Partida Rol por web

Mis ojos se abren como platos al oír ese sonido. Es tan particular, tan peligroso, como el chasquido de la corredera de una escopeta. De hecho, causa exactamente el mismo efecto dramático. Un portón abriéndose en el lateral de la furgoneta. Se lo que eso supone. Saben que estoy aquí. Sujetándome precariamente al cuchillo clavado en el techo del vehículo, miro hacia atrás, comprobando que el motorista continúa detrás nuestro. Una loca idea asalta mi cabeza, que trato de desechar inmediatamente. Abandonar el asalto y arrojarme sobre ese motorista, derribarle y, si no me mato en el proceso, coger su moto para seguir a la furgoneta a una distancia prudencial. Pero el "si no me mato en el proceso" pesa demasiado, sería una válvula de escape a la desesperada, si falla todo lo demás y hay que elegir entre morir o jugársela. Pero aún no.

El matón comienza a asomarse. Lo primero que veo es una mano tratando de aferrarse a los raíles superiores del techo, donde encajaría algún mecanismo de sujeción adicional si se desease. Su rostro, o más bien la máscara que todos portan para ocultarlo, es lo siguiente que veo aparecer, pero antes de que su otra mano asome, arma en mano, para mi sumaria ejecución, tomo impulso y mis piernas trazan un círculo hacia él, una patada con todas mis fuerzas dirigida a su cabeza.

Si logro librarme de él, tal vez pueda descolgarme y entrar en la furgoneta...

FURGONETA EN LAS CALLES DE METRO CITY

La irrupción del matón en el exterior de la furgoneta no pasa desapercibido para Allan, ni tampoco obtiene el resultado esperado por el delincuente. El ex militar le propina una potente patada que impacta en su rostro, desequilibrándole y haciéndole soltar su arma, que se pierde en la orilla de la carretera. A buen seguro, alguien la encontrará y cometerá peligrosas fechorías con ella. Así es la naturaleza de la ciudad de Metro City, de la que pocos logran escapar. El matón no cae al asfalto, sin embargo, quedando suspendido del borde del portón, al que queda sujeto con una mano, precariamente.

Mientras el matón intenta evitar una caída que podría llegar a ser incluso mortal, Allan suelta el cuchillo y se desliza para intentar acceder al interior de la cabina. Libre de interferencias, logra descolgarse y aterrizar en el interior, una cabina vacía propia de un vehículo de transporte de material, sin asientos ni nada más aparte de algunas correas para la sujeción del material a transportar. Nada más aterrizar, a oídos del candidato a concejal llegan las últimas palabras de una conversación que se está produciendo en el interior.

...No llegaremos así a los muelles.

Quien así habla es el propio conductor del vehículo, con un tono claramente desesperado. Su interlocutor es otro tipo que se encuentra justo detrás de su asiento, sujetando algo entre sus brazos que Allan no logra ver en un principio. Sin embargo, el rostro de ese tipo se gira, mostrando una máscara muy diferente a las de sus compañeros. El suyo parece más un casco, que deja al descubierto tanto los ojos como la parte inferior de su rostro, mostrando una boca, unos labios, propios de una mujer.

Pero hay algo más, algo que borra de la mente de Allan cualquier plan de lanzarse contra esa mujer. El bulto que sujeta firmemente con uno de sus brazos es, precisamente, la pequeña hija de Melissa. La niña, con los ojos enramados en lágrimas, se encuentra atada de manos y amordazada con lo que parece ser un pañuelo. La mujer sostiene con su otra mano una pistola contra su sien. Sobran las palabras. Un movimiento del ex militar, y la niña morirá.

Peor aún, en esas tablas que no son tales, puesto que Allan parece tener todas las de perder, la mujer pasa de repente de mostrar furia y preocupación en sus labios y mirada, a una maliciosa sonrisa. Allan tan sólo tarda un instante en percatarse de lo que sucede, y es que el matón que había quedado suspendido de la puerta de la furgoneta se alza de nuevo abalanzándose hacia el interior. Hacia él. El ex militar tarda en reaccionar, y para cuando intenta zafarse, el tipo se le ha echado demasiado encima y le tiene sujeto por la espalda, aplicando toda su fuerza sobre su cuello. Allan tan sólo puede tratar de que no le estrangule, lo que logra desplazando la mano del matón desde su hombro hacia su pecho, para que el brazo quede cruzado en torno a éste en lugar de a través de su cuello. Pero liberarse será mucho más complicado.

