Partida Rol por web

- ¿Es que no podéis tratar a los demás con un poquito más de respeto? - masculló el paladín.

- Señor. - dijo Don Urik, mirando a izquierda y derecha como abarcando a todo el grupo allí presente. - Aceptamos su oferta. - y allí, plantado delante de él, extendió la mano derecha con la palma hacia arriba, mirando significativamente hacia la piedra que daba vueltas alrededor de su cabeza. - La piedra y su guía por dejarlo marchar. -

Miró a Ely y negó de nuevo con la cabeza. - Por favor, Ely, deja a éste hombre y su carromato. No nos ha hecho nada y si tiene alguna historia que contar, lo mejor es que lo haga por voluntad propia. Yo siempre escucho al realmente necesitado, como caballero del Cuervo que soy. Prefiero que sea él mismo quien decida si, en el caso de necesitar ayuda, quiere la nuestra o no. -

Con éste ofrecimiento quiso zanjar todas las discusiones o propuestas, pues no tenían tiempo que perder y no quería sumar más enemigos a los que ya tenían. - Si nos lleva hasta el ladrón, yo mismo le daré un pequeño extra en oro, en agradecimiento por su buena voluntad, no será mucho, pero es ofrecido de buena fe. - añadió el caballero, intentando ofrecer una salida digna y atrayente al vistana.

Miró hacia la mujer-licántropo y negó con la cabeza. - No, tu destino está ya decidido, regresarás sana y salva con los tuyos, tuviste tu oportunidad y tomaste tu decisión, y al fin y al cabo no eres tú quien decidirá qué es lo que van a hacer los tuyos...y no pienso torturar hasta morir a nadie, eso te incluye a tí. -

Decidió no abundar en el asco que sentía ante los licántropos devorahumanos, y la poca confianza que le daban. No eran monstruos tan aberrantes como los no-muertos que se levantaban de su tumba, pero les iban a la zaga por muy poco. Don Urik no se sentía nada cómodo teniendo que depender de una negociación con esos seres, aunque no era tonto tampoco. Intuía que los licántropos serían un enemigo natural del Vampiro, por aquello de compartir territorio de caza, y también intuía que, a menos que cambiara mucho la cosa, el trato, si es que llegaban a alguno con los licántropos y su señora, se terminaría en el mismo momento que el vampiro Stradh muriera, si es que conseguían acabar con él. Pero ya lidiaría con ése problema a posteriori. Ahora lo más importante era seguir avanzando. Estaban todos muy nerviosos por lo sucedido y tenían que intentar poner algo de templanza y serenidad en todo.

- Con respecto a....La locura de Stradh. No somos héroes, al menos yo no me siento así. Sólo soy un caballero del sagrado cuervo que está dedicando su vida a erradicar ésa enfermedad llamada Stradh. Estoy harto de conspiraciones y cuchicheos, de esa falta de confianza que usted menciona o de ver enemigos debajo de todas las rocas...somos quienes somos, y vamos a lo que vamos. Si alguien nos quiere ayudar, bienvenido sea. Si alguien se nos opone, lidiaremos con ello lo mejor que podamos. Confío en los que tengo cerca de mí, aquí y ahora - su mirada pasó por cada uno de los miembros del grupo, excepto por la licántropa, obviamente - y ellos pueden confiar en mí. Y el resto, ellos sabrán lo que hacen. Hemos cometido errores, es verdad, pero intentaremos aprender de ellos y no volverlos a cometer...y no, no pienso dejarme llevar por esa enfermedad que usted menciona. Tiene usted razón, al final, si nos dejamos llevar, trataremos a los demás como no se merecen. -

Significativamente, tendió su mano izquierda hacia el viejo hombre, preparada para dársela cómo se la daría a un comerciante tras un trato justo. - Y si alguien decide confiar en mí y ayudarme, aunque sea un poco, ha intentar acabar con un mal que asola a muchos, perfecto... y si decide que no, o decide atacarme, ya me las apañaré. - aquellas palabras, si la licantropa estaba atenta, también parecían dichas por ella.

