Partida Rol por web

-Uthred, el valhalla esta lleno de valientes. Matemos a estos cobardes cabrones para que los atormenten los valientes mientras nos esperan alli. ¡Venid a probar mi acero! ¡Perros!

A cada segundo que pasaba la batalla se volvía más cruenta, la sangre de aliados y enemigos por igual bañaba mis ropas y mis pies. Ante nuestros ojos, los lobos que parecían haberse detenido se convertían ahora en bestias aún más temibles, mientras la figura de Olaf permanecía tranquilamente asentado en la distancia, impasible, organizando a sus tropas en la seguridad de su retaguardia.

Sabía lo que debía hacer, aunque la idea me aterraba, pero el combate contra el hechicero me había enseñado que tenía que afrontar mis miedos de frente y con todas mis fuerzas. Imbuido por un valor imprudente, avancé a través de la multitud hasta las entrañas de la batalla, con los ojos fijos en la imponente figura de Olafsson.

   Aquella batalla se estaba convirtiendo en una carnicería. A nuestro alrededor los gritos de los hombres valientes se habían convertido en quejidos de moribundos, en la duda de los guerreros cuyo valor les ha abandonado. Junto a Erik, mi espada corta la carne de guerreros y lobos por igual. Aquellos lobos salidos de los mismísimos infiernos. Pero a nuestro alrededor los guerreros no flaqueaban.

   - ¡No flaqueeis, hijos del norte! ¡Luchad! ¡Luchad hasta el último aliento! ¡Junto a nosotros están nuestros padres y hermanos, madres y hermanas que esperan que crucemos la puerta al Valhalla! ¡LUCHAD! - Gritaba para intentar infundir valor en los corazones de los guerreros que pudieran oirme. Entonces supe que algo habia que hacer.

   Busqué entonces la figura del líder. Sin su líder estarían perdidos. Había que cortarle la cabeza a la serpiente. Entonces vi cómo Haakon avanzaba. Parecía poseído por un valor endemoniado, haciendo caso omiso a los guerreros que tenía alrededor.

   - ¡Erik! ¡Hay que llegar hasta Haakon, acompañarle y protegerle! ¡GUERREROS! ¡CONMIGO! ¡Aprestaos juntos y avanzad a mi lado! - En cuanto dije eso empecé a avanzar, desee que Erik me acompañara y que no lo hiciera solo. Pero aunque solo sea junto a Erik, me abriría camino hacia Haakon. Al lado de un hombre santo como él, un hombre capaz de comunicarse con los dioses, estaríamos más cerca de alcanzar la gloria.

El combate continúa, con gran dolor por todos lados. Bernt es herido y sus heridas se ven cada vez peores. Harald combate a su lado, pero le cuesta aguantar. Ishild hinca la rodilla en el suelo, pero se resiste a claudicar y sigue combatiendo. La batalla está siendo horriblemente sangrienta, pero la mujer avanza con vosotros.

El thulr avanza por el campo de batalla, pero avanzar es cada vez más difícil y peligroso. El combate contra luchadores expertos resulta ser mucho más duro de lo esperado y el thulr cae al suelo lleno de sangre.

En vanguardia los dos guerreros Erik y Uthred sufren distintas suertes. El primero consigue abrirse paso entre los escudos y avanza hasta colocarse frente a Olaf. A su lado, el jarl que usurpó el trono de Uhtred y aquel que acusó a Haakon de brujería y que le desterró. Ambos sonríen con desdén. El usurpado, por su parte, recibe más daño del deseado y nota como las fuerzas le flaquean.

La mitad de vosotros habéis caído y rozáis la muerte. Y entonces algo en vuestro interior os fortalece. No mucho quizás, pero lo suficiente para terminar la batalla ahora que tenéis una oportunidad. Levantáis la mirada al cielo. La sombra parece desaparecer ligeramente y una tenue luz azulada os rodea. Os sentís más fuertes y vigorosos.

