Partida Rol por web

Abres los ojos. A pesar de saber que te encuentras en tu refugio, momentáneamente te encuentras desorientado. La verdad es que es algo que suele ocurrir tras las reuniones largas y aburridas. Y ésta era una de ellas.

Como cada martes, la reunión de la capilla ha transcurrido tranquila, con un par de aprendices disputándose un ascenso que es muy probable que no llegue, debido a sus lloriqueos. Se pasarán copiando textos todo el mes, seguramente. Por lo demás, los datos son favorables y la Capilla está más asentada que nunca en Viena. Filaereus ha finalizado la reunión de forma un poco brusca, pero bueno, es así y es el Regente.

Hoy Lotharius ha estado poco participativo, estaba como ausente. Quizá tenga preocupaciones mortales, ya que como príncipe de la ciudad poco le deberían importar los problemas de la dirección de la Capilla, pero sí lo que ocurre en la ciudad. De hecho, en estos momentos, a finales de 2013, se encuentra preparando la nueva sección de la nueva muralla de la ciudad.

Al menos llevas unas semanas tranquilo. Dedicado a la perfección de algún ritual, disfrutas de la tranquilidad de saber que te encuentras en un sitio donde prácticamente todo el que te encuentras debe agachar la cabeza a tu paso. Los últimos dos meses que has estado de visita en Ceoris han sido algo estresantes, ya que allí, invitado como eras, no tenías tantos privilegios.

Un par de golpes en la puerta de tu laboratorio y refugio te sacan de tus cavilaciones. Cuando abres, un chico joven te presenta sus respetos y no levanta al vista del suelo. Te informa de que Lotahrius, tu Sire, desea reunirse contigo lo antes posible. Inmediatamente se gira y se marcha por el pasillo.

Echo un rápido vistazo a mi cámara antes de salir para verificar que todo está en orden. Inconscientemente me llevo la mano al pecho para constatar que mi medallón sigue en su sitio. Había terminado el ritual hacía unas pocas noches, pero su influencia se había hecho notar inmediatamente, permitiéndome centrarme más facilmente en mi magia y mejorando los resultados.

Cierro la puerta y me encamino hacia donde el emisario me ha dicho que Lotharius espera. Por experiencia sé que no hay que hacerle esperar. Utilizo un paso rápido que hace repiquetear las botas contra el suelo de piedra, advirtiéndo de mi presencia a cuantos me encuentro por el pasillo para que dejen paso.

Un aprendiz cargado con pesados volúmenes sale de una habitación en el momento que paso por delante. El susto al encontrarse conmigo hace que los libros caigan al suelo. La protesta que estaba a punto de formular muere en sus labios cuando constata con quien se ha tropezado.

- La próxima vez ten más cuidado, o tu maestro te arrancará la piel para reparar la encuadernación de esos libros. - digo sin siquiera pararme ni dedicar una mirada al novato.

Llego a la habitación en la que me espera el señor de Viena y respetuosamente golpeo con los nudillos la puerta.

Llamas a la puerta del santasantórum de tu sire. Como siempre, ésta se abre sola antes de que tus dedos toquen por tercera vez la madera. La puerta permite el acceso a una pequeña sala alumbrada por pequeños candeleros a ambos lados de la estancia. Dos tapices y unas confortables sillas son los únicos adornos. Sin duda, esta sala se dedica a la espera de las visitas más importantes, y para recibir a las de menor calado.

En el otro extremo, otra puerta conduce a las dependencias de tu maestro. Como bien sabes, si no se cierra la primera puerta, la segunda no abrirá, por lo que eso haces. Una vez dentro, ves a Lotharius de espaldas a ti y delante de su enorme biblioteca, cogiendo algunos pergaminos , consultándolos rápidamente y volviendo a dejarlos. Está buscando algo.

Habéiss llegado pronto. Tendré que buscar alguna otra excusa para castigar a ese inútil de aprendiz. Menos mal que le quedan muchos años de no-vida para poder torturarlo agusto hasta que aprenda a comportarse debidamente. En fin, no es más que un retoño...

