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Las Hojas Caen en Otoño

Escena II - La Fortaleza Perdida

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17/05/2013, 17:46
Leroi Llyfren

-"No podemos luchar en el patio- dijo de repente Leroi, tras mirar todo el lugar, como si una idea hubiese venido rápidamente hacia su cabeza- son demasiados y a pesar de frenarlos, tarde o temprano acabarían con nosotros, pero dentro de la fortaleza...en un lugar estrecho su numero no vale nada, como lo había dicho el montaraz"-

Miro a todos los presentes antes de soltar a Livia y comenzar a dar ordenes, armados de un valor habitual en el, algo que sus hombres conocían, era el tono de su voz cuando entraban en batalla:

-"Usad el árbol en llamas para encender otras hogueras, hay que bloquear la puerta de la cual venimos y las dos grietas de la izquierda y la derecha, eso nos dará tiempo para avanzar dentro de la fortaleza, nadie debe quedarse aquí salvo que quiera perecer! Deprisa!"- tras decir eso el mismo Leroi volcó un pequeño carro sobre una de las grietas antes de tomar una madera y bañarla en fuego proveniente del árbol antes de arrojarla contra los maderos a fin de comenzar una pequeña hoguera, sin embargo aun faltaba hacer mas... 

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19/05/2013, 12:36
Director

Era la hora de la verdad. Para los Blackford, para los Llyfren. Había demasiadas preguntas en el aire, y ninguna respondida. Al menos, no con lógica. Pero aquella noche no estaba siendo lógica desde ningún momento.

Como una sola familia, las dos Casas se dividieron en dos grupos: unos se arriesgarían en las profundidades oscuras de la fortaleza; otros, batallarían con sangre y acero en el patio para dar tiempo, aunque fuera poco. Leroi dirigiría el combate del exterior, pero solo brevemente. Tras años estudiando las artes de la guerra en los libros de la biblioteca de Altobastión, sabía que permanecer en el patio sería una misión suicida.

Usad el árbol en llamas para encender otras hogueras —decía el noble. Su rostro sudaba ante la tensión del momento, cerca del árbol en llamas—. Hay que bloquear la puerta de la cual venimos, y las dos grietas de la izquierda y la derecha —a su lado, Anna siguió las indicaciones de su Señor. La muralla derruida de Piedranegra tenía una abertura al este, y otra al oeste, por donde ella y Thomas habían llegado. Los ojos de la montaraz se desviaron al líder de la guardia, que se dirigía con pasos seguros hacia el umbral oscuro del castillo. Las palabras de Leroi volvieron a atraer su atención—. Eso nos dará tiempo para avanzar dentro de la fortaleza. ¡Nadie debe quedarse aquí salvo que quiera perecer! ¡Deprisa!

Anna y Darren prendieron sus improvisadas ramas, dirigiéndose rápidamente a una y otra grieta. Fargus, herido, se movió lentamente tras ellos, cogiendo todas las ramas y hojarasca que pudiera reunir. Greta y Livia se quedaron con Finn y Edweir; los asustados pequeños se agarraban a sus piernas, sin saber qué hacer. La mano de Lady Llyfren acarició los cabellos del escudero de su hermano, intentando transmitirle una paz que ella no sentía.

Martin Blackford observó la escena, con las manos en sus estiletes. El nuevo Lord tragó saliva, pensando en cómo habían llegado a esa situación. Vio trabajar a las dos Casas rivales juntas, en aquella fortaleza maldita donde comenzó el antagonismo entre ellas. Y supo que, aunque el Invierno se acercase, quizás no todo estaría perdido. Vio cómo Leroi localizaba los restos de un carro y, sin dudarlo, lo ayudó a empujarlo para bloquear la entrada principal. Mano a mano, trabajaron juntos, Lord junto a Lord, antes de incendiar la madera con el fuego convocado por Elaine. Mirando a los lados, se dieron cuenta de que sus compañeros habían logrado prender modestas hogueras en las fisuras de las murallas.

Era todo lo que tenían.

