Partida Rol por web

También podríamos aprovechar para comer algo antes de montar en el tren. Va siendo la hora del almuerzo. Podemos parar de camino a la estación de autobuses.

-Sí, después del Advertiser comemos algo. que las gachas no son plato de gusto para mi paladar.

Un nuevo paseo os lleva a la editorial del Arkham advertiser. No os cuesta distinguir sonidos mecánicos y voces aisladas en el interior, que demuestran bastante ajetreo para ser domingo. La puerta de la nave, por otra parte, está cerrada.

Toc Toc

Tras varios intentos de llamada, un hombre con mono, lleno de arriba a abajo de pintura sale a recibiros, con cara de prisa:

-¿Qué pasa? Tengo trabajo y poca gente. ¿Saben manejar una imprenta? Si no es así, no me sirven- dice el tipo con cara de pocos amigos y poca paciencia.

-Ops, lo siento. No quería molestar creame. Veníamos a estudiar los periódicos antiguos de la Gaceta de Arkahm, con el permiso de ellos, claro. Pero no queremos molestar así que volveremos más tarde.

Me giro para irme, pero antes de que cierren le digo:

-Ah, por cierto. He notado que están ustedes faltos de personal. Quizás estén buscando nuevos empleados. Conozco a una persona que busca empleo. No sabe manejar una imprenta, pero es un trabajador nato, aprende rápido y no se le dan nada mal las letras. Le podría decir que viniera, si tienen ustedes interés, claro.

Kurt se queda observando la escena mientras Ludmilla lleva la voz cantante.

-Bien, que se pase. Le echaremos un vistazo y si vale, siempre hay sitio para un pinche más.- termina el hombre, sin gastar más saliba, ni tiempo, cerrando la puerta tras él.

-Bueno, volvamos a la estación. A ver si por el camino encontramos algo de comer, ¿no Kurt?

Digo empezando a caminar.

Cuando ya llevamos un buen rato de camino hablo de nuevo:

-En realidad no había pensado en nadie para ese trabajo, pero... quizás sería bueno meter a alguno de nosotros, no sé, Pietro, o... usted, para estar bien informados, de primera mano. Bueno, es sólo una idea. Quizás me pasé de estúpida.

Si vemos algún lugar donde haya algo de comida, aunque sea un puesto ambulante de fruta, compramos algo para comer durante el viaje.

En la propia estación de trenes no os cuesta encontrar un puesto ambulante, pero para vuestra consternación, el menú son gachas. Eso sí, con pan tostado crujiente y más tropezones que las de la universidad. También sirven té frío con limón.

No os cuesta suponer que está principalmente para los turistas, seguramente ávidos de probar por un solo día la curiosa especialidad local, que no han tenido que soportar durante una semana, siendo estos más numerosos, presuponéis, en domingo (si bien todo parece muy desierto).

Por lo demás, la ciudad parece verdaderamente cerrar en domingo al mediodía.

No sé usted, señora Davourier, pero estoy deseando que termine este suplicio de las gachas...

Dice Kurt mientras disfruta del té frío que parece ser la nota de color en este insulso menú.

-No lo sabe usted bien...

Digo en el mismo plan.

La hora de salida del tren no tarda en llegar, y montáis en el envejecido vagón de asientos de madera. Hasta donde podés observar, no viaja mucha gente en esa dirección a esta hora del día. Algunos suponéis que habrán ido a la mañana, y los otros imagináis que estarán comiendo. Solamente veis a un hombre casi en harapos, con aspecto de llevar al menos un par de días o 20 sin ducharse, y a una señora que ya vivió los 50, con aspecto orondo, que no levanta su vista de la ventanilla. En sus ojos está claro que ha estado llorando, y su expresión demuestra soledad y melancolía.