Partida Rol por web

—Veo una luz… ¿Madre? ¿Eres tú?

—EJEM... ER... NO, ME TEMO QUE NO SOY TU MADRE. SALVO QUE VAYAMOS A HABLAR EN PLAN FILOSÓFICO DEL TEMA ESE DEL CICLO ETERNO Y QUE SE ME PUEDA CONSIDERAR EL PRINCIPIO Y EL FIN DE TODAS LAS COSAS. EN ESE CASO... BUENO, TAMPOCO.

La Muerte tamborileó con sus dedos esqueléticos sobre la cabeza de Gülf:

—BUENO. PUES ESO, QUE TE HA HECHO MUCHO DAÑO ESE TROLL. LO SÉ: ES UNA INJUSTICIA. ME DIRÁS QUE NO HAS PASADO UNA BUENA NOCHE Y ESO HA HECHO QUE TE RESINTIERAS AL LEVANTARTE HOY, Y YO TE DIRÍA QUE DABA IGUAL: TAL COMO LE PEGAS AL LICOR ES MUCHO MEJOR MORIR HOY EN LA GARRA DE UN TROLL, DE FORMA HERÓICA, QUE CON EL HIGADO HECHÓ PURÉ DENTRO DE UNOS CIEN AÑOS. PORQUE ES LO MALO DE SER ENANO ¿SABES? VIVES MÁS PERO TAMBIÉN LAS ENFERMEDADES HEPÁTICAS DURAN LA TIRA... DE VERDAD. HA SIDO UNA SUERTE.

Mientras hablaba le pasaba un brazo esquelético por el hombro a Gülf:

—ADEMÁS AHORA PODRÁS ENCONTRARTE CON TU DIOS Y ESAS COSAS. NO ME DIRÁS QUE TE VA A DAR LA CRISIS DE FÉ EN ESTOS MOMENTOS. OH... ¿ESPERABAS QUE BAJASE PARA PROCLAMAR VENGANZA Y ESAS COSAS? ME TEMO QUE ESO NO ES EN ESTE UNIVERSO. Y ESPERO QUE TAMPOCO TE CREYESES LO DE LAS CIEN VÍRGENES Y ESAS MOVIDAS... AH, NO, ESPERA... ESE ES OTRO DIOS...  ¿CÓMO PUEDEN CREERSE ESO? ¿Y QUÉ LES PASA A LAS VÍRGENES CUANDO MUEREN? ¿QUE LAS RECOMPENSAN CON UN UNO POR CIENTO DE MARTIR DESTROZADO? ¡ABSURDO! AL MENOS TU DIOS CREO QUE TIENE LICOR... Y AHORA YA NO TIENES HÍGADO DEL QUE PREOCUPARTE...

Y con esta charla Gülf y la Muerte se internaban al Otro Lado.
 

Mientras en Nuestro Lado el Troll atravesaba el pecho del clérigo, su caja torácica y agarraba el corazón con aquella garra brutal para continuar hasta sacarlo por el otro lado del cuerpo, todavía latiendo, aferrado en su mano.

Luego Chu' a saltó sobre él de nuevo haciéndolo caer e inmovilizándolo. Justo en el momento en Gromenauer también se le venía encima.

Roark estuvo a punto de potar. Eso de arrancar corazones era demasiado fuerte, y eso que había visto de todo. La parte buena era que se había cargado al enano nuevo, no a Gromenauer. Además era un poco siniestro... Se rehizo y volvió a lanzar un flechazo al troll restante.

Otra flecha clavada pero, aparentemente, lejos de zonas vitales... Roark suspiró. A ese ritmo, de ahí a un par de años a lo mejor conseguía matarlo...

Gromenauer llegó a tiempo para ver como el troll sacaba el corazón del pecho del clérigo loco. Una pena, nunca estaba bien que un enano muriese, aunque siguiese al dios vago y haragán (como si el resto hiciese algo más).

Mirando el cuerpo sin vida por un instante, mientras devolvía la vista al troll, murmuró—. Llévatelo. Nos veremos pronto, vieja amiga. Pero en mejores circunstancias...

Y tras el críptico murmullo, el guerrero volvió a centrarse en el combate. Ya había demasiadas bajas hoy, no necesitaban ninguna más. Aprovechando que el troll estaba atrapado de nuevo, decidió que había que iluminar su vida, ya que él había apagado otra.

¿Y qué mejor sitio para eso que el lugar por el que nunca se pone el sol? Si no iba a rajarle las tripas para introducir la antorcha, mejor ir al túnel que llevase directo a ellas...

