Partida Rol por web

Las palabras de la joven alarmaban a la guerrera, que a su vista aquella muchacha debía estar bien. Definitivamente a pesar de la similitud física, quizás su fisonomía era distinta.- Piensa, piensa - se esforzaba a si misma; era una guerrera, la curación nunca había su fuerte. Debían trasladarse, ya que seguramente el alboroto podía atraer otras personas con las cuales no quería topsrse; miro a un costado aquella puerta que anteriormente había pateado. Fue hasta aquella grande tabla de madera y la colocó a un lado de Katia. -Bien, te moveré para poder trasladarte - comentó para informar a su inusual compañera

Nunca se había encontrado en aquel estado, le dolía todo el cuerpo y cualquier movimiento le hacía sentir tremendas punzadas de dolor, pero aun así, Katia era demasiado orgullosa como para dejarse trasladar encima de una tabla de madera. – Ni se te ocurra subirme en eso. – comentó con tono amenazante mientras intentaba ponerse en pie y echar a andar.

Lo primero ocurrió, pero lo segundo era algo más complicado. Las piernas le fallaron y cayó de nuevo hincando una rodilla en el suelo. Un gesto de rabia se dibujó en la cara de la hechicera, que no pudo más que alzar de nuevo la vista hacia su nueva compañera de diversión y pedir, con la mirada pues de su boca no salió ninguna palabra, ayuda para poder andar.

El mago sonríe bajo su espeso bigote, algo que no te gusta. La gente debería mostrar temor ante ti, no sonreír. La sonrisa es mala señal.

No es mi intención que mueras de hambre, nada más lejos. -En sus ojos destella un brillo que te inquieta. Y tu no deberías inquietarte. hay demasiadas cosas que no son como debieran ser, en esta noche- Aunque eres consciente de que podría hacerlo. No puedes salir de este lugar sin mi ayuda, y entre estos muros no hay nada de lo que puedas alimentarte... -Recuerdas sus palabras, la descripción del lugar. Sin puertas, sin ventanas, con sus portales como única vía de entrada y salida. Maldición, es cierto- Sin embargo, creo que podremos alcanzar un acuerdo del que ambos salgamos beneficiados...

Rasputín se inclina hacia ti. Su sonrisa desaparece, su expresión se vuelve seria, dura, la de un depredador.

Quiero a Signo. No a él, sino lo que le mueve. Le he investigado durante mucho tiempo, y a pesar de sus aires de grandeza y su palabrería pseudo bíblica, no es más que un títere. Hay una fuerza mucho mayor que le mueve, aquello que le concede su poder y le dicta sus actos. Una fuerza que, si alcanza su objetivo, haría que aquello que te fue arrebatado te sea arrebatado mil veces más. Es algo de lo que estoy convencido...

El mago guarda silencio unos instantes, dejando que sus palabras calen en ti. Mil veces más, tus presas arrebatadas ante tus ojos...

Y esa fuerza sería imparable. Pero Signo no lo es. Sólo es un hombre, y puede ser detenido.

Katia se niega a ser trasladada en una camilla improvisada. Es demasiado orgullosa, ha pasado por demasiado en esta vida como para dejarse vencer por el infortunio sin plantarle cara. Con ayuda de la que parece haberse convertido en su aliada, logra ponerse en pie con gran dolor. Es consciente de que en su estado no logrará llegar muy lejos, necesita asistencia urgentemente, y lo que es peor, el escándalo que se ha formado en la casa podría atraer a las autoridades. Demasiadas preguntas.

Sin embargo, todo eso queda a un lado cuando se oye un sonido en una habitación contigua al salón. Un cristal roto, en medio del silencio reinante, hace que las dos mujeres se detengan. No debería haber nadie en la casa... ¿no?

Entorno los ojos, incomodo al observar su sonrisa, este día está yendo mal desde el principio. Y cuando comienza hablar de nuevo, su tono de voz no me tranquiliza, le observo detenidamente, buscando detrás de sus ojos, no, no puedo ver sus miedos.

- Si, respondo secamente, cuando habla de lo sencillo que le resultaría dejarme morir... sin dejar de mirar el lugar, hasta que consigo aprenderme cada sombra, cada oscuro recoveco, podría esconderme, buscar alguna pequeña criatura, alguna alimaña, pero eso  que me proporcionaría, tan solo prolongaría mi agonía. Me vuelvo con un destello de ira en los ojos al escucharle hablar de nuevo, y la ira se transforma en una sonrisa al vislumbrar una salida, un acuerdo... miro a la muchacha en la burbuja, si, ¿por qué no?

Camino hacia él, esquivando las luces, decidido a escuchar su propuesta, a aprovechar su oferta. Signo... si así se llamaba, mis puños se crispan al escuchar su nombre, - si es cierto lo que dices... no me quedaría nada.