Su ceja izquierda se alzó ligeramente, con tono interrogativo, preguntando en un gesto franco y sincero al hombre que tenía delante. - ¿Y bien....qué decide? -

Las palabras del vistani me hacen reflexionar. No debo dejar que se aparten de mí, entonces. Yo les protejo de Strahd. ¿En serio? Miro a Elyzabeth, Relue, y finalmente Urik.

La Locura de Strahd. Eso siempre pasa con los no muertos poderosos. Debes evitar desviarte de tu objetivo, o perderás. Y nuestro único objetivo es el vampiro. Una vez muerto, ya habrá más objetivos. Gracias por sus palabras, seguiré intentando tener mi mente en mi objetivo, pero no identificarlo como el autor de todo el mal.

Miro a mi alrededor. Está tierra es maligna. Entonces, ¿son sus habitantes quienes vuelven a la tierra maligna? No, es la propia tierra la, que cambia a sus habitantes.

Tenemos que seguir. No tenemos tiempo, luego tenemos que ir al otro sitio. Encontremos al ladrón.

Tenemos un trato, caballero del sagrado cuervo.

Rodolfo se escupió en la palma y estrechó la mano de Urik. Con la otra mano, el vistana atrapó la piedra voladora y la puso en la órbita de la cabeza del Caballero del Cuervo.

Dadme un segundo para esconder el carromato. Para seguir rastros tengo que inspeccionar el suelo en busca de huellas, así que prefiero dejarlo aquí.

El anciano llevó el vehículo y sus caballos tras unas paredes semiderruídas que lo ocultaran un poco mejor a la vista. Dejó que le siguieran y que pudieran ver dónde lo escondía, pues se sentía muy seguro de sí mismo de que volvería con vida para recuperarlo. Después inspeccionó de nuevo la tierra removida del monolito y se puso en marcha. Siguieron río a arriba, en la ribera del Ivlis, hacia el oeste. Poco a poco la senda se fue estrechando, dejando una pared de acantilado a mano izquierda y el agua a la derecha. Empezaron a ir en fila india.

Es por aquí, vamos bien.

La orilla era pedregosa, y era imposible seguir un rastro porque no había huellas ni vegetación rota al paso, pero a estas alturas el ladrón de la reliquia solo había podido ir por allí. Llegó un punto en el que el paso era demasiado estrecho para los caballos y no pudieron avanzar más. Al frente estaba la catarata del Tser, y sobre sus cabezas estaba el puente que iba al castillo de Strahd y a las regiones occidentales de la provincia de Barovia. Rodolfo rumió como un camello. Sacó un trozo pequeño de espejo entre sus rocas y jugó con él para reflejar la luz del atardecer hacia el agua.

Un viejo truco-explicó-. Los destellos en el río tienen una distribución uniforme. Eso significa que no hay una gruta subterránea, y que el ladrón no pudo huir buceando. Los destellos en la cortina de agua forman un halo: hay una gruta tras la catarata. El ladrón tuvo que ir por ahí, trepando por la pared. Hay salientes. Es fácil avanzar agarrándose a los salientes, siempre que no lleves armadura.

Guardó el espejo y se dió media vuelta.

¿Qué vais a hacer? Si trepáis por el acantilado hasta la cueva tras la catarata, puedo quedarme cuidando de los caballos. Si lo dejáis para otro día, podríais llegar desde el camino que lleva a ese puente de ahí arriba, adentrándoos en la espesura para acceder a la cueva desde lo alto del acantilado. Si lo hacéis así no necesitaréis quitaros las armaduras para trepar.

     Los ojos amarillos de Elizabeth siguieron las órbitas de la piedra ioun hasta que el vistani se la entregó a Urik. -Su charla ha sido muy terapéutica, Don Rodolfo- Sonrió en un tono ambiguo entre el respeto y la burla. La joven suspiró y siguieron al buhonero hasta la base de la catarata.

