Partida Rol por web

Le Maison se asombró de encontrarse a Hugo en ese lugar y avisando de un fuego, así que lo agarró, para alejarlo del inquisidor y se preparó a correr para huir del fuego en caso de que fuera necesario mientras le preguntaba:-¿Qué ha pasado? ¿Dónde está el fuego? ¿Qué ha hecho Tancredo esta vez?

—¡Bien! ¡Sí, bien, joder! ¡Por fin, de una puta vez te abres!

Tan soeces expresiones de júbilo solo podían surgir de la boca de alguien muy aliviado. Corrieron hacia la abertura, no fuera a cerrarse y entraron con ganas de se sentirse a salvo en la Casa de Te. Y sin tener que aguantar a putos inquisidores tocapelotas de camino, o eso esperaban.

La magia que protegía aquel lugar era sutil, pero antigua y poderosa, y Tancredo consideraba que las tres hermanas estaban muy por encima del poder de la inquisición, al menos en lo que se refiere a poder mágico, así que se apresuró en pedir su ayuda para el bueno de Golyav y para él mismo. Puede que las hermanas lograsen sanar su atribulada mente, y el salón era un buen lugar para enterarse de trinos, cacareos, graznidos y hasta cotorreos varios.

La nostalgia le asaltó cuando recordaba uno de sus primeros trabajos tras ingresar en el Gremio. Su mente viajó a través de las nieblas del tiempo, a una época quizá más feliz.

Un nombre resonó en su cabeza... Legault. El único amigo que llegó a tener, se trataba de Legault, el Lagarto, el mejor ladrón que conoció, y alguien en quien poder confiar.

No se trataba de un trabajo oficial en el pleno sentido de la palabra, ya que Corvo no les había encargado nada; simplemente fueron movidos por algún que otro rumor que parecía indicar la existencia de una sala oculta, encerrada tras una ilusión tan sutil que era prácticamente imposible de detectar. Una botella de licor a un aprendiz de mago revelaría el posible lugar donde poder encontrar dicha entrada.

Legaul y él se pusieron en marcha, con unos nervios que solo se produce cuando la inexperiencia se junta con la ingenuidad, y los sueños de dos pobres ladrones con la promera de un suculento tesoro.

En las catacumbas tuvieron que guardar silencio y templar sus ánimos, pues cada sombra reflejada en cada tumba se les antojaba que saltaría sobre ellos como un depredador ansiosos de probar su sangre.

Para su sorpresa, llegaron a la sala señalada y fueron capaces de encontrar las protecciones mágicas. Se trataban, efectivamente, de unas custodias arcanas demasiado poderosas como para aquel triste lugar. Glifos y runas centelleaban ante sus ojos, amenazando con arrancar su mente y lanzarlos hacia la locura.

Legault fue más arrojado; comenzó a entonar la salmodia esotérica que le había sustraido al estudiante. Volk se preparó con sus armas, vigilando el entorno y cubriendo las espaldas de su amigo. Al terminar, quedó a la vista un pasillo oscuro, que no hacía sino prometer un aciago destino. Los amigos ignoraron ese instinto y se sumergieron en las sombras.

Dentro, tuvieron que hacer frente a alguna trampa, pero nada demasiado desafiante; todo lo contrario, les sorprendió esa simplicidad. No sería hasta más adelante, cuando el pasillo se bifurcaba, que quedaría patente el motivo: no necesitaban trampas, porque estaba custodiado por gólems y no-muertos, atados por toda la eternidad a vagar por la oscuridad de los pasillos donde se encontraban. Lamentablemente, ellos también fueron vistos.

Fueron heridos, pero contaban el uno con el otro. Retrocedieron y casi de milagro, escaparon apenas con vida. Ninguno de los dos volvería a mencionar nunca el incidente.

Ahora, Volk se encontraba en los mismos pasillos siguiendo los pasos de la Marquesa y, seguramente, de alguno de sus compañeros. Esperaba no tener que encontrarse de nuevo con aquellos horrores. Lo que le preocupaba era la presencia de la casa de Avellaneda; ese tipo de cosas nunca ocurría por casualidad. En breve averiguaría qué estaba pasando allí.

Sin más, continuó su avance hasta donde se encontrasen los demás.
 