Desvío la mirada unos segundos, Signo, si, te retorcerás de terror, jamás volverás a conocer el descanso... y miro de nuevo al brujo, y tú, ¿qué conseguirás hechicero, el poder que le mueve?, y, ¿aspiras a controlarlo?, sonrio mostrando los dientes, no podrás, y cuando sientas el miedo, al ver que no puedes controlarlo, allí estaré yo, dispuesto a alimentarme de ti.

Relajo mi postura antes de preguntar - Yo me encargaré de él, y tú, también tendrás lo que quieres.

Aquella forma orgullosa de la joven le hacia ver reflejado su propia personalidad; sin dudas harían buena pareja de combate, pero lo primero era moverse.
Tomó a la muchacha lastimada para cargarla, cuando el ruido cortaba el aire poniendo en alerta sus sentidos; no podía dejar que el enemigo se escapara o que aprovechara la situación de Katia. Llevo su indice a su boca indicando de guardar silencio, para acercarse a la puerta de la sala contigua.
Siempre había sido buena para las emboscadas, para las trampas; por lo que con su lanza en mano no dudo en asomarse para observar y dispara en caso de ser necesario

Ayudada por su nueva compañera, Katia avanzó hasta la puerta, donde ambas se detuvieron al escuchar el ruido de cristales que provenía de la habitación contigua. Asintió con la cabeza al gesto de Kassandra para que guardara silencio y se apoyó contra la pared para no caer mientras ella se asomaba por la puerta para ver de qué se trataba.

El mago muestra una mirada depredadora. La conoces bien, sabes lo que significa. Normalmente no te tomas tan en serio a ningún humano, sus vidas son demasiado efímeras, destellos que dejan una impronta antes de desaparecer. Pero, de cuando en cuando, alguno muestra una naturaleza que identificas como similar, en cierto modo, a la tuya.

Este tipo sabe lo que se hace.

Y, desde luego, el acuerdo del que habla, el que accedes a aceptar, es beneficioso para ambos.

En ese caso, tenemos un acuerdo, Tulpa. -Dice con seriedad- Y para que funcione, necesitaré conocer ciertos detalles. No es mi deseo mantenerte aquí encerrado, pero debo saber que puedo liberarte en el lugar a donde acudías con Laura sin que causes daño alguno, hasta que pueda ofrecerte respuestas. ¿Qué puedes contarme acerca de tus... necesidades?

El hambre, a eso se refiere. A tu necesidad de miedo...

Kassandra carga con Katia hasta el lugar. Ésta no se encuentra en condiciones de emplear sus poderes, en su lamentable estado. Necesita urgentemente una atención con que no cuenta ahora mismo, y sólo aguanta por pura fuerza de voluntad. Kass, en cambio, agarra con firmeza su lanza, dispuesta a emplearla a la menor provocación o peligro.

La puerta tras la que ha sonado ese ruido está cerrada, mas no es un impedimento para una auténtica guerrera de las profundidades marinas. De una patada la puerta de madera es derribada sin problemas, y la punta de la lanza se ilumina mientras se adentra en el cuarto. Un respingo y un grito llevan al suelo a un hombre al otro extremo de la sala. Es un tipo rubio, con una bata blanca sobre un traje caro. Katia le conoce, es el médico personal de su cliente.

¡Noooo! ¡No me matéis! ¡No he visto nada, lo juro!

Le escucho, disfrutando la conversación. Es en cierto modo estimulante, a la par que inquietante, encontrarse con un semejante... Trato de no sonreir, pero mis pensamientos me traicionan, y la certeza de que todos los humanos, en algún momento de sus vidas, acaban alimentando nuestra existencia, resulta alentadora en este día.

Ladeo la cabeza mirando de nuevo la burbuja de luz, ¿que sucedería si terminase yo ahí dentro?, sucumbiría antes al hambre, o al dolor... al hambre sin duda, el mismo miedo no puede alimentarse de si mismo.

Miro al brujo de nuevo cuando vuelve a hablarme, - si, un acuerdo, humano, pronuncio esta última palabra con cierto desprecio. Ni el mio permanecer aquí confinado, pero no volverá a suceder, es la última vez que acudo aquí por voluntad propia... le comento mis necesidades algo hastiado, como haría alguien señalando algo evidente, - tengo hambre, como también debes sufrirla tú, y al igual que tú, puedo controlarla, esas son mis necesidades, sólo dime de quién puedo alimentarme, y no tocaré a nadie mas... señalo a la muchacha suspendida, - podría susurrarle a ella un millón de horrores, que podrían alimentarme durante días, tus amigos no tendrían porque sufrir mis apetitos a no ser... un destello feroz puede verse en mis ojos antes de apostillar, - ¿no tendrás algún prisionero, alguien a que quieras ver sufrir...?

