Partida Rol por web

Al final desecho las dos sierras y cojo los dos sopletes, uno con cada mano, parecido a dos pistolas. Apunto con una de ellas a la puerta, tras el terremoto que nos hace quedarnos quietos como conejos.

- Tenemos que investigar esa puerta antes de ir a por Macario, la tenemos a 5 metros, si no es la salida, no volveremos aquí, pero tenemos que confirmarlo, Macario está en la enfermería y de ahí no se va a mover - si es la salida, ya veremos que hacemos, empiezo a caminar a paso rápido hacia la nueva puerta.

Anette coge como los demás cuanto puede. Una de las sierras que se la coloca en el bolsillo. Con la mano libre coge una llave inglesa cuya finalidad, basándose en su tamaño, es más ser un arma que otra cosa.
Pienso lo mismo, primero vayamos a por Macario, luego quienes estemos dispuestos podemos venir a investigar esa la sangre de Anette os salpica, mezclada con trozos de hueso y vísceras, cuando un enorme agujero aparece en su pecho. Cuando esta cae de rodillas, con unos ojos llenos de duda y miedo, deja ver tras de sí, a lo lejos, una figura. Lleva un mono azul y una mascarilla militar en el rostro, pero aún así lo conocéis inmediatamente incluso lleno de sangre y heridas de las varillas que le debían haber enterrado. En su mano izquierda una especie de mechero, en la derecha una escopeta de cargador retráctil como las que suele usar la policía. Cuando Dwayne le da a aquella especie de mechero las bombillas, tubos fluorescentes y linternas se apagan. En la oscuridad se escucha un "ktak" del cargador de la escopeta y el sonido de un casquillo metálico cayendo sobre el metal.
La hora de la caza ha comenzado.

Mei estaba acabando de coger herramientas cuando escuchó el estruendo. Al girarse tuvo tiempo de ver como la pobre Anette caía de rodillas, casi a cámara lenta, mientras la sangre resabalaba desde su pecho y formaba un charco bajo ella. Al fondo, unos metros atrás, el asesino de la psicóloga les está apuntado con una escopeta, mientras sostenia un curioso aparato en su mano izquierda. Shan Mei solo tuvo tiempo de fijar la posición del hombre en su memoria, cuando este accionó el dispositivo y todas las luces se apagaron.

La chica asiática no era ninguna novata en defensa propia. Su padre le había enseñado bien, y los distintos entrenamientos a los que la había sometido habían dado sus frutos. Recordaba una vez en la que había peleado con una venda en los ojos. Su padre la había superado y derribado muchas veces y nunca había conseguido detectarlo realmente. Pero recordaba la sensación, la forma de actuar a oscuras. Lo primero que tenía que tener en cuenta es que cualquier pista que le dieran a aquel asesino de su posición sería fatal, así que lanzó la linterna en dirección contraria a donde pensaba ir, con la esperanza de que hiciera ruido y despistara al cazador, y se escabulló en la otra dirección, siguiendo los armarios. En la otra mano aún sujetaba un destornillador que era lo que había cogido por casualidad cuando se desencadenó todo aquello, y en uno de sus bolsillos tenía a buen recaudo una de las pequeñas sierras que habían ido a buscar. Se aproximó cuanto pudo y se quedó agachada, esperando a que el hombre de la escopeta hiciera su siguiente movimiento.

Pedro había registrado con la mirada los armarios mientras guardaba en un bolsillo una de las sierras circulares. Unos y otros habían ido acaparando material de acuerdo con lo que creían serían las necesidades futuras y él hizo lo propio. Cinta americana, un cúter, un alicate universal, un destornillador que sopesó como arma más que como otra cosa y la mira láser fueron su elección. Se volvió hacia Anette, dispuesto a decirle que ya estaba listo para iniciar el regreso, cuando una lluvia de esquirlas de hueso y sangre salpicaron su rostro en medio de un trueno de pólvora que reverberó entre las paredes del almacén. Su boca se abrió en un gesto de sorpresa al tiempo que de forma inconsciente, recogía entre sus brazos a Anette mientras caía. Alzó la mirada y sus ojos oscuros registraron el origen de aquella muerte sin sentido. El gorila negro que los había recibido, a apenas veinte metros en línea recta. Un odio sin límites se dibujó en las facciones de Duarte.

