Partida Rol por web

El capitán esperaba afuera junto con los dos sargentos que le acompañaban cuando vio salir a los dos muchachos hizo un gesto a uno de los sargentos y este sacó una pitillera que llevaba en el bolsillo la abrió y les ofreció un cigarrillo.

Siganme por favor. Dijo el capitán. Vamos a dar una vuelta.

Comenzaron a caminar mientras el cielo se oscurecía cada vez más, hacía unos minutos de la puesta de sol y el cielo comenzaba a mezclar tonos anaranjados con azulados mientras el manto de la noche cubría todo lentamente. Cuando estuvieron algo alejados del barracón y sin que nadie los pudiera escuchar Lewis rompió el silencio de aquella extraña marcha.

Se preguntaran por que he ido a buscarles y no les he hecho llamar, y bueno, supongo que siento debilidad por el cielo de Inglaterra. Mostró una afable sonrisa en su rostro mirando a los dos soldados. Que mejor escenario para darles una noticia así...

Miró a Reynolds. Usted es Reynolds ¿no? Dicen que es buen tirador, un francotirador de primera. Luego su mirada se dirigió a Bennet. Y usted un experto en transmisiones. ¿Me equivoco?

El soldado de primera James Reynolds se quedó en silencio todo el trayecto escuchando al capitán, guardando las formas gracias a los años de disciplina con el semblante serio y por dentro algo nervioso. Si bien él sabía que el capitán Lewis era un buen soldado que se había ganado las dos estrellas (palitos); de un superior se puede esperar cualquier cosa, desde una riña hasta una condecoración. Aunque el sureño no recordaba ninguna fechoría reciente.

Nuestro superior comenzó a hablar hablando sobre el cielo de inglaterra, personalmente, Jim prefería los cálidos paisajes de su tierra y una playa antes que la húmedad y las nubes de Inglaterra. Pero sólo era unas frases para adornar mejor su discurso, supuso el sureño.

—Err, bueno mi capitán, en realidad exajeran todo lo que dicen, pero sí, mi nombre es James Reynolds. —contesté afirmando sus palabras con una sonrisa pero siendo algo modesto en cuanto a mis habilidades—.

Albert caminaba en silencio, siguiendo la estela del capitán, y escuchando atentamente sus palabras. Había rehusado a aceptar el cigarrillo que se le ofreció, ya que ni el capitán, ni los dos sargentos, ni su compañero James tenían intención de fumar. Entendía que tal ofrecimiento era una simple cortesía, pero el simple hecho ya denotaba que aquel encuentro no sería ninguna regañina, y eso le tranquilizaba en cierta medida.

Habiendo alcanzado una cierta lejanía respecto al barracón, el capitán Lewis comenzó a hablar. Ciertamente el cielo de Inglaterra en aquel momento se veía realmente bello. Tras esas primeras palabras, se dirigió a los dos soldados.

-Sí señor, así es, cursé algunos estudios antes de la guerra, y tras la toma de Sicilia fui destinado a un centro de telecomunicaciones.

Realmente Albert no se consideraba un experto, ya le gustaría a él, si así fuera, no habría sido enviado al frente; pero entre todos los hombres que participarían en el desembarco, posiblemente sí fuese él quien tuviese un mayor conocimiento sobre la materia en cuestión, así que dejó de lado de la modestia y afirmó ante tal calificativo por parte del capitán Lewis.

El capitán se detuvo y se giró hacía ellos. Ustedes dos no iran al desembarco. Estudió el efecto que sus palabras habían causado en los rostros de ambos soldados y después continuó.

Hay otros planes para ustedes. Saltaran en paracaidas cerca de Carentan para cumplir una misión secreta. Deberan eliminar a un capitán nazi que reside allí. Iran con el Teniente Parks. Los dos conocían al teniente Parks pero les sorprendió que le llamara Teniente, ya que su rango era el de Alferez hasta donde ellos sabían. Una vez hayan cumplido su misión se uniran a la 101 división aerotransportada que saltará después de ustedes y ayudaran en lo que puedan hasta que las playas sean tomadas y puedan volver a su unidad.

Por lo que a los demás respecta esta misión no existe. Cuando les pregunten para que os he llamado les diran que han sido cambiados de unidad. ¿De acuerdo? Miró seriamente a ambos soldados.

Recojan sus cosas cuanto antes y vayan a mi oficina.

James se quedó callado y al mismo tiempo extrañado por descubrir que ahora él ya no iba al desembarco. Es decir, que primero le cambiaban el destino de invadir Italia por el de tomar Europa por el norte y ahora le cambiaban éste "por otro". Le dieron ganas de saltar y a reprochar con mil por qués pero justo cuando iba a abrir la boca el capitán continuó con sus palabras...

¿Misión secreta en Carentan? ¿Asesinar un capitán nazi? ¿Con el teniente Parks? Sus palabras resonaron en la cabeza del sureño mirando de reojo a su compañero, Albert, en un intento de averigüar qué pensaba sobre todo ésto. El alférez, bueno, el actual teniente Perks era un buen hombre y ahora mismo el soldado de primera desconocía el por qué de su ascenso; quizás méritos propios al igual que Frank.

Cuando terminó de hablar, Jim asintió con la cabeza respondiendo afirmativamente a toda la información que les habían proporcionado.

