Partida Rol por web

- Debemos ponernos en marcha- traducía Iacobus a Babaccar- ancianos espíritus sufren bajo esta tierra maldita. Algo o alguien los ha atrapado en este lugar y luchan por escapar. Yo puedo seguir el rastro de sus lamentos y Iacobus puede mostrarnos el camino más seguro y más directo. Todavía podemos aprovechar el factor sorpresa pero ya saben que estamos aquí y de lo que somos capaces. No debemos permitir que tengan tiempo para prepararnos un recibimiento a su medida. Si reúnen soldados suficientes nunca seremos capaces de liberar este sitio de la maldad que lo envuelve. Mi plan es cortar la cabeza de la serpiente antes de que crezca demasiado. ¿Qué habéis averiguado vosotros?

Kaleb se giró hacia el lobo negro, al que entendía de a partes.

-¿Sabes si liberaríamos algo benigno o algo maligno? Porque esa secta, esos aprendices de arcanistas, intentan liberar algo, no retener- y sacó la carta del tarot que encontró en el anuario de la biblioteca -Miren, esto: estaba en un Anuario/Grimorio que el decano me facilitó muy amablemente- se los mostró a sus compañeros, y luego lo guardó en su morral -Allí había un símbolo muy parecido al de una boca... ¿recuerdan la "boca del pozo"?-

Miró a Iacobus, intentando reconocer si en sus gestos algo sabía.

—Sucedió algo parecido hace ya muchos años. Bastante más de una década, de hecho —contestó el brujo—. Desapariciones, animales que se volvían contra sus dueños… Hasta hubo un único caso de Peste de Medianoche, pero se recuperó a los cuatro días. Lograron parar a tiempo. Hablo, por supuesto, de la primera fraternidad Veritas lux mea. En ese anuario hay un registro con los nombres de sus antiguos miembros. Estoy seguro de que te sorprenderá encontrar algunos conocidos, Kaleb. Me sorprende que el decano te dejase estudiarlo. Por aquel entonces, las cosas eran bastante diferentes. Hoy tienen más conocimientos, más dinero y mejores recursos. La criatura a la que tratan de despertar es exactamente la misma: Rimbrodogg, la boca del pozo, el guardián del umbral.

Aunque la luz es bastante tenue, eres capaz de distinguir algunos nombres presentes en las páginas del final. Puede que parezca un grimorio, pero sigue siendo un anuario.

Dos nombres llaman tu atención:

-Arcimboldo, Gerard*.
-Laforet, Abélard. 

Iacobus les guiaba, según decía Babaccar, por el camino más seguro y más directo, o al menos eso era lo que pretendía hacerles creer. Arnault seguía sin fiarse ni un ápice de aquel extraño anciano que había comenzado su andanza junto al grupo precisamente intentando matarles. Al joven todavía le dolía la pierna después de la quemadura que la corrosiva saliba de las invocaciones del viejo le habían causado. Si algo tenía claro Arnault, era que hundiría su espada en el viejo si intentaba cualquier cosa, e incluso si las cosas se torcían suficiente como para proprocionarle una ventaja frente a ellos.

-Yo he visto cosas raras hoy... Sin duda hay algo en el ambiente que no está bien del todo.

- Es más peligroso de lo que pensaba- rumió Babaccar- así que hablamos de algo premeditado y muy planificado desde hace tiempo. No estamos tratando con niños adinerados y caprichosos que juegan con algo que escapa a su conocimiento.

-Digamos que justamente este anuario no me lo dio él, pero se entiende- dijo el gnomo quitándole importancia al hecho de que se lo había robado, lisa y llanamente, como era su costumbre cuando era joven.

Pero que Iacobus supiera sobre el contenido del anuario le hacía sospechar de que ese hombre les sería más útil de lo que pensaban en un principio. De igual modo, se fijó en el anuario, en la lista de nombres, ya que tenía que ver de quiénes se trataba.

-Oh...- dijo Kaleb en voz alta, sin darse cuenta, dada la sorpresa que le generó -El Patricio está aquí... y Gerard Arcimboldo, mejor conocido como el Incorrupto- dijo mirando a los demás y deteniendo su marcha mientras recomponía su semblante -Lo que me recuerda que hay algo que no les conté. Tuve un sueño, y en el sueño me encontré con Tancredo y Ooogrok... allí...- cerró los ojos un momento, intentando recordar -Había una especia de ninfa, relacionada con el sueño... diablos... no, del recuerdo y la nostalgia...- apretó los ojos, como si de esa forma pudiera recordar mejor -¡Ahora recuerdo!- exclamó abriendo los ojos -Entré a la laguna e inmediatamente después estaba dentro de la mente de la Inmaculada, sí, todos sabemos quién es- miró a los demás -Estaba Gerard, y por ende podemos asumir que los trinos y cacareos son más que ciertos... pero volviendo al tema. Algo se traía entre manos y Gerard estaba preocupado por ella y la Inquisición. Ella le respondía con evasivas, como si no confiara del todo en él, o en la reacciones que pudiera tener al contarle en lo que estaba detrás. Estaban conspirando contra Le Maison, asumo, y una tal Hermana Beatriz persiguió a un brujo por la catedral, Tancredo, porque no puede ser otro- sentía que el recuerdo se le esfumaba -Pero la ninfa me dijo que tal vez no era real... aunque a mí me lo suena, ¿no creen?-

Pero había algo que le daba vueltas aún, y era el nombre de Lord Laforet y Gerard. Tal vez era una orden en la que se habían metido en la juventud, y eso había quedado atrás, pero no estaba realmente seguro.