La voz de aquel hombre le resultó familiar. Haciendo un gran esfuerzo, avanzó hasta el interior de la sala para comprobar que realmente ser trataba de Lázaro, el médico personal del gordo cabron. – Doctor, no se preocupe, no le va a ocurrir nada. – dijo avanzando a duras penas hacia él. – Pero tiene que ayudarme, esta cosa no pinta bien. – comentó enseñando los golpes que había recibido de aquella masa de músculos y piedra que le había pasado por encima.

Hmmm... -El mago Rasputín se pasa los dedos por su espeso bigote, sopesando el asunto. Por la primera impresión, no tienes la sensación de que sea alguien completamente sin escrúpulos, aunque sí alguien a quien no le tiembla el pulso a la hora de adoptar decisiones difíciles. Desde luego, ara un humano, esta sería una de ellas- La verdad sea dicha, no tengo prisioneros, ni enemigos disponibles para que te alimentes de ellos en el lugar al que quiero llevarte. Aunque... -Ladea la cabeza, sumergida en algún tipo de idea que emerge por el brillo de sus ojos- ...podría llevarte ante alguno, cuando el hambre te apriete. Deberías avisarme, obviamente. Tengo... digamos, adversarios menores, gente que cree estar a la altura de interferir en mis investigaciones de lo arcano, y que tan sólo logran distraerme. Pero esas distracciones son... molestas. Mientras tanto, si el hambre y la luz no lo impiden, ¿qué te parecería aguardar a que descubra algo oculto en un centro de estudios para jóvenes? Imparto clases allí, se llama Fundación Lince Dorado, es a donde pretendía llevarte Laura para encontrarme. Incluso podrías colaborar con el equipo de seguridad, por las noches...

El doctor se queda perplejo al ver a las dos mujeres. Durante un instante, mientras Katia habla, entorna los ojos como si no enfocara demasiado bien, dándose cuenta de que conoce a la mujer que le habla y trata de tranquilizarle. Se incorpora ligeramente, aún temeroso a pesar de que Katia trata de tranquilizarle, y sus ojos observan con recelo a la imponente mujer de rubio cabello y extraño atuendo que carga con ella y con una enorme lanza.

Ehm... Sí, claro... Joder... -El doctor se incorpora ya totalmente, mirando alrededor suyo. Comienza a recoger lo que se ha salvado del lugar, desplegando una camilla y abriendo un par de armarios en busca de material- Ponla ahí... por favor. -Le dice a Kassandra, aún dominado por el temor, señalando la camilla- ¿Q-qué... qué ha pasado ahí fuera?

¿Y bien?, aguardo observándole... ¿dónde quieres llevarme?¿qué tienes pensado para mi?, mientras aguardo su respuesta me entretengo jugando con las sombras del lugar, sintiendo su textura, ¿cuantos secretos conocerás de este lugar?, pues los secretos siempre se esconden en las sombras, es la luz traicionera quien los pone al descubierto, ¡ah, si pudieras hablar1, cuantas cosas me contarías.

Ladeo la cabeza observandole, sacando la mano de la segura oscuridad, cuando le escucho apostillar, - ¿aunque?, adversarios menores, distracciones... si, eres de esos, siempre sacas beneficio de cualquier situación, te "serviré" de ese modo, porque yo también obtendré un beneficio.

Sonrío, un centro de estudios para adolescentes, paladeo con la lengua las posibilidades, miedo al rechazo, miedo al ridículo, miedo al fracaso... - si, ¿por qué no?, Lince Dorado... busco en la memoria sin ningún éxito, el nombre no me dice nada, - siempre y cuando pueda proporcionarme un lugar tranquilo para descansar, lejos de cualquier luz. Y si encuentro a alguien por las noches, podría alimentarme de él, no lo dejaría impedido, podrían interrogarlo mas tarde, cuando los humanos sienten miedo, se vuelven muy colaboradores.

Kass se había paralizado frente aquel hombre de extraña ropa, a pesar que ya llevaba un tiempo largo en la superficie no había visto ya prendido todo, pero al escuchar las palabras de su compañera referente a la profesión recordó que aquel era un sanador.

Colocó suavemente a su compañera donde el doctor había indicado. - Pues todo aquel alborotó, fue un ataque directo - contesto con un hablar marcial, sin dar mucha más información. Siempre había preferido obviar los informes, pero sabía bien que si tarde o temprano deseaba ser una líder su acción y habilidades debían traspasar más allá de las proezas física. Se disponía a guardar su lanza a su espalda, no deseaba intimidar al pobre humano, pero aun así no dejaría de posar su vista sobre él para que trabajara de forma adecuada. Empezó a estirar sus músculos, para descansar toda aquella tensión pasada.

