Partida Rol por web

   Asentí a las palabras de Haakon con un brillo seguro en mis ojos. Una sonrisa lobuna apareció en mis labios. En efecto, debíamos contar con los dioses. Pero desde el funesto comienzo de nuestra aventura, los dioses siempre parecen habernos sonreído. No... no es precisamente eso. Nosotros nos hemos  sobrepuesto, siempre hemos salido de los atolladeros en que los dioses nos han metido. Siempre hemos superado sus pruebas. Esta era una prueba más, y sentía que sería una dura prueba. Para muchos, la prueba de sus vidas.

   - Estaré a tu lado, jarl Helga. Y al tuyo, Siggy... siempre. - Aseguré. 

   Pronto mi cabeza empezó a pergeñar alguna idea con la que sorprender a Olaff y sus hombres.

Las völvas se han reunido y pronto sus profecías han corrido de boca en boca. Y nadie sabe que va a pasar.

Thor luchando contra Loki. Esa es la imagen que se ha repetido una y otra vez. Y aún con todo, pese a lo indescifrable del mensaje, la jarl Helga está convencida de que la luz vencerá a la oscuridad sin duda. Los guerreros se preparan y vosotros habéis hecho lo propio.

Los exploradores vuelven a menudo, advirtiendo de una gran columna de hombres con todos los pertrechos de guerra listos que se acercan, ordenados y con calma, pero sin descanso, hacia el poblado donde residís y que tímidamente comenzáis a considerar vuestro hogar. Uno de ellos ha sido Harald que os informa de que una niebla parece rodear a la columna en todo momento, incluso cuando luce el sol. Algo extraño tiene.

Haakon ha dedicado el tiempo a consultar a los dioses y a preparar mentalmente a las gentes que siguen a Helga para la batalla que puede demostrarse vital y definitiva.

Uhtred practica con la espada con varios guerreros, mientras Erik no para de golpear el acero caliente una y otra vez hasta caer rendido en su lecho cada noche, preparando tantas armas como puede.

La lucha está cercana.

Y un día, por fin, llega.

Los exploradores han vuelto. Un claro cercano será el lugar donde los ejércitos podrían combatir. Es momento de moverse y de tomar posiciones. El sol aún está bajo.

Los guerreros y todo aquel que no se queda defendiendo a aquellos que esperarán en el poblado avanzan tras la jarl que marcha en primer lugar a caballo. La mayoría váis andando, con la armadura, el escudo y vuestras armas. El miedo atenaza los músculos de las gentes, muchos de ellos no van a volver con sus seres queridos.

Por fin, los bosques dan paso a claros, cada vez mayores, hasta llegar a aquel en el que os espera vuestro enemigo. Olaf tiene una gran fuerza flanqueándole, muchos guerreros terribles, algunos conocidos para vosotros. Su mirada es feroz. Pero casi os da más miedo la neblina alrededor de su grupo.

Todos formáis y os ponéis en posición. La batalla va a comenzar.

   La hora de la verdad ha llegado. Junto a otros muchos guerreros camino hacia nuestro destino. A mi alrededor puedo observar en los rostros una miriada de sentimientos. Desde la más absoluta paz hasta el terror más primitivo, pasando por la locura homicida de aquellos que buscan la muerte propia y la de sus enemigos. Pero en la inmensa mayoría veo determinación. La determinación de defender su hogar, su hogar y a la jarl que durante tanto tiempo les ha provisto. Seamos sinceros, el honor, el amor y la lealtad son sentimientos que engrandecen a cualquiera, pero el estómago y el bienestar de los tuyos es más importante que esos ideales. Y Helga ha sabido proteger a su gente, administrar sus tierras y darles prosperidad. Por eso es por lo que, seguramente, muchos luchen.