Hijo de la gran chingada, susurró entre dientes mientras miraba su rostro cubierto, la sangre que lo cubría, el arma en su mano. Y entonces lo vio pulsar un extraño aparato. Y llegó la oscuridad. Y con ella, los recuerdos.

Años de oscuridad en una vida de esclavitud y la fobia por ella provocada. Años donde la única luz vino de la mano de Lucía. Una luz arrebatada por un capataz. Un capataz negro.

La sangre de Anette bañó su propio cuerpo en medio de aquella inesperada oscuridad. Su calor, su olor, despertó al animal cargado de ira y odio que dormía en su pecho, una fiera que aún deseaba venganza, un depredador para el que Anette era otra Lucía. Su Lucía. La dejó resbalar entre sus brazos.

Clack. Plinck.

Reconoció aquellos sonidos. Los conocía muy bien. El seco y áspero sonido de un arma al recargarse. El metálico y casi sexual eco de un casquillo al golpear el suelo. Miedo y odio, un cóctel hecho de desesperación y desprecio, de temor y arrojo. Duarte en esencia pura. De forma automática se tendió en el suelo, parapetado tras el cuerpo sin vida de Anette. En su mano derecha se materializó el destornillador. En la izquierda, la mira telescópica. Frente a él, invisible a sus ojos, el gran simio negro. Pulsó el botón que accionaba la mira y la arrojó, como si de una granada se tratara hacia donde intuía al asesino. Tan solo necesitaba confirmar su posición. Sus muslos, tensos como el acero, estaban listos para saltar y correr.

Me he planteado este post como un primer asalto. De su resultado dependerá el resto. Gasto un cubo para tener un mayor éxito de cobertura con el cuerpo de Anette. Ignoro si la máscara del Puño es un pasamontañas o una máscara con gafas nocturnas, visor termal... En cualquier caso, el calor del cuerpo de Anette debería de mezclarse con el de Duarte y su cuerpo cubrir en parte el de este.

Otro cubo para tener éxito en el lanzamiento de la mira y que ilumine la posición del Puño, aunque sea por una fracción de segundo. Duarte, poco inteligente, se ha mantenido en la posición frontal de antes del apagón. Y un tercer cubo para que, en caso de que lleve unas gafas infrarrojas, el pulso láser de la mira pueda cegarlo.

Duarte estará atento al primer disparo que se dé, sea contra quien sea (salvo que vaya contra él y se lo cepille), listo para saltar y avanzar antes de la recarga. E igualmente por si por lo que sea, se da cuenta de que la mira haya podido deslumbrar al enemigo.

Alex se acababa de guardar las 3 sierras en la mochila. Mich decía de ir a investigar y Anette algo de ir a por Macario...el grupo volvía a estar dividido en pensamientos...y entonces el eco del disparo atronador rebotó por toda la sala.

Alex casi no tuvo tiempo de girarse hacia el ruido cuando Anette cayó con un gran agujero en el pecho. Todo pasó muy deprisa. Se quedó ahí plantada, sin poder moverse, totalmente en blanco, con los ojos abiertos como platos y todo pasando ante ella como si de una película se tratara. Mientras Duarte recogía a Anette, Alex se giró y vió a Dwayne ahí plantado.

Con un mono azul, una máscara militar y una escopeta en mano...su silueta era inconfundible. De repente, Dwayne accionó algo, algo pequeño, y la luz se fue. No hacía falta ser un genio para saber lo que venía después, y el "clack" que hizo la escopeta al ser recargada no hizo más que darle la razón a Alex. 

Ahora si, recuperó el control, había que hacer algo. Si no paraban a ese loco los iba a seguir hasta la enfermería donde el resto aguardaban, y allí no habría posibilidad de pararlo, no había nadie armado y la mitad estaban heridos y más con un pie en el otro mundo que en este...había que hacer algo, ¿pero qué?, además de que la puerta estaba lejos para salir corriendo y encima a oscuras. No había escapatoria.

Alex se parapetó dentro de un armario sin acabar de cerrar la puerta y pudiendo asomarse lo suficiente, sacando dos de las sierras y dispuesta a salir corriendo hacia su enemigo en cuando oyera el próximo disparo. ¿Qué podía tarda en recargar?¿unos 2 segundos?¿Y cuanto podría tardar el llegar corriendo hacia él?¿unos 7 segundos? eso le daba a Dwayne un margen de 5 segundos para dispararle...quizá no pudiera llegar hasta él, pero igual pudiera acercarse lo suficiente para lanzarle una de las pequeñas sierras. 

