Partida Rol por web

Aún dándole vueltas al extraño cambio de planes a última hora de Neithan, la voz de Gabriel interrumpe mis reflexiones  - Este hombre siempre está pensando en la piscina, todo lo que sea andar con menos ropa y ver a las chicas con poca ropa también, parece que va mucho con él - sonrío interiormente - me extraña que no tenga escamas y agallas... -

Sacudo estos últimos pensamientos con una media sonrisa hacia Gabriel, mientras levanto una mano en gesto claramente declinatorio - Hola Gabriel, paso por ahora; creo que he convencido a un pequeño grupo de los nuevos para quedar y dar una vuelta por los alrededores. Para que se familiaricen con el lugar, ya sabes. Voy de camino hacia el Monumento a Alcotán, hemos quedado allí - concluyo, mientras agito una mano en despedida.

Tras unos pasos, me detengo y vuelvo la cabeza - Oye, aunque no haya chapuzones de por medio, igual viene alguna chica de las nuevas, ¿porqué no te vienes Gabriel? - sonrio, y comienzo a andar sin esperar una respuesta.

"Peculiar situación". Como que aquello le ayudaba. No acababa de ver el sentido de aquella reunión ¿quería el director tantearle? Y se equivocaba con él pero mucho. No quería venganza, le consumiría... les haría pagar por ello, con el debido tiempo y en su debida y justa manera.  Tenía paciencia, sabía esperar, aquel sitio le serviría para mejorar, para prepararse, aunque hubiera cosas que no le gustaran:

-De acuerdo, director Garcia... si eso es todo, iré a ver a mis... compañeros

Esa palabra casi se le atraganta. No le apetecía realmente, pero ya que había medio quedado, medio comprometido con Romasanta... iría. Creía recordar que había algún conocido o amigo de Romasanta, que hablaba mucho, hablaba alto, y en general molestaba. Cosa incomprensible. A los españoles les gustaba mucho agitar mucho los brazos y hablar en voz alta, como si aquello les diera más razón.  Quizás un chapuzón, por el tema del calor, no fuera tan mala idea... iría a su habitación y se pondría unas bermudas... 

 La chica parecía agobiada por el espacio en los armarios. Me acerqué para mirarlo antes de contestar - Ya ves - Le di la razón sin tan siquiera comprobarlo a fondo. - Bueno, ya nos apañaremos, ¿No? - Contesté conformista. No se a ella, pero a mi me preocupa más quemar la cama en la que duermo sin darme cuenta, o a mi propia compañera, que la ropa que cupiera en los armarios... Tiene pinta de pija, pero por favor, que no sea una borde.

 Era la primera vez que vivía fuera de casa, y estando tan lejos, en un espacio pequeño y compartido con una desconocida con poderes, entre otros tantos que se encontraban por allí, no me hacía sentirme precisamente segura. Por suerte luego se mostró algo más simpática. - No pasa nada,  si yo tampoco lo termino de ver - Concuerdo con la chica. - Por lo menos tú pareces normal - Medio bromeo, sonriendo - Soy de San Fernando, en Cádiz. ¿Y tu? - ¿Eres española? No, mejor no le pregunto eso. Igual sólo tiene un apellido raro y preguntar algo así puede incomodarla. No quiero empezar con mal pie.

Aún era pronto para formarme una opinión de la chica, pero en principio parecía agradable.

-Gracias, tú también pareces normal, jaja. – reí ante su comentario. – Yo soy asturianina, de Oviedo. – dije con una sonrisa, orgullosa. – Pero vivo en Madrid desde hace algo más de dos años, ahora estoy estudiando diseño de moda. Bueno, espero poder seguir con ello… - dije algo preocupada, pero en seguida intenté cambiar el chip. – Pero vamos a lo importante…

Mostré una sonrisa pícara y me levanté, sentándome al lado de la chica, sobre su cama, y volviendo a cruzarme de piernas.

-¿Qué es lo que puede hacer? – le pregunté, golpeándole suavemente con el brazo.

Aquellas palabras hicieron que me desanimara brevemente, mirando la piscina con añoranza, seguía en bañador, pero bueno, suponía que esta podía esperar, de momento prefería no estar solo. Así que con una pequeña carrera alcancé al chico.