   - Siggy... ¡Siggy! - Troté buscando la cascada trenzada de cabellos dorados y esos ojos azules, profundos y gélidos como las aguas de un glaciar. - Algunos están asustados. Alineadles en mitad, si están en la retaguardia y huyen quedaremos vendidos por ese lugar. - Susurro a Siggy. Mi corazón late como siempre que cruzo una mirada o unas palabras con esa mujer. Quiero vencer. Quiero matar a Olaff, mi tío. Pero ante todo quiero verme digno ante toda esta gente, ante Helga y ante su hija. Sonrío a Siggy y para despedirme palmeo el cuello del caballo de Helga, cruzando una mirada con aquella extraordinaria mujer. Entonces troto buscando a mis hermanos. - ¡Haakon! ¡Erik! ¡Harald! Hoy es el día... ¡Los dioses nos sonríen! ¡Hermanos mirad! - Señalé en el cielo el vuelo de dos aves, dos aves de alas negras y profundos graznidos. Dos cuervos. - Los dioses nos observan. Venceremos, y si no lo hacemos... Nos veremos en el Valhalla. Todo este tiempo... ha sido un honor combatir a vuestro lado, sangrar por vosotros y junto a vosotros. - Les tiendo el brazo para estrechárselo a cada uno de ellos y,cuando lo hacen, les rodeo en un fraternal abrazo. Quizá sea la última vez que les vea. - Yo iré delante... ¡quien sabe quien se podrá fijar en mi! - Bromeo con una risa jactanciosa que, no obstante, acompaña un claro rubor de mis mejillas.

   Durante el trayecto, camino al lado de mis hermanos. Mi corazón sigue galopando como un caballo desbocado, y una punzada de tristeza recorre mi alma. Esta es una batalla en la que Arn y Torstein el viejo, sin duda, habrían querido participar. Pero ellos ya tuvieron su batalla. Murieron luchando y hoy haré honor a su sacrificio. "Volveremos a vernos, viejos." pienso al alzar una plegaria a los dioses. Ya llegamos al campo de batalla, y me sorprende la niebla que rodea al ejército enemigo.

   - Haakon... Esta niebla no me gusta...

   Pero suenan los cuernos. Los guerreros hacen chocar sus armas y sus escudos y yo me apresuro a llegar a la primera linea de combate. ¿Dónde lucharán Erik, Haakon y Harald? ¿Dónde lucharán Siggy y Helga? Busco a estas últimas para posicionarme lo más cerca posible de ellas, por si durante el combate necesitasen ayuda.

- Thor luchando contra Loki - Cuanto más tiempo pasaba más vueltas le daba a aquella predicción de las volvas, y más me exhasperaba. Sabía que no estaba comprendiendo todo su significado, pero una parte mía había esperado algo más claro que simplemente la confirmación de una batalla. Durante un tiempo intenté consultar por mí mismo a los dioses, pero no obtuve respuesta; parecía claro que preferían mantenerles en la ignorancia deliberadamente.

No pasó mucho hasta que por el pueblo se extendió la misma inquietud que compartía, pero por mucho que quisiera abandonarme a los lamentos no podía ver como los guerreros de Helga perdían poco a poco la fe en su jarl y en los dioses. Durante gran parte de la angustiosa espera recorrí las casas anunciando que nadie tenía que temer, puesto que Odín reconocería la justicia en los actos de Helga y la valentía y justa venganza de Siggy, concediéndoles sin duda la victoria.

Finalmente llegó el día señalado para la batalla. Sin duda Olafsson había reunido un gran numero de hombres; sentí un escalofrío al pensar que entre ellos estarían mi antiguo jarl con sus propios guerreros; pero igual de terrorífico era la extraña neblina que les cubría como un manto frío y espectral. Por un confuso instante casi creí escuchar una voz como un susurro olvidado que quisiera advertirme de algo, pero para cuando salí de aquél trance no recordaba sus palabras, y solo conservaba una profunda sensación de desesperanza.

La advertencia de Uthred no me dejó impasible, había algo tétrico en todo aquello. Pero como había hecho antes con los demás guerreros, sabía que mi labor era aliviar los temores de Uthred para que no dudase en la batalla - No temas, amigo mio, porque si Olafsson necesita de sombras y artimañas para plantarnos cara significa que no está tan seguro de su victoria como pueda parecer. - Antes de que Uthred se adelantara a la primera fila de combatientes le retuve, y frotando los dedos sobre tierra rojiza que había recogido del lecho del río hacía una semana dibujé sobre su casco un tosco símbolo muy familiar, el Aegishjalmur. - No es como las runas de una volva, pero te protegerá. Ahora ve y reclama tu gloria. -

Como cada mañana, Erik se levanto, engullo su pedazo de cecina matutino acompañado de una generosa procion de queso de cabra y un largo trago de cerveza oscura. ¡Que bien estar vivo!

Toda su vida habia trabajado duro, toda su vida habia pagado con sudor y sangre lo bueno que le habia tocado recibir. Hoy era un día más y sin embargo, no lo era ni remotamente.