—Bueno, no me puedo quejar —respondió Gülf encogiéndose de hombros—. Hace tiempo que acepté este momento. Mi deidad está relacionada con el destino de todas las cosas, al fin y al cabo.

Si su alma inmortal hubiese tenido cuerpo, se habría estremecido al sentir la mano de la Muerte. Le sorprendió sentir como si le abrazase un viejo amigo.

—Al Innombrable le gusta jugar con los dados y a veces te toca los ojos de la serpiente. Al menos sé que hay un enano en pie para repartir estopa, y creo que esos trolls se van a arrepentir. ¡Al menos me pegué una buena cogorza antes de recibir una muerte digna!

Y se desvaneció.

Jingel observó horrorizado cómo caía el segundo de los aventureros. ¡Menuda escabechina! Aunque no sabía bien a quién temer más: a los trolls homicidas o al enano que sonreía mientras sodomizaba ardientemente a su enemigo. ¡Ni siquiera en Galisian había visto semejante espectáculo!

Al menos ya no volverán a cogerme en peso, pensó. No había huido de la muerte y de la mutilación para terminar siendo la carga de un grupo de suicidas.

Por fortuna, había logrado evitar la atención de los trolls hasta el momento. Quizá eran lo suficientemente inteligentes como para entender lo que es un peaje, pero no para saber que los arbustos no se mueven de esa forma.

El 'antorchazo' de Gromenauer casi levanta en vilo al monstruo, que se retorció de dolor soltando en el proceso el cuerpo y corazón del pobre Gülf. La serpiente espiritual, molesta por el fuego, se retiró al totem que había creado Doña Golo¹.

El humor del troll era cambiante. Hacía unos segundos se sentía en lo alto de la montaña con el cadáver de un enano en sus manos y ahora se las llevaba a un culo escocido mientras otro enano trollicida se abalanzaba sobre él. Se debatía entre la furia de haber visto caer a su compañero y el miedo natural a las llamas infernales.

¿Cuál era su mejor opción? ¡Un truco troll! De un mordisco se arrancó una de sus propias manos con la intención de lanzarla por el precipicio que cubría el puente que clamaba como propio.

¡Qué troll más astuto! ¡Ese truco era propio del mismísimo Gromenauer! Si fuese un troll apestoso y no un fornido enano, claro.

Pero eso no iba a detener al enano, ni mucho menos. Si su idea era arrojar su mano... ¡Tendría que hacerlo con los dientes!

La antorcha era irrecuperable, y aunque lo fuese, era incluso demasiado para un enano, pero seguía teniendo su escudo. Accionando las cuchillas, decidió que lo mejor era rebanar la otra mano del troll, aprovechando que estaba distraido mutilándose a sí mismo.

No obstante, aunque el golpe iba bien encaminado, dejó expuesto al enano, que apenas consiguió cortar parte de la carne de la criatura. ¡Eñl ladrón tendría que rematar el trabajo!

Roark arrugó la nariz conteniendo una arcada. Con lo que él había sido robando a duques y marquesas y allí estaba, contemplando una escena llena de vísceras y sangre de troll...

Por cierto, el maldito troll intentaba escaparse de aquella a base de mano regenerable... El enano tuvo una buena idea para impedirlo, pero aún podía escupir, así que Roark decidió clavarle la mano en la boca con una flecha ardiente... ¡Diana! La verdad era que el bicho estaba hecho un cromo con tanta flecha y antorcha y ahora con una mano enganchada en la boca por una flecha...

El toque del hilillo de humo saliéndole por la nariz y el olorcillo a carne podrida asada era la guinda de la obra de arte abstracta en que se había convertido el troll...

Lo malo fue que la visión era tal que Roark tuvo que agacharse y devolver...

¡Que horror visceral!

La verdad es que era normal que Roark devolviese al exterior todo lo que había desayunado.

En su último estertor de muerte del troll intentó salvarse pero no pudo ser. El corte del escudo le dejó colgando un muñón infecto como mano izquierda y cuando intentó escupir la mano una flecha ardiente se le clavó hasta la amígdala. La otra mano aún intentó corretear un poco antes de caer en un espasmo mientras el cuerpo principal era consumido por las llamas. La vieja Golo le propinó una patada al amputado miembro para que ardiera en la pira principal.