CALLES MOTORIZADAS DE METRO CITY

¿Cuanto tiempo hace que Melissa no conduce una moto? Al menos, una como esa. El embrague está demasiado suelto, para lo que está acostumbrada, y se queda corto en los cambios de marcha o acelera demasiado bruscamente. Eso es lo que hace que la parte trasera derrape de vez en cuando, impidiendo que la agente logre mantener el control. Cuando ya parece que está logrando estabilizar el vehículo, al intentar ganar velocidad ve de nuevo cómo la motocicleta se le escapa hacia un lado, forzándola a disminuir la velocidad para mantener el control, antes de volver a intentarlo.

Sin embargo, conducir con semejante angustia y prisa no es lo mejor. Y la calma que necesita para estabilizar un vehículo que, además, no está en las mejores condiciones, se le escapa entre los dedos al sentir que del mismo modo se escapan sus esperanzas de alcanzar a su hija secuestrada. Porque, al alzar su mirada, se da cuenta de que la furgoneta se encuentra bastante más lejos de ella que antes.

Podría perderla, podría perder esa furgoneta en las calles oscuras y frías de la ciudad. Podría perder a su hija...

No era capaz de controlar esa moto. Querer es poder… ¡Y una mierda! No había quién controlara ese embrague, y la parte trasera no hacía nada más que derrapar. No podía alcanzar aquella furgoneta por mucho que tratara de acelerar, viéndome obligada a frenar para no perder el control del todo. La vida de mi hija dependía de aquello, y no era capaz de hacerlo.

Cada vez estaba más y más nerviosa. Presenciar el enfrentamiento entre Allan y el encapuchado me puso aún más tensa, y es que a pesar de que mi protegido consiguió hacer que el enmascarado soltara su arma y perdiera ligeramente el equilibrio, no se había librado del todo de él. Cuando el ex militar terminó accediendo a la furgoneta, me decidí a sacar mi arma para tratar de deshacerme del matón, pues antes corría el peligro de darle a Allan. Sin embargo, el enmascarado terminó entrando en la furgoneta antes de que pudiera hacer nada. Había perdido a ambos de vista, y no sabía qué sucedía en el interior.

Era improbable que alcanzara el vehículo, al menos en poco tiempo, con lo que me decidí a disparar nuevamente a las ruedas de este ahora que Allan no se encontraba colgado encima. Puede que si tenía suerte aquello me ayudara a acortar distancias, ya fuera porque obligara al conductor a dar algún volantazo, o porque el desinfle de las ruedas les ralentizara.

La tengo a mi alcance, a apenas un par de pasos. Tan cerca... La acción de ese matón me pilla por sorpresa, un puto error de cadete. Debería haber asegurado el terreno antes de proseguir. Una simple patada habría echado al tipo al asfalto, pero las prisas son siempre malas consejeras. Y así termino en este maldito atolladero. El cabrón me ha agarrado bien, no tengo muy claro para qué. No soy un rehén, no lo creo al menos, y con el portón lateral de la furgoneta abierto no dudo que se estará pasando por la cabeza tirarme.

Y una mierda.

Tomo impulso, bajando la posición todo lo que soy capaz en un espacio tan reducido y con el vehículo en movimiento. Empujo hacia atrás, dispuesto a lanzarnos contra la pared, de espaldas. Debo provocar un error, una oportunidad de liberarme. Siento el impacto contra el lateral de la furgoneta, pero el muy cabrón no afloja, y oigo más que veo el llanto de la niña, apresada por esa hija de puta. ¿Qué clase de gente es capaz de hacer algo así? Lo tengo claro casi inmediatamente. La clase de gente por la que sentí la necesidad de que Armour existiera. Aprieto los dientes y trato de liberarme, pero este tipo tiene fuerza para exportar, y lo que es peor, todo el tiempo del mundo.

No como yo.

CALLES MOTORIZADAS DE METRO CITY

Finalmente, Melissa parece que logra mantener estable el vehículo que ha "confiscado", afianzando sus manos sobre el manillar y combinando las marchas para ganar velocidad. No por ello logra ganar ventaja respecto a la furgoneta que trata de escapar, pero al menos ésta no puede alejarse más de ella. Mantenerla a la vista es, por el momento, un gran logro.

