Partida Rol por web

Tus piertas, trasero y espalda están destrozadas con las nuevas jornadas de viaje que te has visto obligado a hacer. Sin apenas descanso habéis recorrido los caminos y los bosques a toda velocidad, rumbo a las Montañas de la Luna.

Cuando ya llegáis a las cercanías queda en tu mano decidir como proceder. Seguir el Camino hacia el Nido del Águila, con menores probabilidades de encontraros con los clanes salvajes, o entrar de lleno en las montañas, aumentando tanto las posibilidades de encontraros con los clanes que puede ser demasiado peligroso.

Me levanto sobre el caballo apoyado en los estribos mientras miro en derredor. Es el momento de desviarse e ir en busca de las tribus salvajes. Miro a los demás miembros del pequeño destacamento y sentándome de nuevo doy una vuelta con el caballo entre ellos para explicarles la situación.

- Caballeros, vamos a adentrarnos en la tierra de los salvajes, no quiero ninguna mano nerviosa, ni ninguna boca abierta- les hablo en tono autoritario- yo seré el único que hable, quiero que todos se mantengan en silencio y quietos a menos que yo diga lo contrario. No se luchará a menos que yo lo indique, el primero que diga, o haga algo que no tenga que hacer, le corto el cuello. Lo juro.

Dejo pasar unos momentos para que se lo piensen.

-Buscamos la alianza con algunas tribus, no demostrar miedo es fundamental para salir vivos de aquí, si aun así la cosa se tuerce, y somos CLARAMENTE superados, diré "Cuervos Negros" eso significará que - señalo a los mejores jinetes- tú y tú saldréis como alma que lleva al diablo, por distinta ruta, a decirle a Lord Tommen y sólo a Lord Tommen, que la misión posiblemente haya fracasado-chasqueo la lengua y sonrío- pero evitemos que eso ocurra ¿vale?, ¿alguna pregunta?

Me gusta que esté todo claro y que todos estén bien informados.

Ninguno de tus hombres te pregunta nada y solo asienten en total silencio. Tal vez esto ocurra por tus dotes de mando y por tus buenas palabras. O tal vez sea porque tu fama te precede y todos te temen.

En cualquier caso tus hombres te siguen sin dudarlo hacia el interior de las montañas, rumbo a un destino desconocido.

Tras un día de viaje acampáis y, durante la noche dormís más o menos tranquilos. Lo mismo ocurre el segundo día pero, al amanecer, cuando estáis preparando el desayuno, uno de tus hombres te hace una señal indicándote que ha escuchado algo.

Dejo a un lado el vino de antes del desayuno, me coloco bien la correa de la máscara más baja que me suelto para comer y beber y avanzo hacia el soldado, para que me señale desde que lugar viene el ruido. Mi paso tranquilo, mi voz calmada. Mis armas preparadas.

-¿Que ocurre?- pregunto una vez llego a su altura.

Gritos, el entrechocar del hierro. Una batalla. Por allí-te respondió tu hombre, señalándote con su dedo el lugar del que provenían los ruidos.

Entrecierro los ojos en dirección donde me señala, parece que tiene razón. Doy órdenes a voces en lo que voy a buscar a mi caballo a grandes y rápidas zancadas.

- La mitad conmigo, la otra mitad que recoja el campamento lo más rápido posible y nos reuniremos, parece que hay una batalla cerca de aquí y esas cosas no me las pierdo- me subo a mi caballo de un salto- ¡Que coño! para eso hemos venido.

Espoleo a mi caballo seguido por la mitad de mis hombres.

Tus hombres y tu llegáis a un claro donde sois testigos del caos en forma de lucha. Hombres, mujeres e incluso niños se lanzan unos contra otros portando espadas afiladas y armaduras ligeras, matándose entre sí.

Su forma de luchar es totalmente individual, cada uno ataca sin orden ni sentido a sus enemigos, sin recibir órdenes de ningún líder o mando. Pocos se percatan de vuestra presencia, pese al ruido de vuestros caballos y, los que lo hacen, no tienen tiempo para reaccionar y salir del combate para haceros frente.

Es una auténtica lucha digna de bárbaros.

Levanto una ceja debajo de mi mascara y hago un gesto con la mano a los hombres para que se detengan. Después desenfundo mi arma para que me imiten y me doy un tiempo para intentar quien ataca a quien y porqué. 

Tras unos segundos de rascarme la cabeza, no llego a nada claro, así que opto por una demostración de fuerza.

-Quedaros aquí-ordeno a mis hombres-

Me doy un salto del caballo y desenfundo mi otra arma, mientras, con una sonrisa, me acerco al combate abriendo los dos brazos en cruz provocando al enemigo.

Tus hombres obedecen, mirándote con una mezcla de miedo y sorpresa.

Te vas adentrando en la pelea con tranquilidad, pues la mayoría de los combatientes están concentrados en peleas individuales con un contrincante hasta que, finalmente, una mujer de larga melena rubia y rostro semejante a un cuervo, delgado y con nariz puntiaguda, clava su lanza en el ojo de su adversario.

Inmediatamente busca a una nueva víctima y te ve a ti, desafiándola. Sin más dilación te dedica una sonrisa y se lanza a por ti.

La primera que tiene el valor de ponerse delante mía es una mujer.

Con un salto veloz como un relámpago atravieso su defensa y me coloco tan cerca que le dificulto sus movimientos, pero ese el menor de sus problemas, ya que me agacho y hago un doble ataque con mis armas que describen un arco mortal sobre su estómago, cada arma desde dentro hacia fuera.