¡Habían vencido! Pero ¿a qué precio? Unbenennbar yacía bajo una enorme roca. Gülf estaba tumbado boca arriba con el pecho abierto de par en par, su corazón a escasos metros. Gromenauer notaba varias costillas rotas y cierto dolor al respirar pero era un enano ¡nunca tosería epor eso!. ¡Menuda batalla!

—Pero... pero... ¿estás llorando Haron?— la diosa de la Magia no daba crédito a lo que veía.

El gigantón se frotó un ojo bajo el enorme casco astado. Luego hipó un poco. Su voz sonó algo quebrada:

—Es que joder... ¡ha sido todo tan bonito! ¡toda esa sangre, esa violencia, el corazón arrancado, el explorador aplastado, el troll cercenándose los miembros intentando salir vivo! ¡Hostia puta! ¡Que pensé que ya nunca vería nada realmente heroico en esta gesta! Los goblins estaban bien, pero eran goblins... esto ¡esto ha sido una batalla campal en toda regla!

—Pero han muerto dos de ellos.— Random no parecía tan complacido.

—¡Son héroes!— Haron golpeó con fuerza el mapa de Zork, provocando un pequeño terremoto en una zona remota del oeste —¡Han muerto en la gloria de la batalla! ¡Y que batalla! ¡Ya puede espabilar el bardo ese para cantar una gesta como los dioses mandamos!

Los demás asintieron. La verdad es que Haron tenía razón.

—Sí, pero están bastante tocados. Y queda el tema del nigromante...— Vildivian, el dios de la Naturaleza, con aspecto de ciervo antropomorfo tomaba partido por primera vez en la conversación. Siempre había tenido una inquina especial contra los nigromantes —Habrá no-muertos y trampas. ¿Deberíamos ayudarlos un poco?

—No, no, no...— Random negó con la cabeza —¿Qué clase de dios de los Aventureros sería si cada uno que recorre los caminos recibiera mis favores?

—Eh, que yo he visto como en otro Universo reducías el armamento de los enemigos en mitad de una batalla.— señaló Asindara.

—¡En otro Universo! Es que hay universos y universos. Y Zork es un universos de héroes curtidos, de gente dura.— atajó Random con tono señorial.

—Y más vale que se acostumbren a pasarlo mal.— la voz de Zwagonard sonaba como cuando por la noche oyes algo que se arrastra por la hierba —Porque los trolls son gatitos ciegos comparados con los horrores que les esperan por ser los Portadores del Cristal.

Los demás asintieron. El Cristal. Con la emoción de la batalla del puente se habían olvidado del Cristal y lo que conllevaba.

Pero primero tendrían que sobrevivir al nigromante.

La cosa escalaba en emoción.

—Los que lo tengáis a bien, podéis hacer una oración a vuestros dioses por las almas de estos infelices —sentenció Gromenauer mientras se limpiaba la sangre del troll del rostro.

Aproximándose al cuerpo sin vida del clérigo, lo miró un instante, para añadir—. Pobre. Pero ahora estás siguiendo los designios de tu dios, el descanso eterno. Así que hay cosas que ya no necesitarás, excepto un pijama eterno. —Y con estas palabras, el enano introdujo la mano en la mochila del clérigo, para buscar la daga que encontraron antes.

—Yo llevaré la daga. Es demasiado peligrosa para que la lleve nadie —Y diciendo esto y guardando la hoja, se alejó buscando los restos de los trolls. No solo para buscar el papel que indicase que ahora poseía un puente, sino para asegurarse que no quedaba un solo trozo de troll sin quemar.

Roark, por partes, se aseguró de que sus compañeros tenían una eternidad cómoda. A Gülf lo enterró. A Urenbe... Al explorador le puso más piedras por encima para que los carroñeros no le deboraran las extremidades que quedaban al aire.

Luego se fue al puente a inspeccionarlo ocn ojo clínico, que ya solo faltaba que hubiera trampas...

Evidentemente, de paso que es enterraba, el ladrón vació diligentemente las bolsas y mochilas de sus compañeros...

Jingel se limitó a observar al resto mientras se quitaba hojas y ramas de sus ropajes. Se había pasado la mayor parte del tiempo escondido, fingiendo ser un matorral. 

Con gesto petulante, miró en dirección a la torre. Aquel periplo les estaba costando demasiadas vidas al grupo de aventureros, pero podía dar gracias a los dioses por no haber corrido la misma suerte que aquel par de desgraciados.

—Bueno… Podría interpretar un requiem por los caídos, pero ni trabajo gratis ni están los ánimos para esta clase de menesteres, me parece.