Sin embargo, no es suficiente. La agente de policía necesita acortar distancias, pero no se le ocurre el modo de hacerlo. Desesperada, libera una mano de la conducción y saca su arma, apuntando al vehículo con toda la intención de acertar a las ruedas, ya sea para obligarle a reducir la velocidad, ya sea para provocar un accidente. A ser posible, menor, dado que presuntamente su hija está en el interior. Sin embargo, dos disparos son suficientes para darse cuenta de que, a esa distancia y en movimiento, es casi imposible lograr algo así. Los disparos no son malos del todo, pero se trata de un blanco muy pequeño, lejano y para nada inmóvil.

Sin embargo, esos disparos sí que tienen consecuencias. El matón que acompaña a la furgoneta en otra motocicleta se percata de ellos, mira hacia atrás y ve a la agente que les persigue, comenzando a reducir la velocidad y girando para trazar un círculo. ¿Qué es lo que hace? Parece dispuesto a girar ciento ochenta grados, y encarar a su perseguidora.

A lo lejos, Melissa divisa algo más. Una camioneta, una pick up de grandes dimensiones, parece por una calle lateral, acercándose a la furgoneta y situándose aparentemente a su lado. ¿Qué demonios...?

FURGONETA EN LAS CALLES DE METRO CITY

Allan intenta liberarse de la presa del matón que le mantiene sujeto, pero no es tarea fácil, ni mucho menos. El tipo es fuerte, y le ha cogido ventaja. Allan trata de liberarse, empujando al tipo hacia atrás. Ambos chocan contra una de las paredes de la furgoneta, pero eso no es suficiente para que el firme brazo del matón le libere. Lejos de ello, cuando Allan trata de revolverse y darse la vuelta, el tipo logra enroscar su otro brazo en torno al cuello del ex militar. Éste se da cuenta inmediatamente de que permitir algo así ha sido un gran error, y que pronto el delincuente comenzará a apretar su tráquea para cortar la respiración, o uno de los laterales del cuello para menguar el flujo sanguíneo al cerebro.

Y entonces, estará bien jodido.

Mientras tanto, la mujer aparta la pistola de la cabeza de la niña, haciendo un gesto al conductor tras golpear el asiento de éste con la mano. Allan logra contemplar todo ello desde su precaria situación, aunque no pueda atender demasiado. Pero pronto se da cuenta de lo que sucede, mirando de reojo a la puerta abierta del lateral de la furgoneta. Una camioneta se está acercando, en paralelo a la furgoneta, y parece que la conduce otro de esos tipos con máscaras negras y amarillas. ¿Es lo que él está pensando? ¿Un trasbordo en plena marcha?

Mantener el vehículo estable no era suficiente. Había logrado no perder de vista aquella furgoneta, pero lo que necesitaba era alcanzarla, fuera como fuese. Desesperada, opté por hacer uso de mi arma, queriendo ralentizar al vehículo de algún modo, pero me resultó imposible.

Mi intento de disparar a las ruedas falló. Que aquello sucediera había sido lo más probable desde el principio, pero tenía que intentarlo. No podía arriesgarme a disparar a otro lugar de la furgoneta, estando mi hija y Allan en el interior.

Sin embargo, lo que en principio sólo parecía un intento fallido no se quedó ahí. Mi acción no pasó desapercibida para el motorista que avanzaba junto a la furgoneta, quien redujo su velocidad y comenzó a girar, dispuesto a ir en mi dirección. Pero aquello no fue todo. Una pick up apareció en escena, acercándose a la furgoneta para situarse a su lado.

No, no, no…

Continué conduciendo, tratando de acortar distancias, mientras aquel motorista se dirigía hacia mí. No podía permitir que me impidiera avanzar, si es que lograba mantener estable aquella moto, con lo que volví a hacer uso de mi arma; apuntando al pecho del conductor.