Hoy era el dia para el que habia trabajado toda su vida. Las horas de martillo y yunque habian conformado su musculatura. Del entrenamiento junto a sus hermanos, habia perfeccionado su manejo de las armas en combate.

Hoy era el dia del juicio. Hoy los ases nos evaluarian y Odin mandaria a sus valkirias a por el, alguno de sus hermanos o todos ellos. ¡Que gran dia si todos sus hermanos se reunieran con los amigos caidos para festejar junto a Thor y los demas!

Aun asi, la pesadumbre no lo avandonaba. No habia nada en la muerte que lo asustara, estaba preparado para enfrentarla y abrazarla si era preciso. Desde mucho antes de jurar con sangre su hermandad, hubiera dado su vida por la de sus hermanos de armas, mas aun, desde que lo juro en publico.

Su unica preocupacion, su hija, creceria sola si caia hoy. Sin padre, sin madre... Pero los dioses son buenos, tendria una tia que la cuidaria como si la hubiera parido y un tio que destriparia una miriada de terrones por poner alimento en su plato.

No, si hoy era el dia de morir, no habia nada de lo que preocuparse. Es mas, moriria contento, defendiendo a su familia. ¿Que honor mas grande que morir acero en mano por defender a quienes quieres?

Se encamino a la pared donde colgaban sus armas, primero se enfundo su armadura, no habia nada malo en morir en combate, pero mejor matar que morir, sin duda.

Se colgo el escudo a la espalda y se ato el tahali de la espada, comprobo que salia suavemente de la vaina, y tanteo el filo con sus encallecidas manos, si, sin dua serviria para su proposito.

Quedaba su hacha por ser tomada, su arma predilecta, su herramienta de muerte por antonomasia. Nueva, forjada por el mismo en la fragua de la Jarl Helga. Esta es la herramienta que he de empuñar hoy, penso. herramienta que fue forjada por y para este dia.

De esa guisa salio al exterior, sonriendo al notar el helor matutino. La tension se mascaba en el ambiente, sus vecinos igual que el, salian de sus hogares, algunos ansiosos, otros resignados, todos convencidos. Hoy defenderian su hogar, hoy matarian por defender lo que era suyo y si no, moririan por lo mismo.

Cuando llego donde se estaban reuniendo sus vecinos, escucho las imprecaciones de Uthred. Que cabron, penso, pretende llevarse la gloria para el solo.

-Eh, cachorro de vikingo escualido, me apuesto mis botas nuevas a que mi hacha se cobrara mas victimas que tu espada. Ire contigo en vanguardia, hermanito, pero no te pongas delante. Ya sabes que aqui mi amiga de acero y roble, una vez se pone en movimiento, no para.

Antes de que os déis cuenta, los ejércitos ya han formado y cada uno de vosotros habéis tomado posición.

Haakon se mantiene en reserva con una Ishild posicionada apenas unos pasos por delante en la retaguardia. El resto de guerreros que salisteis de Heiðabýr acompañáis a Helga y Siggy a la vanguardia donde esperáis poder destrozar a vuestros enemigos.

En vuestras frentes, los símbolos defensivos que os ha dibujado Haakon os fortalecen el espíritu, haciéndoos más confiados. La niebla del frente, sin embargo, no parece desaparecer.

En el cielo, el sol brilla, pero de alguna manera hay una oscuridad espectral en el ambiente que tiñe todo de tonos mucho más oscuros. Y entonces suenan los aullidos. Aullidos de lobo. Aullidos reconocibles. Pronto, de entre los árboles de los bosques comienzan a salir decenas de lobos. Pero no son lobos normales. No. Sus pieles son negras y sus ojos rojizos. Un escalofrío recorre vuestros espinazos al reconocer a las bestias. Pensábais haberlas dejado atrás pero todo parece tomar sentido ahora. Los guerreros golpean sus armas contra los escudos en ambos lados intentando darse valor. No todos lo van a conseguir.

Todos cargan en ambos lados, la batalla se decidirá en el punto en el que ambos ejércitos colisionen en un muro de escudos. Los que más rápido se mueven son los lobos que, desde los flancos, hostigan a vuestro ejército. Aunque la mayoría no consigue penetrar y vuestras filas se mantienen firmes, incluso ganando terreno, unos pocos lobos consiguen penetrar. Uno se planta frente a Haakon. Éste se transforma en un humano para tu sorpresa. Os miráis, sabedores de que un duelo entre vosotros ha empezado.