Parece que ha encontrado el pergamino que andaba buscando, y con él en la mano se acerca su escritorio. Éste, de roble macizo y tan pesado como una de las losas de piedra que conforman la creciente muralla de la ciudad, está situado en uno de los laterales de la enorme estancia, sobre una alfombra hecha, aunque no lo parezca, de la piel de un lupino en forma crinos. Tras ella, una enorme silla forrada de terciopelo rojo sangre con posabrazos de oro es el asiento del matusalén. En tu lado, una silla más modesta está situada frente al escritorio, ya pisando el firme suelo en lugar de la alfombra. En el lado opuesto de la estancia se encuentra la mesa de trabajo y un estrado circular grande que levanta medio metro del suelo, donde Lotharius ha hecho más de una y de dos invocaciones.

Sentáos. Quisiera hablar con vos de un asunto que podría ser... provechoso.

Tan pronto entro en la segunda estancia, hago una profunda reverencia, como muestra de deferencia hacia mi superior y sire.

- Sire - digo respetuosamente a modo de saludo.

Me mantengo de pie hasta que Lotharius me ordena sentarme. Sólo entonces tomo asiento, y teniendo cuidado para no mirarle directamente a los ojos.

Cita:

¿Provechoso? Para él por supuesto, pero ¿y para mí? Posiblemente. Aguardo pacientemente a que exponga el asunto sin interrumpirle.

Tu sire cruza las manos ante sí, tras colocar los pergaminos a un lado del enorme escritorio. Después se recuesta un poco en el respaldo y te mira con un extraño brillo en los ojos...

Bien, soy consciente de cuánto has avanzado en tan poco tiempo dentro de la Capilla. Y por ende, también soy consciente de que últimamente tus esfuerzos no son recompensados como debieran. La verdad es que tal... injusticia... va inevitablemente unida al hecho de que te encuentras en el séptimo círculo de los misterios, y que el premio de tus méritos conlleva trasladarte para tomar las riendas de una nueva capilla.

Evidentemente, ahora mismo esto es difícil que ocurra, pues la guerra con los tzimisce nos ocupa demasiado tiempo. Pero con los méritos suficientes, quizá haya una posibilidad. Quiero brindarte esa posibilidad.

Tu Sire te mira durante un momento, después se levanta y ondeando la capa se acerca a una de las estanterias de su biblioteca. Coge un estuche de pergaminos y vuelve de nuevo al escritorio.

Como sabrás, la cruzada en el sur de Francia está siendo un éxito, y las tropas francesas están encontrado a los herejes, y los está tratando con dureza. De hecho, Toulouse acaba de ser tomado por las tropas se Simón de Monfort. Y sabemos que por allí se esconden cábalas importantes de magi, y éstos tienen controlada la zona. Sería bueno para el clan que tomáramos el control de esa zona, y si puede ser acabar con los magi allí asentados.

Tu sire se sienta y te mira expectante. Sabes por experiencia que en estos momentos está evaluándote. Siempre está evaluándote...

- Y habéis pensado en mi. Me honráis, sire. La idea de expandirnos al sur de Francia es muy interesante, ya que podríamos ampliar los territorios del Clan a expensas de los magi, matando dos pájaros de un tiro, aunque peligrosa. Hasta que los cruzados no abandonen la zona, todos los herejes son candidatos en potencia para pasar a mejor vida. Y cuando la abandonen, la iglesia se encargará de continuar la labor.

Lotharius no me quita ojo. Está pendiente de la más mínima reacción. Tendré que contarle algo que no sepa.

- Sin duda el mejor sitio para establecer una capilla en el sur de Francia sería en la Universidad de Toulouse. Por mucho que la Iglesia sospeche, un velo de erudición siempre nos resulta sencillo a la vez que provechoso.

Me tomo una pequeña pausa para intentar entrever algun atisbo de lo que Lotharius piensa. Tiempo perdido. Su rostro es una máscara y no quiero insultarle inspeccionando su aura.

Intentaré una suposición arriesgada.

- Pero, mi señor, ¿sabe Goratrix de vuestras intenciones?

Lotharius te mira con mirada inquisitiva. Sonríe ante tus comentarios acerca de al inestabilidad de la zona sur de Francia, y se le ensancha la sonrisa cuando nombras a Goratrix.

Bueno, en primer lugar, yo no tengo ninguna intención sobre nada. Tengo mis deberes aquí, y Viena me ocupa todo mi tiempo. Ahora mismo mis esfuerzos deben concentrarse en la gestión y el desarrollo de la ciudad. Únicamente compartía con vos unos pensamientos en alto, de algo que vendría bien al clan si alguien pudiese dedicar su tiempo y esfuerzo en tal empresa.

