Partida Rol por web

Erebus

Escena II: Una Odisea Ártica

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08/02/2013, 12:25
Adrien Le Brun

Adrien miró intranquilo la reacción de los aldeanos, y luego sonrió.

- Diles, por favor, que no es un lobo. Que es un amigo.

Y dicho esto, se volvió hacia Harald, buscó la atención del terranova en sus ojos, y, con una pizca de carne seca como recompensa (tan pequeña que Adrien sintió vergüenza de "estafar" así a su perro) empezó una rutina de juegos tontos:

- Harald: Siéntate. Buen chico. La pata... ¡Muy bien! Y ahora túmbate...

Le Brun rodó, jugó y se dejó lamer. Finalmente abrazó al terranova y le dio el prometido trozo de carne, se sacudió la nieve y trató de recuperar la poca dignidad que le quedaba.

Notas de juego

Idéntico a lo que me pasó con mi perro (Schnauzer gigante) el otro día en el parque con los críos. Con el mío funcionó...

Adrien LeBrun "Bailando con Lobos"

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08/02/2013, 12:42
Director

Notas de juego

Tengo que acordarme de esto para el próximo turno. Apunta esto también para próximas intervenciones.

Los indígenas terminarán por perder el miedo al terranova, aunque les parezca cosa de magia que un hombre y una fiera salvaje puedan ser amigos. Pero por mucho tiempo que paséis en el poblado, Harald no permitirá que los aborígenes se le acerquen ni aceptará nada de ellos. No atacará a ninguno (de momento), pero gruñirá y amenazará a los hombrecillos y sólo tolerará su presencia por la voluntad de su amo. Adrien percibirá claramente todo esto.

Si hay que sacar alguna conclusión de ello, te lo dejo a ti.

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08/02/2013, 16:32
Catalina d'Uberville

Antropológicamente, el descubrimiento de la aldea era algo muy interesante. En términos de regreso a Francia, aún más.  Catalina iba tomando apuntes mentales sobre indumentaria y comportamiento de los nativos. No eran hostiles, o eso parecía. Lo colmilludo de su cráneo era interesante, y Catalina hubiera dado gustosa un dedo por poder llevarse un cráneo en perfecto estado. Que eran personas, parecía claro; que fueran hombres tal y como los europeos eran, no tanto.
La falta de compasión grupal por los cadáveres no le gustó. La curiosidad era comprensible, sí, pero esa manera de ignorar los muertos y los dolientes vivos le resultó desagradable. De la actitud de una cultura ante la muerte se pueden deducir muchas cosas útiles, y Catalina se preguntó qué más sacaría de esta gente.
La mujer sonrió beatíficamente al ver a LeBrun hacer el payaso. Jóvenes... se preguntó dónde estaría su propio hijo y qué estaría haciendo, y su mirada se ensombreció.

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08/02/2013, 19:14
Adrien Le Brun
Sólo para el director

Notas de juego

¿Puedo entonces dar la crisis por evitada... al menos por esta vez? El objetivo de Adrien es que no se tiren a atacar al terranova nada más llegar (ni el terranova a ellos) (a ver quien tira del trineo si no) y relajar los ánimos del perro. Pero me apunto que está en tensión.

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08/02/2013, 22:14
Director

Notas de juego

El peligro no proviene de los salvajes. Están fascinados con la Gente Alta, y que tengan una fiera como mascota es considerada sólo una más de sus fantásticas singularidades. Imagina que un nuevo vecino trajese de mascota un toro bravo o un tigre de Bengala. La mayoría del bloque se asustaría, pero no es probable que nadie fuese a pegarle un tiro sin provocación.

El riesgo provendrá más de la tensión del animal, contenida únicamente por la confianza que tiene en su amo. Claramente percibe a los aborígenes como una amenaza. Aún así, salvo que se quede solo o perciba intenciones agresivas hacia Adrien, nada pasará.

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11/02/2013, 22:38
Director

El grupo continuó andando a través del gentío congregado. Chicos y grandes sonreían por igual a los gestos de Tessier, parloteando sin acabar de entenderle, y se apartaban del gesto desapacible de Goubert. A pesar de acceder a los juegos de su amo, Harald continuó pegándose estrechamente a su dueño, intimidado por una multitud a la que enseñaba los dientes de tanto en tanto. Jóvenes de ambos sexos se acercaron especialmente a la baronesa, estudiando con curiosidad su rostro lampiño. Un joven incluso se atrevió a tomar fugazmente su mano y llevarla sobre su propia cabeza, para retirarse luego rápidamente entre las risas de los demás.

