Domino's Pizza"

Roberto que manejaba el dial de la radio con una mano mientras conducía con la otra escucha de pronto en los altavoces:

-Buenos días América desde este rincón de la Costa Este donde el fin del mundo ha llegado en este tórrido mes de agosto. Soy Greg, vuestro estudiante favorito del campus... Hoy escucharemos unos clásicos de los sesenta mientras hago un resumen de lo que nos espera hasta ahora. El tiempo de hoy será soleado con propensión a las mordeduras. Tened cuidado si estais ahí fuera y seguid escuchando la WHS.

Jack detiene la moto en el centro de la calle, frente al restaurante. Mantendré el motor en marcha por si las moscas.

Tras mirar en todas direcciones se baja y se acerca a la caravana a la altura de la puerta del conductor.

¿Qué os parece?... ¿Echamos un vistazo ahí dentro?

- Aspetta... aspetta ¿Habéis oído eso? Tiene que haber más supervivientes en la zona... A Roberto se le iluminó el rostro al pensar en dicha posibilidad. El mensaje de la radio había sido claro, parecía que aun quedaba alguien con vida. - ¿Y si buscamos una antena... no se... algún sitio donde se puede retransmitir una señal de radio? A lo mejor tienen lo que necesitamos... A lo mejor están en un refugio de putas madre... ¿Que me decís? Miraba esperanzado a sus compañeros de viaje. - E sicuramente, si hay supervivientes, ya habrán saqueado tutta la zona... Casi parecía que quería autoconvencerse.

-Para refugio de puta madre ya tenemos las cabañas... Podemos mirar el restaurante... como mínimo para ver si alguien se nos ha adelantado.
Throuman suspiró, si fueran simples saqueadores no se molestarían en hacer funcionar una radio.

- Bene, bene. Roberto suspiró desalentado. Ya se había imaginado en un refugio, con comida y bebida, y televisión por cable.

- Pues entonces será mejor que entremos Jack y yo. Solo de pensarlo, se le empezaban a aflojar los esfínteres. Se sacudió con un escalofrío que le recorrió toda la espalda. - No creo che sia una buona idea entrar en estos sitios solos. Por si nos sorprendes los zombies... ya sabéis. Goterones de sudor empezaron a perlar su frente.

Roberto salió de la caravana, subiéndose los pantalones. Comprobó que la pistola estuviera cargada, y la volvió a guardar, colgada del cinturón.

- Dejo las llaves puestas, Throuman. Si hay algún problema mientras esperas aquí... no se... supongo que se te ocurrirá qualcosa.

Cogió la mochila y dejó los víveres en el vehículo. - Cuídalos bene Throuman. Intentó forzar una sonrisa bromista, pero solo consiguió reflejar una mueca nerviosa.

- Vamos allá Jack... será mejor que te siga. ¿De acuerdo? Dijo Roberto mientras sacaba su machete y lo apretaba con fuerza.

-Ey! Hay más tiendas, si algo no os gusta o os parece que ya lo han saqueado ¡salid!
Quedarse en la caravana era la parte fácil del plan, pero aún así le jodía

-Si hay problemas aquí fuera pitaré... Si són zom... esas cosas pitaré dos veces

Sacó el cañón de su fusil por la ventanilla, apuntando hacia el restaurante y esperó...

- De acuerdo Throuman. Estate atento. Las palabras salieron algo temblorosas de la garganta de Roberto.

Con el machete en la mano, y la mochila bien colocada a su espalda, Roberto se adelantó hacia la Pizzeria. Con pasos vacilantes, observó la fachada, en busca de alguna señal. que le permitiera retirarse honrosamente. Hizo una mirada nerviosa hacia la caravana, donde esperaba Throuman, y hacía Jack. Tragó saliva, y se dio cuenta que tenía la boca seca. - Van ha fatto carne tritata di Roberto ... Lo sento ...

Con toda la cautela que podía desplegar, el italiano se acercó a una de las ventanas. Miró a través de ella, intentando vislumbrar algo entre la oscuridad. - Cazzo, porque no traje una maldita linterna.

Me voy ahora mismo para el hospital. Espero que no experimenten mucho conmigo pero no creo que vuelva antes de 4 ó 5 días.

PNjotizarme si es menester.

El resplandor del sol no dejaba ver mucho del interior así que Roberto, respirando profundamente, empujó la puerta de cristal. Lo primero que le vino a la nariz fue el olor a comida pasada. El interior del local era pequeño, con apenas media docena de mesas rectangulares con bancos de madera de respaldo bajo. El lugar parecía haber sido abandonado con precipitación. Habían restos de comida por todas partes, vasos de plástico volcados y manchas de refresco seco en el suelo. Las moscas revoloteaban sobre los trozos de pizza olvidados. La pizzería parecía vacía y no se escuchaba ningún sonido sospechoso.