Partida Rol por web

Uxyr no sabría decir cuanto dinero podrían obtener por aquellos tesoros en Cadsandria, pero no hacía falta ser un experto en reliquias melnibonenses para saber que con aquella gran rueda de oro podrían comer y beber en abundancia durante varias vidas.

- No ha sido fácil, pero al final ha merecido la pena, comentó el argymiliano entre carcajadas, con su parte tendría suficiente para mostrarle al padre de su prometida, un codicioso comerciante, que su futuro yerno era un hombre rico y que podía darle a su hija una buena vida. Aquella sería la última aventura del veterano guerrero que pretendía ahora contarle sus batallitas a sus retoños cómodamente sentado en una silla mecedora a las puertas de su nueva casa con vistas a la bahía de Cadsandria.

Leyre pasó a la estancia tras los pasos del marino. Aun suspicaz por la magia de la luz, su curiosidad y su intuición tiraban de ella poderosamente. Una vez en la sala del tesoro sonrió. Sus ojos bailaban entre uno y otro objeto con avidez. Su cabeza hacia cuentas del valor de todo aquello. Se aseguró de morder cada pieza sospechosa de ser una baratija y de comprobar el brillo de cada gema al trasluz. Desde luego era un botín digno de un rey. Ese maldito hechicero estaba forrado.

—Amigos, esto es un nuevo comienzo para todos, aunque el Gran Mercader se vaya a llevar la mayor parte me temo.

Solo cuando estuvo segura dio una cifra a sus compinches.

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   Te tomas con calma y examinas lo que habéis hallado. Las cuatro túnicas melnibonesas están casi intactas, calculas que entre 100 y 200 GB... si encontráis un coleccionista de artefactos melniboneses, porque un sastre o mercader normal apenas os dará nada por ellas. Lo mismo para el tapiz del fondo, fácilmente podría valer 2000 GB con el mercader adecuado. Entre las túnicas, el tapiz, los restos de las armaduras de placas melnibonesas, las armas melnibonesas de la armería y la Gran Rueda de Oro (la moneda de oro que conmemora la coronación de un emperador) el mercader posiblemente se quedará razonablemente satisfecho.

   Dentro de la bolsa puedes contar 47 Dragones de Plata de Melniboné y 41 GO de la antigua Lormyr. Los dos sólidos brazaletes de plata... unos 3000 GB cada uno, el anillo de oro que tiene engarzado un ópalo de 40 quilates con semejante pedrusco puede valer unos 4000 GB.

   En la pequeña bolsa de cuero hay cinco pequeñas piedras preciosas en su interior. Un rubí de 19 quilates (1520 GB), una esmeralda de 11 quilates (770 GB), un ópalo de 7 quilates (350 GB), un topacio de 7 quilates (210 GB) y un zafiro de 10 quilates (600 GB)

   Dejando aparte la rueda de oro, Leyre cuenta las monedas de la bolsa, 47 relucientes monedas de plata melnibonesas, así como 41 monedas de oro, de la antigua Lormyr, según parece. Los dos brazaletes son de plata, el anillo... de oro con un ópalo engarzado de 40 quilates. En la bolsita hay cinco pequeñas gemas, a saber; un rubí de 19 quilates, una esmeralda de 11 quilates, un ópalo de 7 quilates, un topacio de 7 quilates y un zafiro de 10 quilates. También mira por encima el tapiz y las túnicas.

Tras hacer recuento mental un par de veces, la ladrona encaró a los demás.

—Vale, socios. Aquí hay más bronces de los que he visto nunca —alcanzó a decir algo sobrepasada—. El Principe Mercader supongo que se quedará con todo lo que huela a Menlibone. Debería quedarse satisfecho con las túnicas, el tapiz, las piezas de la armería y la Rueda de Menlibone. Son artículos de coleccionista —aclaró—. Calculo que, dejando fuera los artículos melniboneses hay más de treinta mil bronces a repartir en monedas joyas y gemas.

Sonrió satisfecha. Era una suma capaz de comprar un barco mercante tarkeshita de 3 toneladas de carga.

La debilidad del Vilmiriano hizo que, después de las primeras ayudas para encontrar los escondites del tesoro y llevar las primeras cosas afuera, se dedicase a descansar dejando el peso de la contabilización al resto de sus compañeros.

Le agradó escuchar las palabras de Leyre sobre el montante del tesoro pues eso indicaba que las dificultades pasadas habían merecido la pena y que las heridas con las que saldrían de allí tanto Uxir como el mismo, no habían sido en vano. Echó un vistazo a Uxir que también se mostraba complacido por ello al igual que el resto de compañeros.

- Cuando decidáis llevamos todo para afuera. dijo mostrándose resuelto a ayudar en dicha tarea.

Niranna se admiró de las palabras de Leyre. Sin embargo, ahora llegaba el difícil momento de mantener la sangre fría y evitar que la riqueza quebrase las lealtades. También seguían los monstruos aquellos fuera, no había que olvidarlos.

—No comencemos a tocar las campanas. Cuanto antes salgamos de aquí, mejor.

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   Poco a poco, sacáis lo que se puede aprovechar de la torre a un campamento a una distancia prudencial de la torre, aunque para ello hay que hacer varios viajes.

   Aunque sin duda aún quedan simios alados y se siente su malignidad, o por lo menos su odio, no parecen realizar un ataque directo en tanto que observan que pinta que no se va a ocupar sus nidos.

   Tras ir saliendo, y tras recoger todo lo adecuado, montáis campamento y pasáis la noche en la jungla sobre el acantilado algo alejados de la torre y de la densa maleza. Amanece sin más rutina que las guardias nocturnas y los ruidos de los animales en la noche, nada se ha acercado al campamento.

   Las heridas no han ido a peor, y es oro de organizarse para la vuelta.

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El tesoro allí acumulado haría palidecer a muchos nobles. De aquí saldríamos enormemente ricos, a menos que nuestro contratista se quedara con todo y solo nos diera las migajas, que era lo común. Tras dar varios viajes al exterior, llevamos todas las cosas al campamento que habíamos adecuado en el exterior, al lado del acantilado. Nadie nos molestó por la noche, ya que hicimos allí un merecido descanso, ni otro grupo de aventureros ni ninguna criatura de la selva o de la propia torre. El destino nos sonreía esta vez y ya era hora de ir volviendo a cobrar por nuestros servicios a la ciudad... Tal vez en breve tuviera mi propio barco y fuera el capitán de muchos hombres y mujeres valientes, sedientos de grandes aventuras.

La mañana amanecía llena de esperanza desde lo alto del acantilado. Habían mirado a la muerte de cara y habían sobrevivido. El tesoro, convenientemente empaquetado, descansaba a sus pies. Confiaba en que el mercader cumpliera su palabra. Un trato era un trato y se iba a embolsar una suma elevada en objetos de su interés, a costa de casi nada. La brisa marina le revolvió el cabello cobrizo tras la nuca mientras ella cerraba los ojos. Por fin sentía que su suerte comenzaba a cambiar. 

La ladrona hinchó lo pulmones y cantó. La Tonada del Pescador tenía una melodía triste y llena de nostalgia que hablaba de una tierra costera y del calor de sus gentes sencillas. La voz de la mujer no era angelical, pero las notas estaban en su sitio y era fácil dejarse llevar.