Partida Rol por web

- Aún quedan un par de horas para la cita. ¿Qué haréis antes?- preguntó William antes de que levantasen campamento los dos mayores del grupo - Si el paisano éste tiene una trastienda quizás podamos hacer la conexión allí... Y puede ser necesario que alguien nos controle desde la vigilia. No porque nos puedan proteger de lo que sucede en el mundo onírico, sino más bien por si algo de lo que pasa en el mundo 'real' nos afecta.

Domingo se encogió de hombros. En cierto modo estaba de acuerdo con la insinuación de Elías. Ese tipo era un Lictor, como lo había definido William, un demonio como decía ahora Elías y él estaba proponiendo ir en su busca, entrevistarse con él.

—No creo que contemos con mucho apoyo en la comisaría Elías. Velez ya me dijo que no me metiera en este asunto y... ahora no puedo decirle que todo esto es...

Se miraba todo el cuerpo valorando el lamentable estado en el que se encontraba. Volvió a encogerse de hombros.

—Quizá no sea buena idea tratar con ese... Holandés Errante. No se.

El viejo policía se mostraba confuso. Por una parte necesitaba formar parte del mundo real, dialogar con alguien en el plano físico habitual aún a sabiendas de que ese alguien formara parte de un complejo sistema hasta ahora desconocido para él. Pero por otro lado la idea de hablar con uno de los guardianes de ese ilógico lugar le estremecía.

Confuso esperó alguna propuesta diferente a la que agarrarse, algo que le convenciera realmente que la idea que él proponía no era la mejor.

Macarena miraba con cara de circunstancia, estaba como pez fuera del agua. Tenía la disposición pero no tenía ninguna experiencia ni conocimientos sobre que era lo que debía hacer a continuación:

- William, ¿es mejor que seamos un grupo pequeño o que llevemos refuerzos? Si es lo primero tal vez Agustín podría quedarse a velar que no nos pase nada en "el mundo físico".

Estaba claro que no tenía seguridad en las palabras que salían de su boca como si fuera una actriz que no se supiera bien su papel, sus ojos cimbreaban como si quisieran adquirir vida propia y salir de su limpia cara. No quería tener que tomar decisiones, pero sabía que no podía dejar ese peso sobre nadie más. Era su primo y su abuelo y tenía que cargar con toda la responsabilidad que traía su sangre.

Sus cejas se arquearon

-Momento, momento, quien se irán a dormir? creí que con que se durmiera el Chapas bastaba, no nos quedaremos nosotros 3 despiertos? No tengo problemas en ser el único, pero almenos cuéntenme que tienen mente precisamente y que tengo que considerar si algo nos ataca, podre despertarlos con solo moverlos?

Esto de hacerse responsable de un grupo no le hacia mucha gracia a Agustín, pero hace tiempo descubrió que la vida no esta echa para su disfrute personal

Consultó el reloj del bar, William tenía razón. Quedaba tiempo, pero tal vez… Pusiera los ojos en blanco a medida que Agustín manifestaba sus dudas y asintió:

-Cornellius, si entendí lo que proponés, Ricardo y vos os echaréis a reposar, para guiarlo hasta Oniros (u Oneiros, no recuerdo exactamente cómo lo llamaste a ese mundo de los sueños). Macarena también está dispuesta, y no es mala idea, que haya alguien con quien el pibe tenga confianza; así que de a una con que sea “él” –indica con el mentón hacia Agustín- quien os vele en la vigilia.

“Puesto que nosotros, Domingo, deberíamos preparar el terreno para la cita. Si fuésemos a la comisaría, sería para tratar de recuperar la película (te lo referí tres o cuatro veces ya esta mañana, es como si quisieras eludir el tema…) Esa clase de artefactos son… la droga de todos los que están metidos en este negocio, como los gimmicks en el argot de los magos; tendríamos otro as en la manga, algo con lo que negociar, si por casualidad nos delatamos.