Por detrás vuestro el ejército de Helga vuelve a avanzar dejandoos vía libre para el gran combate. Varios thurls aparecen de entre los árboles del bosque. Son el origen de vuestra curación. No debéis desaprovecharla.

Creía que sabía donde me estaba metiendo, pero al adentrarme en la zona más cruda de la batalla me di cuenta de mi error. Varias cuchillas me atravesaron antes siquiera de que me diese cuenta, y en pocos segundos me encontraba en el suelo incapaz de levantar un solo dedo. Todo se oscurecía a mi alrededor y sabía con certeza que aquél era mi amargo final. Sin embargo ¿cómo era que en la muerte de pronto podía ver con más claridad? e incluso parecía recobrar fuerzas y las heridas parecían menos dolorosas.

Apenas alcé la cabeza un instante cuando me di cuenta de lo que había ocurrido. Hubiera gritado de alegría, pero apenas se me habría escuchado en medio del alboroto general. Solo había un modo en que podía compensar la ayuda que me habían prestado, pensé mientras recogía mi cuchillo ensangrentado antes de continuar corriendo hacia las filas más avanzadas, redoblando mis propios esfuerzos por ganar aquella batalla.

   La suerte estaba echada. Al final mis compañeros estaban a mi lado y habíamos logrado abrirnos camino hasta nuestros objetivo. Allí estaba Olaff, y a su lado sus lugartenientes. Entre los que estaba mi tío. Mis labios se curvaron en una mueca de satisfacción y le señalé con la punta de mi espada. Yo estaba herido, él quizá no. Pero eso no marcaría ninguna diferencia, tal era mi valor y el deseo de sangre y venganza.

   - ¡MUERTE! - Grité al tiempo que golpeaba con la hoja plana de mi espada el escudo varias veces.

Apenas podéis ver por el rabillo del ojo como Ishild y Haakon corren por el campo de batalla para unirse a vosotros cuando el combate comienza.
 

La rabia del momento ha alcanzado su punto más álgido. Es todo o nada. Y sólo los dioses saben cómo va a terminar todo.

Tal y como empezásteis hace ya muchos meses, sentís la cuchilla de las hilanderas lista sobre los hilos de vuestras vidas. ¿Qué hilo será cortado? Eso no lo sabéis, pero pronto se resolverán todas las dudas.

Los lobos parecen ir cayendo poco a poco, pero su aura negra sigue presente. Tanto a Haakon como a Harald un nudo les atenaza el corazón. Ya lo tienen claro. Saben de sobra quién se les aparecía en sueños, quién ha estado detrás de las desgracias de su vida. Y por fin podrían vengarse.

Olaf es el más rápido en reaccionar pero, para vuestra sorpresa, se toma su tiempo. Saca su arma de su vaina, una hermosa espada, y mientras con la mano derecha la sujeta, pasa la mano izquierda sobre la espada que pronto comienza a arder, convirtiéndose en una espada de fuego.

-¡Tu! Nuestro enemigo. Por fin nos vemos cara cara, no habra una segunda vez, no nos volveremos a encontrar sobre la faz de la tierra.

Todo a mi alrededor era un confuso mar de espadas y hachas mientras avanzaba entre los combatientes, nunca perdiendo de vista mi objetivo, a Olaffson, que ya se encontraba enzarzado en una dura refriega con Erik y Uthred empleando poderes que nunca había visto antes.

Por fin estaba frente a mi tío. Frente al hermano de mi padre, Sven. Frente al hombre que, taimado y cobarde, hizo que sus hombres mataran a mi padre, a mis hermanastros y a mi madre. Frente al hombre del que mi abuelo tanto me había hablado, y que me había descrito tantas veces que ahora le reconocía como si le hubiera estado mirando toda mi vida. 