-¿Y tu compi?- Le pregunté divertido.- ¿Se ha ido a practicar kung fu?

La verdad es que era una broma, pero ahora que lo pensaba no era para nada descartable.

-Seguro que habrá chicas, ¿no?- Pregunté visiblemente preocupado por el tema.

Cuando Gabriel comienza a correr, detrás de Romasanta, algo sucede. Maldice para sus adentros, al darse cuenta demasiado tarde de que sus pies dejan de tocar el suelo y que el mundo pasa a su alrededor a toda velocidad. Romasanta queda atrás, muy atrás, alejándose vertiginosamente, tanto como se acerca el edificio que tiene al frente, sobre el que se precipita sin control, contra el muro, contra una ventana, cerrada, abierta, un cuarto...

¡Boum!

Romasanta puede ver cómo su compañero, propulsado por una estela de fuego, se lanza a toda velocidad contra el edificio de las habitaciones de las chicas, atravesando una ventana que se abe en el último instante y estrellándose en el interior de la habitación.

Gabriel tan sólo siente el dolor del impacto contra una pared, cae al suelo y, al levantar la mirada algo conmocionado y dolorido, que ante él a Eclipse con su lanza en la mano. Junto a la ventana, hecha un ovillo en el suelo, está la chica esa del vendaje en los ojos que antes gritaba en el patio, balbuceando algo que el joven no alcanza a comprender.

La chica reacciona con temor ante el sonido de tu voz. No lo esperaba, está claro, seguramente convencida de encontrar a Lourdes al despertar. Tampoco es que tengas la voz más dulce y delicada del mundo, estás más habituada a poner a la gente en su sitio que a este tipo de tonterías.

¿C-compañera...? -Duda al repetirlo, como si no se lo creyera del todo. Alarga una finísima mano y tira de las sábanas para destaparse, incorporándose ligeramente, arrodillada en la cama. Aún hay humedad en su rostro, lágrimas que deben haber brotado hace bien poco- N-nadie quiere ser mi compañera... N-no tardaarás en p-pedir que te trasladen...

La chica agacha la cabeza, apesadumbrada, y se ajusta el vendaje de sus ojos, antes de levantar el rostro como sorprendida.

¡No, la ventana! -No terminas de entender su reacción, cuando se lanza por el borde de la cama, casi cayendo al suelo, trastabillando en dirección al muro que da al exterior. Al chocar, prácticamente, contra él, busca la ventana con sus manos, torpemente, hasta alcanzarla y comenzar a abrirla. ¿Qué sucede? ¿Qué necesidad hay, qué prisa...?- ¡¡Ya viene!! ¡¡Cuidado!! -Cassandra abre la ventana de par en par y se tira al suelo, hecha una bola, justo un instante antes de que algo entre por ella a toda velocidad, impulsado por una estela de fuego que se deshace en un instante en cuanto el proyectil se estampa contra la pared junto a la puerta del cuarto. De pies, con tu lanza preparada, ves caer al suelo al chico de antes, el tal Tarzán, visiblemente dolorido por el impacto.

Junto a la ventana, en el suelo, Cassandra se ha hecho un ovillo y balbucea presa del pánico.

Oís gritos en la habitación de al lado, una voz femenina gritando a alguien que tenga cuidado. Al poco, notáis un impacto, como si algo se estrellara con fuerza contra una pared.

Sales del despacho del director en dirección a las habitaciones de los chicos, para cambiarte de ropa. Cuando sales al exterior del edificio principal, para alcanzar el anexo de los cuartos masculinos, ves a lo lejos a Romasanta charlando con Gabriel. En un instante, ves al chico de las gafas salir volando sin control, impulsado por una estela de fuego, hasta estrellarse a través de una ventana abierta del otro edificio anexo, el de las habitaciones de las chicas.

¿Qué ha pasado? ¿Estará bien?

Oráculo parecía más asustada de lo normal por tenerme allí, pero tampoco era algo que fuera a quitarme el sueño. Me toca quedarme aquí si quiero que me devuelvan algún día a mi mundo. No será demasiado tiempo.  Cuando se incorporó me quedé mirándola y todavía tenía restos de lágrimas en su rostro, lo que me hizo suspirar, porque ese tipo de cosas me hacían perder la paciencia. Deja de llorar por esas cosas, Oráculo, estoy aquí y punto. Este será mi hogar hasta que me toque volver a mi lugar, ¿entendido? - respondí con cierta seriedad ante ese hecho. Me daba pena, era cierto, pero tampoco me gustaba que jugaran con ese elemento en mi contra.