-¿Será una lucha interna dentro de la orden?- miró a Le Maison, sosteniendo el libro entre sus manos -¿Sabías de esto o notaste algo extraño?- ante la sorpresa por el cambio de tema, volvió a hablar -Esto de que el Patricio esté aquí junto con el Incorruptible- señaló el anuario.

Kaleb habla de Gerard el Incorrupto, archidiácono de Montnoir y encargado de la Gran Catedral. Es el máximo representante de la Iglesia de Lineras en la región. La hermana Inmaculada, por su parte, es la suma Inquisidora de Montnoir. Es posible que os suene de oídas o, en el caso de Arnault y Le Maison, que hasta hayáis tenido algún encuentro.

Le Maison negó con la cabeza.

—No sé mucho, me temo. Todos en mi orden han oído hablar de Gerard el Incorruptible, y no es de extrañar que formase parte de alguna hermandad mientras se formaba en la Universidad de la capital de la región, pero no tenía ni idea de esto.

El paladín tomó el anuario que estaba examinando Kaleb y comenzó a estudiarlo.

—Ninguno de estos hombres me suena, aunque me intriga el nombre de ese tal "Cerberus". No lo conozco, pero juraría haberlo oído en alguna parte. 

Creo que nos acercamos —anunció Iacobus— si giramos en esta esquina y… ¿qué es esa cosa?

Una serpiente de color verde esmeralda se había materializado en los hombros de Volk. Kaleb, Le Maison y hasta el propio ladrón parecían acostumbrados a ella, pues ninguno se inmutó.

—Hermano… Puedo sentirte —siseo—Creo que debo marchar, Asciferes y yo debemos estar juntos. Esa bruja…

-Cerberus... Cerberus...- murmuró Kaleb con la mano en la barbilla -Me suena a mí también...^*-

El gnomo se acercó a Lenguaraz y miró hacia arriba.

-Lenguaraz, ¿quién es Asciferes? ¿Quién es la bruja?- preguntó -¿Podemos ayudarte?-

El Cronista se sentía en deuda con la serpiente, lo cual sonaba raro, pero así era. Gracias a ella habían sobrevivido, y eso al gnomo no se le pasaba desapercibido.

—¿Cerberus? Hacía años que no oía ese nombre, la verdad. También se le conoce por el nombre de Kerberos, creo. Si no recuerdo mal, era un personaje relacionado con estas mismas catacumbas. Por desgracia, mis conocimientos de historia están algo oxidados— dijo, como hablando para sí.

Lenguaraz chasqueó la lengua, irritado. 

—¡La marquesa! Esa asesina… Vais a tener problemas más adelante. Asciferes es mi hermano. Si no regreso a él pronto, va a tener problemas por culpa de esa bruja.

Sin mediar más palabra, la serpiente saltó del hombro de Volk y se desvaneció en el aire, entrando de nuevo en otro plano de la realidad. El ladrón Rhusiyano hizo ademán de seguirla pero se detuvo. Sabía que debía dejarla partir.

[ELIPSIS*]

Tras la fugaz y confusa despedida de aquella serpiente parlante —cosa que a Arnault y a Babaccar les sorprendió al principio pero terminaron por acostumbrarse (sobre todo teniendo en cuenta que el segundo todavía seguía transformado en lobo)—, el grupo continuó avanzando un par de pasillos más.

Las indicaciones de Iacobus debían ser certeras, pues Babaccar sentía por el rastro que el objetivo estaba cada vez más cerca. Sentía cómo todo su cuerpo bullía de la emoción, como si los espíritus corruptos que lo habían transformado en animal estuviesen más extasiados que nunca. Debía llegar allí. Pronto se toparían cara a cara con el epicentro de toda aquel cruel despropósito.

El último pasillo desembocó en lo que a primera vista parecía un corredor circular. Tardaron unos segundos en percatarse de que se trataba de una sala gigantesca que contenía un mausoleo en su interior. Aquello no era una pared, sino la fachada de todo un complejo mortuorio. De entre el granito podían oír, amortiguada, una amalgama de gemidos atroces. Antes de que pudiesen hallar alguna salida o de que Iacobus pudiese pronunciarse al respecto, oyeron un grito grave y ensordecedor:

«¡DÉJAME, TANCREDO! ¡TENGO QUE CUMPLIR MI DESTINO! ¡POR OOLOGH!»

Esa respuesta de Lenguaraz lo inquietó. Por más que ya la imagen de la Duquesa, con su extraño y misterioso consejero le daban mala espina, su profesor no estaría con ella si no fuera una mujer de bien. O al menos con un pensamiento más acertado que el de la secta de Lux Veritas.

¿Kerberos? Kaleb sintió que tendría que buscar más información. No podía quedarse con la intriga y además saber ignorante de algo que hasta un viejo asesino y zapatero parecía conocer.

Cuando se encontraron con ese mausoleo subterráneo, un escalofrío recorrió su columna. Una necrópolis en unas catacumbas no le daba una sensación de tranquilidad. Había escuchado historias de una necrópolis subterránea, pero nunca había encontrado pruebas. Y escucharon aquel grito.

-Bueno, muchachos, parece que Tancredo necesita ayuda...- dijo desenvainando su estoque de su vaina de bastón e intentando orientarse de hacia dónde provenía el grito.

Babaccar se colocó en posición de combate al escuchar el grito, arqueando el lomo con los pelos erizados. Después creyó reconocer a Orrghk y relajó el gesto, lanzándose aún así hacia adelante en su búsqueda. Entonces cayó en la cuenta de que sus dos compañeros desconocían su transformación por lo que frenó en seco y miró hacia atrás, al grupo que todavía decidía qué hacer con Kaleb estoque en mano, invitándolos a avanzar.