Vuelve a sonreír. Está claro que acaba de esquivar cualquier tipo de implicación en la gestación de este asunto, si llega a gestarse.

Y por tanto, dado que es algo que se me acaba de ocurrir mientras paseaba, no lo he hablado con nadie más, por lo que entiendo que no, Goratrix no sabe nada. En cuanto a la inestabilidad y peligrosidad del Languedoc, es indiscutible que la herejía cátara no será derrotada fácilmente, por lo que habrá muchos cruzados y muchas cazas de brujas por parte de los enviados papales. Pero es innegable que quien sepa vadear esas dificultades, saldrá fortalecido de la situación.

Lotharius ha puesto especial énfasis en esta última frase.

Como os decía, solo he compartido unos pensamientos en alto. Quizá os interese llevar a cabo una tarea… de enorme valor para el clan. O quizá tengáis otros intereses en otras partes. En cualquier caso, es cosa vuestra lo que hagáis y cómo lo hagáis. Quizá pueda servir de entrenamiento de campo para los aprendices con cierta experiencia de la capilla, y otros con las aptitudes necesarias para ascender en la jerarquía. Quizá alguien como el aprendiz de Paris que ha llegado desde Ceoris esté interesado en realizar algo importante para su capilla, e ir allí con algo útil. A Goratrix no le gustará que llegue con las manos vacías desde Ceoris, pues según tengo entendido allí no le han dado tregua…

Este último comentario parece casual. Pero viniendo de Lotharius… ¿puede haber algún comentario casual? Quién sabe. Quizá sí, aunque no se sabe de nadie que lo haya oído…

Muy bien entonces, "no tiene intenciones" sobre el sur de Francia. Oficialmente. Parece que he dado en el clavo.

- Señor, sabéis que haré todo lo necesario por el clan. Y si de paso nos imponemos a los magi, tanto mejor - me recuesto en el respaldo de la silla -. Un cambio de aires podría venirme bien. Además últimamente he estado perfeccionando mis conocimientos de la lengua gala. ¿Creéis que podría ser interesante que viajara junto al aprendiz de París?

Quizá, o quizá no. Podría ser un buen acompañante... Quizá conozca la región, o a alguien allí. Y si algo sale mal...

Lotharius deja la frase a medias, con toda la intención. No dirá nada que le pueda incriminar, eso está claro.

Bueno, si finalmente váis a hacer este viaje, quizá pueda ayudaros. Sería bueno que me mantuvieráis informado de lo relevante, y podría daros algunos soldados. Aunque tendriáis que ser vos quién pida a Filaereus algunos aprendices, si queréis llevarlos y no os suponen un estorbo. Seriáis vos quién lo organizara todo, tenedlo en cuenta.

Medito brevemente lo que Lotharius comenta.

- Muy bien, entonces quizá haga uso de esos soldados que me ofrecéis, que estarán a las órdenes de Klaus, y acompañaré al aprendiz de París hasta allí. Utilizaré París como cabeza de puente para poder desplazarme a Toulouse y encontrar un lugar que podamos usar como capilla, además de establecer contactos provechosos para afianzar nuestra situación allí. Una vez asegurado el lugar y nuestra posición sería el momento idóneo para traer algún aprendiz.

- Os iré informando de mis progresos puntualmente. Si tenéis a bien, necesitaré algo vuestro para poder usar el ritual de comunicación. Y como París y Toulouse quedan lejos de Viena, también necesitaría una dispensa de las reuniones de la capilla. ¿Creeis que Filaereus estará dispuesto a concedérmela?

Sonrío. Seguro que mi "hermano" estará encantado de dármela si con eso me pierde de vista.

Lotharius pone la cara seria, levanta los ojos de los pergaminos que tiene delante y te dirige una mirada severa. Ese gesto te recuerda a cuando eras novicio: si errabas, te esperaba un castigo, a veces superficial y a veces muy severo, en función del perjuicio causado a tu Sire. Pues las acciones de un chiquillo afectan a su Sire de una manera u otra…

El príncipe de Viena cruza las manos ante si, se apoya y te traspasa con la mirada de nuevo. Después se ve que intenta relajar el gesto, pero no lo consigue.