La verdad, ni ella misma se creía que su plan de McGyver fuera a funcionar...

Tras el apagón y en la total oscuridad se escucha movimientro frenético. Un fogonazo y escucháis gritar a Shan-Mei antes de caer entre las varillas. Otro fogonazo, un sonido metálico y un quejido de Alex.
Luego oscuridad, pero no completa: un punto rojo convierte en morado un ínfimo trozo de mono azul: Dwayne.

Cuando te vas desplazando hacia él, practicamente flotas entre las varillas, mentalmente sigues su ubicación. Tropiezas maldiciendote al mismo tiempo que escuchas un disparo.
Caes entre las varillas y notas como la cabeza te escuece mucho, tienes un ojo anegado de sangre y notas trozos de pelo arrastrándose ensangrentados por delante de tu rostro.
Tu instinto te grita que no te levantes, y más fuerte aún que no te duermas, que no desfallezcas. Allí sangrando entre varillas te das cuenta de que el fogonazo ha precedido tu caída. No te ha disparado al caerte, básicamente el tropezar te ha salvado la vida. Aún así notas una extraña auséncia en tu cabeza que no quieres comprobar. Como si te faltase carne.
Algo has sacado en claro: La mascarilla militar que lleva en su cara no es solo de adorno. Has caminado lentamente delante de él siendo un blanco perfecto, cómicamente perfecto. Algún milagro te ha salvado.
Escuchas como vuelve a disparar con horror, no sabes como has conseguido no gritar por el miedo. No te dispara a tí, pero escuchas quejarse a Alex. Te ha dado por muerta, y por el sonido de sus disparos, lo tienes a diez metros.

En la total oscuridad extraes la sierra de la base y la lanzas. Son veinte metros sin ver tu objetivo, pero aún así la lanzas con toda tu fuerza y rápidamente corres a esconderte entre el hueco de dos armarios. Antes de llegar al hueco que, más o menos, habías memorizado donde estaba, escuchas un disparo. Ante la luz del fogonazo ves que a tu lado está la puerta abierta del armario. En esta aparecen marcadas como veinte canicas antes de que te golpee como una maza y te lance contra la pared. Justo entre el hueco de los armarios adonde te dirigías. Solo que con la ceja partida y la nariz rota.
Pero viva.

Mei notaba como las fuerzas iban mermando lentamente en su interior, como si con cada gota de sangre que saliera de su cuerpo se dejara caer un poco más en la inconsciencia... "NO" pensó, y su "grito" mental llenó su cabeza y le despejó lo suficiente como para pensar son claridad. Tan alto había "escuchado" su voz en su cabeza que se sorprendió a si misma por no haber hecho ni un movimiento. Notaba como la sangre iba empapando el suelo mientras le resbalaba por la cara. No tenía ni idea de como la habría desfigurado aquel disparo, pero no le importaba. Lo más probable es que aquel almacén se fuera a convertir en su tumba, pero se dió cuenta de que aquello tampoco sería demasiado importante, siempre que se llevara por delante a aquel monstruo que estaba intentando matarlos a todos.

Cada latido de su corazón resonaba en su interior con el sonido de una bomba, y le recordaban que seguía viva y que tendría que hacer algo pronto, pero todavía no. No veía donde estaba su agresor, pero podía escuchar sus pisadas y estaba claro que aquel bruto podía verles. Hubiera sido una tontería apagar las luces si no podía localizarles en la oscuridad. Shan Mei casi no se atrevía ni a respirar. Se concentraba casi por completo a intentar localizar al enorme negro y tantear cual podría ser el mejor momento para atacarle. Estaba claro que solo tendría una oportunidad, así que debía aprovecharla. Se quedó muy quieta, esperando a que el siguiente fogonazo o fogonazos le indicaran donde estaba el asesino. Confiaba en que la vena psicópata de aquel hombre le llevara a acercarse hasta sus víctimas, a regodearse con el poder que tenía sobre ellos. Esperaría, saltaría en el momento oportuno... Y le haría lo mismo que el le había hecho en la cara y en la cabeza... multiplicado por mil.