La situación se complica. El movimiento de mi aprehensor alcanza mi cuello, y a pesar de que aún no siento la presión sobre mi arteria, soy consciente del resultado. Si permito que apriete sobre el lateral de mi cuello, cortará el flujo sanguíneo al cerebro y me hará perder la consciencia. Es algo que no puedo permitir, por lo que forcejeo en un intento de apartar su brazo de mi cuello, llevarlo más abajo, o más arriba. Por el rabillo del ojo puedo ver otro vehículo acercándose por el lateral, aunque apenas puedo prestarle atención. Me hago una idea de lo que significa, y de la urgencia que supone, pero eso no lo hace más urgente que la posibilidad de que me dejen fuera de juego. Si quedo inconsciente, al margen del hecho de que podrían ejecutarme sin oposición alguna, no le serviré de nada a la niña.

Mierda...

Nada de lo que hago parece funcionar. El matón es demasiado fuerte, y sabe lo que se hace. Trastabillo con algo al intentar hacer fuerza con las piernas, mientras que él parece bien asentado. Estoy bien jodido...

FURGONETA EN LAS CALLES DE METRO CITY

Allan se ve firmemente apresado por el matón, que le tiene sujeto en una presa rígida y mortal. El brazo de éste se enrosca alrededor del cuello del ex militar, quien es plenamente consciente del resultado que puede tener su situación. Se debate con fuerza, pero en seguida queda constancia de que el matón se encuentra en ventaja y que liberarse va a ser tremendamente complicado, si es que es siquiera posible.

Mientras tanto, el otro vehículo se sitúa justo al lado de la furgoneta, momento en que la mujer sujeta a Liss con fuerza, provocando que ésta se queje por el dolor que le causa, y la lleve en volandas hasta el portón abierto del furgón, asomándose mientras un matón con máscara bicolor se asoma a la parte trasera de la camioneta. La mujer prácticamente lanza a la niña a los brazos del matón, que la agarra y la deja caer sobre la plataforma trasera, alargando su mano para ayudar a la mujer a pasar también.

Están escapando.

CALLES MOTORIZADAS DE METRO CITY

Como si de una justa medieval se tratara, Melissa y su contrincante conducen sus monturas motorizadas en la misma dirección, pero sentido inverso, uno contra el otro. El impacto es inminente, aunque al igual que entre los caballeros, no son las monturas las que impactan entre sí, sino las lanzas. Y en los tiempos modernos, las armas que responden a tal finalidad no suelen ser otra que las armas de fuego.

La agente de policía puede ver cómo el matón hace el amago de llevarse una mano al costado contrario, presumiblemente con toda la intención de extraer un arma que emplear contra ella. Pero ella termina siendo más veloz, pues antes incluso de que el matón llegue a enseñar su arma, ella ya tiene su pistola en la mano y apunta al pecho del delincuente, disparando.

Un único disparo es más que suficiente, certero como resulta ser, y el motorista abre sus brazos precipitándose hacia atrás, para caer al asfalto arrastrado tras la moto por la inercia. Una moto que ¡oh, dios! cae al suelo en una nube de chispas de metal contra asfalto, arrastrada por la misma inercia... justo en dirección a Melissa.

Continué avanzando, directa hacia aquella otra moto que venía en mi dirección. Era muy difícil que aquello saliera bien, ¿o quizás no tanto? No lo sabía, pero pocas alternativas tenía ya con aquella pick up junto a la furgoneta en la que se llevaban a mi hija.

Liss, mi pequeña, mi vida, mi todo…

Alcé mi brazo y disparé al pecho de aquel matón, acertando de lleno en este incluso antes de que cogiera el arma que parecía ir a sacar. Abrió sus brazos y calló hacia atrás, chocando contra el asfalto, del mismo modo que terminó haciendo su vehículo. Este se precipitaba hacia mí creando un sinfín de chispas, mientras yo trataba de esquivarlo, intentando una vez más lidiar con aquella moto que tan difícil me estaba poniendo las cosas.

Cada vez más cerca del vehículo, supe que aquello no iba a acabar bien. No podría salvar a mi hija, a quien no debí dejar ir a aquella fiesta, ni ayudar a Allan, quien estaba en aquella furgoneta por mi culpa...

No, no puedo, no lo puedo permitir. Me debato entre los brazos férreos del matón, cuya fuerza me desborda, principalmente por la postura en que he terminado. ¿Cómo he podido caer en esta maniobra, como un vulgar cadete? Tengo que intentar algo, lo que sea. Lo principal es no quedarme quieto. Eso lo se, aunque la presión en mi cuello hace que pensar sea cada vez más difícil. Es la falta de oxígeno, pero sobre todo de sangre. Todo termina basándose en eso. No puedo respirar, pero sobre todo es mi cerebro el que no recibe suficiente oxígeno, y caeré inconsciente antes de darme cuenta si no hago algo.