De pronto se volvió loca –intentaría no usar esa palabra en voz alta para no herirla más de lo necesario- y comenzó a hablar de la ventana mientras corría para abrirla. Yo me puse en pie, adoptando una posición de alerta por si acaso algo venía a por nosotras.  Al ver que se tiraba al suelo yo me eché hacia atrás, dejando un amplio espacio para lo que fuera a ocurrir gracias a la maldita ventana.  En ese momento vi a Tarzán atravesando nuestros aposentos y dejando a mi compañera todavía más asustada.  

Al ver que uno de mis compañeros entraba por la ventana de aquella forma agarré mi lanza con fuerza y me encaré a él, que se encontraba contra una pared. Apreté mi arma con fuerza, tratando de contener las ganas que tenía en ese momento de pegarle una patada en la cara por asustar de ese modo a mi compañera de forma inútil, pero logré reunir la voluntad suficiente como para sencillamente zarandearle. 

-¿Qué demonios haces aquí, Tarzán? ¿No te han enseñado que hay puertas para estas cosas y que no debes entrar donde no has sido invitado?- gruñí mientras lo ponía en pie. Miré a mi compañera, que estaba totalmente asustada, y empujé hacia atrás al varón. Pídele disculpas a Oráculo, y dale las gracias por no dejar que los cristales de la ventana te hicieran pedazos- dije  con tono inquisitivo, casi sin aceptar réplicas, mientras señalaba a la mujer con la lanza. Tienes un par de huevos, lo reconozco, pero no te durarán si sigues haciendo estas cosas. De hecho yo misma te los arrancaré si es necesario, ¿entendido?-  dije retrocediendo y quedándome al lado de mi compañera de habitación. No pensaba tocarla, pero quizá el hecho de que me quedara a su lado acabara relajándola. ¿Estás bien, Oráculo? 

Ni tan siquiera me había dado tiempo a pensar "Otra vez no...", cuando salí disparado, afortunadamente la ventana se abrió antes de comermela, pero por desgracia la pared no hizo lo mismo.
Cual fue mi sorpresa al descubrir que había llegado precisamente al lugar en el que mi mente estaba pensando, aunque la bienvenida no fue especialmente amistosa, allí tenía a la mujer Conan protestando, al final las mujeres eran iguales en todos lados.

-¿Como estás Gabriel? tranquila no te preocupes por mi, creo que no me he roto nada...- Le contesté irónicamente mientras me masajeaba mi magullado hombro, esta vez había dolido de verdad.

Más relajado, y sentado en una cama me fijé en la chica esa rarita, no parecía encontrarse muy bien. Afortunadamente estaba en la habitación de la ciega y la chica de otro mundo, porque sino seguramente les habría alarmado más el que siguiera en bañador incluso que el que hubiera entrado tal y como lo hice.

-¿Qué le pasa?- Pregunté.

El eco de mis últimas palabras se pierde ante el tremendo estruendo de algo propulsado a gran velocidad, que choca contra todo aquello contra lo que se encuentra. Mirando hacia atrás observo los destrozos asombrado - Uau, si que es rápido, pero... ¿será igual de resistente? - pienso mientras corro lo que dan mis piernas. Temiendo por la integridad de Gabriel, recorro a la carrera el sendero de camino allanado y obstaculos agujereados, para comprobar que Gabriel esté bien. Puede que sea algo pesado con el tema de las chicas, pero parece buen chaval y no me perdonaría que se hiciera daño y no intentar ayudarle.

 Sonrío cuando me sigue la broma, algo más tranquila. Por lo visto la chica no es medio guiri como yo pensaba, si no del norte. Sí que me da la razón en cuanto a pija cuando me habla de sus estudios, además de darme a entender que es mayor que yo. 

