Partida Rol por web

La Locura de Durgam

Prólogo: Sus ojos nos observan

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29/09/2011, 23:12
Director

Lo que te despiertan son los ruidos del exterior. Un carromato que rueda calle abajo; una mujer que grita algo ininteligible desde esta distancia; un perro que ladra y los cascos de un caballo que pasa al galope. es esta una calle tranquila, que normalmente no tiene demasiado bullicio. No abres los ojos en realidad porque haya un guirigay atronador, es más bien algo en tu interior que te llama, que te dice "Despierta, Catha, es un nuevo día y debes cumplir con tu deber". Los sonidos del exterior son simplemente la confirmación de la voz, una advertencia de que, en efecto, es de día y ha llegado el momento de partir.

La habitación es antigua; en sus paredes y vigas vistas pueden verse las huellas que han dejado generación tras generación de grandes mujeres que sirvieron a la Corona. Ellas concibieron y trajeron a la Madre de las Naciones bajo la madera tallada y pintada que sujeta los tejados del hogar familiar. En las paredes no hay los típicos tapices, tan de moda últimamente entre las clases medias y acomodadas del país; aquí son frescos centenarios los que con sus historias decoran las paredes de la que fuera alcoba de tu madre y de su madre antes que ella, y así durante generaciones.

Un ruido en la planta inferior te saca de tus meditaciones. Reya debe estar preparando ya el agua caliente y el pan. Es un joven útil, sin duda; con el tiempo aprenderá a ser un buen escudero y, ¿quién sabe? puede que hasta consigas hacer de él un soldado. Pero, ¡ah, saben las Grandes que los hombres son débiles y no están hechos para la guerra! Pero basta ya de tonterías, es pronto para andarse con preocupaciones y un nuevo día espera.

Sales de la cama dispuesta a ponerte unas ropas cómodas con las que romper el ayuno de la noche. Ha sido una semana tranquila, con poco movimiento más allá de un par de encuentros con representantes de la Cofradía y del Ejército. Bostezando imploras a las Grandes del pasado que hoy sea un día distinto.

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09/10/2011, 13:35
Badb Catha
Sólo para el director

Había permanecido en la cama un segundo de más, con el azul de los ojos extasiado en ese extraño periodo de vigilia ensoñada que se da en los primeros minutos del día; con el cuerpo tibio bajo las sábanas agradecido por el  descanso y la nueva oportunidad.  Un nuevo día para servir a la Gran Matriarca, a las Grandes Madres, a mi propia Madre...

Un nuevo día. Quizá mi Gran Día, por fin....

Me levanté dejando que el fresco austero de la habitación me recorriera la piel. Los rizos se desordenaban desbordandose por los hombros mientras estiraba el cuerpo aún adormecido. Sentía cada uno de los músculos entrenados y firmes, preparados. Y sonreí mientras observaba la ventana filtrar el nuevo día descarada y casi burlona. Las luces bailaban en la penumbra incitadoras. Y yo tomé un poco más del aire helado que me rodeaba, tibiado solo por mi propia respiración y el calor de mi piel. Me gustaba el frío, me gustaban las mañanas... Me gustaban las oportunidades.

Me cubrí con la camisa suave y blanca, ancha y desbocada; me ceñí los pantalones gastados y cómodos, ajustados y funcionales... y me acerqué a la cama para recoger con la izquierda la espada que, incluso también preparada en el descanso tal como yo lo estaba, dormía cada noche a mi lado. Me alborotaba los rizos rubios con la diestra mientras bajaba las escaleras... Todo debía estar preparado ya abajo. El agua para asearme, el desayuno, mi uniforme perfectamente planchado y mis armas bruñidas y prestas. Sí, mis armas. … Pero no todas. No mi espada. Nunca mi espada. Porque nadie tocaba a Claíomh Solais; nadie excepto yo... o la sangre que fue antes de mi.

La cadencia de los pasos al descender la escalera se adornaba con el leve tintineo de la espada en mi mano. Aviso tácito para Reya. Y sonreí al notar la voz y el peso reconfortante de Claíomh en la mano, como si mi consciencia hubiese despertado la suya; como si el acero pulido supiese de mi pensamiento y fuese capaz de ligar su voluntad a la mia.