Ely desenvainó su lanza como el rayo cuando su guía sacó el espejo para reflejar el sol. quedó claro que la paranoia de Strhad había hecho mella en la joven y veía señales a sus enemigos en el gesto de su explorador*.

Al ver que nadie les disparaba virotes desde las alturas, guardó su lanza a la espalda y se acercó a las rocas con intención de trepar (sin quitarse la armadura). Se detuvo, puso las manos a la espalda con gesto inocente y regresó junto a los demás. –Será mejor que no nos separemos- Dijo mirando a Ashlyn, quien evitaba con el primer ritual, que Strhad los escrutase con sus poderes. Después miró a Rodolfo con expresión mucho más suave que antes y asintió. –Has sido de gran inspiración amigo mío-

La joven estudió el traicionero ascenso. –Podemos ir todos juntitos por el camino de arriba, tras descansar- Apuntó recordando que apenas contaba con hechizos-. O bien...: Aún me queda un conjuro de ciervo volador - Dijo mirando a los acorazados paladines - Uno de vosotros podrá ascender montado. Yo lo haré por mis propios medios- Rehuyó dar más detalles con una sonrisilla traviesa. Una vez arriba izaremos al resto sin peligro atándolo con la cuerda de seda. –El otro camino estará más vigilado- Sopesó recordando la oscura bienvenida del Babau en la cueva.

Pues yo creo que Elyzabeth es lo suficientemente fuerte como para cargar uno a uno, con armaduras incluídas. Por lo menos hoy podría.

Ya habían visto a Elyzabeth cargando con el cuerpo de Walterly Wallace al hombro escaleras arriba en la mansión, durante la sobremesa. También podría llevar a la espalda a Urik si el hombre se agarraba bien al cuello de la sacerdotisa. Pero ella se quedó un segundo absorta, mirando a Rodolfo, la expresión de su rostro, la ausencia de movimientos nerviosos... Rodolfo le devolvió la mirada sin pestañear, con los ojos bien abiertos y casi vacíos como los de una vaca bobalicona. Ella miraba. Él miraba. Ella. Él. Elyzabeth se tuvo que dar por vencida, estaba ante una persona capaz de disimular los gestos hasta el punto de que era imposible saber si mentía o no. Ese viejo era insondable.

¿Maestra?-dijo Ida a Elyzabeth para sacarla de su ensimismamiento.

Ida se inclinó hacia la sacerdotisa y le susurró.

Yo me quedo aquí para vigilarle, tranquila.

Se entendía que también quedaría allí la licántropa Valanthe, engrilletada sobre el caballo.

Miro a Urik, y luego al resto. Muchas posibilidades, pero una sola realidad:

Sí nos separamos, estáis en peligro. Incluso si yo subo y el resto sois izados. Incluso si Ida, Rodolfo y Calan the Se quedan abajo. Strahd ya demostró ser capaz de atacarnos ante cualquier descuido, tenedlo presente.

Hay que reconocer que algo de razón tiene el viejales éste con lo de la locura de Strahd; está resultando complicado discernir entre amigos y enemigos y más después de la última jugarreta que nos ha gastado el Señor del Castillo. Y eso hace que no te fíes ni de tu sombra.

Pero lo que realmente saco en claro de toda su perorata es que este hombre es un maestro de la palabra. Yo no sé si es un don natural o tiene algo que ver en ello la Piedra que revolotea alrededor de su sombrero, pero el caso es que no  hemos logrado sacarle ni una brizna de información sobre el asunto del carromato. Todas nuestras estratagemas han sido un fracaso y hasta Ely parece resignada a dejar estar el asunto.

Centrados ahora en perseguir a un ladrón de reliquias fantasma -de cuya existencia nos tendremos que fiar del vistana-  la duda viene ahora en cómo acceder a la cueva. 

