Partida Rol por web

Aurelio no tarda más de 10 minutos en acudir a la entrada junto con una pequeña caja de cartón polvorienta.

- Buenas noches, lo que solicitaste - te tiende la caja

Miró la caja con atención. Al abrirla, casi se podía notar la nostalgia en su rostro. Quizás un ajeno a Demetrio podría llegar a pensar que era un devoto de esas armas. Pero no las tenía aprecio por fetichismo, si no por aquellos tiempos pasados y mejores que evocaban. Las cogió y las introdujo en los bolsillos de su viejo abrigo. "Gracias Aurelio..." Miró en dirección a los portones para tratar de vislumbrar si alguno más había salido de la sala. De nuevo miró a Aurelio. "Voy a pedirte un favor, Aurelio. ¿Podrías decirles al resto de mis compañeros que mañana sobre las 10 estaré por aquí, Dios mediante?... Esta noche voy a ver de nuevo las calles de una ciudad, y bueno, nostalgias a parte, necesito encontrar un lugar donde descansar. ¿Serías tan amable?"

No se cuestionó si hacerte o no el favor, solo el modo

- ¿Y se lo debo hacer saber con o sin el príncipe presente? 

Todavía ninguno de tus compañeros había abandonado la reunión. 

"Como quieras y mejor te venga. En realidad precisamente quiero quedar con ellos en relación al encargo del Príncipe. Es algo que ni de lejos puedo hacer solo." Se giró y miró un instante hacia la salida  para luego volver a centrarse en Aurelio. "Bien, Valladolid. Allá voy... ¿Algún consejo?" Su tono sonó algo nervioso, impaciente, pero a la vez cargado de cierta ilusión. No cabía duda de que el vástago se sentía afortunado de volver a caminar entre los mortales y los no tan mortales.

- Aléjate de su progenie, son más dañinos que cualquier Sabbat - bueno al fin y al cabo el ya había hecho mención a la independencia de su clan, pero aún así era preocupante ver como temía más a "su propio bando". 

"De acuerdo..." Asintió Demetrio. "Hasta mañana Aurelio" Fué hacia la salida como un artista que debutaba por primera vez ante un gran público, a la vez que la capucha de su abrigo pasaba a cubrir parte de su cabeza y rostro, y activaba su casi ya olvidado poder para pasar desapercibido...

El hambre mantenía tus sentidos curiosamente más despiertos ¿o quizá sería el volver a poder utilizarlos después de tantos años? Las nocturnas calles de Valladolid estaban escasamente pobladas a esas horas, viste luz en el interior de un taxi que permanecía en la parada esperando algún pasajero al que transportar mientras su conductor leía el periódico. 

Durante unos instantes, quedó entre maravillado y extrañado tanto por el aspecto del coche como por el atuendo del taxista. En general todo lo que veía a su alrededor le parecía completamente cambiado. Pero el hambre, pronto le centró en su objetivo. Aunque su primer impulso fue abrir aquel sofisticado automóvil y avalanzarse sobre la presa, hizo acopio de entereza para tratar de ser más sutil. Esperó a ver la calle despejada de transeuntes. Trató de usar otra habilidad que antaño le había dado mucha ventaja en su trabajo y cambiar su aspecto. Con tan solo no parecer un mostruo y mejorar un poco su atuendo, se daría por satisfecho. Si salía bien, montar en aquel coche para poder alimentarse de aquel hombre, sería mucho más sencillo, pues el beso los dejaba extasiados.

"Buenas noches, ¿Podría llevarme a la estación de autobuses?"
 

El taxista asintió

- Enseguida - prometió, mientras dejaba a un lado su periódico plegandolo y apagaba la luz que le permitía leer, arrancando el motor del coche. 

Demetrio se introdujo en el coche y esperó a que el taxista estuviese a punto de ponerse en marcha, momento en que aprovechó para avalanzarse con decisión y alimentarse de él. Por lo general, las personas corrientes no tenían la fuerza necesaria para escapar inicialmente al agarre del vástago. Una vez mordidos, la cosa resultaba como un apacible paseo en barca...

Pese a tanto tiempo sin alimentarte y lo mermado de tus defensas, dejas el taxi sin que la vida del taxista corra peligro alguno. Algo confuso, si. Algo mareado, también. Pero en perfecto estado.