Quién dice que no fuera así?

Me detuve bajo la arcada que daba paso a la sala caldeada y con olor a pan.

-Reya... Todo listo?- la voz, como siempre aterciopelada, se entremezcló del aroma de la hogaza y el té. Sonreí aún más, agradecida. Nada en el mundo me gustaba más que aquel modesto perfume... Nada excepto, quizá,  un acero bien bruñido... y un día bien aprovechado.

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11/10/2011, 20:02
Director

Del piso inferior te llega una oleada de sensaciones que altera tus sentidos. Lo primero que percibes es el olor: un olor dulce y fuerte, como a hierbas aromáticas en remojo y que sin duda indica que Reya ya está preparando las infusiones. A este olor se le suma el del horno, de donde emanan los vapores que exuda una hogaza que está a punto de servirse para comer. No puedes dejar de percibir, debajo de toda la capa de olores pasajeros y puntuales (las flores, el olor del rocío en el jardín, el jabón), un olor más intenso, penetrante como una lanza de diamante y fuerte como una tarasca. Es el olor del tiempo, el olor de la niñez y de las generaciones pasadas; un olor que viene de las vigas y de las paredes, tal y como si estas pudieran acaso respirar y acariciar con sus exhalaciones tu rostro del mismo modo que lo haría una amante durmiente.

El tacto también te cuenta historias. Bajo tus pies notas los nudos de la madera que adorna los bordes de la escalera, unos nudos desgastados por el paso de muchos pies durante incontables años. Las mínimas irregularidades que el paso del tiempo a forjado en esa escalera te cuentan que ahí jugó tu abuela, y su abuela antes que ella. Y no puedes evitar sonreír al pensar que ahí mismo, a apenas tres pasos de ti, era donde esperabas erguida a que tu madre volviera ataviada con la armadura que le era habitual. Luego, tras un beso y una historia, corrías a tu cuarto a enterrarte en las sábanas y soñar; soñar que eras como ella, que las Grandes te sonreían y que Naarii era tu vida.

A tus ojos llegan los juegos de luces que refleja el pulido suelo al reflejar los rayos de sol que atraviesan las acristaladas vidrieras que adornan la bóveda de la sala central. Estos colores son una aparición de otro tiempo, sombras y luces de una época en la que el estilo arquitectónico predominante de las casas naariikas era otro en el que la roca y no el juego con la madera era lo que imperaba en las habitaciones principales. Es esta misma luz de color la que se reclina sobre las columnas talladas que sustentan los techos de la casa de tu familia y la que se sentará contigo en a penas unos instantes a la mesa para compartir la primera comida del día.

Lo que perciben tus oídos es la música del día a día, al que Reya pone la letra. El joven, de una edad similar a la tuya, es el hijo de la familia que sirvió a tu madre antes de que él te sirviera a ti. Su "Buen día, Señora. ¿Ha descansado hoy?", con el tono jovial que parece no querer abandonarle nunca, representa los acordes de tu sinfonía matinal. A ella se unen el crujir de algunas vigas del piso superior, el crepitar del horno, el ruido lejano de la calle y cómo no: el ruido del viento cortado por la implacable Claíomh Solais que, incluso cuando no era blandida en la batalla era capaz de acabar con el imprudente.

En la mesa hay ya dispuestos los primeros elementos para romper tu ayuno nocturno: un plato con carne y queso, una tabla con mantequilla recién hecha y una taza vacía que espera ansiosa los contenidos de la cazuela de acero que está hirviendo en el fuego.

-En seguida estará el pan, Señora -te asegura Reya con una resplandeciente y sincera sonrisa mientras con la cabeza te señala el asiento que has de ocupar y que ocupó durante años tu madre antes que tú, y su madre antes de ella...