Llegaron en ese momento, casi inesperadamente a pesar de que los esperaban. Los primeros engendros atravesaron las llamas de las tres entradas como gigantes imparables, prendidos por aquel fuego invocado. Una flecha de Anna se clavó en el pecho de uno de ellos, inútilmente. Como seres ígneos, aquellas cosas cruzaron el patio en busca de sus vidas, pero fueron deshaciéndose a cada paso. El carruaje logró frenar al grupo principal un poco más, pero no fue suficiente. Armas en mano, Leroi, Martin y Darren retrocedieron, cubriendo al sastre malherido, a la arquera, a la dama, a la escudera y a los niños. Greta sacó su arma, temblorosa, e interpuso su cuerpo entre aquellos monstruos y los dos pequeños que se cubrían tras ella. Llevados por el miedo, Finn y Edweir agarraron cada uno un cascote del suelo, y lo lanzaron contra aquellos gigantes en llamas. Golpearon el hombro de un ser de armadura dorada, y el brazo cedió, cayendo al suelo tan muerto como su amo. Otra saeta cruzó el aire, clavándose hábilmente en el hombro contrario con tal puntería que los hilos estallaron, rotos. El gigante sin brazos se tambaleó más cerca del grupo. Darren giró su espada, listo para atacar con acero y antorcha, pero la mano de Leroi lo detuvo. La mirada del joven lo dijo todo: era hora de huir. Con más y más enemigos entrando en el patio, la posición estaba perdida.

Girándose, todos entraron en Piedranegra, corriendo, con los guerreros cerrando la marcha. Livia había recogido la antorcha de Anna, iluminando el camino, pero la exploradora la empujó a un lado para liderar la huida, con sus sentidos expertos listos para lo que fuera que los esperaba dentro.

El pasillo era estrecho, lleno de cascotes y telarañas. La luz de las antorchas de Darren y Livia alumbró el pasadizo, con todas las habitaciones laterales cegadas por derrumbes de antaño. A veces, el pasillo por el que huían se cortaba, con grandes piedras bloqueando el camino, pero siempre había algún pasaje lateral para seguir avanzando hacia las profundidades de Piedranegra. Y siempre, siempre, se oían los pesados pasos de los gigantes tras ellos. Aunque el techo de algunas zonas estaba medio derruido, lo cual frenaría a aquellos altos seres durante unos segundos, sabían que estaban atrapados en aquel lugar con el peligroso enemigo.

Minutos después, sentidos como horas para ellos, el pasadizo empezó a descender. El camino giraba y giraba, bajando en círculos. Anna miró atrás, viendo que todo el grupo aún la seguía; los ojos de todos mostraban la misma sensación que ella sentía, pero nadie quiso poner palabras a la angustia. Los jadeos por la huida resonaron en las paredes, negras por el fuego del pasado, iluminadas por el fuego del presente. Darren, que cerraba la marcha, instó al grupo a no detenerse, mientras Fargus apenas podía contener el dolor en su vientre.

Entonces, llegaron a las profundidades de Piedranegra, y fueron golpeados por un terrible hedor. Algunos se taparon las narices, y otros tuvieron arcadas. Allí, en aquella enorme cueva, una montaña de cadáveres habían sido amontonados, unos sobre otros, sin ningún respeto. Eran cientos y cientos de cuerpos en diverso estado de putrefacción; algunos habían muerto aquella misma noche, otros, años atrás. Los huesos se mezclaban con la carne pútrida, elevándose en un montículo horrendo que, casi como una escalera, ascendía desde la entrada a la cueva hasta el trono.

Abriéndose, el grupo se dio cuenta de que allí estaba el resto de su gente. Los otros Llyfren y Blackford se habían detenido junto a los primeros cuerpos de aquella escalinata asquerosa de brazos y piernas, de cráneos y costillas. Algunas ratas se movían entre cabezas y torsos, royendo entrañas sin importarles la presencia de aquellos humanos.

Cuando las palabras resonaron en la estancia, la atención de cada uno de los presentes regresó al trono que se elevaba sobre aquella montaña de cadáveres, a unos cincuenta metros de penoso ascenso de ellos.

