Partida Rol por web

Después de afrontar unos negocios en Afelle, te diriges a la capital de Yrend para emprender nuevas aventuras, puede que ésta vez te sirvan para mucho más que para conseguir unas pieles de oso, que has cambiado a unos elfos extravagantes durante su viaje a cambio de unas rocas con forma curiosa que encontraste a la salida de Erenev, asegurando a los elfos que se trataba nada menos que de diamantes.
Los elfos estarían borrachos, o esas pieles están malditas, o simplemente eran estúpidos, porque las pieles de oso alcanzan un buen precio en cualquier mercado, sirviendo como materia prima en la mayoría de profesiones. Viajas con la bolsa llena de oro, un caballo muy viejo y cansado tirando de un carro con tus recién adquiridas pieles y con una sonrisa de oreja a oreja que no puedes evitar mostrar.

El camino se extiende durante muchos kilómetros, y puedes notar que te estás adentrando más en Yren, puesto que los verdes campos de Afelle se han ido convirtiendo en campos arados hasta donde alcanza la vista. Es bien entrada la tarde y no tardará en anochecer. El camino está lleno de vida, de vez en cuando te cruzas con viajeros y otros mercaderes que, con prisas, van y vienen y a ambos lados puedes ver algunas casas enormes que sirven de hogar para los granjeros de la zona.

Empiezas a ver guardias del reino que pasean por el camino con antorchas, preparados para la noche.

A través de la ventana en la taberna donde te encuentras puedes empezar a ver las estrellas en el cielo, no hay ni una sola nube que te impida ver la luz del sol reflejada en la luna, tan llena como para poder ver en la noche como si alguien hubiera encendido cientos de antorchas para iluminar el camino.

Has entrado aquí con la idea de pasar la noche, aunque no tienes mucho dinero y no te parece el mejor sitio para hacerlo.

La taberna se presenta como un antro destartalado donde los clientes hablan a gritos y cantan canciones alegres mientras llenan el suelo de cerveza. El tabernero no parece muy feliz, es un hombre gordo con voz ronca que no parece tener muchas ganas de conversación, pero aun así te dirige la palabra.

El tabernero suelta con un tono de voz descortés:

- ¡¿Qué tenemos aquí?! ¿Buscas clientes o sólo estás de paso? ¡Seguro que unos cuantos tarados de por aquí querrían pagar para pasar un rato contigo!

Después de soltar una carcajada deja de mirarte, comenta algo a sus parroquianos y sigue limpiando la barra...

El tono de voz del hombre asustaría ha cualquier chica no habituada ha los caminos, pero yo estaba habituada ha comentarios de gente de baja monta, y tampoco soy cualquier chica, soy una mujer del pueblo errante, y orgullosa de serlo. Levanto mi mirada hacia el tabernero. 

-Solo busco un lugar para pasar la noche - Replico con tono de voz divertido y hago un gesto aprendido de forma teatral para captar la atención de mi pequeña audiencia - Y tal vez un trabajo, pero no creo que pensemos en los mismos trabajos  cuando hablamos de eso. 

Hago un ademán para restarle importancia a la situación.

El tabernero vuelve a centrar la mirada en ti.

- ¿Y de qué trabajo estaríamos hablando?. Ya tengo una camarera que se encarga de las mesas y no tengo trabajo para otra mujer aquí... De todos modos si lo que buscas es pasar la noche tengo una habitación libre, aunque por supuesto para ti tendré que cobrar el precio especial, que son 20 monedas de oro...

Ves una mueca de superioridad en el rostro del hombre

Cada vez que me giro y veo las pieles recuerdo lo estúpidos que han sido esos elfos. Habría sido imposible engañarlos si fuesen enanos, ellos saben diferenciar piedras preciosas de trozos de roca. Pero ya se sabe, no hay que buscar el producto adecuado si no el cliente adecuado.

Veo como desciende el Sol y en el horizonte no aparece la silueta de ninguna gran ciudad, de modo que opto por preguntar al primer guardia con el que me cruzo.

- Disculpe buen hombre, voy camino de Ciudad Áurea y quiero saber si es posible llegar antes de que la noche caiga sobre mí. Y, de no ser así, si existe algún lugar en el camino donde descansar.