Me levanto y sigo caminando ignorándola. Un ataque limpio y perfecto. Vuelvo a levantar las armas esperando un nuevo contrincante.

La mujer es atravesada y muerta por tu tajo, limpio y fugaz. Sabes que detrás tuya tus hombres te observan con admiración y, para que engañarnos, con miedo.

Pero tu sigues a lo tuyo, enfrentándote esta vez a un gigantesco bárbaro que acaba de separar la cabeza de su enemigo con su hacha. No se quien eres pero estás en el lugar equivocado. Muere.

Los gritos a mi alrededor se sobreponen unos a otros. Con los ojos voy de un lado para otro vigilando que mi camino no me lleve a una situación muy mala, aunque pensándolo bien son bárbaros de las colinas, no han peleado nunca con una bravossi.

Como el grandullón que me acomete, levanto una ceja, no se puede ser más ton...

Su hacha se convierte en un borrón debido a la velocidad de que lleva, aquel gigante es muy peligroso, apenas me da tiempo de ponerme en guardia mientras afianzo los pies y trato de ponerme lejos del alcance de ese bestia.

¡¿Que coño...?!- le miro interrogativamente, realmente sorprendido.

El bárbaro te lanza un tajo con el hacha, que esquivas con facilidad dando un paso hacia un lado, alejándote del recorrido del arma. Sin embargo el guerrero tiene la suficiente fuerza y reflejos como para cambiar la trayectoria del hacha, dirigiéndola hacia tu pierna. Solo un ágil salto en el último segundo te salva de perder un pie.

Miro como el hacha pasa silbando peligrosamente cerca de mi pie.

-Tienes que estar de coña...- me quejo, de donde cojones ha salido este bárbaro.

Lejos de intimidarme, despierta en mí los sentidos. Usar mi defensa ágil y de movimientos impredecibles en un combate tan caótico, me podría poner en alguna situación complicada, lo reservo por el momento, así que opto por atacarlo sin piedad y hostigarlo a veloces tajos.

Mi espada empieza a moverse rápidamente de un lado para otro, acometo sus piernas, subo rápido hacia su torso, cuando me lanza un revés, me lazo al suelo y apuñalo su rodilla. Me apoyo en un tosco escudo en el suelo para saltar alto y acometerlo desde arriba, mi espada se convierte en una estela que lo ataca de todas partes, en su cara se nota que no está acostumbrado a defenderse como norma. Hago fintas y contra fintas. Debajo de mi mascara chasqueo la lengua.

El bárbaro, muy malherido por tus numerosas estocadas, apenas se tiende en pie. Es tal su furia ante la inminente derrota que se obliga a atacar de nuevo. Saca fuerzas del coraje y el odio que anidan en su espíritu y ataca de nuevo haciendo uso de una acometida brutal, aunque torpe.

Tu agilidad hace que esquives el golpe con excesiva facilidad.

El Bárbaro continua acomentiendo con salvajes barridos, pero sus heridas no le permiten moverse con la misma facilidad. Esquivo los arcos hasta que el hacha se clava en la tierra. Pongo un pie encima de ella y salto hacia la cara del grandullón, golpeándole con el pomo del arma en la frente con un fuerte impacto que me recorre el brazo. La enorme mole cae hacia detrás sin sentido.

No quiero matar a este guerrero que me ha sorprendido tanto, quizás en un futuro me sirva para algo.

Sin un rasguño y apenas sin sudar camino apuntando a uno y otro enemigo con mi arma, a ver si alguien se anima a enfrentarse a mí.

Tu habilidad es tal que tumbas al guerrero sin esfuerzo, dejando en el suelo inconsciente pero vivo.

Algunos guerreros se han percatado de tu presencia y tus últimos actos por lo que se lanzan a por ti con sed de sangre. Son dos hombres y una mujer, los tres con sangre en sus armas y heridas recientes. Te percatas de que dos de ellos comparten el tatuaje pintado en su rostro pero el tercero, uno de los hombres, tiene un tatuaje distinto, igual que el de tu primera víctima.

Es el momento de decidir. Tres enemigos me atacan por varias direcciones, no creo que resulte un problema en exceso, pero parece que ya puedo distinguir un poco los bandos. La pregunta es que hacer. Posicionarme por uno de ellos e intentar que se unan a mi bando o atacar a ambos y quedarme con ambos, sin embargo llegados a este punto, dudo que se puedan reconciliar, básicamente porque se están hostiando. Que coño, el gigantón me cayó bien.

Así que empiezo a ejecutar mi defensa a su máximo nivel. Para intentar convencerlos. Esquivando las primeras acometidas ruedo por el suelo mientras paro un ataque. Me levanto sin apoyar las manos y parando con la daga un ataque por la espalda, levanto una pierna para que me pase un barrido bajo de largo y lanzo mi arma hacia adelante atravesando el pecho del que tiene el tatuaje del primer guerrero que abatí. Su arma ineficaz ha sido demasiada lenta. Sacándolo con rapidez y dando volteretas hacia detrás mientras mis oponentes golpean el aire.

- ¡QUIETOS COÑO!- la diplomacia nunca ha sido mi fuerte- Estoy de vuestra parte- les digo a los otros dos mirándolos fijamente a través de mi perturbadora máscara.

Los dos salvajes se detienen ante tus palabras y, especialmente, por tu habilidad con las armas. La muerte del tercer bárbaro los ha dejado estupefactos.

A tu alrededor el ruido de batalla parece disminuir. Muchos han muerto ya, otros se han detenido tras escucharte y solo unos pocos siguen en su baile particular.