Antes de alcanzar la explanada frente a la construcción de piedra, un individuo les salió al paso, plantándose en medio de su camino y alzando ambas manos. El hombrecillo que guiaba al grupo levantó las manos a su vez, y dio comienzo una conversación en su idioma. Ninguno de los dos bajó los brazos mientras se sucedían las respuestas, haciendo pensar que se trataba de algún recibimiento formal u otro tipo de ceremonia. Durante todo el tiempo, el anfitrión no dejó de observar de reojo a las Gentes Altas y su animal, ni tampoco de sonreír mostrando abiertamente unos aguzados colmillos. Finalmente, tras cesar el diálogo, hizo señas a los extranjeros para que le siguiesen, dirigiéndose a un iglú cercano.

El acceso, poco más que un agujero protegido por pieles de foca, llevó a los europeos del frío y la nieve cegadora a un calor casi tropical y una tenue penumbra. No había más que una sala circular, amplia pero tan baja que impedía erguirse a los blancos, alfombrada completamente de pieles de diversos animales, que también forraban paredes y techo. Por el perímetro de la estancia había diseminados bolsas y fardos, odres, un par de bastones o cortas lanzas de hueso, vasijas y otros artículos similares. El aire caliente estaba cargado de un olor nauseabundo, mezcla de pescado, grasa, humo y sabría Dios qué más, y del techo pendían numerosos amuletos hechos a base de plumas, dientes, garras y cuero trenzado, así como unas cuantas lámparas de aceite para iluminación. En el centro de la misma había una especie de escabel o barrilete redondo y negro, y pegado a él un bulto largo cubierto de más pieles. Arrodillada a su lado una mujer indígena, el hirsuto cabello negrísimo recogido en trenzas, salmodiaba en voz muy queda, e interrumpió su melodía nada más advertir la entrada de los extranjeros, poniéndose inmediatamente en pie.

Tras un instante de silencio, el bulto que ocupaba el centro de la habitación chirrió casi imperceptiblemente hasta formar un casi inaudible gemido:

-Mes pieds... (1)

 

Notas de juego

(1) Para los no francoparlantes: -Mis pies...

Continuamos, de nuevo con retraso y esta vez sin la intervención de Ojo de Cuervo. Esto empieza a ser una fea costumbre.

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11/02/2013, 23:40
Ojo-de-Cuervo

"Está vivo...", pensó Ojo-de-Cuervo. Contra todo pronóstico, el marinero había sobrevivido al ataque de Wendigo. Lo que no quedaba caro era por qué. Un ser como aquél no parecía dispuesto a llevarse una vida para dejarla a medias. O eso o... no era más que un cebo, como el que pondría un cazador para atraer a más presas. En este caso, ellos.

Se apartó para dejar paso al hombre medicina que había venido con ellos. No quería estorbarle , pues estaba claro que el tripulante perdido iba a necesitar de su saber hacer.

-Explícanos de nuevo, amigo -dijo el algonquino, volviéndose hacia el menudo hombrecillo que les había guiado hasta el poblado-. ¿Thagkua ha devuelto al hombre de tez pálida?

La forma de hablar de los indígenas era realmente extraña. Iban a tardar en acostumbrarse a su sintaxis.

Notas de juego

Mis más sinceras disculpas. ¡Estaba convencido de que había posteado cuando lo de "amaruk"!

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12/02/2013, 18:57
Jacques Goubert

Los ojos de Goubert tardaron unos segundos en acostumbrarse a la tenue luz de la sala, mientras que su sentido del olfato era golpeado con violencia por un desagradable olor a grasa y pescado, recordándole al asqueroso inuit que conoció en el barco. El soldado se desplazó torpemente por el pequeño habitáculo examinando meticulosamente los objetos que había en él. No pudo dejar de mostrar cierta curiosidad por las lanzas de hueso y los amuletos colgados del techo. Por último, el francés observó a la mujer de trenzado cabello fuliginoso. Tenía, como todas aquellas indígenas que había conocido hasta ahora, una rara belleza natural y salvaje. Una belleza que no necesitaba de afeites postizos, ni de perlas ni esmeraldas, para inflamar la pasión y avivar el deseo, una belleza que hablaba de noches llenas de furor y violencia. Goubert cayó en la cuenta de que había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvo con una mujer, “¿Cómo se llamaba ella? Bah, qué más da, era solo una pequeña furcia que a su corta edad había servido ya como desahogo de los marineros y comerciantes de St. Pierre”, pensó y recorrió con lasciva mirada, de arriba abajo, el cuerpo de la mujer hasta posarse en el bulto que ésta tenía a sus pies. Jacques no podía creerlo, por un instante el mundo a su alrededor dejó de existir, ya no le interesaba la salvaje mujer, ya olvidó el peligro de adentrarse en el poblado de los indígenas tras haber matado a uno de ellos, por un momento lo único que parecía existir en el universo para el soldado eran aquellos ojos diabólicos que le observaron fijamente desde la cúpula celeste.
“¿Cómo es posible sobrevivir a “aquello”?”, dijo con voz temblorosa.