   Mi corazón galopaba alocado, con un furor semejante a cuando yaces con una mujer. Mi respiración se entrecortaba. Ansiaba la sangre cálida de mi tío correr por la hoja de mi espada. Y casi me lanzo al combate, pero me obligo a ser frío. A pensar con la cabeza. Observo mi adversario y avanzo al trote hacia él, siguiendo el ímpetu con que mi amigo Erik ataca a su adversario. Yo, mucho más pausado, busco en las defensas de mi tio un punto débil en el que golpear. 

   Como una serpiente, lanzo mi espada hacia un punto desprotegido de la armadura de mi tio con el fin de penetrar el acero y hacer el mayor daño posible.

El ataque alocado de Erik contra Olaf falla, teniendo este que hacer simplemente un ligero movimiento de cadera para evitar el embite del herrero. Su arma arde en su mano derecha, lista para ser usada prontamente.

Por su parte, el noruego Uthred intenta asestar un golpe mortífero a la parte menos protegida de su tío que, si bien se ve sorprendido, lo desvía con su arma en el último momento. Sus ojos reflejan la sorpresa y su sonrisa socarrona pronto se difumina de su cara. Sus dientes se aprietan, listos para atacar.

Hjalti se pone en posición de defensa, listo para contener a Harald, mientras Bernt corre hacia Olaf con su hacha en alto. Sin embargo, antes de que alguno de estos actúe, Olaf de Vestfold se lanza sobre su sobrino y su espada experta consigue llegar a impactar, aunque el daño, gracias a la protección de Haakon se queda en un rasguño.

Hjalti intenta esquivar el ataque de Harald, que intenta tener más suerte que su compañero Bernt (quien ha fracasado en su intento), pero el arma encuentra su objetivo y Hjalti pierde sangre por primera vez en el combate.

El arma de Olaf sigue cogiendo un tono rojizo, lleno de calor y fuego. Erik tiene una nueva oportunidad.

Erik sonrie a Olaf. Ya no importa el resultado, si ha de morir, lo hara cumpliendo su objetivo, como un guerrero, como un hombre. Ira al Valhalla, donde se reunira con su esposa y sus amigos y parientes ya caidos. Solo resta dañar cuanto sea posible al odiado enemigo, para que si ha de caer, que su caida ayude a vencer a sus hermanos.

De algún modo fui capaz de atravesar la intensa refriega en pos de alcanzar a mis compañeros. Allí estaban, Olafsson con una brillante espada llameante, combatiendo contra Erik con una indiferencia que rozaba el desprecio, como si apenas le supusiera un esfuerzo.

- ¡Olafsson! - grité para llamar su atención - No se que clase de pacto hayas hecho para obtener poder ni cual sea tu objetivo, pero todo termina aquí. Que la voluntad de los dioses nos conceda la fuerza necesaria para detenerte. -

   Olaff había desviado mi espada. Pero había sido en el último segundo. Y la expresión de la cara de mi tío auguraba la sorpresa del adulto que, temeroso, ve que puede ser superado por el joven. Andamos en círculos, midiéndonos. Mi sonrisa se ensancha a pesar del golpe que recibo, pero he logrado resistir y lo que podría haber sido un corte limpio, me ha hecho solo un rasguño. Signo inequívoco de los dioses están conmigo. Con nosotros. Pero no quiero echar toda la carne en el asador, no por el momento. Por eso sigo estudiando a mi tío, paciente y metódico hasta que encuentro otro punto débil en sus defensas.

   Después de unos segundos midiéndonos, vuelvo a arremeter contra las defensas de mi tío, queriendo de nuevo abrir un hueco en sus defensas.

Los ataques de Erik y de Uthred fracasan. Es el turno del resto.

Hjalti ataca a Harald. El espadazo impacta sin problema, pero Harald no cae. Olaf ataca de nuevo a Uthred, pero su ataque falla esta vez, si bien el filo de la espada pasa rozando al sobrino.

Bernt intenta cortar con su enorme hacha a Olaf Olafsson, pero éste apenas tiene que hacer un paso a un lado para apartarse de la trayectoria del hacha, sin despeinarse.