Duarte sudaba y el acre olor de sus secreciones, alcanzó picante su nariz. Y aquello lo hizo sentirse vivo. Había escuchado en rápida sucesión los dos disparos, visto cómo se iluminaba brevemente todo por la pólvora quemada y oído los gritos de las dos mujeres. Había apretado los dientes hasta hacerlos rechinar, sintiendo que la furia se imponía a su temor a la oscuridad, a la desazón que esta le provocaba, sin hacerlos desaparecer. Su puño se cerró con fuerza en el mango del destornillador, impotente. Al menos, Mich no había sido alcanzado. Ignoraba la suerte de ellas. Si seguían vivas o habían muerto. Si se estaban desangrando o su corazón se había detenido.

Lo veía sin verlo. El fino hilo láser marcaba allí donde el gran simio negro se encontraba. Su intención de saltar hacia él se había visto frustrada ante la evidencia de que su propia ceguera se correspondía a la perfecta visión del Puño, de que cualquier movimiento sería localizado y que con él llegaría el disparo. Un disparo que podría acabar con su vida.

Aspiró aire y con él, además de su propio hedor, le llegó el dulzón y ferruginoso aroma de la sangre de Anette, manteniendo despierto al animal, a la fiera que se estremecía dentro de él, lista para atacar. Pero amansó un instante a la fiera. La rabia y el instinto asesino no bastarían para salir de allí habiendo matado a aquel depredador que se refugiaba en un arma para provocar la muerte. Sopesó sus oportunidades. Eran escasas. Se le ocurrían mil soluciones, pero carecía de los medios. Estaba solo y no contaba más que consigo mismo y lo que llevaba con él. Y la oscuridad era omnipresente. Todo salvo aquel punto violáceo que llegaba a ver escudado en el cuerpo de Anette. Un punto que marcaba un destino, un objetivo.

Sopesó el destornillador. El mango era pesado y el hierro duro, largo y frío. Cerró los ojos, envolviéndose en una oscuridad voluntaria y tomó aire, mientras la mano se cerraba en el metal, tomándolo como si de una daga se tratara. Lo dejó escapar poco a poco y abrió los ojos. El punto morado seguía ante él, pero ignoraba cuánto iba a durar aquella suerte. Si es que podía definirse como tal. Se giró suavemente, muy despacio, para apoyarse en su costado izquierdo, pegado al cuerpo de Anette y su brazo derecho se flexionó en un rápido y brutal latigazo, lanzando el destornillador contra su enemigo, antes de pegarlo a su propio cuerpo.

Había avanzado unos metros dejando a mis compañeros atrás, sabía que me seguirían, he sobrevivido yo sólo a este infierno y no hay nada que... un estruendo me interrumpe, me giro lentamente pero mi mente ya sabe que corresponde a un disparo, y nosotros no tenemos armas.

Termino de girar el cuello y veo a Annette caer con un enorme agujero en el pecho, el tirador se ve al fondo, le ha impactado de pleno y ha mucha distancia, mis cejas están tan levantadas que amenazan con sobrepasar el cuero cabelludo y seguir subiendo.

Es el negro gigante, vamos no me jodas. Se apaga la luz, la mala bestia esa no necesita la luz para cazarnos, tengo a mis compañeros cerca de los armarios y estoy en todo el medio.

1.-Me siento en el suelo y me quito los zapatos. Tengo que llegar a la otra puerta que está más cerca, quizás se entretenga entre las varillas. Me hago una idea de donde está la puerta y tengo que correr unos cien metros por lo menos antes de llegar. Empiezo a avanzar al trote agachado y subiéndola  mientras imprimo velocidad. Oigo fogonazos, así que imprimo más fuerza a mis piernas, tanto por miedo, como por esperanza que no se fije en mí, voy a tope hacia la puerta donde me dirigía en un principio, en silencio y con el corazón golpeándome en el pecho. Cuando crea que estoy cerca de la puerta me tendré que arriesgar a usar un soplete para hacer luz y no estamparme con la pared, así que lo encenderé y lo lanzaré rodando por el suelo para que pegue contra la pared y me diga donde está.