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12/02/2013, 20:32
Catalina d'Uberville

Catalina no se sorprende de la curiosidad que despiertan en la tribu, no es la primera vez que se ve en esa situación. Si tiene mala suerte, será la última.

Se deja examinar por los curiosos, consciente de que el concepto del espacio personal suele estar bastante restringido en poblaciones en las cuales el espacio es compartido por varias familias a la vez. En Francia, esto sería un crimen contra el buen gusto. Pues bien, prefería los indígenas a los modales de su propio retoño.

Los anfitriones sonríen... Catalina piensa en lo curioso que es que para la mayoría de especies, enseñar los dientes es una amenaza. Los humanos los enseñan en las sonrisas... ¿hasta qué punto son humanos, aquí?

Y de pronto... el marinero! ¡Había sobrevivido! Imposible... pero ahí estaba.

- ¡Dios bendito! -Catalina se persignó.

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15/02/2013, 14:19
Adrien Le Brun

- Doctor ...

Adrien dio un par de pasos hacia atrás, dejando espacio al experto en medicina. Sorprendido, furioso consigo mismo por haber querido abandonar la búsqueda,asustado: deseó que el hombre pudiera recuperarse, o quizá que no se recuperara. Si sus heridas eran graves no podrían atenderlo en el barco.

Lo recorrió un escalofrío, asqueado de sus propios pensamientos.

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16/02/2013, 11:57
Ludovic Tessier

-¡Por Hipócrates!

El doctor prácticamente cayó sobre el hombre. El peso de otra muerte cayó como una losa sobre Ludovic; el tiempo perdido en el camino añadió más peso a su consciencia. ¿Cómo había podido perder el tiempo jugando con los niños? ¿Acaso no sabía la importancia de la misión?

-Necesito sitio, aire, espacio, tranquilidad... ¡También va por ti, Ludovic! -se dijo, buscando entre el instrumental de su bolso de médico-. ¿Te duelen los pies? Es posible que vayas a perderlos, pero míralo por el lado bueno, eso que te ahorrarás en botas. Ya están empezando a pasar de moda en Francia, ¿sabes? Las damas ya van descalzas por la ciudad -parloteó, sin detener sus ágiles manos ni dejar de observar con sus inquisitivos ojos.

- Tiradas (1)

Motivo: ¡Medicina! (Especialidad)

Dificultad: 6

Tirada (9 dados): 7, 8, 8, 2, 7, 10, 2, 9, 3

Dados repetidos: 9

Éxitos: 7

Notas de juego

Ni idea si he hecho bien la tirada (dificultad y demás). Cualquier error, se repite la tirada. La idea es ver qué ocurre y, si está en mis posibilidades, curarlo. Incluyo amputando.

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18/02/2013, 00:36
Director

Goubert examinó la estancia con profesional curiosidad, y sus ojos terminaron posándose en la mujer. Observó su cuerpo recio y velludo, sus cortos miembros y su agreste melena trenzada. A pesar de la leve repulsión que le inspiraban estos salvajes sintió un lúbrico impulso hacia ella. Como si percibiese su escrutinio, la mujer volvió el rostro hacia él, mirándole con interés. Sus rasgos anchos se relajaron en una sonrisa colmilluda y feral, y en sus ojos apareció un extraño fulgor. Sin dejar de mirarle y sonreír, la mujer se acarició la garganta con las yemas de los dedos en un especial gesto. En ese momento el bulto a sus pies gimió débilmente, y un pavoroso escalofrío recorrió la espalda del soldado.