Bienvenidos de nuevo a nuestro hogar, mis queridos hijos —sentada sobre un trono de huesos, una mujer exhibía lo que pretendía ser una sonrisa. Numerosas antorchas iluminaban la enorme cueva, exponiendo los rasgos muertos de la Dama. En vida había sido bella, muy bella; tanto que incluso la muerte era incapaz de robarle los últimos retazos de su hermosura, percibida por su presencia, no por su horrible físico. Su cabello, deshilado, caía como una mata canosa y poco frondosa sobre unos hombros huesudos, enmarcando un rostro delgado, extremadamente delgado, sin labios pero de ojos inusualmente violetas. Sus pechos, apenas ocultos por un vestido de seda hecho andrajos, colgaban flácidos a pesar de su pequeño tamaño. El vientre de la mujer mostraba diversos cortes, cerrados por puntadas de hilos. Sus piernas y sus brazos apenas eran huesos con carne, lechosa y blanda.

Venid junto a mí, queridos —siguió, con voz rasposa. Su mano derecha, de dedos finos y uñas largas como garras, hizo un gesto en el apestado aire—. Mi preciosa Livia, cuánto has crecido. Te pareces mucho a mí, cuando tenía tu edad. Y tú, Leroi, eres todo un hombre ya. Tienes el pelo de tu padre, ¿sabes? Oh, Elaine, tú conservas la mirada de mi primera hija. ¡Qué hermosa estaba correteando por el patio de Piedradorada! Martin, sin embargo, es clavado al primer hijo que perdí aquella noche —el rostro de la Dama se torció con tristeza, como si fuera a llorar, pero ninguna lágrima podía surgir de aquellos viejos ojos—. Aquella noche, cuando os matasteis como vulgares animales furiosos. Ha pasado mucho tiempo, pero sigo recordando aquella noche…

Pasos pesados se mezclaron con los lamentos de la mujer. El cuerpo de la Dama se convulsionó levemente, mientras la fortaleza parecía retumbar con la cada vez mayor cercanía de los gigantes. No tardarían en llegar.

Madre está triste, queridos. Venid con ella —la Dama abrió los brazos, esqueléticos—. Dadme un abrazo de buenas noches…

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19/05/2013, 12:37
Director

Era la hora de la verdad. Para los Blackford, para los Llyfren. Había demasiadas preguntas en el aire, y ninguna respondida. Al menos, no con lógica. Pero aquella noche no estaba siendo lógica desde ningún momento.

Como una sola familia, las dos Casas se dividieron en dos grupos: unos se arriesgarían en las profundidades oscuras de la fortaleza; otros, batallarían con sangre y acero en el patio para dar tiempo, aunque fuera poco. Leroi dirigiría el combate del exterior, pero solo brevemente. Tras años estudiando las artes de la guerra en los libros de la biblioteca de Altobastión, sabía que permanecer en el patio sería una misión suicida.

Usad el árbol en llamas para encender otras hogueras —decía el noble. Su rostro sudaba ante la tensión del momento, cerca del árbol en llamas—. Hay que bloquear la puerta de la cual venimos, y las dos grietas de la izquierda y la derecha —a su lado, Anna siguió las indicaciones de su Señor. La muralla derruida de Piedranegra tenía una abertura al este, y otra al oeste, por donde ella y Thomas habían llegado. Los ojos de la montaraz se desviaron al líder de la guardia, que se dirigía con pasos seguros hacia el umbral oscuro del castillo. Las palabras de Leroi volvieron a atraer su atención—. Eso nos dará tiempo para avanzar dentro de la fortaleza. ¡Nadie debe quedarse aquí salvo que quiera perecer! ¡Deprisa!

Las órdenes se perdieron al fondo mientras entraron en el castillo abandonado, unos en busca de un fantasma del pasado, otros en busca de un antiguo maestre, otros en busca de respuestas y venganza por los agravios cometidos. Adran y Barkas habían improvisado unas antorchas, prendidas en el árbol quemado por Elaine, para iluminar la marcha, guiada por Thomas y cerrada por Duncan. Ninguna sabía qué les esperaba dentro.

