Partida Rol por web

―No ―su voz era grave pero muy suave, sin ningún matiz de ronquera. 

El hombre del hierro perdió la paciencia -Soy un hijo del hierro, comandante de las tropas de Asha Greyjoy, protectora de Pyke y exijo ver al Magister

―El magister os estaba esperando.

La fila de cuatro inmaculados os deja paso mientras el gran portón de doble hoja se abre. Primero tú, luego Assan y por último Fynn. No os piden depositar las armas. Tal vez no os las hayan visto. 

Ante vosotros, un jardín paradisiaco repleto de estanques de agua, cerezos en flor, rosales y un manto de amapolas de todos los colores. En el centro del mismo se encontraba un estanque de mármol y cerca de él, una estatua del mismo material mostraba con un aspecto casi real a un muchacho desnudo en posición de ataque, espada de jaque en mano. Era ágil y atractivo, de dieciséis años como mucho, con una melena rubia y lisa por los hombros. 

Tras esta bella imagen, se alzaba la fachada del palacete: columnas de marmol se intercalaban entre grandes ventanales, un tejado de pizarra gris  coronado en el centro por una delgada y alta chimenea. En las escaleras que daban acceso al porche de la casa os esperaba el mismo Illyrio Mopatis rodeado por una sarta de más inmaculados y criados. Como bien había dicho el guardia: os estaba esperando. 

Como le habían dicho, se iba a asegurar de estar bien defendido. Dagon esbozó una sonrisa mientras saludó a su anfitrión. -Buenas Magister, muchas gracias por recibirme, tienes una casa preciosa.- Si te hiciera pagar el precio del hierro esta fuente sería una buena recompensa a tomar, un hombre del hierro, guerrero desde niño y siempre peleando junto al mar. Pensó mientras la contemplaba.

-Es una desgracia que nos reunamos en este momento tan aciago, mis condolencias por la muerte de la reina. Tengo entendido que erais amigos y fuiste su protegido. Odiaba todo aquello del protocolo, el estilo de Euron era más directo y por ello preferiría estar al mando de su flota y erradicando familias en Poniente, no escogiendo palabras aduladoras torpemente.

Ante vosotros se encontraba una inmensa y prominente barriga; detrás de esta, el Magister. Illyrio Mopatis tenía la cara redonda, la tez bronceada y una larga barba separada en tres trenzas. Os miraba con satisfacción.

―¡Jo, jo, jo! ―el gordo magister se sostenía la barriga con las manos mientras bajaba lentamente la escalinata, acercándose al grupo Greyjoy― ¡Qué mejor que el gran segundo a bordo de Euron ojo de Cuervo para reclamar lo que es suyo! ¿O me equivoco, Dagon Harlaw, Lord Capitán de la flota del hierro?

Aquel hombre se os quedó mirando, expectante y muy divertido. 

Se veía que la vida lo había tratado bien, la barriga era bastante prominente y no recordaba que las historias del Magister hablaran de ello, tal vez era fruto de las últimas alegrías tras la victoria de la Reina de los Dragones.

-No parecéis muy apenado mi señor...- Tras aquellas palabras Dagon esbozó una sonrisa, aquel hombre iba al grano y aquello le gustaba. -Me alegro de que mi fama me preceda. Magister, sabéis que no soy hombre de rodeos y tuvisteis la bondad de ser directo. En efecto, vine a reclamar lo que una vez fue nuestro, descubierto por Ojo de Cuervo, y 'entregado' por intereses mayores y pacíficos.- Tras hacer su petición formal carraspeó para subrayar sus últimas palabras. -Ahora la guerra llama a Poniente y mi intención es acabar con ella cuanto antes, por ello me vas a dar el cuerno, tu misión de protegerlo para evitar la guerra ha terminado. Créeme, los súbditos del reino lo agradecerán.

Tus palabras no borraron de su rostro aquella sonrisa divertida, sino que la acenturaron.

―Tal vez si el Lord Capitán de la flota de Dorne se hubiera presentado en Pentos en busca del cuerno, me habría pensado dárselo; si hubiera sido el propio Quentyn el que estuviera donde ahora mismo estáis vos, tal vez se lo hubiera dado. Sin embargo… ―el gordo mercader sostuvo el final de aquellas palabras y sus manos se enlazaban entre ellas encima de su enorme barriga―, sin embargo, es un Greyjoy el que aparece en mi casa reclamando algo que no sólo es suyo, sino que utilizaría para incumplir el último deseo de la Reina, de mi Reina.

Como sospechaba, el Magister era un hueso duro de roer y parecía que su lealtad estaba con Dorne. -Tú lo has dicho muy bien, es mío y pienso utilizarlo. La reina no sólo era tuya, era mía también y por ella erradiqué a los Tyrrell. Sin embargo, la reina ha muerto y su voluntad sería tenida en cuenta si su muerte no fuera tan extraña. Algo me dice que obedece a los intereses de alguien, y quién mejor posicionado que la casa Dorne...