Otro lobo consigue coger a Ishild por sorpresa, mordiéndola. Sin embargo, la mujer que ha pasado por cosas peores se recompone y se pone en posición de combate.

En el muro de escudos del frente, los avances y retrocesos se suceden. La jarl Helga os grita órdenes que parecen efectivas, mientras ella misma empuja con su escudo, pues vuestro lado avanza. Aunque aquí y allá se abre alguna rendija que, a veces, permite entrar a algún oponente.

Erik se ve empujado lejos del muro que se cierra tras su hueco dejado y se encuentra, frente a frente con un guerrero que le reta. El herrero ha recibido algunas heridas, pero puede continuar pese a todo. Los demás, se mantienen firmes, recibiendo algún tajo aquí y allá o algún golpetazo. Por el momento, váis ganando.

El guerrero se pone en posición de combate. Antes de que te des cuenta, sus rápidos movimientos le llevan a estar muy cerca de ti. Peligrosamente cerca.

Lanza un estocazo, pero éste se estrella en tu escudo con poco esfuerzo por tu parte. Es el momento de devolverle el favor a tu nuevo "amigo".

La batalla resulta un lugar extraño para ti, pues el mundo se ha simplificado a tus ojos. Sólo estáis tu enemigo y tú. Nada más.

Quizás confiado o quizás por haber previsto un golpe más fuerte por parte de tu adversario, lo cierto es que tu postura no resulta cómoda para lanzar un hachazo con comodidad y tal y como y hiceras tú con su ataque, tu oponente detiene el tuyo sin mayor problema.

Aprovecha para lanzar su segunda estocada que es detenida de nuevo sin mayor problema por tu escudo. El combate parece algo parado entre vosotros.

-Hueles igual que si un animal cubierto de mierda se hubiera ido a morir sobre tu cara... ¿Has estado metiendo la cabeza en el culo de alguien? Ven, tengo aqui mismo la solucion a tus problemas de olor.

Ya había estado en batallas antes, pero ninguna como aquella. Una marea de lobos y hombres incomprensiblemente unidos como un ejército de fuera de este mundo.

Antes de darme cuenta, algunas de aquellas bestias habían logrado atravesar las filas de guerreros y comenzaban a atacar allí donde podían, hasta que uno de ellos abandonó su forma lobuna para transformarse en una figura humana, encapuchada y cubierta por una túnica tan peluda como el animal que era antes. En aquél momento ya no podía sentir sorpresa alguna, tan solo una intensa y desbordada frustración - ¡¿Porqué?! - aquella pregunta sinsentido brotó con desesperación de mis labios al tiempo que sacaba un cuchillo como mi última esperanza de defenderme; desde que hubiera pedido incansablemente la bendición de los dioses para aquella batalla durante noches enteras el cansancio se había apoderado de mi, y a duras penas tenía fuerzas para alzar la voz pidiendo su ayuda una vez más.

El hombre recibe un hachazo cuando menos lo esperaba. La sangre chorrea por tu hacha. En sus ojos se muestra la sorpresa por el impacto. Esa sorpresa pronto se convierte en odio. Sus ojos brillan de rabia y sus dientes se aprietan, casi pareciendo que vayan a partirse.

Cogiendo impulso, el hombre carga contra ti. Esta vez no consigues esquivar ni parar el ataque de tu oponente. Por suerte para ti, tu armadura para la mayor parte del daño.

Tu ataque, quizás por los nervios, quizás por tu poca maña con las armas, se salda con un estrepitoso fracaso. Tu arma no llega a acertar a tu oponente que sonríe con sorna.

Su ataque, al contrario que el tuyo, sí que impacta y notas la sangre salir de tu pecho.

La sonrisa de tu oponente se ancha. Recuerdas que lanzaste protecciones para todos. Para todos menos para ti. Habiendo intentado defenderte, tu enemigo aprovecha tu defensa para volver a atacar.

Su segundo ataque, sin embargo, es fácilmente esquivable.

-Cuando era niño, tuve una mascota. Era una rata asquerosa la verdad. ¿Pariente tuya? Veo el parecido, mismo aliento putrido, mismo pelo grasiento, joder, debía ser hermana tuya mínimo.