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18/02/2013, 00:38
Director

El intenso calor que reinaba en la sala empezaba a ser algo sumamente molesto, más aún con los abrigos que todavía vestían. Los aborígenes comenzaron a deshacerse de sus ropajes más gruesos mientras uno de ellos respondía a Ojo de Cuervo:

-Nosotros regalamos a Trashthagherr. El que Canta en la Tempestad no le tomó. Hace pocas noches encontramos a este Cara Pálida. A veces El que Canta en la Tempestad elige sus propios regalos –explicó, dándose golpecitos en la cabeza en ademán de incomprensión-. A veces devuelve. Gran misterio. Gran magia.

El doctor cayó sobre el accidentado, buscando apresuradamente en sus bolsas los instrumentos de su oficio. Levantó con cuidado las pieles que cubrían al hombre, y el repugnante hedor que emanaba su cuerpo llegó al olfato de todos: sudor, orina, heces, sangre y algo más... algo acre y nauseabundo, como el queso podrido. Tessier tosió reprimiendo a duras penas una arcada, y los demás se cubrieron mecánicamente la nariz al recibir la primera bocanada. Fuera, Harald comenzó a aullar en tono fúnebre.

Aquel pobre diablo era Danton, de eso no cabía duda, pero su estado era absolutamente lamentable. Sus ropas se reducían a unos cuantos jirones de tela ensangrentada que no alcanzaban a cubrir su desnudez. Toda su piel estaba pálida y azulada, y plagada de laceraciones, arañazos rosáceos, costras ennegrecidas y úlceras producidas por el frío extremo. Sus párpados y sus labios estaban resquebrajados, y temblaban sin control. La nariz se había abrasado y estaba oscura y carcomida, rota como un trozo de carbón. La única mano que le quedaba tenía los dedos engarfiados y negros. Su pecho subía y bajaba con espasmos de dolor y un silbido borboteante. De su sexo no quedaba más que una horrible tira de piel gris. Una de sus caderas estaba fuera de su lugar, girada de una manera desagradable y antinatural. Sus rodillas estaban hinchadas y cubiertas de sangre seca, y cada fibra de cada músculo en sus piernas se marcaba bajo la piel, endurecida en una violenta contracción, a punto de saltar con un chasquido de cuerdas demasiado tensas. Mas lo peor eran sus pies. Una masa negra, informe, sin dedo alguno reconocible ni articulación o hueso en su lugar. Unos restos marchitos, retorcidos y secos como los últimos leños consumidos en una hoguera.

-Mis pies... –gimoteaba Danton con voz tenue-. Brigitte, Brigitte, llama a... Coronas de nieve... Mis pobres pies...

-Nom de Dieu! –masculló LeFranc. El marinero se cubrió el rostro con las manos, conteniendo un amargo sollozo.
 

Notas de juego

Hale, ya podéis ir poniendo a prueba vuestra cordura. Tirada de Humanidad dificultad 7, so pena de perder un puntito (más). Fallar puede implicar una vomitona, tener que salir a respirar aire fresco, llorar o reír nerviosamente... lo que juzguéis apropiado. Sed creativos. Si alguno Fracasa, el que será creativo seré yo.

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18/02/2013, 00:44
Director

Ludovic miró horrorizado al pobre diablo, sin saber por dónde comenzar. Con delicadeza buscó rastros de pulso en su cuello, y pese al calor de la sala, sintió la piel gélida bajo sus dedos. El sibilante aliento de Danton era muy débil, así como su leve pulso, que era a la vez muy rápido, como de quien ha perdido mucha sangre.

-Mis pobres pies... –se quejaba apagadamente-. Coronas de nieve... Brigitte, llama a mi madre... Madre... Sus ojos como luceros... Coronas de... ¡Ay, mis pies!

Su piel y su rostro, sus dedos engarfiados, habían sido ennegrecidos por la congelación, y todo su cuerpo azotado como por el pedrisco. Auscultando el torso confirmó la fractura de varias costillas, que posiblemente habrían dañado los pulmones. La cadera estaba rota, la ingle desgarrada brutalmente, y un hilo de sangre manaba del lugar que debía ocupar su miembro. La imposible tensión de sus piernas era producto de un tremendo calambre muscular, nacido de un continuado esfuerzo de proporciones inconcebibles. A pesar de ello, el médico logró reconocer que ambos fémures debían estar quebrados en varios sitios. La inflamación de las rodillas se debían también al sobreesfuerzo realizado, y ambas se encontraban dislocadas. Una de las tibias asomaba rasgando la piel a través de una dolorosa herida. Y sus pies... sencillamente era imposible examinarlos, pues se habían transformado en una pulpa sanguinolenta y congelada.

