Partida Rol por web

Roark seguía su avance hacia las ruinas. Unos pasos detrás de él Rudar vio como el mago y el clérigo entraban en la caverna de nuevo mientras Gromenauer permanecía de pie, víctima de uno de esos pasmos que le daban a veces, mirando hacia el infinito. Cuando le pasaban esas cosas daba la sensación de que el enano no era más que una cáscara vacía dirigida por una mente venida de otro mundo que, a veces, se iba de cañas y lo dejaba abandonado. Por suerte nunca les había pasado en un combate... hasta ahora, claro. Repentinamente pareció acordarse de algo y mientras murmuraba una frase hacia el interior se metió con los demás en la caverna.

Aquello dejaba a Rudar y Roark por su cuenta. Roark era un individuo intrépido y algo caótico, que confiaba muchas veces más en la suerte que en la planificación, así que no dudo en continuar con su plan original pese a la falta de presencia del músculo de Gromenauer.

Roark se metió en la oscura sala de la que partían las escaleras que bajaban a los túneles. La escalera de caracol estaba bastante intacta con lo que la bajada no implicaba ningún riesgo. Iluminado por la antorcha, el ladrón se movió con agilidad y en silencio pegándose a las paredes llenas de humedad y moho y escuchando cada pocos pasos por si volvía a oír al gólem. Tampoco es que Roark tuviera mucha prisa después de todo ya que la idea era que el gólem se lo encontraran los otros.

Cada par de esquinas, le hacía un gesto al mediano para que se parara y se asomaba con cuidado. Por fortuna los pasillos parecían estar vacíos. Al llegar a la sala de las palancas, Roark apoyó la antorcha en el suelo antes de acercase a la puerta medio podrida por la humedad, se giró al mediano y señaló a la antorcha y susurró -La antorcha sigue siendo mía, que conste. La dejo ahí para que no indique que estoy aquí, pero sigue siendo miiiiiii antorcha.- Luego recorrió los cuatro o cinco pasos que le separaban de la puerta. se agachó en el suelo y asomó la cabeza con cuidado...

Roark depositó con cuidado su antorcha en el suelo mientras se aproximaba a la puerta. Tras el Rudar lo miraba extrañado: ¿qué demonios tenía el ladrón con esa antorcha? Se quedó mirando el trozo de madera y se dio cuenta de una cosa: no se había consumido nada desde que habían entrado la primera vez. Eso era raro. Miró de reojo al ladrón ¿cuál era la historia de esa antorcha?^[1]. 

Pero Roark ya tenía media cabeza asomada por la puerta. Miraba el pasillo de piedra que se perdía en la oscuridad con la esperanza de no atisbar al golem. Y se complació su deseo: no podía verlo. De hecho no podía ver nada de nada. Estaba todo muy oscuro. Demasiado. ¿Por qué no le alumbraba su fiel antorcha? ¿Y que era ese cosquilleo en la nuca? 

Probablemente la explicación fuera que aquella araña gigante^[2] se había deslizado a través de un hilo desde el techo para poner su abdomen en la cara del ladrón mientras sus colmillos buscaban el cuello desnudo de su presa. Rudar estaba tan absorto revisando la antorcha que no se dio cuenta del problema hasta que el bicho estaba dispuesto para entrar en faena...

Roark no se permitió el lujo de quedarse paralizado por el miedo y se apartó rápidamente. De hecho se apartó tan rápido que incluso la araña pareció sorprendida de que el humano al que le iba a hincar el diente, de repente, no estuviera donde estaba un segundo atrás. Tras apartarse, rodó hacia atrás y le echó una mano a la antorcha mientras desenvainaba la espada con la otra en un elegante movimiento.

Al final del movimiento, Roark estaba agachado con una rodilla en tierra, la antorcha en una mano y la espada en la otra mirando fijamente hacia el enorme bicho peludo. Entonces cayó en la cuenta y miró hacia Rudar -Ojo que hay una araña asquerosísima ahí delante.

Rudar todavía estaba todavía dándole vueltas al tema de la antorcha cuando apareció el bicho. No era la primera vez que el mediano veía un bicho así y sabía que a las arañas les asustaba el agua y el fuego^[1]. Rápidamente se dispuso a coger la antorcha de Roark para quitarle la araña de encima a éste pero, con una maniobra increíble el ladrón apareció sobre la antorcha. ¿Qué clase de oscuro poder tendría aquel objeto para que hiciera manifestarse a su poseedor con sólo el amago de que otro la coja?

—La antorcha —gritó—. Utiliza la antorcha, las arañas odian el fuego.

El mediano se agarró a su bastón y se preparó para proteger a Roark mientras trataba de achicharrar al bicho^[2].

La araña se dejó caer en el suelo. Sus ocho ojos contemplaron la situación con cierta parsimonia. Las arañas están acostumbradas a acechar y pillar a sus víctimas por sorpresa. Y estas dos víctimas no parecían demasiado sorprendidas. De hecho una de ellas movía dos objetos claramente peligrosos mientras la otra se disponía a evitar cualquier ataque.