- ¿Qué te parece lo que dice Ida, Ely? ¿Te ves capaz de cargar con ellos?

Me muestro de acuerdo con Ashly en no separarnos; el haberlo hecho anteriormente no nos ha dado muy buenos resultados.

- Yo podría elevar a alguien por los aires, si es necesario. O, incluso... -pienso en uno de los últimos hechizos que he aprendido y que aún no he tenido opción a practicar- podría crear un portal que nos traslade a todos juntitos a la entrada de la cueva. -sonrío algo nervioso; espero que salga todo bien, que esto de conjurar algo por primera vez no está exento de algún que otro riesgo.

Si vais a recurrir a la magia para superar un obstáculo, guardaos la suficiente para poder regresar-aconsejó Rodolfo, cuya sabiduría no tenía nada que envidiar al refranero tepestaní.

Quizás la mejor opción era una teleportación para entrar en la cueva juntos, y una vez eliminada la amenaza podían usar sus habilidades individuales (ciervo volador, trepar cual arácnido, levitar...) para poder evacuar uno a uno a la vanguardia del ataque para regresar con los caballos en la retaguardia. Sin embargo, si lo que se encontraban dentro de la cueva era lo suficientemente poderoso como para no ser capaces de derrotarlo, sería un error no haberse guardado la teleportación para huir.

En principio la catarata hace que los vampiros no puedan entrar: son incapaces de atravesar corrientes de agua. Descartad la posibilidad de encontraros a Strahd o a otros vampiros dentro de la cueva-animó.

El caballero asintió y estrechó la mano con fuerza. Tenían un trato. El hombre puso la mágica piedra a poca distancia de la cabeza de Don Urik y ésta se puso a orbitarla. 

Se sintió más seguro de sí mismo y miró al hombre con una sonrisa. Le hizo un gesto y éste se puso a buscar el rastro, llevándolos hasta una catarata bajo el puente en el camino que dirigía hacia la morada de Strahd. 

La explicación de él y los comentarios de sus compañeros le hicieron tomar una decisión, la que creyó más sabia. - Tiene razón, mejor guardar nuestros recursos para cuando sean necesarios. Vayamos a caballo juntos. ¿Os parece bien? - preguntó.

Sacó unas monedas de su bolsa y se las entregó al vistana. - Lo prometido es deuda. Si deseáis contarle a una persona de confianza qué sucede con ése ataúd, estoy dispuesto a escucharos. No hace falta que llevéis la carga en solitario habiendo personas de bien que están dispuestas a ayudar si la causa es noble. Gracias por vuestra ayuda. - le dijo al entregarle las monedas....monedas que nunca llegaron. Su mano rebuscó en la bolsa, de la que sólo salieron telarañas.

Avergonzado, se giró hacia sus compañeros. - Eh... ¿alguien puede prestarme 5 monedas para poder cumplir mi palabra? Nunca recuerdo que no suelo llevar dinero. - Don Urik parecía realmente atribulado.

¿Maestra?

     -Ahh…- Ely dejó de charlar imaginariamente con Walterly sobre a quién debería o no lanzar catarata abajo. Ese Rodolfo empezaba a ser inoportunamente útil a la Beth sensata, por más que la Ely vengativa aun sitiera el filo de cierta navaja en su garganta, como un mal resfriado.

-Sí, es posible- Contestó aun ensimismada. –…Tu que me ves con muy buenos ojos- Sonrió de buena gana ante la fe que demostraba su pupila.

Después de que cada uno ofreciese sus alternativas, Urik resolvió subir por el camino más seguro (a priori), a lo que la sacerdotisa no se opuso en absoluto.

- Eh... ¿alguien puede prestarme 5 monedas para poder cumplir mi palabra? Nunca recuerdo que no suelo llevar dinero.