El pasillo era estrecho, lleno de cascotes y telarañas. La luz de las antorchas alumbró el pasadizo, con todas las habitaciones laterales cegadas por derrumbes de antaño. A veces, el pasillo por el que huían se cortaba, con grandes piedras bloqueando el camino, pero siempre había algún pasaje lateral para seguir avanzando hacia las profundidades de Piedranegra. Y siempre, siempre, se oían extraños ruidos aquí y allá. El techo de algunas zonas estaba medio derruido, haciéndoles temer lo peor; Emir puso especial atención a aquellas zonas, con sus ojos y oídos expertos atentos a un posible y mortífero derrumbe. Elaine, callada y seria, siempre miraba adelante.

Minutos después, sentidos como horas para ellos, el pasadizo empezó a descender. El camino giraba y giraba, bajando en círculos. Thomas miró atrás, viendo que todo el grupo aún la seguía; los ojos de todos mostraban la misma sensación que él sentía, pero nadie quiso poner palabras a la angustia. A ambos lados, las paredes se presentaban negras por el fuego del pasado, iluminadas por el fuego del presente. Darren, que cerraba la marcha, instó al grupo a no detenerse, mientras Barkas apenas podía contener la tensión por encontrar al traidor de Qyburn. Adran, a pesar de la fea herida del cuello, no se quejaba, avanzando martillo en mano.

Entonces, llegaron a las profundidades de Piedranegra, y fueron golpeados por un terrible hedor. Algunos se taparon las narices, y otros tuvieron arcadas. Allí, en aquella enorme cueva, una montaña de cadáveres habían sido amontonados, unos sobre otros, sin ningún respeto. Eran cientos y cientos de cuerpos en diverso estado de putrefacción; algunos habían muerto aquella misma noche, otros, años atrás. Los huesos se mezclaban con la carne pútrida, elevándose en un montículo horrendo que, casi como una escalera, ascendía desde la entrada a la cueva hasta el trono.

Abriéndose, el grupo apenas oyó el sonido de la carrera que sonaba tras ellos: el grupo que había luchado en el patio los había alcanzado, lo cual no podían ser buenas noticias: el patio había sido tomado, y pronto aquellos gigantes los encontrarían allí. Pero por ahora, a pocos pasos de los primeros cuerpos de aquella escalinata asquerosa de brazos y piernas, de cráneos y costillas, ninguna dijo palabra alguna. Varias ratas se movían entre cabezas y torsos, royendo entrañas sin importarles la presencia de aquellos humanos.

Cuando las palabras resonaron en la estancia, la atención de cada uno de los presentes regresó al trono que se elevaba sobre aquella montaña de cadáveres, a unos cincuenta metros de penoso ascenso de ellos.

Bienvenidos de nuevo a nuestro hogar, mis queridos hijos —sentada sobre un trono de huesos, una mujer exhibía lo que pretendía ser una sonrisa. Numerosas antorchas iluminaban la enorme cueva, exponiendo los rasgos muertos de la Dama. En vida había sido bella, muy bella; tanto que incluso la muerte era incapaz de robarle los últimos retazos de su hermosura, percibida por su presencia, no por su horrible físico. Su cabello, deshilado, caía como una mata canosa y poco frondosa sobre unos hombros huesudos, enmarcando un rostro delgado, extremadamente delgado, sin labios pero de ojos inusualmente violetas. Sus pechos, apenas ocultos por un vestido de seda hecho andrajos, colgaban flácidos a pesar de su pequeño tamaño. El vientre de la mujer mostraba diversos cortes, cerrados por puntadas de hilos. Sus piernas y sus brazos apenas eran huesos con carne, lechosa y blanda.

