Partida Rol por web

Las palabras salen de tu boca sólo para que se las lleve el viento. Pues la reacción de tu oponente es rápida como la de un roedor, que clava su arma en tu abdomen.

Es tu turno. El combate está siendo pausado, con muchos errores, pero poco a poco, la sangre se acumula en el suelo.

La visión de mi propia sangre derramándose por la túnica me dejó estupefacto por un momento. Desde que salimos de Hedeby habíamos pasado por momentos penosos y graves humillaciones, pero fue solo en aquél momento cuando sentí la muerte tan próxima que recordé con total claridad la promesa que me hice al abandonar mi aldea natal; que debía vivir para honrar el sacrificio de mi padre y enmendar mis errores. ¿Cómo podía hacerlo si me agazapaba temeroso? ¿Cómo iba a hacerlo si me dejaba matar en semejante momento cuando otros aún dependían de mi ayuda?

Un vigor insospechado nacido de la frustración y arrepentimiento acumulados durante años invadió mi cuerpo, moviéndose casi por si mismo, blandiendo el cuchillo con furia contra el brujo-lobo que representaba mis miedos y errores pasados. - ¡NO! - grité; las palabras salían de mi boca antes incluso de pensarlas al tiempo que lanzaba estocada y puñaladas a diestro y siniestro - ¡Ya hace tiempo que pagué por mi error! ¡Desapareced ahora, y para siempre! -

La sorpresa en los ojos de tu oponente cuando tu hoja se clava con brutalidad en su pecho te hiela la sangre. De su boca sale un ruido tenue, pero que brota que violencia; aire mezclado con sangre que le ahoga por dentro.

Sus movimientos se vuelven más lentos, pero no puede huir. No. Su arrojada incursión entre las filas enemigas puede haber sido un error, pero no hay posibilidad de volver atrás. Es matar o morir.

Sus intentos, se saldan con un fracaso.

-¡Saco de pústulas, rata sarnosa, cagarruta de cabra, moco de babosa, morro de cerdo! ¡Eres un dechado de virtudes! ¡Ven, que te arreglo el morro! Erik descarga su afilada hacha con toda la ira que el miedo de que alguien haga daño a su hija y demas seres queridos ha insuflado. El hacha busca el escudo, busca quebrar el tablazon, busca hacer resonar el umbo metalico, cercenar el brazo que lo porta. Busca la ruina de su oponente, ruia que empezara con la perdida de su escudo.

El hacha hace una curvatura en el aire y se clava con brutalidad en el escudo que el pobre desgraciado que tienes enfrente intenta, inútilmente, parar con éste. El filo del hacha astilla violentamente la madera y la mano de tu oponente se queda desnuda de protección.

Desesperado, intenta un ataque que es fácilmente esquivado por ti.

Sintiendo la sangre caliente corriendo por mis venas, y envalentonado por haberle devuelto el golpe al brujo, continué lanzando estocadas y cuchilladas abandonando mi anterior prudencia, la posibilidad de ser derrotado ya ni siquiera cruzaba mi mente.

Observas que tu segundo hachazo vuelve a acertar, dejando a tu oponente prácticamente destrozado. No aguantará mucho más, pero aún así intenta atacarte a la desesperada. Su ataque falla por poco, advirtiéndote de que, pese a todo, tu oponente aún es peligroso.

Tus ataque fallan, pero también los suyos. Volvéis al punto inicial.

Os ponéis en posición y tu oponente vuelve a atacar. Su hoja te pasa rozando, pero no llega a impactar.

Lanzo un hachazo diagonal, de derecha a izquierda, de abajo arriba. Trato de golpearlo y de que el hacha siga adelante, con intencion de lanzar un segundo golpe demoledor en vertical.

El fragor de la batalla ya se había apoderado de mi. Las puñaladas continuaban por ambas partes, y sabía que solo terminarían cuando uno de los dos fuera definitivamente derrotado a manos del otro.

Ambos oponentes caen ante vuestras armas. Su vida ya estaba languideciendo, pero es en el último envite cuando se puede ver con mayor facilidad cuán derrotados ya estaban.

El combate continúa con los duelos ya vencidos. Es hora de seguir empujando.

Las tropas de Helga siguen empujando, haciendo que las de Olaf pierdan más terreno. Pero la batalla aún está lejos de terminar.

-¡Uthred! ¿Donde estas hermano? ¿Ya te has quedado rezagado? Ven a mi lado. ¡Avancemos codo con codo!

Contemplé cómo mi oponente caía sin vida como si se tratase de un sueño, pero no era el momento de dudar. Aún había más lobos sembrando el caos entre las tropas de Helga, y era mi deber ayudar a librarnos de ellos; aunque fuera con mi escasa aptitud con las armas.

   Mi brazo volaba y mi espada cortaba la carne de mis enemigos, y golpeaba el metal de sus armaduras o la madera de sus escudos. La lucha en un muro de escudos es una lucha cruel, una lucha en que los escudos chocan y los hombres empujan para hacer perder pie a sus contrincantes y aprovechar el descuido para rebanar, rajar o clavar sus armas en sus cuerpos. El espacio de maniobra es reducido, y aún lo es más cuando caen vencidos los cuerpos de los muertos. Entonces aparecen los lobos y las formaciones en algunos lados se rompen para luchar contra las bestias. Abriendome camino entre mis enemigos trato de llegar a aquellos flancos en los que el ánimo parece flaquear.

   - ¿¡REZAGADO!? ¡JA! ¡Intenta seguir mi ritmo, viejo! ¡Hay que mantener la unidad allí donde el vigor flaquea y acabar con estas malditas bestias! - Grito en respuesta a las palabras de Erik que, lejos de amedrentarme, me hacen luchar con mucho más arrojo y ahínco para acabar con más vidas de las que acaba el herrero. - ¡Venga viejo! ¡Tu arma está casi limpia!

-El gorrión hace burla al halcón... ¿Y eso porque iba a importarle al halcón? Pelea y deja de ladrar, cachorro insolente.

Haakon avanza hasta ponerse en posición con Ishild, donde el combate se recrudece. Ambos son heridos con diferente gravedad. Los lobos avanzan, colándose por cada hueco que ven entre las hordas de hombres y mujeres que pelean con bravura o desesperación.

El suelo comienza a empatanarse con la sangre de los caídos y muchos tropiezan al andar sobre cadáveres. Aquí y allá, los muertos cubren el terreno y las aves carroñeras ya empiezan a trazar círculos sobre vosotros, pacientes, esperando a que la batalla termine para darse un festín con los caídos.

Olaf grita órdenes desde atrás conjurando nuevas magias oscuras, pero vuestra tropa resiste una y otra vez bravamente los embites de vuestros enemigos y consigue avanzar. Si bien, cada paso cuesta muchísima sangre.

Erik y Uthred se encuentran en el campo de batalla. Se habían separado pero deciden combatir cerca, uno al lado del otro. Los oponentes caen ante sus armas, pero no sin pagar un precio en sangre por cada muerte que provocan.

Y entonces, los lobos detienen toda acción. Parecen petrificados y entonces su piel se vuelve más áspera y su tamaño se incrementa. Vuestra tropa retrocede asustada y el avance logrado se pierde en un santiamén.

Las tornas han cambiado. Comenzáis a perder.