Elyzabeth continuó la lenta caminata hacia arriba como si nada, disfrutando el tenso silencio que siguió a la promesa incumplida del paladín. – Esto es una lección para que vea lo falso que resulta renunciar al oro, y mercadear con él al mismo tiempo.- Explicó a Ida en voz baja. A su modo, Ely también trataba de salvar al paladín de sus incoherentes dioses. Tras dejar que el caballero reflexionara, no pudo evitar echarle una mano y respondió al cabo de un buen rato: --Los pagos al guía, al final de la excursión…Tal es la costumbre en mi tierra- Sermoneó con sonsoniquete.

La primera parte de la caminata Ely se mostró relajada. Chinchó a los caballos con minúsculos trozos de manzana para acariciar sus hoyares y susurrarles sermones sobre sus dioses, a sabiendas de que todos la escuchaban. Sus principios no diferían demasiado de los catecismos de cualquiera de los paladines, salvo en la retórica, más fatalista, pero con recompensas muy concretas.

-¿Qué alcance dirías que tiene el efecto de tu ritual?- Preguntó a Ashlyn para meterla en la conversación. Luego la preguntó por las restricciones y códigos de conducta de su orden, como si estuviera interesada, aunque su verdadera intención era establecer una comparativa entre credos en la que saliera favorecida.

Cuando se estaban acercando a su objetivo, la joven se puso en alerta. Dejó de charlar y se salió del camino varias veces para examinar los alrededores, convencida de un peligro inminente, que podía estar únicamente en su torturada psique.

¿Hum...? me había pasado parte del camino de ascensión con mi mente vagando en otros sitios, en otros momentos, y la pregunta de Ely me pilla de sorpresa.

Lo desconozco, y no sé si quiero averiguarlo. En la cueva, creo que nos protegió en todo momento. Así que bastante.

La siguiente pregunta me hace sonreír. No soy sacerdotisa, Elyzabeth. Soy paladina. ¿Restricciones, Códigos de conducta? Ninguno mientras destruya os muertos vivientes y nos ayudemos entre nosotros.

Rodolfo negó con la mano.

No serán necesarias las monedas, los vistani sabemos apreciar a la gente que nos trata como a otros seres humanos. El pago está hecho. Si sigues queriendo saber qué hay en el ataúd, te lo diré a ti y solo a ti, Urik. Pero temo que el secreto pueda ser una dura carga para ti, y no quiero eso. Deja que los demás se vayan adelantando y te lo contaré cuando no haya nadie más que pueda escucharnos.

Ida arqueó una ceja.

Estás de broma, ¿no? Suena a trampa mortal. Se quedará a solas con el paladín, sacará una faca y le rajará el cuello. Habría que estar loco para hacerlo. Allá tú, Urik. Te lo tendrías bien merecido por no dejarme escapar cuando tuviste oportunidad.

Valanthe asintió desde el lomo de Lucifer.

Sí, ¿verdad? Siempre lo hace. "Hola, soy Urik, y no voy a dejar que te escapes"-imitó, poniendo la voz más grave-. Es como si fuese lo suyo, ¿no? El tipo de los tatuajes recitaba refranes y Urik secuestra chicas.

Gertruda, Ida, Valanthe... Al paladín se le empezaba a notar un patrón de comportamiento. A pesar de todo, Urik era buena gente y confiaba en Rodolfo. Hizo una seña para que se retiraran y tuvo su conversación con el vistana. El ruido de la catarata impidió a los demás escuchar la conversación.

Asolas, Rodolfo dejó su sombrero sobre una piedra, guardó su barba postiza en el bolsillo de su chaqueta y se arrodilló ante el río para lavarse la cara. Su piel oscura clareó, pues solo se trataba de maquillaje.

Mi verdadero nombre es Rudolph. Doctor Rudolph Van Richten, investigador de lo paraoculto y cazador de vampiros. No solo recopilo información de las leyendas y el folclore de transmisión oral, sino también de libros y manuscritos antiguos.