“Y de todos modos, ellos saben dónde acudir en cuanto terminen si no reciben noticias nuestras: el parque. Le pediremos a este señor –señaló al dueño de la Pérdida- el número de teléfono del local.

“Eso es lo que se me ocurre. Por supuesto que el Diario se quedaría aquí con…

Se interrumpió de forma abrupta. Caviló en voz alta:

-Me pregunto por qué tendrá tanto interés en ver esa foto. Anoche estaba claro que quería desembarazarse de nosotros…

William se levantó de la mesa para pedir otro café por señas a Braulio:

- A ver... Yo puedo entrar en el Sueño con el Chapas y la Maca, mientras Agustín vigila. No hay inconveniente.- curiosamente para ser alguien que iba a dormir pronto se estaba metiendo unas buenas dosis de cafeina - Lo de que sea seguro o no no va a depender de cuantos 'entremos'. Aquí la fuerza física de Agustín no nos valdrá de nada en el otro lado... Quizás como bien dice Elías sea mejor que vigile mientras los demás estamos 'dentro'. Si vosotros tenéis cosas que hacer ¡adelante! 

Luego pensó en lo último que mencionó Elías:

- A veces las fotos guardan secretos poderosos.- añadió de forma enigmática - Si el lictor está interesado en ella seguro que no es por pura banalidad.

Domingo dirimía el siguiente paso. La apreciación de Elías era cierta, esquivaba el hecho de ir a la comisaría. Vélez le había avisado, le había dicho que dejara el tema en manos de homicidios pero aún así no había hecho caso. Eso podría traerle consecuencias en tanto en cuanto Vélez se diera cuenta de lo que tenía entre manos.

Sacudió la cabeza. Quizá despejaba algunas ideas o descartaba las consecuencias que pudieran traerle sus actos.

—Si crees que eso nos puede dar una ventaja... recuperaremos esa cinta. Sea lo que sea lo que me vaya en ello.

Como una veleta su conversación se trasladaba a las últimas palabras del inglés.

—Aunque si William cree que es mejor que entre más gente a ese Oniros yo seré quien vigile mientras el resto dormís.

William se encogió de hombros:

- El número no es importante, sino el potencial. Está claro que Elías tiene potencial, por eso estoy aquí,- dijo alagando el ego del viejo mago - pero creo que todavía no está preparado por si pasa algo... problemático. De cuanta menos gente me tenga que ocupar mejor... Id a ese encuentro y que Agustín vele por nosotros.

El viejo policía inclinó la cabeza dando por entendido que no eran necesarios. Elías no necesitó más que esa señal para levantarse de su silla y acompañarlo hacia la puerta.

William miró al Chapas: 

- Pregúntale al dueño del bar si podemos usar un rato su trastienda. Necesitamos un lugar tranquilo desde el que podamos acceder a Oniros.

El Chapas asintió y se acercó a Braulio para hacer la petición. Antes de Elías y Domingo abandonaran el bar William añadió:

- Después de pasar por la comisaría volved por aquí a a recogernos ¿de acuerdo? Luego ya decidiréis si queréis ir a visitar al Holandés o no.

Los dos hombres asintieron y abandonaron el bar.

Un poco más tarde los cuatro participantes de aquel extraño ritual estaban reunidos en el almacén de Braulio. Había cajas de coca-cola y cerveza apiladas por doquier y sobre algunas de ellas se sentaron los participantes del particular aquelarre. Braulio, como siempre, había permitido la excentricidad de sus clientes sin hacer ningún comentario o pregunta. Algo en aquel silencioso cancerbero del bar transmitía una tranquilidad completa: como si lo que pasara alrededor no tuviera realmente importancia y la Pérdida fuera un sitio de paz, de silencio, un lugar donde los problemas cotidiandos quedaban a la puerta.