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18/10/2011, 22:11
Badb Catha
Sólo para el director

Bajo el arco que da paso a la sala tibia la sonrisa ensoñada se me enredaba con las luces, con el tiempo, con gloriosos días pasados y deseos de nueva gloria. El aroma de lo grande de mi sangre me acariciaba la piel, goloso e incitador como el susurro de un amante; y se me antojaba dulce y suave al principio, apremiando a cada centimetro de mi piel; salvaje y ansioso después, reclamando mi parte y mi respuesta.

Se la daría. Pronto... se la daría.

Los dientes sujetaban la sonrisa reteniendo el labio inferior entre ellos mientras me adentraba en aquella sala y en aquella sensación. La sensación cálida de nunca estar sola, la certeza de formar parte de algo, la percepción del destino. El caminar felino oscilaba entre una nada que para mi estaba colmada, la mirada serena se enzarzaba en tiempos pasados y brillaba con tiempos futuros... como antaño Madre, como antaño...como siempre...  y Claíom parecía regodearse de mi latido enfervecido, parecía vibrar en mi mano. Y me hacía vibrar a mi.  Algo en el pecho, algo en al aire, quizá algo en mi propia sangre me gritaba que se acercaba el momento. Mi momento, mi hora.

Estaría lista.

La voz de Reya era un eco familiar en el recuerdo espeso y radiante que me envolvía; y me senté en la mesa, dejando con mimo mi espada a mi lado, devuelta al ahora por aquel hombre y su promesa del delicioso desayuno. Tomé un trozo de queso para saborearlo sonriente mientras entornaba la mirada sobre el hombro, parapetada tras los rizos desordenados, para observar expectante las evoluciones de Reya.

-Gracias Reya.-  volvía a centrarme ahora en la mesa, un nuevo trozo de queso me rozaba los labios – Hoy quiero darme prisa. Tengo ganas de llegar al Adiestramiento. - movía el hombro, rotandolo despacio para sentir tensarse los músculos de la espalda; y abigarraba la mirada en las luces que sobre la mesa y el suelo danzaban como llamas del oráculo.  Un nuevo día, una nueva oportunidad...

Mi oportunidad.

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23/10/2011, 15:33
Director

El joven se acerca sonriente y humilde hacia ti. En una bandeja de madera traía nuevos manjares para el desayuno. Leche cuajada, frutas, algo de carne, huevos. Un desayuno apropiado para empezar el día con fuerza. Reya te sirve la infusión con cuidado de no salpicar para que ninguno se queme. Su rostro cambia ante tu comentario y, con seriedad, el cazo aparte sobre la bandeja y se seca las manos en un mandil.

-Hoy no debe ir al Adiestramiento, señora -dice con determinación.

Por un instante sientes la tentación de espetarle algo. ¿Quién es este hombre para decirte nada a ti? Pero luego caes en la cuenta de que este no es un hombre cualquiera, sino el joven Reya. Reya, que cada día hace tu cama y limpia tus ropas. Reya, que mantiene la casa de tu Madre impoluta. Reya que limpiaría el barro y la sangre de tu armadura a lengüetazos sin rechistar si se lo pidieras. ¡Seguro que tenía un motivo para decir aquello!

-He estado en el mercado hoy, Señora; sabía que la Señora se había contrariado la semana pasada por la mala calidad de los pescados de Terue, así que fui allí para hacerle saber las impresiones de la Señora -te dice con tranquilidad-. Así que le dije "óyeme bien, Terue, los pescados de la semana pasada no eran más que las sobras de lo que no vendiste", "Reya, ¿has probado tú acaso mis pescados?", "no", le dije, "pues son para mi Señora y es ella la que ha de catarlos; y créeme, Terue, que jamás ha estado mi Señora más disgustada con tu mercancía como la semana pasada".

Asientes ante la historia del joven. Es cierto que el pescado no era el más fresco, pero nunca dijiste que jamás has estado "más disgustada" con dicha mercancía. No puedes evitar sonreír ante las exageraciones de Reya que, desviviéndose por ti y por complacer tu gran Nombre, hará lo que sea para que todo esté absolutamente perfecto. En cierto modo sientes lástima, ya que sabes que nunca será todo perfecto y que él sufrirá por ello.