No tenía sentido un ataque directo. La araña trepó por la pared para situarse en el techo, lejos del peligro. Desde allí lanzó una tupida red para intentar atrapar al humano que parecía más intimidante, el que portaba el fuego. Pero por desgracia el pequeñito de su lado interpuso un estúpido palo en el medio y apartó con insultante facilidad las hebras. 

Aquellas presas estaban resultando un incordio difícil de atrapar.

Roark miró como el bicho trepaba hasta el techo y envainó la espada mientras bufaba de risa. -Como que ahí vas a estar a salvo bichejo.- Echó mano del arco y dejó la antorcha a sus pies, encendió una de las flechas en el fuego y apuntó con cuidado... La primera flecha, sin embargo, se rompió al tensar el arco, por lo que tuvo que repetir el proceso. La segunda flecha alcanzó a la araña aunque no fue un disparo limpio y la flecha no causó el efecto esperado por el ladrón, que de alguna manera esperaba que la araña explotara o algo así por efecto de la flecha llameante...

Roark hizo una mueca. -Tengo una buena noticia y una mala Rudar. La buena es que le he dado, la mala es que me queda solo una flecha..

Mientras Roark decía esto la araña ya se movía rápidamente por el techo en dirección a la puerta por la que se había asomado. Parecía haber perdido el apetito. El único problema es que se dirigía hacia el pasillo por el que los aventureros deberían pasar después.

—No te hacen falta más flechas, utiliza la antocha —dijo Rudar mientras corría en dirección a la puerta.

El mediano iba a cerrar aquella puerta. Mejor una araña aislada que tres más como ella más adelante.

Rudar se adelantó rápidamente para cerrar la puerta antes de que la araña pudiera irse de paseo. El bicho se vio de nuevo sobresaltado. En realidad si tuviera la inteligencia suficiente incluso podría decirse que empezaba a acojonarse. Aquello no funcionaba así. La araña caza y los demás son presas. ¿Qué significaba aquel cambio en las tornas?

Se trataba entonces de una pelea a muerte. Así que midiendo el peligro (y la distancia) la araña se dejó caer sobre aquel insidioso humanoide pequeño para intentar inocular su veneno paralizante. 

Roark frunció el ceño y desenvainó la espada. Aprovechando que la araña se centraba en el mediano se lanzó sigilosamente sobre ella intentando trincharla con la afilada hoja. El ladrón logró entrar por un punto débil del cuerpo del repugnante ser y un líquido marronuzco salió a borbotones y salpicó a Rudar. -¡Cuidado que salpica!

Rudar se vio de pronto cubierto por un asqueroso líquido marronuzco de insoportable olor. Las patas de la araña se retorcían en una agonía mortal y el resto del contenido de su cuerpo se esparció por la cabeza del mediano. La araña era historia y Roark se mostraba satisfecho con su hazaña. Su compañero puede que no estuviera tan contento y quizás necesitase un buen baño, pero una victoria era una victoria.

El ladrón arrugó la nariz -Bufffffffffffffff qué peste. Debiste haberte apartado.- luego procedió a limpiar la espada en un tapiz raído que colgaba de una pared, se colgó el arco al hombro y recuperó la antorcha. Al volver a tener la antorcha en la mano se quedó pensativo un momento y usó la llama sobre la espada. -Nunca se sabe con los bichos estos, a saber qué líquido mágico del alquimista ha bebido. El fuego terminará de limpiar la hoja. 

Al terminar la operación, volvió a mirar a Rudar, señaló la puerta que el mediano acababa de cerrar. -¿Vamos?- y luego con un gesto elegante la abrió de par en par y cruzó al otro lado. -El plan está funcionando a la perfección.

Sin embargo al dar un par de pasos, Roark se pegó a la pared y continuó con más cuidado, que una cosa era presumir de hazaña y otra ser el gilipuertas que, además de ir primero, iba por el medio del pasillo metiendo ruido y con una antorcha para que los malos apuntaran bien. Por lo menos no hacer ruido y avanzar con cuidado era lo suyo...

Gromenauer alcanzó las ruinas y se metió en la oscura sala de la que partían las escaleras que bajaban a los túneles. La escalera de caracol estaba bastante intacta con lo que la bajada no implicaba ningún riesgo. Los enanos veían de maravilla en la oscuridad. ¿Por qué? Porque eran enanos. Es lo que tenía aquella raza: nunca buscaba explicaciones para lo evidente.

Un poco más adelante escuchó voces y ruido de pelea. ¡Maldición! ¡Habían empezado sin él! Pero cuando alcanzó la sala de las palancas la situación fue un poco decepcionante. 

El mediano estaba cubierto de un líquido marrón pastoso que probablemente antes fuera el relleno de la araña gigante que ahora estaba despachurrada sobre su cabeza. Roark acababa de atravesar la puerta que conducía a los pasillos por los que andaba el golem. Aquel ladrón nunca aprendería...