El Chapas se sentó apoyado contra una pared, siguiendo las indicaciones de William. Agustín lo contemplaba todo apoyado en la puerta. El extranjero le había indicado que se colocara allí, donde podía verlos a todos bien y que no interviniera pasara lo que pasara, salvo que algo externo supusiera algún peligro para ellos. Aún así si algo pasase debía intentar remediarlo sin despertarlos. No era buena idea despertar a alguien que estaba, según las palabras de William, 'conectado'. Tanto la Maca como Ricardo quisieron saber algo más al respecto de esa 'conexión' pero el mago onírico no parecía estar por la labor de dar más explicaciones...

Así que ahora estaba el Chapas apoyado en la pared mientras la Maca y William se sentaban en cajas cercanas, apoyando también sus propias espaldas.

Todos cerraron los ojos mientras William empezaba a murmurar una extraña letanía que provocaba una somnolencia evidente. El propio Agustín tuvo que hacer un esfuerzo para mantener los ojos abiertos y permanecer de pie...

Agustín se esforzó por permanecer despierto mientras los otros se sumían con facilidad en el sueño inducido por William. Cornellius fue precisamente el último en caer víctima de su propio conjuro. Todos permanecían silenciosos, respirando rítmicamente.

El muchacho se sintió extrañamente solo en aquel almacén. La situación era casi absurda: ¿qué estaba haciendo? Vigilando a tres personas que dormían. Sacó su navaja para juguetear con ella. Sólo esperaba que aquello fuera rápido.

La Maca se durmió acunada por la extraña letanía de William. Al poco tiempo todo era oscuridad, tranquilidad.

Abrió los ojos...

Estaba en un callejón oscuro. Miró a su alrededor asustada ¿Metrópolis de nuevo? Una mano la aferró por su hombro. No pudo reprimir un chillido. A su lado William aparecía sonriente. 

- Perdón por el susto.- dijo señalando hacia la entrada del callejón - Creo que la cosa sucede ahí adelante.

Sin esperar por la Maca comenzó a caminar hacia la entrada del callejón. Después de pensárselo un momento la muchacha lo acompañó. Se asomaron ambos a la entrada del callejón. Ahora la Maca se ubicó totamente: estaban en la zona de la vieja cárcel, donde habían encontrado el cadaver de su abuelo. No había nadie en el muro en el que habían encontrado las extrañas marcas. Parecía que había pasado una eternidad desde aquello.

En ese momento unas luces llamaron su atención: era un coche que se acercaba. No, era una furgoneta. Una furgoneta grande, una Mercedes de gran capacidad. No tenía ningún rótulo y parecía algo vieja. El enorme vehículo se paró al lado del muro y varias personas bajaron de la parte trasera. En la parte delantera, conduciendo, iba un tipo moreno, de rasgos moriscos. Su acompañante se bajó: la Maca lo reconoció al momento. Era Mauricio Soares, el Portugués. De la parte trasera habían bajado el Chapas ¡y Hermo! Así que el yonki estaba también metido en esto. Luego bajó una tercera persona. Curiosamente la Maca no fue capaz de distinguirla. Parecía como si las sombras se aferrasen a su alrededor, privándolo en todo momento de la luz. Andaba con dificultad.

El portugués se aproximó a la sombra. En el rostro de Mauricio se dibujaba un cierto temor, casi reverencia, mientras se dirigía a la oscuridad:

- ¿Está seguro de que desea hacer esto maestro?

La sombra contestó firmemente:

- Ahora no es momento de dudar.

Con paso inseguro se dirigió hacia el muro. El Portugués tragó aire mirando a Hermo y al Chapas. No podría decirse bien que era lo que reflejaba su rostro: ¿miedo? ¿preocupación? ¿decepción quizás?

- Venga.- les dijo - Es hora de ponernos a ello. Y más vale que no cometáis errores... Os va la vida en ello.

El Chapas y Hermo asintieron de forma mecánica. Algo en su forma de andar les daba el aspecto de estar allí casi forzados...