-"¡O, pero Reya, eso no es posible! Pues yo te prometo que los de la semana pasada eran tan frescos como los de la anterior", me contestó él; "no dudo que sean de la semana anterior, eso es de hecho lo que estoy afirmando: eran los mismos".

Reya no puede contener una pícara sonrisa.

-Me ha regalado para la Señora sus mejores pescados, que le estoy preparando para hoy mismo; y me ha asegurado que jamás volverá a producirse un problema similar -termina, satisfecho.

Pero al ver tu cara aún confundida por su negativa inicial, continúa hablando.

-El caso es que, tras comprar frutas y carne, una de las centinelas del mercado se chocó conmigo. Cayó una de mis cestas al suelo y ella se apresuró a ayudarme. Mientras yo le agradecía su inmensa amabilidad, ella me miró fijamente y me susurró "atento, Reya; Catha debe acudir hoy directamente a las puertas de Palacio". Sin decir nada más, se levantó y continuó su ronda, dejándome sorprendido y con la cesta aún sin recoger.

Se hace el silencio en la estancia.

-Eso es todo -añade Reya, turbado.

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03/11/2011, 12:13
Badb Catha
Sólo para el director

La mano y el apetito, que ansiaban ahora uno de los trozos de carne, se detuvieron en el aire al escuchar la respuesta del joven. Incliné la cabeza levemente sobre el hombro, severa, obligando a los rizos a replegarse sobre él. Y la mirada era filo de acero, y el cuello se espigaba firme... Cómo se atrevía!? Un hombre... decirme a mi lo que debía o no debía hacer...

Le observé mientras continuaba hablando con su habitual jovialidad. Reya...... Aquel hombre llevaba en mi familia desde siempre. Crecimos juntos sabiendo que mi destino era servir a la Gran Madre y el suyo servirme a mi. Así era, así debía ser. Y aunque esa familiaridad que en ocasiones se permitia en privado estaba fuera de lugar, era imposible dudar de su lealtad, de su devoción, de su saber estar en el mundo. Reya.....

Siempre conseguía dibujarme una sonrisa.

El gesto se me fue relajando a su voz, a su sonrisa traviesa... y aún así, lo firme de su negativa me seguía intrigando. Era un tema peliagudo, lo notaba. Reya estaba dando demasiadas vueltas para llegar a él.

Y por fin, reticente... habló. Hacía bien en dudar... Hizo aún mejor en hablar.

Tomé la taza de té para acercarmela a los labios mientras la mirada y la mente se me perdían más allá del cuerpo de Reya. Viajaban por las cristaleras, se enredaban en sus colores, en posibilidades, en teorías completamente ciegas... Ir a la puerta de Palacio? Irregular, muy irregular. Y sin embargo, el tono descrito parecía urgente, demasiado apremiante. Qué podía obligar mi presencia en aquel lugar? Sentía el cuerpo ahusarseme bajo la camisa; los músculos responder a la extraña sensación de hormigueo que ahora me recorría.El destino me acarciaba la espalda erizandome la piel.

-Preparame la ropa y la armadura- El tono fue grave, preocupado. Como preocupado se teñía de tormenta el azul de los ojos. Me pusé en pie engullendo el último trozo de queso al tiempo que recogía a Claíom con la izquierda. La mirada atravesó al hombre cortante, pero con un velo de agradecimiento y cariño cierto. – Ayudame. No debo llegar tarde.

Tenía una cita... pero con qué?

Destino.....

Notas de juego

Hacia Palacio

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25/11/2011, 18:42
Director

Con una respetuosa y sincera inclinación de cabeza Reya musita "Señora" y se pone manos a la obra. Sabes que no es dado a dejar la mesa sin recoger, pero sin duda atenderá antes cualquiera de tus deseos antes que preocuparse de sus manías. Con rapidez se dirige hacia el estudio donde están guardadas las armaduras y armas. Algunas son piezas legendarias, otras no. Reconoces la coraza de tu bisabuela, la maza de tu tía. He aquí la capa que lució tu madre y allá,  coronando la sala, el yelmo de la suya.