Roark había atravesado la puerta pero antes de continuar se detuvo. Por donde ellos habían llegado aparecía de repente Gromenauer, que venía algo apurado con su escudo y su tranca cahiporrante dispuesta. Pareció un poco decepcionado al ver que sus compañeros se las habían arreglado sin él. Claro que una araña gigante - recordemos: gigante significa del tamaño de un cachorro de perro, más grande sería colosal - tampoco suponía un gran desafío.

Cuando llegó Gromenauer, Rudar todavía estaba limpiándose el líquido con el que le había pringado Roark.

—Bueno, he estado peor —dijo encogiéndose de hombros.

Echo un vistazo a la puerta recién abierta y acto seguido atendió a la llegada repentina del enano.

—¿Ocurre algo Gromenauer? ¿Qué pasa con los magos? —preguntó.

—¿Qué habéis matado ya? ¿y por qué lo habéis hecho sin mí?—preguntó el enano al ver todo el estropicio que tenían montado. Sin duda, una verdadera chapuza. Ninguno tenía su arte para acabar con los enemigos, pero qué se le iba a hacer. Por lo menos, no habían liado ninguna más gorda.

O al menos, no todavía, porque el ladrón ya había abierto la puerta que iba a los pasillos en los que se encontraba el golem. Así, el enano, antes de ir a mayores, dijo—. Apártete de ahí, humano. Será mejor que yo vaya delante. ¿O qué piensas hacer cuando aparezca el gólem, saltar sobre el mediano y yo?

—Y antes de que lo preguntéis, el resto ha ido por el otro camino. Creo que querría ver qué hay con la palanca. Solo espero que el mago que construyó esto no fuese tan idiota como el nuestro, y no pusiese una palanca que acabe con ellos. Y espero que no fuese tan listo como para poner una trampa que acabe con nosotros. Ojalá sea un pasillo secreto a la maltida caja... —terminó de decir Gromenauer a la par que adelantaba a Roark y Rudar.

Dicho esto, ya en cabeza, añadió—. Y ya podéis daros un buen baño. Esa araña estaba hecha de algo así como basura mezclada con mierda de troll. Y espero que hayáis mirado que no haya más...

Roark parpadeó un tanto sorprendido de ver a Gromenauer, envainó la espada y levantó un dedo -Perdona pero la araña esa era por lo menos así de grande- abrió los brazos a, más o menos, al doble del tamaño de la araña -y huidiza. Personalmente creo que hemos hecho un trabajo soberbio, dadas las circunstancias. Además, el que huele no soy yo.- abrió los brazos una vez más mientras giraba sobre sí mismo para mostrar que sus ropas estaban libres de las vísceras de la araña. -El que no se apartó a tiempo es él.

Tras la puntualización, hizo un ademán dejándole paso al enano -No obstante reconozco que en lo de matar eres todo un artista por lo tanto será un honor que vayas delante, yo te sigo con la antorcha. Por cierto ¿Os habéis dado cuenta de que parece que no se ha consumido nada? Es muy curioso.- añadió contemplando la llama.

El enano se hizo pronto cargo de la situación abriendo el paso por el pasillo. Era el pasillo giraba hacia la izquierda a unos diez metros. Los aventureros sabían, porque ya habían estado allí, que luego continuaba otros diez metros antes de girar hacia la izquierda nuevamente, estando en medio aquel pequeño sótano lleno de cajas explosivas donde se habían escondido del golem. El mismo golem, por cierto, que ahora estaba al final de los primeros diez metros en la esquina del túnel.

Es un buen momento para decir que los golems de Zork son todos de su padre y de su madre. Es decir: la ciencia para crear a los golems está bien documentado y tanto los alquimistas como los magos suelen ser eficientes a la hora de dotar de vida y actitud (normalmente belicosa) a sus creaciones. Pero debe también tenerse en cuenta que estos dos gremios pasan tanto tiempo estudiando conjuros y cosas técnicas que la parte artística es... bueno, podría decirse que eminentemente práctica. Pocos creadores de golems tenían el suficiente gusto o paciencia como para dejarse asesorar por algún artista que diseñase la parte estética de la criatura.

Si aquí había intervenido algún artista se trataba sin duda de alguno conceptual. Así que la cosa que estaba al final del pasillo podría describirse como un barril de metal enorme al que alguien le había incrustado un par de barras de metal con engranajes que hacían de piernas. Lo que deberían ser brazos era un conjunto de acero, cuchillas y cableado flexible acabado en ruedas dentadas. Todo muy agresivo y viril. Y la cabeza era una especie de media esfera con ocho joyas brillantes que podrían simular, dejándo volar mucho la imaginación, los ojos de una araña. Esas joyas giraban ahora, junto con el resto de la cabeza, hacia los aventureros. Aunque era complicado decir si el golem estaba de espaldas, de lado o de frente. Lo único que se podía afirmar sin dudas es que ocupaba casi todo el pasillo a lo ancho y a lo alto. 

Un chorro de vapor salió del algún punto de entre los engranajes. Parecía dispuesto a ponerse en marcha.