Ahora tocaba buscar un lugar seguro para poder pasar las noches. Las alcantarillas siempre podían ser una opción, pero prefería quizás alguna nave abandonada o puesta en alquiler. No conocía la ciudad, a nadie en ella. Así que se dedicó a trastear en bares y locales. Relacionarse un poco con la gente y ver que se cocía por la ciudad. Como estaban las cosas, como actuaba la policía, cuales eran las barriadas más pudientes y las menos pudientes, como andaba la delincuencia, etc.

Tienes noticias del almacén de una fábrica que ha cerrado, cercano a la zona universitaria. Una parte para nada visitada, escasa población y alguna zona de fiesta para jóvenes en naves aledañas. Dudas mucho que llegues a llamar la atención por allí, seguro que algún que otro vagabundo la frecuenta, pero poco más (aunque claro está seguro que las alcantarillas las visitan menos).

Los ánimos en la ciudad están bastante mejor de lo que esperabas para una ciudad que esta siendo conquistada por el Sabbat, sin incidentes que llamen la atención de nadie. El único que está armando escándalo con sus declaraciones es el Alcalde, aunque en las conversaciones que escuchas no tienes muy claro el motivo, aunque con eso seguro que la prensa podría ayudarte pues parece de dominio publico. 

"El Alcalde..." pensó. "Sería interesante saber lo que va diciendo en nombre de aquel o aquellos que mueven los hilos". Intentó hacerse con algún periódico local o de cualquier ámbito, en algún bar. De esos que están a disposición de los clientes. Tampoco haría mucho más esta noche. No podía construir Roma en un solo día, y aún había demasiadas cosas que le resultaban extrañas, como los precios y la moneda. Intentará  impregnarse de todo lo que pueda; autobuses, horarios, moneda, precios, e irá a visitar esa fábrica. Algún vagabundo por allí podría resultar molesto, pero a la vez una fuente de sustento accesible. Jóvenes universitarios, no muy lejos, podrían ser también una fuente interesante. Merecía la pena echar un vistazo.

Encuentras un artículo al respecto en El Mundo.

No pareció entender bien las declaraciones de aquel Alcalde, pero trás la fascinación inicial tras comprobar la enorme calidad de aquella fotografía, junto a aquellos magníficos colores, al menos puso cara a aquella figura mortal. ¿A qué mujer se le ocurriría quitarse su ropa intima delante de alguien, de esa manera? Pensó para sus adentros. "Solo a una mujer de mal vivir...Menudo Alcalde, debe de ser un  mujeriego"

Después de recopilar la información, se dirigió a la zona de la fábrica abandonada, a inspeccionar la viabilidad de esta, como posible refugio.

La zona era sin duda prometedora, los vehículos parecían pertenecer casi todos a las empresas localizadas en naves cercanas, seguramente nadie estaría por allí durante la noche y solo trabajadores durante el día, que dudabas mucho se dedicaran a investigar naves anexas: bastante tendrían con ir a trabajar. 

La nave abandonada en cuestión tenia dos accesos: un principal con un amplio acceso para camiones, y otro en el lateral, una puerta pequeña de metal. Ambas entradas estaban cerradas con llave (obviamente). Los ventanales estaban protegidos por reja gruesa, así que romper un cristal y entrar por allí no era una opción. Los tragaluces del techo parecían el único "punto débil".

Trepar no es que fuese precisamente lo que mejor se le daba al nosferatu, pero tampoco había mucha más opción. Observó y valoró, tomándose su tiempo, el lugar que podría resultarle más fácil para subir y acceder al almacen. Las rejas suponían un problema para atravesar las ventanas, pero quizás pudieran serle de utilidad para acceder a la zona elevada...

-Ya ni unas simples ganzúas tengo- pensó para si mismo. Eso es algo a lo que tendría que poner remedio. Pero ya sería otro día.

Quería tomárselo con calma. No cometer errores, pero eso llevaba tiempo. Así que se concentró para activar su presencia invisible, porque aún habiendo poca gente a esas horas, mejor era no correr riesgos. Eso nunca se podía saber con toda certeza, y más estando tan próxima la ciudad universitaria.