Siempre será mejor una posada, aunque apuesto a que cualquier granjero de la zona abriría su casa a un conde, duque o cualquier personaje importante por el que se me ocurra hacerme pasar.

El guardia con el que te cruzas es joven tiene un semblante cansado, no parece estar muy contento de tener que patrullar ahora, pero aun así te contesta con una sonrisa:

- No podrá llegar antes de que anochezca, eso seguro. Hay una taberna a no mucho rato de viaje, a mano derecha, en éste mismo camino, es una taberna famosa por su ambiente y sus precios, y también porque los guardias no somos llamados allí regularmente.

El guardia te mira de arriba abajo y hace un gesto de aprobación.

- Los mercaderes como usted no tendrán problema en conseguir un buen precio, de hecho creo recordar que en esa taberna, que por cierto se llama "El descanso del viajero", daban precios especiales a los mercaderes.

- "El descanso del viajero"... es un nombre bastante apropiado. Muchas gracias por la información, que su patrulla sea tranquila y breve.

Sin más me despido del guardia e insto al viejo animal que tira del carro a que avance. Pasar la noche fuera de una ciudad no es algo nuevo, he estado en multitud de posadas: El botijero errante, la taberna del fin del mundo, el lobo gris, el buey pisador, el mataelfos, la finca de Susana, la casa de Heloise... y sin embargo mis mejores estancias siempre han sido en casa de algún ingenuo, o ingenua, que estaba encantado de hospedar a quien creía que era.

Rememoro mis aventuras en tabernas y posadas mientras recorro el camino, esperando que aparezca ese lugar que el guardia me ha indicado y desviando hacia allí en cuanto lo vea.

El guardia te da las buenas noches y sigue su camino.

Al cabo de no mucho rato de andar puedes ver una casa algo más baja que las demás, de donde sale luz y música. Ves el letrero colgando de un poste cerca del camino "El descanso del viajero, alegramos tu corazón y su viaje".

Te desvías hacia la taberna, "aunque más bien es una posada", piensas.

Me lo pienso unos momentos, es una decisión difícil, ya que, o muero de hambre o duermo en una cama, ¿porque las cosas siempre tienen que ser tan complicadas?, finalmente suelto un suspiro y niego con la cabeza. 

-Oh yo hablaba de entretenimiento para el publico, soy una artista, pero como veo que aquí no soy bien recibida pues, ustedes se lo pierden - Me encojo de hombros y doy media vuelta en dirección a la salida - Que insultante ese precio, por una posada de porquería... ¿que se ha creído? ¿pagar veinte monedas de oro por dormir en esta casucha llena de borrachos y cucarachas? Espero encontrar algún lugar para dormir relativamente seguro en algún trecho del camino. 

Espero que este lugar haga honor a su nombre.

Me aproximo y dejo el carro cerca de la puerta, nunca se sabe cuando uno tiene que salir con premura. Saco una pequeña campana y la cuelgo debajo del carro, no sería la primera vez que intentan llevárselo pese a su pobre estado.
Ato al caballo mas por costumbre que por seguridad, a su edad dudo que intente huir y si lo hace no creo que se aleje mucho.

Cojo las pieles y me las echo al hombro, aliso mi ropa y me sacudo el polvo que pueda tener del viaje. Carraspeo para aclarar mi voz y entro en El descanso del viajero.
Lo primero que hago es observar a la gente que hay en el lugar, localizar a los mas borrachos y a los empleados de la posada.
Mantengo un gesto de bondad, intento aparentar ser una buena persona, nada mas que un humilde mercader de camino a la capital. Al fin y al cabo es lo que soy.

Te acabas de dar la vuelta y te diriges a la salida, el tabernero vuelve a hablar contigo:
 

- ¿Ah sí? ¿Qué clase de artista? A la gente le gusta la variedad y a mi me gusta que la gente esté contenta.
Sal la siguiente, si consigues entretener a la gente te daré una cama para pasar la noche.

Ves que entre las mesas hay una pequeña tarima para los artistas, subida en ella hay un hombre sucio y con un parche tapándole un ojo, no sabes muy bien lo que hace, pero podría decirse que está "cantando".