Venid junto a mí, queridos —siguió, con voz rasposa. Su mano derecha, de dedos finos y uñas largas como garras, hizo un gesto en el apestado aire—. Mi preciosa Livia, cuánto has crecido. Te pareces mucho a mí, cuando tenía tu edad. Y tú, Leroi, eres todo un hombre ya. Tienes el pelo de tu padre, ¿sabes? Oh, Elaine, tú conservas la mirada de mi primera hija. ¡Qué hermosa estaba correteando por el patio de Piedradorada! Martin, sin embargo, es clavado al primer hijo que perdí aquella noche —el rostro de la Dama se torció con tristeza, como si fuera a llorar, pero ninguna lágrima podía surgir de aquellos viejos ojos—. Aquella noche, cuando os matasteis como vulgares animales furiosos. Ha pasado mucho tiempo, pero sigo recordando aquella noche…

Pasos pesados se mezclaron con los lamentos de la mujer. El cuerpo de la Dama se convulsionó levemente, mientras la fortaleza parecía retumbar con la cada vez mayor cercanía de los gigantes. No tardarían en llegar.

Madre está triste, queridos. Venid con ella —la Dama abrió los brazos, esqueléticos—. Dadme un abrazo de buenas noches…

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19/05/2013, 12:40
Director

Notas de juego

Todos debéis hacer una tirada de Constitución con dificultad 8, especialidad Resistencia. Los que no la superen, apenas podrán hacer este turno algo más que vomitar y/o toser y/o quedar atontados por el olor de los cadáveres. Haced la tirada antes de escribir, o durante, e interpretarlo en vuestro turno.

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19/05/2013, 12:52
Martin Blackford
- Tiradas (1)

Motivo: Constitucion

Dificultad: 8

Tirada (3): 3, 6, 1

Guardados (3): 6, 3, 1

Total: 10, Éxito insignificante

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19/05/2013, 13:04
Barkas

Barkas dio gracias por su entrenamiento en la ciudadela, que lo habia acostumbrado al olor de los cadaveres. Aun asi, aquello era casi insoportable y hubo de luchar para contener las arcadas.

- Tiradas (1)

Motivo: con

Dificultad: 8

Tirada (3): 4, 1, 3

Guardados (3): 4, 3, 1

Total: 8, Éxito insignificante

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19/05/2013, 13:15
Martin Blackford
Sólo para el director

El hijo que perdió... ¿Mi hermano? Pienso en cuanto menciona eso la mujer y trago saliva. Si esa mujer estaba loca... si esa mujer sabía todo... en seguida descubrirían que no era Martin Blackford. Que Martin Blackford se fue hace años siendo sustituído por mi, su hermano gemelo perdido.

Tengo que tener cuidado.... esto es jugar con fuego.

Medito y pienso en todas las personas que estaban al tanto.... del asunto. Pero luego me tranquilizo, sólo mi hermano y el antiguo Lord Blakford sabían del plan. Y ahora estaba muerto. Era imposible... que aquella mujer desvelara nada.

 

Notas de juego

Estos son los pensamientos de Martin internos. Luego escribo todo lo que pueden leer los demas ^^

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19/05/2013, 13:25
Thomas
- Tiradas (1)

Motivo: Constitución

Dificultad: 8

Tirada (6): 1, 5, 2, 6, 4, 4

Guardados (4): 6, 5, 4, 4

Total: 19, Éxito increible

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19/05/2013, 13:35
Edweir Lyon

El olor le golpeó como una bofetada y notó como el sabor de la bilis le subía por la garganta y le hizo inclinarse hacia el suelo, pero tras las primeras arcadas pudo aguantar, no sin dificultades, la indescriptible peste que emanaba de aquellos cadáveres.

- Tiradas (1)

Motivo: Constitución

Dificultad: 8

Tirada (3): 1, 6, 4

Guardados (3): 6, 4, 1

Total: 11, Éxito insignificante

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19/05/2013, 15:43
Darren

Darren se sintió aliviado cuando vislumbro algo de luz. Deseaba llegar a la nueva estancia y debido a esto pidió al resto que no se detuvieran pues los gigantes les pisaban los talones.

Poco a poco el grupo cruzo el umbral llegando a una nueva estancia. Aquello no era lo que esperaba el caballero... Estaba acostumbrado a la miseria de la guerra y aquellos cuerpos y su hedor apenas le afectaron. Aunque cuando se fijo mas pudo ver algunos blasones de la casa Llyfren. Sin duda algunos de los soldados que no habían regresado a Altobastión después del asalto a la aldea se encontraban allí, al menos lo que quedaba de ellos.