Strahd es mi enemigo y en el ataúd llevo mi arma más secreta contra él. Se llama Lyssa. Lyssa von Zarovich. Es la nieta del fallecido Sturm von Zarovich, hermano de Sergei y Strahd... Y como Strahd, también es una chupasangres.

Entendería que no aprobases una aliada vampiresa, pero por favor, déjame que me explique... A pesar de ser malvada, Lyssa odia a Strahd y también quiere acabar con él. En el mejor de los casos, ambos morirán. En el peor de los casos, uno de ellos seguirá regentando el trono. Si es Strahd, nada cambiará. Si es Lyssa, ella no tiene firmado un pacto con el diablo, no puede moverse libremente durante el día como hace Strahd. E incluso durante la noche, el veneno que le suministró Strahd le impide tener más actividad que un par de horas seguidas. Esa es mi apuesta. Mi as en la manga.

Hasta que llegue mi oportunidad, escondí el ataúd de Lyssa en una catacumba oculta entre las ruinas que rodean el Santuario del Bosque. Es fácil de reconocer: es un muro semiderruído en forma de "H".

Los ojos de Urik hicieron chiribitas: una vampiresa indefensa, a la que podía dar muerte fácilmente mientras duerme y está indefensa en los últimos minutos del día. Lo justo que necesitaba para hacer la ligadura con el símbolo sagrado del cuervo. Otra opción era honrar el voto de confianza de Van Richten y dejarlo correr: ya habría otros vampiros que matar.

De momento estoy reconociendo la zona, hace algunos años que no estoy en este valle y tengo que familiarizarme con los nuevos contrapesos de poder. Te ruego que no digas nada a tus compañeros, no sé en quién confiar. Jajaja... Supongo que a mí también me ha afectado la Locura de Strahd. Pero si algo sé de mi enemigo es que es un gran estratega y sabe poner a tus aliados en contra tuya, por eso cuantas menos personas sepan mi secreto mejor.

Tras unos minutos hablando con Rodolfo, vieron a lo lejos a Urik acercarse. Estaba bien, sin ningún corte de navaja, señal de que no había habido lucha con el vistani y que todo había ido bien. Emprendieron el camino todos juntos (salvo el gitano, que se quedaría allí a esperar a que nadie saliera de la cueva). En esto, Ida refunfuñó...

Esto no funciona-protestó Ida-. Una cosa era que Urik y Ashlyn fuesen a caballo al galope. Pero solo tenemos dos caballos, estamos caminando a un paso normal. Se nos echa la noche encima. No nos da tiempo a todo. Debemos elegir: o vamos al Santuario de la Montaña a rezar desde el primer segundo de la noche o vamos a explorar la cueva.

Al final no ha parecido conveniente el portal mágico, con lo que tendremos que dejarlo para mejor ocasión. Comenzamos la caminata pero es Ida -mucho mejor conocedora de la zona que nosotros- la que advierte que de este modo no vamos a tener tiempo de hacerlo todo.

- Yo no me distraería de nuestro objetivo principal por intentar recuperar una reliquia. -opino y escucho qué es lo que opinan los demás. Me pasa por la cabeza por un momento que, si estamos de acuerdo y decidimos cambiar de rumbo, no sé si alguien debería retroceder y avisar al viejales. No vayamos a tenerlo ahí de plantón toda la noche, esperando nuestro regreso.

No puedo evitar sonreir maliciosamente un poco ante esa perspectiva y espero a ver si Urik nos informa acerca de lo que le ha contado que lleva en su estupendo carromato.

Yo también opino que hay prioridades, y el santuario de la montaña es una prioridad. Una mayor que la reliquia, creo.

Miro a todos. He dado mi opinión, regresar y rezar. Pero a ver qué dicen ellos. Desde luego, seguir por esa reliquia se me hace ineficaz, cuando tenemos otra reliquia Y un santuario con el poder para debilitar a Strahd.