- Y bien, ¿como está? - pregunto mientras el hombre analizaba a su compañera.

Eso no deja de ser verdad... -Admite el mago, enarcando una ceja. Se percibe su esfuerzo de contención por no mostrar la más satisfecha de las sonrisas, pues es evidente que todo esto ha ido tal como él deseaba. Eso no es malo, tanto tiempo de vida ha eliminado en ti el orgullo desmedido que te llevaría a pensar que eso es malo, que precisas de su fracaso para tu éxito. Muy al contrario, es posible que su éxito sea también el tuyo.

Al fin y al cabo, tienes una pista fiable que seguir para encontrar a ese Signo, un lugar donde refugiarte y posiblemente una fuente de alimento... ¿Se podía esperar más?

En ese caso, si estamos de acuerdo... -El profesor Rasputín se pone en pie, abrochando un botón de su chaqueta con elegancia. Tras hacerlo, ejecuta unos breves y precisos movimientos con sus manos, tras lo que una tenue luz surge a tu espalda, y de la nada surge un disco de brillante fulgor blanquecino como la luz de la luna, tan grande como para que una persona pueda cruzar por su interior sin problemas. La luz comienza a decrecer, aunque la esencia de ese disco perdura, en la forma de una nube de sombra, como volutas de humo concentradas formando ese dibujo concreto- A través de este portal, alcanzaremos el lugar. Habremos de presentarte ante el director, pues debe aprobar tu incorporación. No creo que sea un problema, aunque espero que sepas comportarte. ¿Me acompañas? -Te hace un gesto, a medida que se aproxima al portal.

El doctor se apresura a extraer diversos aparatos, sprays y jeringuillas de distintos compartimentos de la enfermería. Está claro que no es un hombre valiente, pero sí parece saber lo que se hace. De varios viales, extrae un líquido que inyecta en puntos repartidos por la anatomía de Katia, lo que no hace remitir el dolor, pero llena su cuerpo de un hormigueo molesto y extraño. Aplica sprays sobre las heridas, haciéndolas arder pero por lo visto desinfectando las mismas y cortando, al menos momentáneamente, las hemorragias. Los materiales con que cuenta el doctor son muy avanzados, eso está claro, se nota que el cliente de la maga no escatimaba en gastos. Aunque de poco le haya servido. Lázaro comienza entonces a situar los huesos en su lugar, lo que causa en Katia un intenso dolor. Kassandra se ve forzada ayudar al doctor sujetando a la paciente, ayudada de su tremenda fuerza, lo que facilita la operación.

No tengo anestesia, lo lamento... -Se disculpa el doctor, preocupado.

Tras cada movimiento de hueso, aplica sobre la zona un gel que cristaliza y se endurece casi al instante. Para cuando termina con todo, lo que le lleva casi una hora, el cuerpo de la mujer tiene más partes cubiertas de ese producto cristalizado que partes al descubierto. El doctor tiene el rostro sudado y respira agitadamente, producto del esfuerzo y de la tensión, pero parece satisfecho.

Ahora debe descansar. Creo que las heridas cerrarán bien, y los huesos se soldarán pronto también. El dueño de esta casa invirtió en los mejores avances médicos por si podía necesitarlos, lo que he hecho requeriría todo un equipo médico en un buen hospital, y un largo periodo de recuperación. Aquí, en un par de horas, estará como nueva...

El tiempo nos hace a menudo regalos que nadie mas puede otorgarnos. Miro al hechicero sabiendo que nuestros caminos, discurren ahora paralelos, pero que pueden separarse e incluso enfrentarse en cualquier momento, justo cuando sus intereses dejen de apuntar hacia donde apuntan los mios.

- Estamos de acuerdo, sonrío satisfecho tras pronunciar estas palabras, un acuerdo, eso es esto, no me preocupa la soledad, ni preciso la amistad o la camaradería que buscan los hombres, y que constituyen no solo su mayor fuerza, sino también su mayor debilidad.

Observo como se levanta sin perder detalle de sus movimientos, y cuando surge un leve fulgor a mi espalda, la duda surge con ella, ¿una trampa?, apenas un segundo de duda que me obliga a volverme rápido, no, si quisiese eliminarme ya lo habría hecho en lugar de hablarme. A medida que aumenta el resplandor, alzo mi brazo cubriendo mis ojos, para que la fría luz no alcance mis ojos, y conforme va extinguiéndose y vuelve la oscuridad, voy bajándolo.

Miro el portal unos segundos antes de decidirme, para seguirle después, me intriga conocer a esa persona con mas autoridad que este hombre, le miro entonces, - sabré... no se que clase de criatura imaginas que soy, ya te dije, puedo controlar mis impulsos, en cierto modo, del mismo modo que haces tu. Vamos, concluyo fijando mis ojos en el portal, y esperando su señal para entrar en él.