 Esbocé una pequeña sonrisa nerviosa cuando me pregunta sobre lo que sé hacer. Igual después de saberlo no me deja volver a acercarme a su armario del tesoro... No me gusta contarlo, y menos a nadie que acabo de conocer, pero si voy a vivir con ella será mejor que lo sepa, por precaución. - Fuego... - Contesto algo incómoda. - Eh... ¿Y tú? - 

 Levanto el cuello cuando oigo los gritos y el golpe, tensa. Qué bonita y tranquilizadora forma de empezar. Cómo si no me generaran ya bastante desconfianza. - ¿Qué ha sido eso? - Pregunto antes de levantarme y dirigirme lentamente hacia la puerta, para entreabrirla y mirar el pasillo

La chica, aferrándose las rodillas en posición fetal, tiembla como si estuviera helada de frío. Aunque al principio no parece que oiga la voz de Eclipse, sus balbuceos se hacen más inteligibles cuando la terrana se sitúa a su lado.

...Se acerca, el futuro se acerca, todos los futuros...

De hecho, ni siquiera se podría asegurar que esté consciente realmente. Parece sumida en un extraño trance...

Al abrir Rocío la puerta de la habitación, puede comprobar que el pasillo está vacío. Sin embargo, ambas chicas oyen voces procedentes de la habitación de al lado, como si hubiera alguien discutiendo.

Miraba impaciente a Rocío, llena de curiosidad, deseando escuchar lo que tuviera que contar. Resultó ser demasiado escueta para mi gusto, pero la única palabra que pronunció me satisfizo.

-Fuego… - repetí en voz baja, fascinada.

Iba a preguntarle detalles y a responder a su pregunta, de hecho me encontraba ya extendiendo mi brazo, pero en aquel momento escuchamos gritos de advertencia, y tras ello una especie de golpe en la pared. Di un respingo sobre la cama, mientras que Rocío se levantaba rápidamente preguntándose que pasaba y abría la puerta.

Seguí a mi compañera, comprobando junto a ella que en el pasillo no había nada, pero en seguida escuchamos una discusión que parecía proceder de la habitación de al lado. Salí sin pensármelo dos veces y sin tan siquiera tocar me dispuse a abrir.

-¿Os habéis vuelto locas? – pregunté a la vez que abría la puerta.

La puerta de la habitación se abre de repente. Xandra, y tras ella Rocío, se asoman apresuradamente, mientras la primera toma la palabra.

- ¿Os habéis vuelto locas? -Dice antes de sorprenderse por la escena. Gabriel está en la habitación, sentado en la cama más cercana a la puerta, sujetándose el hombro, mientras Eclipse se arrodilla ante una chica que se encuentra junto a la ventana abierta, sujetándose las rodillas en posición fetal mientras balbucea sin parar. El ambiente de la habitación está caldeado, como si alguien acabara de apagar un fuego y aún quedaran restos de gas y humo.

De hecho, al entrar Rocío en la habitación, el olor le resulta tan familiar a la vez que desagradable, que le recorre un escalofrío.

Y antes de darse cuenta, su mano derecha se envuelve en llamas, lenguas de fuego que comienzan a extenderse sin control hacia el codo...

Comienzas a correr apresuradamente hacia el edificio anexo de las habitaciones de las chicas, rodeándolo para alcanzar la puerta principal por la que acceder a su interior. Llegas a la misma y entras sin prestar una especial atención a quién pueda estar por allí, hasta que una voz hace que te detengas.

Eh, chico, ¿a donde crees que vas con tanta prisa?

Se trata de una mujer de mediana edad, atractiva y en un envidiable estado de forma, que te mira mientras se seca el pelo sudado con una toalla. Parece que acabe de llegar de una fuerte sesión de entrenamiento, pues el chándal con que viste también está lleno de sudor.

Este es el bloque de los cuartos femeninos, no te habrás perdido, ¿verdad?

Mientras corro todo lo que dan mis piernas, me sorprende la voz de la mujer - Claro, el jodido ala femenina,  ¿donde sino se iba a estrellar este tio?... mecagoentodo... -, frenándome en seco. Visiblemente turbado, tartamudeo unas explicaciones apresuradas.

- Errrr... ya... yo... mire... lo siento pero... ¡es que un compañero mio ha salido disparado y ha chocado contra una habitación de por aquí!, ¿¿No lo ha oido chocar??, ¡El caso es que me preocupa que pueda estar herido! Me ayudaría a encontrarlo... ¡¡Por favor!! -

Intento calcular dónde puede estar más o menos mirando por una ventana.