—De acuerdo señor, recogeré todo y en seguida estaré allí.—

El soldado se cuadró de nuevo para despedir a su superior y esperó a que Albert le acompañara a los cuarteles...

-Así se hará señor, recogeremos lo más rápido posible y nos dirigiremos a su oficina.-

Al igual que su compañero se cuadró ante el capitán y marcharon ambos con paso firme hacia los barracones.

Con todas sus pertenencias en las mochilas que ya tenían preparadas para el día siguiente los dos soldados de primera se acercaron hasta el despacho del capitán Lewis. Escucharon voces dentro y prefirieron no entrar. Ya que el capitán parecía estar reunido con alguien.

La noche comenzaba calmada, se escuchaban muchos grillos en las cercanias y la tranquilidad reinaba en aquel lugar de Inglaterra del que nunca hasta que los llevaron allí habían oido hablar.

El soldado de primera dejó caer su mochila sobre el suelo ya que en la espalda pesaba mucho. Se giró hacia su compañero con intención de comenzar alguna conversación mientras se rascaba el cogote con aire jovial y un poco infantil.

—Vaya, el despacho está ocupado, habrá que esperar un poco. —dijo en un susurro para no desentonar con la tranquilidad de la noche.— ¿Qué opinas de nuestro cometido? Parece que es demasiado importante, ¿no estás algo nervioso?

Albert se se sentó en el suelo dejando su mochila a un lado y apoyando la espalda en la pared.

-Bueno, que opiono... creo que nos estan metiendo en la boca del lobo, pero sinceramente no me preocupa en exceso, posiblemente tengamos las mismas posibilidades de morir en territorio ocupado como en el frente... -dijo mientras miraba hacia el suelo con la mirada perdida. Estuvo como tres segundos en silecio, y levantándo la vista hacia su compañero añadio: -pero hay algo positivo en todo esto y es que ahora dependeremos de nuestra habilidades para sobrevivir, y no será puro azar el que nos alcance una bala. -sacó un palillo del bolsillo de su chaqueta, y se lo introdujo en la boca. -¿tu que piensas de todo esto?

La puerta de la oficina del capitán se abrió y al mirar hacía la puerta vieron a un sargento salir. Debido a que la luz le daba de espaldas y que afuera todo estaba oscuro no le pudieron ver la cara, pero si que vieron la insignia de su brazo. Era un sargento mayor.

Tan pronto como Albert vio que la puerta se estaba abriendo se puso de pie de un brinco.

Viendo en la insignia del brazo que aquel que abandonaba la oficina era un sargento mayor, se cuadró ante él y le saludó llevándose la mano derecha hacia la sien.

Al igual que Albert, el sureño se cuadró frente a su superior y le saludo con la mano pegada en la sien. Ya era rutina diaria saludar así a los superiores. Esperó a ser llamado por el capitán Lewis desde su oficina.

- Pueden relajarse, soldados. Dijo el sargento mayor que cerró la puerta a su espalda y continuó andando alejandose de ellos por el camino.

Del interior de la oficina aún se escuchaban voces de conversación.

Antes de que el sargento mayor se hubiera alejado, Albert se aventuró a formular una pregunta.

-Discúlpeme señor, si no es de mucha molestia, ¿podría informar al capitán Lewis de que el soldado Bennett y el soldado Reynolds, unos servidores, ya hemos recogido nuestras pertenencias y que esperamos aquí fuera a que nos reciba? -dijo manteniendose aún firme -El capitán requirió nuestra presencia lo más prontamente posible, y agradeceriamos que le comunicara que ya estamos preparados para lo que disponga.

James hizo caso a su superior y se relajó, a primera vista este superior parecía un tío honesto y bastante humilde. Algo olía a que era un buen tipo, de esos suboficiales que pocos quedan. Se quedó callado en cuanto Albert comenzó a hablar y atento para saber la respuesta...

El sargento hizo un gesto para que esperaran, llamó a la puerta con sus nudillos para avisar. Después de escuchar que se le permitía el paso, entró, cerrando la puerta.

Unos segundos después, apenas medio minuto, volvió a salir y les dijo:

-Podeis pasar. El capitán y el teniente os esperan.

Albert se agachó a recoger su macuto, se irgió e hizo un gesto a su compañero para cederle el paso.

-Tu primero James, veamos que se nos encomienda -y esperó a que su compañero se dispusiera a entrar para avanzar tras él.

El sureño escuchó las palabras del suboficial y echándose el macuto a la espalda -mientras que se encogía de hombros- hizo caso a su compañero entrando al despacho.

—Ya estamos aquí, señor. —dijo en cuanto su cabeza y medio cuerpo se asomaba por la puerta—.

Buenas noches muchachos. Dijo el capitán cuando los soldados entraron. Aquí teneis a vuestro nuevo oficial. El teniente Parks.

Él será vuestro jefe y quien os explique todos los detalles de la operación. Ahora si me disculpais tengo trabajo aquí, ser capitán también lleva mucho papeleo. Bromeó dejando caer el mazo de papeles que sacó de un cajón sobre su mesa.

Podeis usar el despacho de al lado para lo que necesiteis.

-Gracias, señor. Que tenga suerte durante la invasión. Daniel se desipidió del capitán y se giró hacia los dos soldados que acababan de entrar en la sala.

-Pasemos al otro despacho muchachos. Les dijo mientras les indicaba con la mano que fueran entrando. Les explicaré en qeu consiste nuestra misión.