Con Claíom en la mano contemplas estas maravillas acompañada tan solo del sonido que hace Reya al preparar la que es tu armadura, una espectacular composición decorada con los distintivos del Reino y de tu gran nombre. Listo ya todo, sale Reya de la habitación. Oyes sus pasos que se alejan y, aunque no puedes verle, sabes que está entrando en tu habitación. Casi puedes percibir las lejanas vibraciones de la cómoda al abrirse para sacar tu ropa, la más cómoda.

Pocos minutos pasan hasta que Reya vuelve. Tú esperas lista, completamente desnuda, esperando que empiece el más sagrado de los rituales en esta casa. El joven te viste con calma y, aunque es un hombre, sabes bien que no hay hambre en su mirada en sus ojos, sólo deber. Intuyes sus inclinaciones (del mismo modo que él sabe de las tuyas), pero sabes que aún estando equivocada Reya nunca se atrevería a tan siquiera pensar por un instante en su Señora de otra modo que el que exigen los estrictos códigos del deber.

Te coloca las ropas con cuidado pero te deja a ti la armadura. Sabe que no es trabajo de hombre colocar la armadura de una guerrera, y sólo te ayudará si sabe que lo necesitas. Te contempla desde la distancia, admirado por la grandeza de la sangre que corre por tus venas.

Una vez lista, con Claíom envainada, sales de la casa de tus Madres. Te diriges con el paso decidido hacia la plaza del Palacio, atravesando las avenidas principales y dejando atrás a los ciudadanos de la capital ya despierta. No es un paseo largo: tu familia siempre ha estado cerca de la Corona y, por lo tanto, de la Reina.

Puedes distinguir desde la lejanía lo que será tu objetivo: hay una figura (una mujer sin duda) con armadura ante las escaleras que llevan a las puertas de Palacio. No es miembro de la Guardia Real ya que no lleva sus capas rojas y armaduras doradas, pero sin duda es miembro de los Ejércitos. Aceleras el paso con decisión, determinada a saber qué es lo que se precisa de ti.

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30/11/2011, 22:45
Badb Catha
Sólo para el director

La piel, desnuda, se tibiaba bajo las manos de Reya y la expectativa del día que nacía. Era casi excitante. La inquietud del mensaje, sentir el tacto del uniforme sagrado de las Mujeres de Armas en mi piel, disfrutar de su tela suave, de su historia... de su grandeza.

La armadura no hizo más que aumentar esa sensación. La acomodaba despacio, casi lujuriosa, ondeando a cada una de las piezas que se amoldaban a mi cuerpo, solicitas, mientras yo me espigaba orgullosa... Orgullosa en mi propia casa, ajena de cualquier ojo. Mucho más aún, cuando pisé la calle.

Recorrí el camino con andar firme. Altivo de la insginia de mi pecho, de la que reinaba en mi frente tallada en filigranas de plata. Y aún avancé más rápida al distinguirla en la escalera.

-Que tus días y tu acero sean largos para servir a la Tierra... -la voz fue suave y firme, la mirada, afilada como la espada que me pendía de la cintura, la recorrió un segundo para anclarse en sus ojos. - Que la Ilustrísima Matriarca y las Grandes Madres te iluminen los pasos...

Fue una inclinación leve del cuerpo, nunca de la mirada, que permanecía orgullosa en ella. Me demoré unos segundos esperando su respuesta, gesto formal. No me delataría aún...

No sabían quién me esperaba, no sabía por qué me buscaban. No sabía... que me deparaba el destino.

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08/12/2011, 19:38
Director

--NOTA: Si no quieres leer el ladrillaco, sustituye todo hasta el siguiente diálogo por "entras en Palacio y te lleva a la habitación" :S --

La Soldado se hincha con orgullo ante tus palabras y se lleva la mano diestra con el puño cerrado al corazón en un solemne saludo. Su guantelete retumba contra la coraza, un sonido cómplice que en vosotras significa a la vez metal contra metal y el latir de un corazón que lleva vivo varias generaciones.

-Que las Grandes Madres y aquellas que portaron tu nombre velen sobre tus días y tus noches -responde con una voz sorprendentemente suave dada su corpulenta figura-. Sígueme, Babd Catha; te están esperando.