Danton había sufrido al menos una gran caída, y aparentemente había rodado por rocas o fragmentos de hielo, sido apedreado por el granizo y por supuesto había quedado expuesto al mortal frío ártico. Ludovic recordó vagamente el caso de otro desgraciado, años atrás y a muchísimas leguas de allí, un pastor que había sido embestido y pisoteado por un gran rebaño de vacas. Conmoción, desgarros, múltiples fracturas, lesiones internas... Realmente, poco o nada podía hacerse por él. Sólo un milagro permitía que continuase con vida, balbuceando incoherencias. El hombre había sido ya atendido, bien que toscamente, pues varias de las laceraciones más graves estaban cubiertas de una pasta gris, al igual que el muñón del brazo derecho. Al detenerse sobre él, Tessier descubrió que no presentaba desgarros, sino que había sido habilidosamente amputado. Sorprendido, miró a los indígenas a su alrededor, como si alguno de ellos fuese a darle explicación, y entonces su mirada recayó en un macabro objeto que pendía del techo.

De un trozo de cuero colgaba, negra y seca, adornada de plumas blancas, la mano de Danton.

Notas de juego

Debido a los usos de su profesión y a la tarea que le ocupa, Ludovic, aunque falle la tirada y pierda puntos de Humanidad, NO sufrirá efectos inmediatos ni aparentes. Un cirujano no saldrá por ahí chillando a la vista de la sangre, aunque bien puede terminar desquiciado a base de ver cadáveres y vísceras.

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18/02/2013, 11:55
Ojo-de-Cuervo
- Tiradas (1)

Motivo: Humanidad

Dificultad: 7

Tirada (7 dados): 10, 6, 1, 1, 1, 10, 6

Éxitos: -1 Fallo

Notas de juego

¡¡NO PUEDE SER!! ¡Otra pifia en Humanidad!

Por favor, señor máster, sé creativo. Ilumíname con tu oscura luz.

...

Tenía que haberme quedado en casita, con mi tribu. Está claro que lo mío no son los dados.

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18/02/2013, 13:19
Jacques Goubert

Goubert se tapó la nariz golpeado por el nauseabundo olor que desprendía el magullado e irreconocible cuerpo de Danton. El soldado estaba acostumbrado a contemplar  restos mutilados de hombres y mujeres, la Guerre de la Conquête había sido despiadada, revestida de una crueldad inhumana en muchas de sus fases…o te acostumbraras al olor y la visión constante de la muerte o pasabas a ser uno de los muchos cadáveres esparcidos por el campo de batalla. Sin embargo ¿Qué es lo que le había pasado al estúpido marino para verse en ese estado? ¿Qué querían decir aquellos salvajes cuando decía que “El que Canta en la Tempestad elige sus propios regalos y que a veces devuelve”?...por la mente de Jacques volvió a pasar la imagen del asqueroso inuit.
“Es lo mismo que nos dijo el gordito”, pensó.
Goubert se acercó al doctor y, con la poca sensibilidad de la que solía hacer gala, dijo:
“Doctor, créame si le digo que para este hombre no hay salvación posible. Lo más piadoso sería pegarle un tiro”
Para el soldado había, además, un motivo poderoso para no llevar de vuelta a Danton con ellos, pues sentía pavor ante las palabras de los salvajes: “A veces El que Canta en la Tempestad elige sus propios regalos”…el recuerdo de aquellos terribles ojos volvieron a taladrarle el cerebro…no, no era buena idea llevarse al estúpido del marino.
 

- Tiradas (1)

Motivo: Humanidad

Dificultad: 7

Tirada (8 dados): 9, 9, 3, 7, 3, 5, 9, 7

Éxitos: 5

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18/02/2013, 13:54
Adrien Le Brun

Adrien se llevó un pañuelo a la boca, conteniendo una arcada. Lo que le había ocurrido a ese hombre era horrible... sin lugar a dudas ese Bóreas se alimentaba de almas... y sangre. Con lágrimas de asco y miedo, salió de la tienda, buscando el aire fresco... y a Harald. El terranova siempre lo tranquilizaba, como los osos de peluche tranquilizan a los niños en las noches de tormenta. Su aullido se clavaba en lo más hondo de sus oídos, llegando hasta el alma, como aullaba el viento la noche en que el Erebus quedó atrapado, hacía ya una eternidad. Buscando una respuesta, miró al cielo, a las estrellas... y pensó que quizá lo de Danton no dejaba de ser bondadoso, comparado con lo que les esperaba.