William se volvió hacia la Maca, en la seguridad del callejón:

- Va a empezar... ¿Estás segura de que quieres verlo?

Macarena se volvió a William le miró a los ojos, como intentando leerlos. Los suyos eran pura tristeza y resignación:

- No, no quiero. Pero debo, es la única forma de encontrar soluciones.

Volvió o a mirar hacia la escena y continuó hablando con el mago sin volverse, en voz baja, apenas un susurro...

- ¿Podrían vernos?

Tras esperar la respuesta volvió a mostrar sus dudas.

- Al que dirige todo ésto no puedo verlo, están en sombras... ¿es mi abuelo?

Al decir estas palabras tuvo que reprimir un sollozo y su garganta se tensó con fuerza intentando contener las lágrimas que seguro que asomaban ya por sus ojos.

El joven mago asintió. Por primera vez en todo este tiempo la Maca vio un asomo de algo que podría ser piedad en sus ojos. Luego William avanzó hacia la parte trasera de la furgoneta indicándole a ella que le siguiera. El conductor de la furgoneta se afanaba en no mirar hacia fuera como si supiese lo que iba a pasar y no tuviera ninguna gana de verlo.

La voz del Portugués se oía ahora incitando un cántico en una lengua desconocida:

- Ia fargalaf, narha ekearha... Ia Yog Soggoth arhat endiara... Por la sangre de tu sangre, que debe tomar tu sangre... Ear althanar isaha moridh...

La Maca se obligó a mirar por el lateral de la furgoneta. Allí estaba el hombre en las sombras, desnudo. Podría ser su abuelo pero su porte era tan regio, tan distante. Hermo lo mantenía contra la pared mientras el Chapas sostenía, como en trance, un enorme clavo de alpinismo en sus manos. Sobre la piel del hombre de las sombras había trazados intrincados tatuajes. La Maca los observó tan fascinada como horrorizada: estaban hechos sobre la piel viva y supuraban continuamente.

De pronto todo el cielo se oscureció. William levantó la mirada sobresaltado hacia el cielo.

- Oh, no... no...- murmuró mirando a la Maca, al Chapas y luego al cielo de nuevo - Joder... el chico está perdiendo el control... su subconsciente está a punto de dominarlo...

La mirada de la Maca reflejaba su total falta de entendimiento sobre las palabras del mago.

- ¡Mierda! ¡Hay que salir de aquí rápido! ¡Hay que despertarlo antes de que...!

Repentinamente un rayo del cielo golpeó a William, derribándolo. La Maca se apartó de un salto, sobresaltada y aterrada. ¡Lo habían fulminado! La chica sintió como el corazón le latía a toda velocidad. Miró al muchacho en el suelo ¿cómo podía seguir vivo? Estaba aturdido pero se intentaba levantar... Los otros, mientras tanto, parecían ajenos a aquel sorprendente suceso, enfrascados en su propio ritual.

Agustín contemplaba aburrido a los durmientes. Menuda tontería estar allí vigilándolos. Estaba sopesando ya la idea de entrar en el bar para coger una cerveza cuando notó algo raro. ¿Se estaba oscureciendo el almacén? Miró a su alrededor. Sí: la luz estaba bajando de intensidad, como si la bombilla estuviese a punto de apagarse. De pronto brilló con más fuerza y Agustín vio como el Chapas abría los ojos de forma desmesurada: los tenía en blanco. Abrió también la boca como si fuera a gritar, aunque no salió ningún sonido de su garganta. En ese mismo momento la bombilla del techo estalló y dejó el almacén a oscuras. Se oyó un cuerpo que caía pesadamente al suelo.

La joven se acercó a su primo, aunque no hacía mucho se había sentido asqueada al enterarse que estaba implicado en la muerte de su abuelo ahora podía sentir como él esa atracción por cumplir los mandatos del hombre en las sombras...