La Soldado se permite tutearte porque es de un rango superior. No la habías visto nunca (vastos son los Ejércitos de su Majestad, ¡maldita aquella que pueda conocer y reconocer a todas!), pero sus distintivos te indican que es una mujer de rango superior. Te supera en edad, pero su andar fuerte y sus movimientos decididos indican que no ha sido todavía relegada a las nimias tareas a las que se dedican aquellas grandes Soldados una vez acabados sus años de servicio.

Entráis en el vasto palacio acompañadas por el resonar de vuestras pisadas. La embriagadora fragancia de los inciensos te acaricia con júbilo al entrar en el descomunal vestíbulo principal. Esta habitación, en cuyo centro se erige orgullosa una estatura de la monarca regente, tiene varios pisos de altura y está iluminada por una cascada de color filtrada por las espectaculares vidrieras de unas claraboyas en el techo. En ellas se cuenta la historia de las mujeres de Naarii, de su alzamiento y de la construcción de su gran Imperio Libre. Todas estas bendiciones llueven sobre la estatua de la Reina, empapándola con la sabiduría de los años e iluminando su camino para que sean sus pasos firmes y consecuentes. Te recuerda a la sala principal de la casa de tu Madre, por supuesto muchísimo más modesta en comparación.

A vuestros pasos se han unido también los de algunos criados de palacio que deambulan de aquí para allá en sus quehaceres diarios, en ocasiones acompañados por Esclavos. Incluso aquí, entre los muros del más hermoso edificio de Naarii, cada cual sabe su lugar. Y es que es el palacio real un microestado donde los criados defienden con fiereza una posición que pueden tardar años en conseguir.

Vuestros pasos no son lo único que rompe el solemne silencio del vestíbulo, pues de las alturas llegan también los cantos de una capilla situada varios niveles más arriba. No llegas a distinguir las palabras, pero conoces la melodía y sabes que se trata de la canción que habla de los incendios que devastaron el Círculo y de la sabiduría y bondad de las Emperatrices y Reinas que lo reconstruyeron una y otra vez.

Miras a la Soldado con sorpresa cuando esta te lleva escaleras arriba, por los pasillos principales. Nunca has ido por este camino en el Palacio, siempre has permanecido en los niveles inferiores donde has asistido a numerosas reuniones de estrategia y consejos de los Ejércitos de Su Majestad. ¿Por qué te están llevando a los niveles superiores, donde claramente sólo las Generales tienen asuntos que despachar?

No puedes comentar tu inquietud pues giráis a la derecha, entrando en un descomunal pasillo de grandes columnas similar a algunos templos. El techo abovedado tiene ricos frescos que te encantaría contemplar pero que sabes que debes ignorar. La nave central del pasillo es mucho más alta que las laterales, sin abovedar pero adornadas con complejos tapices. En dichas naves hay varias puertas dispuestas en intervalos iguales hasta donde alcanza la vista, todas ellas con escaleras que suben o bajan de manera alternada. Para bien o para mal, la Soldado ha abandonado la nave central y se dirige hacia una de ellas.

Subes por la escalera, sorprendentemente estrecha en comparación con el espacio que acabáis de abandonar y en el que penetráis: se trata de una sala circular de bastante altura y alargados ventalanes. Debéis estar en una de las torres circulares del Palacio. El corazón te late con fuerza. Ninguna Soldado debería estar aquí, al menos no alguien con tu rango. ¿Qué esperan de ti? ¿Para qué te han traído.

La Soldado que te ha acompañado adopta una postura firme y agacha la cabeza.

-Ilustres Señoras, os traigo a Badb Catha -dice con severidad.

El corazón te late con más fuerza todavía, pues distraída como estabas en el estudio de la habitación has obviado la presencia ya no de una, sino de tres Consortes del Imperio en la misma. Notas como un sudor frío empieza a bajarte por el cuello. No conoces a dos de las Consortes (¿deberías?), pero a la tercera, que es también la más anciana, sí: es Tanita Fisaake, una de las mujeres más poderosas de todo el Reino, conocida tanto por sus cabales juicios como por sus severos castigos.