Ser Darren permanecía absorto observando los cuerpos de sus camaradas cuando la voz femenina retumbo en las paredes. Al mirar al trono que allí se erguía el caballero contemplo un  cadáver parlante, era una monstruosidad que debía ser erradicada, pero antes debían ocuparse de otras cosas.

-Debemos buscar algo para bloquear esta entrada. Dijo Darren mientras señalaba al lugar por donde habían entrado. Ya vienen. Añadió.

- Tiradas (2)

Motivo: Constitución

Dificultad: 8

Tirada (4): 3, 5, 3, 4

Guardados (4): 5, 4, 3, 3

Total: 15, Éxito considerable

Motivo: Percepción

Dificultad: 0

Tirada (4): 2, 3, 5, 1

Guardados (4): 5, 3, 2, 1

Total: 11, Éxito increible

Notas de juego

Tiro percepción para ver si veo algo con lo que bloquear la puerta por donde entramos. Algo que después se pueda pender.

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19/05/2013, 15:54
Livia Llyfren
- Tiradas (1)

Motivo: Constitución

Dificultad: 8

Tirada (2): 6, 6

Guardados (2): 6, 6

Total: 12, Éxito insignificante

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19/05/2013, 16:02
Anna Valerious

- Tiradas (1)

Motivo: Constitucion-Resistencia

Dificultad: 8

Tirada (4): 4, 3, 3, 5

Guardados (3): 5, 4, 3

Total: 12, Éxito insignificante

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19/05/2013, 17:25
Livia Llyfren
Sólo para el director
- Tiradas (7)

Motivo: Observación. Salidas, Ventilación, otros detalles.

Dificultad: 0

Tirada (3): 6, 2, 4

Guardados (2): 6, 4

Total: 10, Éxito increible

Motivo: Percepción. Detectar mentiras, Qyburn.

Dificultad: 0

Tirada (3): 4, 5, 5

Guardados (2): 5, 5

Total: 10, Éxito increible

Motivo: Ingenio. Lógica. Cadaveres.

Dificultad: 0

Tirada (3): 5, 4, 3

Guardados (1): 5

Total: 5, Éxito considerable

Motivo: Observación. Salidas, Ventilación, otros detalles.

Dificultad: 0

Tirada (4): 5, 4, 2, 2

Guardados (3): 5, 4, 2

Total: 11, Éxito increible

Motivo: Percepción. Detectar mentiras.

Dificultad: 0

Tirada (4): 4, 6, 6, 5

Guardados (3): 6, 6, 5

Total: 17, Éxito asombroso

Motivo: Obersvar, buscar rastro de Qyburn.

Dificultad: 0

Tirada (4): 3, 1, 1, 1

Guardados (3): 3, 1, 1

Total: 5, Éxito considerable

Motivo: ngenio. Lógica. Cadaveres.

Dificultad: 0

Tirada (5): 1, 2, 4, 3, 4

Guardados (3): 4, 4, 3

Total: 11, Éxito increible

Notas de juego

Las tres primeras tiradas me he confundido. Solo valen las 4 ultimas. 

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19/05/2013, 17:30
Elaine Ríos
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Motivo: Percepción

Dificultad: 0

Tirada (3): 6, 5, 5

Guardados (3): 6, 5, 5

Total: 16, Éxito asombroso

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19/05/2013, 17:46
Emir "Almahueca"
- Tiradas (1)

Motivo: constitución

Dificultad: 8

Tirada (3): 3, 6, 4

Guardados (3): 6, 4, 3

Total: 13, Éxito considerable

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19/05/2013, 18:54
Thomas

El olor a podredumbre estaba por toda la sala. Los cadáveres amontonados sin ningún decoro era algo que ya había visto Thomas. Aún lo recuerda como si fuera ayer, después de cada batalla debía realizar la indigna tarea de apilar los cada vares previo saqueo de sus objetos valiosos. Todo eso después de llorar a sus caídos e incluso a veces debía aliviar el sufrimiento de algún pobre desgraciado.