Realmente no sabía que reglas regían el entorno en que se encontraba, ni si quiera le había quedado claro hasta que punto podía interactuar con él, si suponía un peligro o era un esfuerzo condenado al fracaso. No sabía si podía ayudar a William, pero de todas formas decidió que era el momento de actuar.

Si lo había entendido bien estaban en los sueños de Ricardo y era él el que estaba recordando lo que había pasado. Parecía que era una especie de realidad subjetiva... Estaba claro que todo la superaba demasiado y que intentaba asirse a concepto que apenas podía vislumbrar. Sabía que William era fuerte, tal vez por eso le habían atacado, pero también sabía la escasa voluntad de su primo que lo había metido en tantos líos...

Se acercó al grupo que estaba llevando acabo el ritual y en silencio, de una forma respetuosa intentando no interrumpir su concentración se puso detrás de Ricky. Con un gesto cariñoso, más de una caricia que de un agarre, intentando no sobresaltarlo deslizó sus manos sobre sus hombros. Macarena quería demostrarle no solo que estaba allí próxima y dispuesta a ayudarle, sino ayudarle a encontrar esa fuerza interior que ella sabía (o creía) que tenía y que podía ser determinante en esa ocasión.

Intentó no mirar al hombre en las sombras, pero su vista no se separaba de él como hechizada... Era como si intentara, pese a saber que era imposible, escudriñar para ver el rostro de su abuelo con su enigmática leve sonrisa que le daba ese aspecto serio pero socarrón que ella tanto echaba de menos.

-JODER!!!

Se escucho al reventar la bombilla en el medio de la oscuridad, lo primero que alcanzo hacer Agustín fue buscar el pomo de la puerta y girar de el, para abrir la puerta y que entre luz a través de esta.
Pero no sin antes pegar un mirada fuera, no valla a ser que desde la nada aparezca algo con intenciones de acojonarlo, una vez que verifico que todo estaba en orden, la abrió de par en para y volvió a mirar dentro para ver el cuerpo de quien escucho caer

Agustín aferró el pomo de la puerta y se sorprendió al encontrarla cerrada. ¿Quién la había cerrado? ¿Braulio? ¿Por qué? ¿Cuando? No oyó cuando lo había hecho. 

De pronto sintió algo más: una presencia. No estaba solo. Por algún motivo Agustín sabía que había algo más en el interior del almacén: una presencia primaria, quizás un animal. Joder. Aquello pintaba peor por momentos. Desesperado golpeó la puerta intentado abrirla por la fuerza o que alguien respondiese al otro lado, pero la madera no cedió un ápice. Agustín la araño: aquella puerta, tal y como la había visto al entrar, era una mierda de puerta de conglomerado ¿por qué ahora parecía el maldito cierre de un castillo?

La Maca se fue deslizando detrás de los representantes de aquella siniestra farsa. Nadie parecía percatarse de ella pero sobre su cabeza las nubes iban formando, poco a poco, una especie de vórtice siniestro que parecía amenazar con convertirse en cualquier momento en un tornado.

Puso su mano suavemente en la nuca de Ric. Sentía el dolor de aquel muchacho perdido. Recordó su infancia: siempre había sido el más debil del barrio, sometido a los abusones, a la violencia. La Maca tenía todo el valor que Ricardo siempre había añorado. Ella era una mujer fuerte, él un hombre débil. Alguna vez, estando los dos pasados, el Chapas le había echado en cara que ella se comportase de tal forma que lo dejaba quedar como un niño. Pero la verdad era esa: la Maca siempre había estado ahí para ayudarlo. Y ahora no iba a ser menos.

De pronto el Chapas abrió los ojos en su letanía. Su cuerpo sintió un leve estremecimiento y se giró sorprendido de ver allí a la Maca. Abrió los ojos todavía más mientras susurraba como cuando eran niños y se escondían de sus padres tras una trastada:

- No fue culpa mía... Él me lo pidió...

Rompió a llorar mientras se abrazaba la Maca, y en ese momento todo se volvió oscuro.