Mientras atravesaba las últimas hileras de viviendas de estudiantes, Kaleb divisó a un par de figuras conocidas: Le Maison parecía haber agarrado del brazo a Hugo para sacarlo con urgencia del monasterio del Campus eclesiástico.

—En el centro de la ciudad, ¿la ves? —dijo el exorcista señalando a la cada vez más delgada columna de humo.

En efecto, algo parecía estar ardiendo cerca de la Plaza Regia; aunque parecía que ya comenzaba a extinguirse.

—Pero ahora que veo que estás bien, ¡aprisa! Tenemos que asearnos y vestirnos apropiadamente. ¡Lord Laforet nos espera!

Volk avanzó por los oscuros pasillos de las Catacumbas. Aunque ya había estado allí antes, jamás dejaría de resultarle agobiante. Muchos corredores eran estrechos y claustrofóbicos, pero algunos eran tan amplios como el salón de una casa pequeña. En las paredes, brillaban retorcidos glifos que titilaban como luciérnagas desnutridas, arrojando muecas siniestras sobre los cráneos incrustados aquí y allá. No era un buen lugar donde relajarse a tomar el té.

Seguía a la Marquesa desde una distancia prudencial. Debía admitir que Katarina estaba en lo cierto: el guijarro le permitía guiarse cómodamente, pero cualquiera que hubiese intentado mirar en su dirección le habría confundido con un glifo más. Su legendario sigilo hizo el resto.

No tuvo que caminar demasiado. Lorena y su escolta se detuvieron en una habitación circular que contenía varios portales de piedra, incluido el que daba acceso al lugar. Volk se quedó en silencio. Iba a pasar algo, pero no tenía ni la más remota idea de qué. 

Finalmente, tras un par de minutos que se dilataron en un convincente esfuerzo por parecerse a horas, un par de figuras encapuchadas apareció por uno de los portales. Sin embargo, antes de que pudiese agudizar el oído, una siseante voz sonó a su espalda: 

—Ah, tú otra vez. ¿Nadie te enseñó que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas?

El rhusiyano se giró, sobresaltado, pero allí no había nadie. Lo único que tenía a su lado eran los brillantes y ambarinos ojos de una serpiente que había trepado reptando por su brazo, mirando fijamente a los suyos.

Tancredo avanzó bastante más confiado que su compañero. A Golyav tanta magia comenzaba a marearle, y no era para menos. Por suerte, aquella grieta invisible parecía bastante inofensiva y olía bien.

Llegaron a un almacén lleno de cajas, barriles, sacos, odres y todo tipo de comida en conserva —incluidos habían colgadas piezas curadas de animales que no habían visto en su vida—. Unas gárgolas se giraron para observarles, emitiendo un tosco sonido de piedra frotándose contra otra. Parecían proteger el lugar, aquel debía ser el lugar donde las hermanas recibían de forma clandestina sus cargamentos. Gracias a los dioses, los custodios parecieron reconocerles y solo se limitaron a seguirles con la mirada.

No tardaron demasiado en ver la escalera que daba hasta la cocina…

-¿Están bien?- le preguntó a Le Maison, mirando primero al caballero y luego al exorcista -Ha sido una Iglesia de la Inquisición...- dijo el gnomo -Pero no pude ver mucho más, no quería retrasarme- y elaboró una sonrisa simpática de las que tan bien le salían.

El gnomo intentaba seguir los grandes trancos de los dos humanos, mientras que en su cabeza iba recordando lo que había estado sucediendo desde que habían emprendido esta aventura. Necesitaba un buen baño, y cambiarse la ropa. Necesitaba un descanso. Y ahora irían a ver a Laforet. Poca cosa no era para nada.

El primer impulso de Volk fue agitar el brazo y gritar de miedo y sorpresa, tanto por tener una serpiente en su brazo, como porque dicho ofidio le estaba hablando. No obstante,  fue capaz de contenerse, sabiendo el lugar en el que se encontraba y que resultaría fatal delatar su posición.

De repente recordó algo... cuando se encontraba acechando a la marquesa, también vio una serpiente. ¿Qué estaba pasando? Sintiéndose algo ridículo, respondió al reptil.

- ¿Pero qué demonios...? Lo siento si te he ofendido, pero no es mi propósito. De hecho, has sido tú quien me ha sobresaltado. Me llamo Volk, ¿con quién estoy hablando? ¿Qué hace un ser como tú aquí? ¿Qué quieres de mí?