- Tiradas (1)

Motivo: Humanidad

Dificultad: 7

Tirada (7 dados): 1, 6, 4, 1, 3, 7, 6

Éxitos: -1 Fallo

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19/02/2013, 17:11
Catalina d'Uberville

El estado de Danton era grotesco. Hacía pensar que tal vez no hubiera un dios en el cielo, porque sería misericordioso dejar morir a ese hombre en vez de esforzarse en mantener con vida a un cúmulo de dolor. N era la primera vez que veía algo así. Una vez, en medio de una expedición, ella misma se había visto obligada a disparar en la cabeza a un transportista devorado por la elefantiasis, como a un caballo de carreras.

Como siempre cuando hay dolor alrededor, los hombres se comportaban como niños. Tessier empeñado en lo imposible, LeBrun a punto de llorar. A veces pensaba que hay que parir para llegar a asumir que la sangre y lo terrible forman parte inevitable de la vida... Goubert, el cínico y malhumorado, le quitó las palabras de la boca.

- Doctor... -se acercó cuidadosamente a Tessier, con su voz más dulce y consoladora-. El señor Goubert tiene razón, doctor. Deje a este hombre descansar en paz.

- Tiradas (1)

Motivo: Humaidad

Dificultad: 7

Tirada (6 dados): 1, 4, 1, 7, 8, 8

Éxitos: 1

Notas de juego

Ojo de cuervo, no has fracasado, has fallado. Según las normas de MdT, si hay al menos un éxito, por muchas pifias que haya se queda en mero fallo. 

A Catalina se la sopla.

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19/02/2013, 18:50
Ludovic Tessier

Tranquilo, Danton –susurró Ludovic. Cuando estaba con un paciente, la voz del doctor se transformaba: allí no quedaba nada de su constante ironía, de su burla imperecedera; solo dulzura—, tu madre sabrá que eres un héroe.

Mientras hablaba, los ojos se le humedecieron. Allí había un claro rastro de todo lo ocurrido: el azote del pedrisco había lacerado sus pulmones; sus piernas, tensadas imposiblemente, denotaban un esfuerzo increíble; de los pies, solo una masa congelada y llena de sangre era todo lo que quedaba.

El médico sabía qué tenía que hacer. Solo que no se atrevía a decirlo. Las rudas palabras del soldado y las delicadas de la dama ayudaron al hombre a poner voz al silencio y al miedo.

Simplemente asintió. “Por caridad”, pensó. Se irguió y, sofocado por el olor a muerte, decidió salir de allí. Empujó con suavidad a Catalina a un lado, rehuyendo un posible y quizás inexistente consuelo, y miró fijamente a Jacques, asintiendo para que asegurarse de que supiera qué debía hacer.

Entonces lo vio, y palideció.

Estalló.

¡Por los errores de Galeno! ¿Qué clase de salvajes sois? —gritó a los indígenas, señalando algo…

Del techo, de un trozo de cuero colgaba, negra y seca, adornada de plumas blancas, la mano de Danton.

- Tiradas (1)

Motivo: Humanidad

Dificultad: 7

Tirada (8 dados): 2, 8, 7, 3, 4, 7, 3, 4

Éxitos: 3

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19/02/2013, 19:29
Catalina d'Uberville

Evidentemente, para esta gente la mano tocada por un dios era un objeto de culto. A Catalina le resultó desagradable, pero no sorprendente. No obstante, el civilizado Tessier no pensaba lo mismo... extendió las manos hacia él, deseando tranquilizarle pero consciente de que probablemente rehuiría el contacto humano.

- Doctor Tessier... Ludovic... -le llamó por su nombre de pila-. Tranquilízese. No le han quitado nada. No han tratado de insultarle. No es un trofeo ni una burla. Esta gente no es como nosotros -había perdido la cuenta de las veces que se había sorprendido, las primeras expediciones, cuando acompañaba a Marcele. Él había sabido mostrarle mundos muy diferentes de la elegante Francia, había sabido hacerla comprender-.  Ludovic -insistió-. No son como nosotros. Los espíritus de las cosas les dan protección; esa mano ha sido tocada por un dios. Seguramente crean que ayudaría a sanar al propio Danton. 

En realidad, no lo sabía; pero era una suposición basada en experiencias previas. Y aunque se equivocase, lo último que les convenía era insultar a sus anfitriones. Serían unos salvajes, pero bien sabía ella que eso en ocasiones hace al ser humano más letal.