Si la fuerza bruta no funciona, sino puedo garrar su brazo y desplazarlo para que deje de ejercer presión, puedo probar otra cosa. Tal vez podría dejar el brazo y tratar de hacerle daño, para que afloje por sí mismo. Un codazo en el costado, eso debería hacer que se doble, que libere la presión.

Pero antes de poder intentarlo, me doy cuenta de que mi visión empieza a nublarse. ¡No, joder, necesito más tiempo! Pero no lo tengo. Intento moverme, hacer algo, pero mi cuerpo no responde. Aprieto los dientes, ordenándome actuar, como si un superior me diera una orden en el campo de batalla, pero su voz suena lejana y distorsionada y no logro entenderle. No puedo pensar, no puedo hacer nada...

...y todo se vuelve negro.

CALLES MOTORIZADAS DE METRO CITY

Parece inevitable, pero Melissa intenta esquivar igualmente a el proyectil en que se ha convertido la moto del matón abatido. No le queda otra, desesperada y sin más opción. Sin embargo, debido a la velocidad a la que van ambos vehículos, apenas tiene tiempo para reaccionar. El impacto no es brutal, sino más bien brusco, salvaje. Un instante está aferrada a los mandos de la moto, y al momento siguiente se encuentra suspendida en el aire sin nada a lo que agarrarse ni posibilidad de reaccionar.

Y entonces llega el suelo, un golpe fuerte en la espalda y todo su cuerpo deslizándose sobre lo que parece papel de lija que desgarra su ropa y cada porción de piel que encuentra al descubierto. Termina rodando sobre el asfalto, sin poder hacer nada salvo dejarse llevar con la esperanza de no chocar contra nada que empeore su ya de por sí delicada situación. Y aunque no se lo parece, tiene motivos para agradecer, ya que termina deteniéndose por sí misma, con el cuerpo amoratado y llena de rasguños.

Al elevar la mirada, a un lado puede ver las dos motos tiradas en el suelo. No parece que el choque las haya dejado en muy mal estado, aunque eso no es lo malo. Al girar hacia el lado contrario, puede ver cómo los vehículos que perseguía se alejan ganando terreno, y mucho. Y lo que es peor, vislumbra en la distancia cómo sobre la camioneta está una mujer enmascarada sujetando un bulto pequeño, que con estupor puede asumir que debe ser su pequeña Liss. De la furgoneta salta sobre la plataforma de la camioneta un matón que surge del portón lateral, y apenas un instante después el propio conductor. Ni rastro de Allan. La camioneta realiza un brusco giro al alcanzar un cruce, desviándose hacia la izquierda con un sonoro derrape, mientras la furgoneta continua recto... sin control.

Todo sucedió demasiado deprisa. El impacto, mis manos soltándose del manillar, mi cuerpo suspendido en el aire, y entonces, el duro golpe contra el suelo. Un golpe que recibió mi espalda al estrellarse contra el asfalto, justo antes de continuar deslizándome por este, mientras mi ropa se rasgaba y lo mismo sucedía con mi piel. Terminé rodando por el suelo, mientras imploraba no chocar contra nada o que ningún vehículo que viniera detrás me atropellara. Al frenar, comencé a incorporarme como pude, sintiendo un inmenso dolor en mi cuerpo y viendo cómo sangraba por diversos rasguños.

A un lado pude ver las dos motos, dándome cuenta de que la mía aún podría usarse, mientras que al otro lado presencié algo que me dejó sin aliento. Aquellos vehículos cada vez más lejos, y los que iban en la furgoneta iban abandonando esta para subirse a la camioneta.

Ese bulto…

Aquella tenía que ser mi hija, se la llevaban a aquel otro vehículo que cada vez estaba más fuera de mi alcance. Pero, ¿y Allan? No parecía haber rastro de él. Justo antes de recoger mi pistola y apresurarme hacia la moto vi cómo la camioneta giraba bruscamente en un cruce, mientras la furgoneta continuaba avanzando sin aparente control.

Mierda, mierda, mierda…

Antes de arrancar, telefoneé a la policía, queriendo advertirles de lo que pasaba; aunque no compredía por que no había ya ninguna patrulla por allí.