-Catha -dice Tanita Fisaake con una voz que poco tiene que ver con la fragilidad de su apariencia-, acercáos, Señora.

Las tres mujeres están sentadas cada una en un enorme diván de un color rojo aterciopelado. Hay varios espacios más para sentarse, incluida una silla de especiales cuidados en la que sabes que sólo puede y debe sentarse una mujer en todo el Reino. Evidentemente, permanece vacía.

-No nos dejaremos llevar por los formalismos, Catha. Es el nombre de tu madre uno que llevas con orgullo, del mismo modo que ella llevaba con honor el nombre de su madre, a la que tuve la fortuna de conocer cuando yo era mucho más joven y estúpida.

Por las muecas de otra de las Consortes puedes adivinar que no todos los miembros de la Corona aprueban los exabruptos de Fisaake.

-La Corona necesita vuestro nombre y vuestro acero, Catha. Necesita la valentía de una Soldado de brillante carrera con mucho camino por delante y de una mujer decente, con aspiraciones y con honor -continúa hablando con seriedad-. Pero sobre todo, la Corona necesita tu discreción; y tu silencio.

Te estremeces al oír sus últimas palabras pues en ellas hay claramente una amenaza velada. "Habla, Badb Catha, y tu nombre no será nada", dicen también esas palabras. Las otras dos Consortes del Imperio asienten ante el apunte de Tanita mientras te miran con seriedad. Repentinamente, Fisaake te hace una pregunta que te deja completamente fuera de juego por lo inesperado e inusual de la misma.

-¿Qué sabéis del Bastión Azul, Catha? ¿Qué opinión os merece?

Deberás medir tus palabras, pues hasta el más insensato de los hombres sabe que a menudo hay poca inocencia tras las preguntas de una Consorte del Imperio.

Notas de juego

Pero sobre todo: tranquilidad, que no te va a pasar nada xDDDDDDD

Hija, lo siento, me he dejado llevar. Perdón por el ladrillaco, si te aburren mucho, dímelo y lo acorto; me estoy dejando llevar por la intro para meteros en el ambientillo. Se lo he dicho a los demás, os estoy dando muchos nombres, trasfondo, etc. No lo intentes retener TODO porque no te va a servir de NADA :P Es eso: trasfondo. Nada más. Tranquila que yo te diré lo que es importante.

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29/12/2011, 21:52
Badb Catha
Sólo para el director

El camino me había deslumbrado. Cada paso, cada luz, cada baldosa del suelo se me antojaba una nueva pregunta, un velo caído hacia la imagen que sería mi destino. Y sentía el corazón latirme con una fuerza que amenazaba con fracturarme las costillas. Creí que nunca podría latir más fuerte.

Me equivocaba.

Me había acercado a ellas erguida, orgullosa y fuerte, para agachar la cabeza en profunda reverencia  al llegar a la cercanía distante y respetuosa que debía mantener. Y tan solo fue cuando la Ilustre Señora Tanita habló de mi madre, de mi abuela, del orgullo de mi sangre, tan solo entonces, el azul acerado de mis ojos se alzó como una espada resplandeciente.

Oh, sí... La voz de la gran Madre pronunciando mi nombre, el nombre de mi Madre, había provocado un estallido bajo mi coraza. Me había sonado tan rotundo, tan épico, tan grandioso; su sonoridad en aquella sala me había rodeado de tal manera, que el orgullo pareció ceñirme y empujar fiero sobre mi esternón. Era un dolor físico. Era un dolor majestuoso. Un trueno que sacudía mi torax que, acosado ya por el corazón desbocado, retumbaba y me atronaba los sentidos. Y por un segundo soñé. Soñe grandezas y batallas y honores que sabía aún no me había ganado. Y por un segundo temí. Temí profundamente a su voz y sus preguntas cuando, sintiendo la gargata seca y la espalda helada y humeda llegó el turno de mi voz.