Le Maison estaba visiblemente nervioso: -Bien, vayamos a verlo, amigos. También deberíamos encontrar a Tancredo, acaba de atacar a un miembro de la inquisición y eso está penado con la muerte. Aparte de eso, la Diosa Lineras se me ha presentado en la capilla y me ha hablado. Me ha dicho que tendremos ayuda en nuestra misión de quien menos esperamos.

LORE:

Pregunta 0: ¿Quienes son los Caballeros del Santo Pendiente y los inquisidores?*

Los orígenes de La Orden del Santo Pendiente se pierden con el origen de los tiempos. Desde que los dioses del bien y del mal empezaron a involucrar a los humanos en sus disputas, fue necesaria una orden que siguiera los dictados de Lineras y se enfrentara a las hordas infernales creadas por los dioses malignos. Su lucha era épica, limpia, clara. Se enfrentaban a los ejérictos del mal y mataban o morían.

La batalla entre dioses cambió recientemente cuando el dios de las mentiras creó la blasfemia. El poder de los dioses dependía directamente de la fé de sus seguidores por lo que si los seguidores del mal conseguían desacreditar suficientemente a la diosa Lineras, se debilitaría, tal vez lo suficiente para que los dioses del mal ganaran finalmente la eterna partida.

La creación de los inquisidores fue la respuesta de la diosa a la blasfemia. Sólo bajo torturas y usando sus conocimientos de Teología un cuerpo específico como los inquisidores era capaz de averiguar si el blasfemo era sólo un ignorante que podía volver al redil o un peligroso agente del dios de las mentiras que intentaba infectar la fe de sus seguidores.

Desde su creación, en la ciudad de Montnoir, los inquisidores han sido un cuerpo polémico. A pesar de su utilidad, muchos opinan que se involucran demasiado en intrigas políticas y que muchos de los inquisidores son sádicos torturadores que torturan a pobres diablos y dejan pasar las blasfemias de los ricos y nobles. También se rumorea que el dios de las mentiras se haya infiltrado directamente en el cuerpo. Ninguno de los rumores se ha podido confirmar.

1) Ya que ambos son devotos a Lineras: ¿qué relación tienen los Caballeros del Santo Pendiente con La Santa Inquisición?

La relación es tensa puesto que son órdenes diametralmente diferentes y ambas dependen directamente de Lineras.

2) Sabemos que este es el Tribunal de la Inquisición en Montnoir, pero: ¿sabes hasta dónde se extienden los tentáculos de esta Orden? ¿Qué has oído al respecto?

La inquisición tiene por objetivo erradicar la blasfemia de allá donde se encuentre, por lo que crece cada día, aunque es núcleo de poder es Montnoir, y su cometido se centra en las grandes ciudades, siendo casi inexistente en los pequeños pueblos y en las tierras fronterizas.

3) ¿Conoces personalmente a algún inquisidor? [A modo de referencia, los Inquisidores vistos hasta ahora son: la Hermana Beatriz y el Hermano Arcadio].

Le Maison conoce de nombre a los principales dirigentes de los Inquisidores, pero ambas órdenes intentan limitar sus relaciones al mínimo posible. Una vez Le Maison tuvo que salvar al joven hermano Cariano de una muchedumbre que intentaba lincharlo. Parece que el hermano era bastante prometedor por lo que es posible que actualmente esté ya en lo alto de la jerarquía... o haya sido finalmente linchado por otra turba.

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[Más información a modo de referencia]

Los Inquisidores son captados desde pequeños para convertirse en novicios de la Orden. Se sabe que existe una jerarquía interna, estando más abajo los alguaciles (encargados de las prisiones y tareas notariales) y los torturadores (como Arcadio). Muy pocos saben de la existencia del convento negro —donde entrenan a sus aprendices y guardan su archivo privado— que existe en una plazuela oculta de Montnoir.

Perfecto.

El Panteón de Zork es muy amplio y este tipo de aportaciones siempre tienen cabida —además de ser muy interesantes—. Existen dioses del bien venerados por otras razas, pero recordemos que cada cultura y pueblo tiene sus mitos de creación. Algunos pueden trascender de la propia leyenda, en especial en un mundo en el que los dioses se pueden comunicar con los mortales.