- Soy la agente Whedon, estoy siguiendo a unos secuestradores, tienen a mi hija. Van en una camioneta, una pick up de grandes dimensiones que acaba de adentrarse en la Avenida Riverside dirección oeste. También hay una furgoneta fuera de control en Dreamer Street, tras el cruce, Allan Jefferson va dentro. – expliqué con premura, dispuesta a responder del mismo modo con cualquier otro dato que me pidieran.

Tras ello arranqué la moto, tratando de avanzar lo más rápido posible por aquella calle, observando cómo la furgoneta no dejaba de avanzar sin control y cómo aquel cruce en el que la camioneta había girado me quedaba cada vez más cerca; mientras esperaba escuchar las sirenas de los coches patrulla.

CALLES MOTORIZADAS DE METRO CITY

Melissa no tarda en reaccionar, a pesar del accidente que acaba de sufrir. Lejos de dejarse llevar por el shock, la agente se apresura a ordenar sus ideas y trazar un plan, priorizando la urgencia y las posibilidades que tiene de lograr algún resultado. Así, decide actuar directamente en uno de los caminos que se abren ante ella, y dar aviso con la información de que dispone para que sus compañeros del cuerpo actúen en el otro. Es realmente una decisión difícil, más aún para una madre.

De ese modo, logra marcar el número directo de la central de policía, respondiendo un agente al otro lado en cuyo tono de voz se percibe cierta urgencia. No cabe duda que los servicios de Policía deben estar saturados, dada la situación excepcional que se ha producido en el hotel. Es de suponer que se habrá movilizado a todos los recursos disponibles, y de hecho esa es parte de la esperanza de Melissa, puesto que el hotel no queda demasiado lejos de su posición. Deberían poder enviar patrullas con relativa facilidad y premura.

Por supuesto, agente Whedon. Paso el aviso ahora mismo. -Responde el agente encargado de la centralita, cortando la llamada inmediatamente.

A la agente no le queda tiempo para analizar el tono de ese agente, si ha sonado realmente sincero o no. ¿Por qué iba a desconfiar? Tampoco es consciente de si realmente es una voz conocida o no, aunque tampoco es que Melissa conozca a todos los agentes de la comisaría central. Sus manos sujetan con fuerza el manillar de la motocicleta, levantando el vehículo y arrancando de nuevo para acelerar por la carretera, en línea recta. La furgoneta continúa avanzando pero, ahora que la agente se fija, parece que esté reduciendo lentamente su velocidad. No le cuesta calcular que el motor no acelera por sí mismo, presumiblemente al no haber bloqueado el pedal del acelerador, por lo que el propio motor irá reduciendo la velocidad del vehículo hasta detenerse por sí mismo un rato después, si es que no encuentra un obstáculo con el que detenerse accidentalmente antes.

Tomar aquel tipo de decisiones nunca era sencillo, pero cuando se trataba de tu propia familia, de tu propia hija... No había calificativo para describir tal situación. Tuve que hacer de tripas corazón y dejar que la mente policial imperara sobre mis sentimientos como madre. La posibilidad de alcanzar la camioneta que se llevaba a mi pequeña era ínfima, y aun llegando hasta esa, era practicamente imposible que lograra liberarla, y es que además de mi inferioridad numérica, carecía del equipo necesario para enfrentarme a algo así. Si hubieran querido matar a Liss ya lo habrían hecho, así que mis únicas esperanzas eran que la policía interviniera antes de que la pick up huyera o encontrar yo misma después dónde retenían a mi hija y liberarla.

Y entonces me cargaré a esos tipos. A todos ellos. Uno por uno.

Efectué aquella llamada a la policía con celeridad, sin tener claro si reconocía la voz al otro lado, la cual no me tranquilizó precisamente; no sabía si porque no había percibido nada de empatía en aquellas palabras o por los rumores sobre el departamento de policía. En cualquier caso, no podía detenerme a pensar en aquello, y me dispuse rauda a arrancar aquella moto y avanzar hacia la furgoneta.

No tardé en darme cuenta de que la velocidad de esta disminuía, lo cual jugaba en mi favor, sólo esperaba que no chocara antes con nada. Continué avanzando tan rápido como podía, con la esperanza de que Allan estuviera aún vivo en su interior.

Vamos, aguanta...