Bien, podéis hacer lo que os plazca, pues es vuestra misión, no la mía. Aunque si vais a Paris, no veo ninguna razón por la cual el aprendiz que está aquí os defienda ante Goratrix. Es más, podría intentar adueñarse de la idea para llevarse él la gloria. Un regente debería saber anticipar este tipo de cosas… y fomentarlas cuando es oportuno hacerlo. Ahora podéis marcharos, pues tengo muchas cosas de las que ocuparme. Mantenedme informado.

Lotharius devuelve su atención a los pergaminos, y parece ignorarte. Está claro que la conversación ha terminado.

La mirada de Lotharius lo dice todo, así que me levanto, hago una reverencia, y salgo de la habitación.

¡Maldita sea! ¿Qué demonios he hecho mal? ¡Si por lo menos hablara claro!

Al menos una cosa sí la ha dejado clara, no hay que pasar por París. ¿Quiere una capilla en Toulouse? ¡Por Dios que la tendrá!

Vuelvo a mi habitación absorto en mis propios pensamientos. Hacía tiempo que Lotharius no me hablaba así.

En la quietud de mis aposentos, me siento a meditar sobre lo oído esta noche. Siendo un magi mortal, dos o tres respiraciones calmadas me hacían entrar en el estado de relajación necesario. Como vampiro, tan sólo era cuestión de concentración.

Cita:

De repente, empecé a verlo claro.

Cita:

¡Pues claro! Introducir la idea en su cabeza, dejar que haga el trabajo pesado (sin pasar por París por supuesto, si sus superiores se enteran cuando ya haya fundado la capilla, su mérito será mayor), y una vez sentadas las bases de la capilla con mi "ayuda", un desgraciado accidente. La inquisición está particularmente activa en Toulouse ...

Wolfgang, empiezas a pensar como un político ...

Una nueva noche. Mi cabeza bulle con los preparativos del inminente viaje. Hay mucho que hacer.

Abro la puerta de mi laboratorio buscando a alguien e inmediatamente uno de los aprendices se acerca a mí con la cabeza gacha y la boca cerrada.

Rápido y callado. quizás tenga algún futuro.

- Manda un mensajero aquí dentro de media hora. Necesito que entregue una carta.

El aprendiz asiente y con una reverencia desaparece rápidamente por el pasillo.

Hecho esto, me acerco al escritorio y tomo pluma y papel. Normalmente un escribiente se ocuparía de esto, pero este mensaje debe ser de mi puño y letra, ya que el destinatario es un buen amigo y aliado.

A los treinta minutos exactos, justo cuando el sello de la carta acaba de secarse, golpean a la puerta.

- Entrega este mensaje al caballero comandante Markus Gremberger en el cuartel de los Hospitalarios. Espera a su respuesta y tráela inmediatamente.

El mensajero asiente, mete el mensaje en su bolsa y se marcha a la carrera.

El mensajero llega poco antes del amanecer con el mesnaje de vuelta. Notas su respiración entrecortada, sin duda ha corrido como alma que lleva el diablo para no caer en desgracia contigo. Se marcha en cuanto le despachas.

Un papel doblado contiene el mensaje que esperas. Al menos son buenas noticias.

Cita:

Te levantas bien entrada la noche. Poco falta para tu cita con el comandante Markus, por loq ue te vistes apropiadamente y te pones en camino.

La noche es fría y solitaria, aunque tu apenas lo aprecias. De hecho, solo un abrigo te protege del frío por encima de las ropas habituales de la capilla, aunque es más por aparentar que otra cosa. La luna está ya en lo alto cuando llegas a la posada. Ésta se encuentra a tope, y casi por completo los parroquianos son soldados de la ciudad que están de permiso. Algunas mozuelas de poco dudosa tarea se encuentran remolonenado por el regazo de todos los que las achuchan, robándoles besos mientras las sirven jarras de cervezas y vino aguado para nublarles el sentido y acabar sisándoles algunas monedas de sus bolsillos.

En una mesa del fondo, cerca de la barra, te espera tu viejo amigo Markus, con una enorme jarra de cerveza delante con dos vasos. Es un tipo grande e inteligente, además de diestro con la espada, motivos de sobra para tener un puesto importante en la Orden.

- Bienvenido amigo mío, siéntate y disfruta de una buena cerveza. - te dice mientras te llena un vaso. - Sí, sí, ya sé que tú nunca bebes, pero yo nunca desistiré en mi intento. Bueno, cuéntame qué es eso tan importante que te trae por aquí. Espero que el golpe que te diste en la cabeza para que se te ocurriera ir a Toulousse se te haya curado ya...