2.- Me quedo un segundo quieto, luego cambio de dirección y me sumerjo de cabeza en los montones de varillas, empiezo a correr a cuatro patas hacia la puerta más cercana. Me importa un pito el ruido, total, creo que puede ver en la oscuridad, fijo que no tiene ni ojos, sino dos láseres o algo, imágenes escalofriantes me pasan por la mente, mientras sigo corriendo/nadando/remando en el mar de metal, prefiero ir cubierto por las varillas y que puedan reducir el impacto si me disparan.

La joven de ojos verdes intenta hacer su jugada, pero estaba claro, incluso para ella, que aquello no podría funcionar, está claro que él puede ver en la oscuridad, si no, no tendría ningún sentido el haber apagado las luces. Rápidamente, Alex lanza la sierra con toda su fuerza, prácticamente a ciegas, rezando a todos los dioses paganos y cristianos, antiguos y modernos...para que acierte y dé en el blanco...solo unos segundos, unos segundos serían suficientes para correr e intentar detener a esa mala bestia...Las razones del porqué que le gustaría sacarle, ahora ya no importan.

Y no le da tiempo a esperar la respuesta a sus plegarias...un fogonazo, un estallido...Alex corre de vuelta a la seguridad del hueco, pero el disparo es tan potente que golpea en la puerta abierta, haciendo que la golpee en la espalda con la fuerza de un elefante encabritado. Y Alex no puede evitar salir disparada contra la pared. Intenta protegerse, pero todo pasa tan rápido...

Cuando el estallido en su cabeza y el intenso dolor mitigan un poco, se atreve a moverse. Algo le cae en el ojo izquierdo y acerca la mano temblorosa. Nota algo líquido y un calambrazo de dolor le hace retirar la mano inmediatamente, debe haberse hecho una buena brecha...y lo mismo con la nariz...con el dorso de la mano se limpia la sangre, aunque será inútil si no consigue algo para taponarla..."Maldito hijo de puta..." Aún no sabe como puede moverse, sigue dolorida por la lluvia de varillas y ahora tiene la nariz y la frente hechas un circo total...

Y entonces se le ocurre algo más descabellado aún.....¿y si pudiera usar una de las puertas de los armarios como escudo? podría acercarse hasta él...¿y si pudiera usar la pequeña navaja suiza de su padre para desatornillarla? No....ahí está segura, los armarios la protegen y ya ha tenido bastante...¿pero hasta cuando?solo es cuestión de tiempo que ese mastodonte decida moverse, el puede ver en esa oscuridad...No, no quería arriesgarse tan tontamente a una muerte más que segura, pero tampoco sabía que hacer, se le ocurrían varias cosas pero ninguna era viable..con tanta distancia de por medio y a oscuras...no llegaría a dar más de cinco pasos...así que decidió permanecer ahí, en su sitio seguro, mientras pensaba en su próximo movimiento.

Oscuridad. A vuestras espaldas oís el sonido de varillas y más varillas. Alguien, que solo puede ser Mich, intenta desplazarse sobre la inestable alfombra de varillas que cubre todo el almacén. Un fogonazo, un grito de Mich y la carrera acaba. Escucháis el nuevo recargar de aquella arma y esta vez el que lanza un gruñido de dolor es el propio Dawne. Tras este se escucha un nuevo disparo y el impacto de este sobre carne.
En medio de la oscuridad sigue aquel punto... aunque ahora parece totalmente rojo.

Lanzas el destornillador y te escondes justo para escuchar el quejido del Puño y recibir la llúvia de los sesos de Anette. El segundo disparo apenas ha dejado un trozo de la cabeza de Anette.
Está claro que lo has herido de alguna manera y que, en el proceso, te has delatado.

Tu -muy ruidosa- huida sobre el mar de varillas parece no pasar desapercibida por Dwayne, suerte que practicamente vas hundido en ellas, porque estas evitan que el disparo te arranque la pierna.En lugar de eso tu pantorrilla izquierda desaparece junto los músculos y piel que contienen. Escuchas la recarga del arma y lo sabes, el siguiente disparo si acabará con tu vida. Pero alguno de tus compañeros, conciente o insconcientemente, lo distrae salvándote el culo.

Nunca volverás a bailar ballet, pero por ahora vives. Te arrastras hasta un pequeño montículo de varillas que tienes al lado y que puede resguardarte mínimamente. Mientras piensas que hacer o que no hacer.
Y sí te duele, muchísimo. Piensa en el músculo del talón de aquiques suelto, junto con la olor a amburguesa de macdonals de tu propia pierna.