CALLES MOTORIZADAS DE METRO CITY

Melissa acelera con potencia su moto, logrando acortar rápidamente la distancia que la separa de la furgoneta, gracias sobre todo a que ésta va decelerando por momentos. La agente se sitúa a la izquierda de la misma, descubriendo que la puerta del piloto está entreabierta y bamboleándose por el movimiento, mientrs que el portón trasero está totalmente abierto. En su interior, Allan Jefferson-Kennedy está tumbado en el suelo, en una incómoda postura y con los ojos cerrados. Desde luego, no está consciente, pero ¿estará con vida? Desde su posición, la agente es incapaz de precisarlo.

Al conducir junto al vehículo, Melissa se percata de que el furgón está desviándose ligeramente a la derecha. A lo lejos se ve un cruce, aunque no parece haber tráfico. Sin embargo, si el vehículo sigue ladeándose terminará por estrellarse contra una farola o un coche aparcado en ese cruce, si no contra la fachada de un edificio. Bien es cierto que la velocidad ha disminuido bastante, pero igualmente el impacto puede ser importante.

No obstante, ¿cómo detener un furgón en marcha?

Terminé logrando alcanzar aquella furgoneta, gracias en gran parte a que la velocidad de esta iba disminuyendo. Al acercarme pude ver que la puerta del conductor estaba entreabierta y bamboleándose, encontrándose también abiertas las puertas traseras, estas de par en par. Pude ver a Allan tirado e inconsciente en el interior, esperaba que sólo inconsciente, pero no podía estar segura de ello.

Me percaté pronto de que la furgoneta había comenzado a desviarse ligeramente hacia la derecha, lo que podría desembocar en un choque que si bien no sería a demasiada velocidad, podía ser igualmente importante. En la situación en la que Allan se encontraba eso podría resultar fatal, así que no tardé mucho en decidir que tenía que subir a aquella furgoneta para frenar su avance. Sin embargo, ¿por dónde?

Consideré hacerlo por la puerta del conductor, siendo lo más rápido, pero también era lo más arriesgado. Así, finalmente me decidí a acceder por el portón trasero, desde donde podría alcanzar el asiento del conductor. Disminuí ligeramente la velocidad para situar la moto dónde quería, y con cuidado me posicioné para poder saltar a la furgoneta. Ya había sufrido un accidente, y esperaba no sufrir otro. Por suerte, mis capacidades físicas eran mucho mejores que las de conducción.

Terminé dejando la moto atrás para pasar a la furgoneta, cayendo en la parte trasera de esta junto a Allan al saltar. Desde el suelo comprobaría si mi protegido continuaba con vida, para poner rumbo después a la parte delantera si no necesitaba asistencia. Aún quedaba algo para alcanzar aquel cruce, pero debía darme prisa.

CALLES MOTORIZADAS DE METRO CITY

Pocas son las opciones de las que Melissa dispone, pero finalmente opta por aquella que, si bien parece algo más larga, también más segura y efectiva. Por ello, se sitúa justo al lado de la furgoneta y da un impresionante salto al interior del vehículo a través del portón lateral. Prácticamente oyendo el modo en que la motocicleta se estrella al desprenderse de su conductor, pues le es imposible mirar hacia atrás para verlo, aterriza en el suelo de la parte trasera del furgón, chocando prácticamente con el cuerpo inmóvil de Allan.

Es precisamente al intentar incorporarse, que la agente se permite un instante para comprobar el pulso de su aún protegido. Efectivamente, el candidato respira y tiene pulso, está inconsciente pero vivo. Por ello, Melissa se incorpora rauda y se abalanza a la parte delantera del vehículo, saltando prácticamente en el asiento del conductor para pisar con fuerza el pedal del freno, justo antes de internarse en el cruce. El vehículo se detiene bruscamente, pero a tiempo de evitar ser arrollado por un par de vehículos policiales que, con las sirenas puestas, cruzan a toda velocidad en dirección. Es muy posible que se dirijan al hotel, puesto que la camioneta de la que la agente ha dado aviso iba en dirección contraria... ¿No?

En la parte trasera, el hasta ahora inconsciente Allan comienza a reaccionar, emitiendo un gemido similar a un gruñido de dolor a medida que va recuperándose y despertando. Aunque, a la vista de cómo aprieta los párpados, se diría que va a tener un buen dolor de cabeza.