—¿Quién te ha quitado la mordaza, elfo? —preguntó sorprendido el enano al ver que el bardo podía volver a hablar—. Recuerda qué haces aquí. Tu trabajo es jugar a las cartas con el nigromante (o lo que sea). ¡Y más vale que seas bueno, porque si no te vas a quedar siendo su mascota por toda la eternidad!

Doña Golo se acercó al último troll, y tomando el tótem de su cuello, recitó algunas palabras típicas de chamán. Un halcón espiritual salió del collar y giró apenas un momento hasta encontrar el espíritu del troll, para apresarlo como si fuera un ave roc sedienta de comida ilimitada. Se sabe de Rocs que tienen sus propios trolls-comida, ya que su inteligencia los hace capaces de mantenerlos atrapados en sus nidos, regenerándose una y otra vez, mientras mantienen cocidos las partes que quieren comer o darle a sus polluelos tamaño de águila real.

El troll ofreció pelea, intentando desasirse de las garras espirituales, pero el halcón fue más fuerte y, juntos, ingresaron al collar, que brilló levemente.

-Ahora sí que vas a servir de algo, seas Gustavo o Eriberto- dijo sombríamente la vieja mientras miraba a lo lejos la piedra que ahora oficiaría de tumba para su chiquillo.

Urbi se había ido, y con él una parte suya. Sentía que le faltaba algo, como si su espíritu se estuviera sintiendo incompleto. Ya no podía hacer nada por él, habría ido a donde tuviera que ir su alma, pero la de Gülf, atormentada como la había percibido siempre, seguramente iría a necesitar ayuda para poder dormir con su Dios. Ayudó a enterrar al enano, pero antes de cerrar la tumba, tomó un pequeño mechón de su barba gris. Sólo necesitaría eso para oficiar el ritual.

Doña Golo se alejó un momento. Se arrodilló con las piernas juntas, puso la lanza frente a ella y dejó el mechón encima con una pequeña piedra para que no se volara. Comenzó a tallar la madera con movimientos concentrados, una serpiente que parecía ascender hacia la punta de metal, y junto a ésta, ató el mechón del enano.

-Tu espíritu ya no está atormentado, Gülf, adorador del Durmiente- dijo la vieja con la lanza entre las manos -Puedes descansar, y tu recuerdo seguirá presente en esta lanza, que llamaré "Corazón durmiente"- hizo una pequeña pausa dramática, por si alguno estaba pendiente de lo que hacía -Mi espíritu ha perdido un compañero, pero tu espíritu se ha liberado de su tormento, fuese el que fuese- ¿sería el alcohol? -El reino espiritual ha ganado este día-¹

Cuando Gromenauer se encontró un fajo de pergaminos y empezó a leerlos no podía dar crédito. En lugar del esperado contrato de posesión del puente lo que encontró fue unos ripios tan dolorosos que si en este universo existiera la cordura tendría que hacer una tirada para soportarlos.

¿Qué es el amor?
Es luz de luna, es calor,
te quiero tanto
como la piedra al canto.

Y ese era el mejor del paquete de pergaminos. El enano tenía ahora clarísimo que aquellos trolls merecían la muerte.

Pero había más cosas, claro. Resulta que con los pergaminos guardaban varios sacos con monedas y joyas de los desafortunados que o bien habían pagado el peaje con oro o con su vida. En total sumaban un total de 250 monedas. Nada mal les iba el negocio a estos truhanes.

Pero aparte de eso había una pequeña llave oxidada en medio de los objetos. Llamaba la atención porque era lo único oxidado y sin valor que había en aquel improvisado tesoro. Por eso Gromenauer no tenía dudas en que debía ser algo importante. Lo qué ya era otra historia, pero la calavera que tenía en su cabecera podía indicar que pertenecía a la Torre del Nigromante².

Y luego estaba el asunto de la barra. Una barra de hierro de medio metro de largo, con un botón. El enano la movió extrañado. Como arma era una mierda, desde luego. Seguro que el botón valía para algo. Aún sin ser un goblin tenía claro que la gente no le pone botones a las barras de hierro sin un motivo. Pero ¿qué pasaría si lo pulsaba?¹

Mientras Gromenauer hacía inventario de la guardia de los trolls Doña Golo realizaba sus rituales³ y Roark terminaba de adecentar las tumbas de los caídos.

¡El enano se le había adelantado! Roark estaba tan indignado que sus orejas se le pusieron rojas. Para intentar saciar su indignación recopiló lo que encontró en los bolsillos de sus compañeros. Para tener un recuerdo de ellos nada más, por supuesto.