Caminó hacia la fuente del niño dando la espalda a su interlocutor mientras dejaba las palabras en suspenso. La sombra de la sopecha debía cernirse sobre Dorne. -Las grandes casas no seguirán al rey impuesto y se están armando, los hijos de la reina deberían ser los que designen su sucesor.

El Magister tenía una gran intención de responder a aquellas palabras, pero la actitud del marinero le hace decantarse por el silencio. Sin embargo, tras un gran suspiro, su voz corrió todo los jardines hasta los oídos de los Geryjoy.

―Los dornienses no necesitan el cuerno para ganar! 

Assan Botley os observaba con desencanto. Sus ojos os decían cuánto necesitaban ese cuerno para lograr la gloria de Poniente. 

Dagon no era hábil con las palabras, siempre dejaba que su aspecto, su leyenda y sus acciones hablaran por él. Sin embargo en ese momento consideró prudente una retirada a tiempo, con apenas cuchillos y sin ejércitos no tenían oportunidad frente a la guardia del Magister y no tenía intención de que el Dios Ahogado lo reclamara en aquel momento en aquel momento, lejos de la costa.

-Entiendo.- La respuesta era seca y cortante como solía ser habitual en él -Mis disculpas por haberos importunado.

Tras despedirse se dirigió al exterior de la propiedad de Illyrio acompañado por sus dos hombres. Aguardaría al exterior para pedir consejo al sacerdote. Una cosa era segura: el cuerno debía ser tomado a la fuerza. Con ello en mente empezó a planificar posibles estrategias:

Noram podría conocer a varios pilluelos y podría usarlos para prender fuego en distintos puntos de la ciudad distrayendo así a la guardia de la ciudad, sólo quedaría el Magister que tendrá guardias pero no ejército. Dicen que un inmaculado sin entrenar y destinado a la guardia, es un castrado armado... Entonces, ¿cómo meteré el ejército?, podía hacerlos pasar por mercaderes, o tal vez sea más facil esperar al fuego... Atacaríamos furtivamente en la noche, nos ahorramos los arqueros y por el hierro, la sangre y la sal impregnarán la ciudad. Eso es lo que tenía que haber hecho desde el principio, sin embargo el Magister sospechará algo...

En el exterior Dagon siguió caminando en silencio, su rostro cavilaba y su malhumor era evidente, desandó el recorrido hasta el puerto. Desconfiaba de tratar el asunto en tierra, pues en cualquier lugar podría haber espías, de alguna manera se habría enterado el Magister de su llegada.

Una vez en el interior de su camarote suspiró, aquel fue el primer sonido que emitió tras la brusca despedida con el Magister. A continuación se dirigió al sacerdote: -Assan, en una cosa tienes razón. Necesitamos el cuerno, lo conseguimos nosotros y no toleraré que un gordo libidinoso nos prive de lo que es nuestro. La diplomacia ha muerto. La sangre y la sal deberán impregnar las calles de Pentos... Pues somos hijos del hierro, no mercaderes aduladores.- Empezó a caminar tranquilamente por el camarote para dar una vía de su escape a su nerviosismo, la paz le había mermado y estaba ansioso por entrar con su hacha de nuevo en guerra. -Noram podría conocer a algunos canallas, podrían iniciar una pelea en algun bar, algun incendio aquí y allá. El objetivo es distraer a la guardia de la ciudad, sólo quedaría el Magister que tendrá guardias. Pero un inmaculado sin entrenar y destinado a la guardia, es un castrado armado... Lo que no sé muy bien es qué hacer a continuación, mi idea sería atacar furtivamente en la noche, nos protegerá de los arqueros. Eso es lo que tenía que haber hecho desde el principio.- Concluyó con una sonrisa autocomplaciente.

―El Magister es un hombre listo, nada más amarrar Silencio en Pentos ya sabía quiénes iban en él y qué queríamos. Ahora sabe que estás decidido a luchar el cuerno. Una batalla en sí no es viable, claro, vos lo sabéis bien, los inmaculados destrozarían a vuestros marineros. Además, no sabéis sus efectivos: tal vez sólo tenga los que habéis visto… o no. Si estás decidido a ñuchar sólo podemos atacarles por sorpresa, saltar las murallas amparados por la oscuridad, abrir las puertas y pasarlos uno a uno por el hacha antes de que se den cuenta de lo que está pasando. 

El capitán del Silencio escuchó atentamente a su interlocutor -Idiota no es desde luego, lo de atacar en la noche es un buen plan, sin embargo como bien comentas. Se olerá que nuestra intención es tomarlo a la fuerza así que habrá puesto guardias, tal vez podría haber algun modo de engañarles, hacerles creer que nos hemos ido.- Tras responderle se sentó mientras sopesaba sus posibilidades. -Con canallas cualquiera Euron y yo solíamos mover el barco, fingir que nos marchamos pero atracabamos de nuevo en la noche, en otro punto... ¿Por qué crees que esta nave es negra, y su nombre es el Silencio?.- Respondió mientras sonreía rememorando viejos tiempos, su sonrisa podía ser aún más aterradora que su rostro amenazador. Pocos eran los que le habían visto reír. -Me pregunto si es suficiente para el gordo...