-Ilustrísimas Señoras... - Cuidado Badb.. Cuidado. Mi voz me sonó extraña. Mucho más firme de lo esperado. Mucho más adulta, teniendo en cuenta que me sentía como una niña de 6 años recitando una lección mal aprendida. - Poco sé del Bastión Azul, Ilustrísimas. Apenas ecos de historias perdidas o cuentos que se cuentan a las niñas en las noches de tormenta. Solo leyendas que no estoy segura de que merezcan el crédito suficiente para resonar en lo glorioso de estas paredes.

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09/01/2012, 17:17
Director

Fisaake asiente, complacida, y no puedes evitar ver por el rabillo del ojo que las otras Consortes también están satisfechas con la respuesta que has dado a la incómoda pregunta.

-En efecto, Señora, no son ni la sombra de la verdadera historia -dice Tanita Fisaake-. El destacamento ahí presente hace una gran labor por proteger a todo el Reino de los bárbaros del Paaranikaa, pero pocas saben la función tan importante que desempeñan. Un trabajo en las sombras condenado al olvido pero que cuenta con la aprobación de todas las Grandes...

Hace una pausa y tose un poco. Puedes ver que, a pesar de tratarse de una mujer recia, no deja de ser eso: una mujer, con achaques y problemas, como las demás. Como tú. Como tu madre. Tan grande, y a la vez tan sencilla...

-El Bastión está comandado por Evrik ta Fa, una de las más prometedoras Soldados de los Ejércitos de Su Majestad, a quien las Grandes iluminarán incluso si el sol se extingue. Evrik ta Fa, desgraciadamente, ha sucumbido a las debilidades de los hombres y está encinta. Hansonburg lleva demasiado tiempo sin una Matrona, y el Bastión cuenta sólo con un Esclavo Sanador incapaz de atender a ta Fa. El Esclavo escribió al Círculo y a la Corona pidiendo ayuda urgente pues teme por la salud de ta Fa y del vástago que traiga a nuestro Reino.

Una de las Consortes extiende un sobre que Tanita toma con cuidado.

-La Corona ha escogido para esta delicada cuestión los servicios de una reputada Matrona de Vaanaari, Janaki Anala.

No se te escapa el resoplido de desagrado que suelta la otra Consorte. Parece claro que la Corona no mantiene una decisión unánime sobre la elección de Anala como la indicada para la tarea. Tanita la fulmina con la mirada y recupera la compostura. Todo esto dura menos de un segundo.

-La Matrona Anala partirá con la caravana que saldrá para el Bastión en una semana. Esta caravana está comandada por una Sierva de la Corona que, hasta vuestra llegada al Bastión, hablará como la Corona. Aquí están todas vuestras instrucciones, Catha, pero hay algo que debe recordar...

Hace una pausa y te mira con intensidad.

-Su prioridad es la vida de Evrik ta Fa y, por lo tanto, de Anala. Debe entender esto bien, Catha, pues de ello depende demasiado. Si se da la improbable eventualidad de tener que huir, huiréis con Anala, independientemente de a quién tenga que dejar atrás... incluida la Esclava. Si debéis correr durante días, así lo haréis. Si debéis llevar a Anala en brazos hasta las puertas del Bastión y caer fulminada a sus pies para que ella pueda llegar, así lo haréis. Evrik ta Fa no debe fenecer, y su vida depende de que Janaki Anala llegue sana y salva al Bastión Azul.

Tanita hace un gesto a un sirviente que esperaba a una distancia prudencial y le entrega el sobre sellado. Tras los formalismos pertinentes con la Consorte, el hombre se acerca y te entrega el papel musitando un "Señora" que aún así es perfectamente audible.

-No necesito especificar, supongo, que vuestro silencio es también de suma importancia para el correcto desarrollo de la misión. Podéis llevar un Siervo, si así lo necesitáis. Tenéis dos días para hacer preparativos, entonces un vehículo os llevará hasta la caravana. Podéis partir, Babd Catha.

Se pone en pie, al igual que las otras dos Consortes. A tu lado, la Soldado adopta una postura firme.

-Que la gloriosa luz de las Grandes Madres del pasado ilumine vuestro camino, Señora.