Me gusta que tuvieses en cuenta la batalla de dioses y la creación del Velo. A ver qué juego le damos en la historia a La Blasfemia, ;)

Hugo se alegró de que su pequeña comitiva estuviese reunida de nuevo, justo a tiempo para partir. Mientras caminaban de regreso a la residencia donde se hospedaban, comenzó a responder a ambos con tono solemne:

—Siempre es bueno tener a la Diosa con nosotros en tiempos de… ¡¿Qué Tancredo ha hecho qué?! ¿Estás completamente seguro de lo que dices, Le Maison? ¿Se-seguro que no fue al revés? Los Inquisidores tienden a ser un poco exagerados a la hora de acusar a la gente. Tancredo puede ser un tipo extraño, pero puedes fiarte de él hasta cierto punto. ¡Y dudo mucho que atacase a nadie sin provocación previa!

—¿Ofenderme? —la emitió un chirrido que recordaba vagamente a una carcajada —No, muchacho, a mí no me importa que espíes a mi hermano o a esos irritantes humanos. Pero no te hagas el sorprendido. Tú y yo ya nos hemos visto, comadreja fisgona. Pasé reptando delante tuya cuando espiabas el palanquín en el bosque. Sabía que teníais poca memoria, ¿pero no recordar ni siquiera lo que sucedió ayer? ¿O es que acaso te olvidaste tan pronto del buen Lenguaraz?

Todavía mirándole fijamente, continuó deslizando su cuerpo entorno al brazo derecho de Volk.

—Me caes bien. Por eso accederé a contestar a tus preguntas, siempre que me apetezca responder. Pero antes debes ser un buen chico y decirme tu nombre. Me basta con el nombre de nacimiento, no te preocupessss.

Kaleb se quedó perplejo con lo que dijo el caballero. ¿Tancredo había atacado a un miembro de la inquisición? Sólo faltaba que fuese también el iniciador del fuego...

-¿Cómo lo sabes? ¿Lo viste? ¿Y cómo no lo detuviste? ¿Dónde está ahora?- preguntó en una cascada de preguntas que podría haber sido más extensa si la exasperación no hubiese ganado la batalla por salir de su boca -¡Por todos los Dioses!-

Escuchó las palabras de Hugo, pero él conocía al "peregrino" y bien sabía que podía realizar alguna locura pensando que así sería lo mejor para... para... para él. Aunque no entendía allí dónde estaba el beneficio.

Le Maison esperó a que la cascada de preguntas surgiera de Kaleb y de Hugo. Tras ello intentó explicar lo inexplicable. -No sé por qué pasó lo que pasó y no sé por que no detuve yo mismo a Tancredo. En ese momento me pareció que era lo mejor. No quería manchar la epifanía con mi diosa deteniendo a Tancredo para que lo torturaran los inquisidores.

Tras ello les miró a ambos y vio como esperaban algo más de él, por lo que añadió:
Además no vi toda la escena. Cuando llegué ya estaban ambos enzarzados. Me pareció que por un lado Tancredo mentía en sus acusaciones al inquisidor y por otro que en parte decía la verdad. Estoy seguro que nos lo encontraremos y podrá explicarse... de nuevo con medias verdades.

—Estaba al tanto de que Tancredo tenía problemas con la Inquisición, pero según entendido había logrado llegar a un acuerdo con ellos. De todas formas, ahora no podemos perder el tiempo con minucias. ¡El patricio nos espera! Por cierto, Le Maison, en la residencia podrás encontrar atuendos más apropiados para… —el exorcista se detuvo al darse cuenta de con quién estaba hablando —. Olvídalo, no he dicho nada.

Un caballero del Santo Pendiente jamás portaría otras ropas que el hábito propio de su Orden —tampoco se esperaba otra cosa de ellos, ya que eran un cuerpo de élite eclesiástica bastante prestigioso—.[1]

—En fin, basta de prolegómenos y andando — indicó mientras echaba a andar.

Son las IX de la tarde:

Por toda la ciudad comienzan a sonar las campanas del toque de queda, indicando a los ciudadanos que deben refugiarse y no salir de sus hogares. Nadie debe salir a la calla a excepción de las patrullas de Azores.