La taberna no parece gran cosa, es un antro destartalado donde se puede ver la suciedad en cada rincón. Hay muchísima gente que ya hace horas que debieron parar de beber que cantan alegremente las canciones que canta el que tu crees que es el artista del lugar, teniendo en cuenta que está subido en una tarima entre las mesas. No hay nadie del otro mundo, gente del camino. Te fijas en el tabernero, un hombre gordo que está hablando con...
Y entonces la ves, parece ser la chica más hermosa que has visto en tu vida, con una melena que parece tener miedo de tener color y una piel blanca como la espuma marina. Parece tener hambre y está sola.

Veamos que hay por aquí. Borrachos, artistas muertos de hambre, tabernero analfabeto... Oh, por Kaleera, es como encontrar un diamante en una montaña de estiércol.

Me aproximo a la mujer y dejo las pieles sobre la barra sin dejar de mirarla. Saco tres o cuatro monedas y las dejo frente al tabernero. Sin dejar de mirar a los ojos del diamante hablo con el gordo al que acabo de interrumpir.

- Comida y bebida para dos. Un humilde servidor y quien parece ser la reencarnación de Kaleera.

En cuanto se aleja el tabernero río brevemente y niego con la cabeza, como si algo me hubiese hecho gracia y no fuese la primera vez.

- Disculpa el atrevimiento y la opulencia, no es mi intención impresionarte aunque supongo que estoy lejos de ello. He visto que el hambre te acecha, entre otras cosas, - inclino la cabeza señalando al tabernero - y he pensado que es mejor cenar acompañado por ti que por cualquiera de esos borrachos. Llámalo beneficio mutuo, si quieres.

La conversación con el tabernero se ve interrumpida por un viajero que se acerca a ti, deja un montón de pieles sobre la barra recién limpiada por el tabernero, quien parece molesto...

El viajero te contempla y dice al tabernero:
 

- Comida y bebida para dos. Un humilde servidor y quien parece ser la reencarnación de Kaleera.

Parece referirse a ti. Continúa, esta vez dirigiéndose a ti:

- Disculpa el atrevimiento y la opulencia, no es mi intención impresionarte aunque supongo que estoy lejos de ello. He visto que el hambre te acecha, entre otras cosas, - señala al tabernero con la cabeza - y he pensado que es mejor cenar acompañado por ti que por cualquiera de esos borrachos. Llámalo beneficio mutuo, si quieres.

-Beneficio mutuo, puedo contar con eso, aunque en circunstancias normales no aceptaría caridad, si que me quedan pocos recursos y aun queda un trecho de camino por recorrer - Suelo un suspiro y sonrió - Esta bien, no negare que tengo hambre, pero que conste que me has invitado de buena voluntad, por lo que aceptare tu invitación... - Vuelvo hacia donde estaba el tabernero, de paso pensando que al parecer si podría hacer algo para intentar ganar unas monedas si fuese necesario, al menos eso había dicho hace unos momentos - Por cierto, mi nombre es Danna, ¿Os molesta si puedo saber el vuestro mi mecenas? - Digo esta última parte de forma simpática y teatral, con algo de gracia y elegancia que había aprendido en el mundo del espectáculo imitando a mujeres nobles para obras de teatro.

El tabernero sirve un par de jarras de cerveza con una expresión de sorpresa y un poco de clara desilusión.
 

- Aquí tenéis, amables viajeros... En un momento os sirvo el plato del día.

Justo antes de que se aleje se gira hacia ti y dice:

- Ah, si quieres intentar entretener al público, puedes subir en cuanto el artista de hoy se vaya, puede que le gustes a los clientes y te den alguna propina...

Te sientas junto a tu mecenas, esperando su respuesta

El tabernero sirve un par de jarras de cerveza con una expresión de sorpresa y un poco de clara desilusión.

La chica se te acerca y, con una sonrisa, te dice:
 

- Esta bien, no negare que tengo hambre, pero que conste que me has invitado de buena voluntad, por lo que aceptare tu invitación...

Se aleja un momento para hablar con el tabernero y luego vuelve y continúa con una sonrisa:
 

- Por cierto, mi nombre es Danna, ¿Os molesta si puedo saber el vuestro mi mecenas?