-¡PUM,PUM!-

El ruido de las pisadas hizo girar instintivamente la cabeza de Thomas. Debían de hacer algo o sería sorprendidos por los gigantes. El caballero trató de pensar algo pero la idea no surgió. Sin tiempo para frustrarse de repente de entre las sombras y sentada en un trono de hueso una tétrica anciana habló a los presentes. Hablaba a los señores como si de hijos se tratasen, para el caballero era algo desconcertante.
Trato pensar que demonios estaba pasando.

¡PUM,PUM!

Esta vez el ruido fue mas fuerte, mas cercano y por tanto mas aterrador. Thomas desesperado trató de pensar en algún modo de solucionar lo que se avecinaba. Y de repente Darren habló, el valioso guerrero siempre tenía brillantes ideas. Ahora solo tenían que buscar algo con que taponar la entrada.

!PUM,PUM¡

Rápido, pensaba Thomas. No disponían de mucho tiempo, pero no parecía que hubiera nada en la sala que sirviera para taponar entradas, excepto quizás los cadáveres. La imagen de un joven caballero quemando los cuerpos de los enemigos caídos en la batalla volvió a venir a la mente del caballero, ahora adulto.

!PUM,PUM¡

-Buena idea Darren-gritó Thomas-Se que parece una locura-continuó gritando -Pero debemos de usar los cadáveres para taponar las entradas, rápido de dos en dos id cogiendo los cuerpos y llevándolos hasta formar un muro que impida su entrada-

!PUM,PUM¡

-Ademas tienen la ventaja de ser inflamables-se dijó así mismo Thomas

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19/05/2013, 19:24
Director

Notas de juego

Aparte de los cadáveres (y tus compañeros xD), no ves nada qué quemar o para bloquear la entrada.

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19/05/2013, 19:35
Darren
Sólo para el director

Notas de juego

Uhh... compañeros... ¡Seguro que esos Blackford arden bien! Y el herrero esta bien fornido, podría servir.

No des ideas xDD

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19/05/2013, 19:50
Livia Llyfren

Livia, con la antorcha en mano, se adentraba con todos en el gran castillo de sus antepasados, en tiempos mejores llamada Piedradorada. A pesar de conocerlo y pasear por sus alrededores en busca de plantas medicinales y otros frutos, nunca se había adentrado a las oscuras profundidades de Piedranegra.

A medida que descendían el hedor comenzaba a percibirse. Pero fue cuando ante ellos se mostró la gran montaña de cadáveres amontonados, cuando el olor a putrefacción les golpeó. Livia, instintivamente, al verlo se giró hacia su hermano, con las manos tapándose nariz y boca. El aire estaba tan viciado, por el hedor, que era casi imposible inspirar una pequeña bocanada. De repente, Livia recordó algo, soltó su antorcha al escudero y buscó sulfurada entre su saquito colgado del cinto. Sacó dos bolsitas aromáticas que solían llevar las damas de la nobleza. Se las llevó a la nariz, y finalmente respiró. La otra bolsita se la entregó a su hermano. 


Se volvió a girar y contempló la deshonra de aquellos cadáveres no cremados con los ritos de los siete. En la cúspide de la montaña humana estaba su antepasada, una horrenda imagen a la que Livia no pudo reprimir una mueca de repugnancia.
Con lentos pasos se acercó, colocándose delante del grupo, quería verla mejor. –Querida Alyssa – hizo una pausa, algo parecía haberse movido entre los cadáveres, quizás fuera una rata. Continuó andando, ignorándolo.- Estamos aquí para unirnos, como antaño, madre.


Livia estaba jugando con su papel, pero sobre todo tenía la esperanza de encontrar la salida, el olor debía de estar ventilado, por una salida.

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19/05/2013, 20:17
Leroi Llyfren
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Motivo: Constitución

Dificultad: 8

Tirada (3): 3, 4, 4

Guardados (3): 4, 4, 3

Total: 11, Éxito insignificante