Harald es el último y la suerte no parece acompañarle. Su ataque falla miserablemente.

Olaf sigue concentrado en defenderse mientras su espada se sigue calentando.

De los que quedan sólo Uthred y Harald son lo suficientemente rápidos como para intentar un nuevo ataque justo antes de que Haakon se una a la lid. Uthred falla, pero Harald, casi por milagro impacta en Hjalti que se lamenta.

Es el turno de Olaf que se encarga de Bernt. Su ataque, por increíble que parezca, falla y deja vía libre a Erik y a Uthred.

_{Mina ord att vara rädd för mina fiender, och rädsla, vår styrka.}

Haakon murmuraba para sus adentros con el puño sobre el pecho, durante unos segundos peligrosamente ignorante del combate que les rodeaba, antes de encararse a Olafsson con un único dedo acusador como arma. - Comprende lo que has hecho, Olafsson. Has traicionado la confianza de los que te consideraban amigo; has obrado de forma artera y taimada, has manchado tu honor y el de muchos otros sin una pizca de arrepentimiento e insultaste la amistad de la jarl Helga como invitado en su casa. -

- Aunque nos derrotes será una victoria amarga y sin sentido. Que los dioses me consideren digno de hablar por ellos, porqué yo, Haakon Rasmussen, digo que en el momento que derrames una sola gota de sangre más sellarás tu destino, que no es otro que el rincón más árido y oscuro de todo Hel. -

   Mi espada había fallado por poco. Por muy poco. Estaba estudiando a mi tío, probando sus defensas y viendo si podía existir algún hueco desprotegido. Pero el artero de Olaf Hákkonsson parecía que estaba acostumbrandose a mis ataques. Desviaba mis golpes, o fintaba en el último segundo antes de que yo golpeara, cortando mi hoja nada más que aire. Por eso decidí cambiar de estrategia.

   Esta vez, al ir a atacar, avancé con todo mi cuerpo, retrasando el escudo de manera que no me estorbara y cogiendo impulso, lancé un ataque simple pero poderoso. El filo de mi hoja descendió desde las alturas, como si fuera un mazo o el hacha de un leñador, con el fin de partir en dos a mi tío. Quizá este golpe no sea suficiente para vencerle, pero al menos sí para demostrarle que Uthred Svensson, sangre de su sangre, sabe hacer algo más que lanzar "picotazos" con la punta de su espada.

Alzo mi escudo y lanzo un hachazo bajo el, buscando las piernas de mi oponente.

El intento de Erik fracasa por mucho. La fiereza del combate parece estar pasándole factura por lo mucho que el poblado se está jugando. Y Uthred no parece estar desencaminado. Los dioses parecen estar pasándoselo genial, pues lo mismo que os benefician en algunos casos, os hacen fallar de las formas más rocambolescas en otros.

Hjlati ve aparecer a Haakon y hace amago de ir a por él, pero la presencia de Harald entre ambos protege al thurl e impide el avance del jarl danés. Frustrado, éste ataca a Harald y llega a cortar. El tajo sin embargo apenas sí es un rasguño.

Hákkonsson ataca a Uthred con renovada ira. Su ataque, sin embargo, se encuentra con la espada de Uthred que desvía el intento sin esfuerzo.

Es el momento del thulr, que desde atrás, lanza una especie de maleficio sobre Olaf que ve cómo la magia comienza a penetrar en él. Sus ojos se muestran nerviosos pues reconoce el efecto y sabe que de no resistir todo puede acabar mal.

Es entonces cuando Bernt aprovecha para atacar. Su hacha es certera y aprovechando el despiste del traidor Olaf le inflinge un feo corte. Harald no se queda corto y, animado por el corte de su amigo Bernt, lanza una ágil estocada que consigue encontrar su objetivo en Hjalti que aumenta sus heridas.

Olaf reacciona y se lanza al ataque contra Bernt. Su arma impacta y Bernt sufre las consecuencias.