Partida Rol por web

Desde tu rincón de lectura puedes oír como tu maestro refunfuña mientras rebusca en viejos estantes, tan precariamente colgados que parece que puedan desprenderse en cualquier momento. Puede que el sea un genio de la magia, pero lo que esta casa necesita es un genio de la carpintería. 

-Vaya...otra vez se han vuelto a acabar...pero el trabajo no exige demora, no señor mio, no...

Típico, otra vez hablando solo. Entre sus constantes manías, sus acertijos y el tener un ojo mirando para Cuenca y otro mirando para Wisconsin, a veces entiendes perfectamente que nadie se acerque a menos de cien cascos de distancia de esta casa. Bueno, choza. Bueno, estructura precaria con cuatro paredes.

-Ah, estas ahí...ven Book, tengo un encargo para ti -dice señalándote con el casco- se me han acabado las gallolas, perdón las gayopolas, olvida eso ultimo, eres demasiado jóven-se apresura a corregir.-Ve con la florista, esa llamada Night Green, se que hoy quería salir al campo a recoger, que te enseñe como son y trae algunas. O que algunas sean traidas por ti. Y dale esto por las molestias -saca de su bolsillo un par de bits y te los da.

-Apresúrate, larga es la mañana, pero corta es la hora de cumplir con lo debido. 

Book Shield estaba tirado en el suelo, ojeando uno de esos libros que había leído al menos un millar de veces y prácticamente sabía de memoria pero que nunca se cansaba de repasar para confirmar que no había nada que se le hubiera pasado por alto, cuando empezó a escuchar a su maestro hablando consigo mismo, otra vez. Apartó un poco el libro y se apoyó en sus cascos mirándole divertido. Sus excentricidades eran en realidad una parte más de su personalidad única e inimitable que tanto apreciaba y admiraba. Cuando fue llamado cerró el libro y lo hizo flotar sobre una meza coja calzada con una pequeña cuña de madera mientras acudía en presencia de su mentor.

Sonrió sin darle importancia al pequeño lapsus linguae que había tenido, a todo el mundo le pasaba alguna vez, y escuchó el encargo con atención. Florista, gayopolas. Lo tenía.

- Sí, maestro.

Conocía el lugar en que se encontraba el puesto y estaba claro que quería que se apresurara, así que no alargó más la charla. Llevó los bits flotando hasta sus pequeñas alforjas que estaban colgadas de la pared en un perchero y se las colocó al lomo para salir de la cabaña perfectamente equipado para hacer recados. Cuando ya había dado algunos pasos alejándose volvió a acercarse a la casa y asomó la cabeza por la puerta que había dejado abierta a su paso.

- ¿Necesitará algo más, maestro?

Te lanza una mirada, fijándose en tu cuerpecito, tan frágil y enclenque que no se vuela de puro milagro.

Me conformo con que no vuelvas enfermo como la ultima vez, ya estoy mayor para andar cuidando potrillos. Ah, y a ver cuando me presentas algún amigo tuyo, quiero saber con que compañías se junta mi pupilo.

Agachó la cabeza avergonzado y se la rascó con el casco. Sí… esa vez  tendría más cuidado con acercarse a cualquier pony que pareciera tener síntomas de… lo que fuera. Lo último que quería era contrariar a su maestro y quitarle tiempo de hacer sus… cosas de mago alucinante.

- Oh, sí, amigo… -dijo en voz más baja paseando de nuevo el casco por el suelo- Algún día, sí. Eh… ¡Hasta luego!

Evitando alargar más aquello decidió marcharse rápidamente. Por supuesto la carrera duró poco, que se cansaba con facilidad, pero lo suficiente como para acercarse al camino que llevaba hasta Cerro Blanco. El resto del viaje lo hizo tranquilamente, disfrutando de la mañana. No tardó demasiado en llegar a los terrenos de las granjas más próximas a las murallas pero no tenía motivos para detenerse hasta llegar a la plaza del mercado.

Finalmente, Book había vuelto a casa. Incluso para un pony que caminara con unas patas tan cortas como las suyas resultaba evidente que se había retrasado con algo. Abrió la puerta de la cabaña y pasó al interior saludando.

- Ya he vuelto, maestro.

Todavía algo distraído por el encuentro con sus antiguos compañeros de clase fue a la zona en que guardaban las plantas relacionadas con la alquimia para dejar las que había tenido que recolectar solo al final sin prestar mucha atención a nada más. Se alegraba de estar de nuevo en casa.

Antes de que puedas dar más de unos pocos pasos, suena el estruendo de una trompeta, tan fuerte que te hace retroceder y caer al suelo de cuartos traseros. Al unísono, salen desde sus escondrijos Night Green, Rain e Icy Breeze y prorrumpen en un fortísimo:

-¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!!!

De entre ellos sale tu maestro, que lleva la trompeta en una mano y en la otra un pastel con una pinta deliciosa, con las letras de caramelo "A mi hijo querido". Todos están sonriendo y mirándote, a la espera de que digas algo y a pesar de lo inesperado de la situación sabes que es real.

Hacía un par de días que el maestro de Book me había avisado del cumpleaños de Book. Si bien no lo conocía muy bien era lo más cercano que tenía a un amigo en esta gran ciudad.

Había difrutado bastante la pequeña charla que tuvimos desde que lo encontré en las afueras de la ciudad. Y como se notó que le gustó el chocolate que tomamos, fui y le compré un canasto de regalo con tazita, chocolates y adornos, esperando que le guste.

- ¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS BOOK!!! - le digo alegremente.

Las fiestas de cumpleaños siempre eran una alegria, sobretodo cuando se celebra la de un joven potro. El nacimiento de una vida es algo que debe ser bien recordado. Habia tratado de correr despues de la charla con los padres de la potranca. Aunque bueno, seguia siendo una yegua pese a todo, asi que se apresuro todo lo que pudo.

Y alli estaban celebrando el cumpleaños de Book.

- ¡¡Feliz Cumpleaños!! Y que la fortuna este siempre, siempre de tu parte.

Le alegraba ver la cara de pasmo del potrillo, cuando se calmaran un poco le daria el regalo que llevaba.

A Rain le gustaban mucho las fiestas de cumpleaños sobre todo por el ambiente de alegría y diversión que significaban. Su regalo era simple aunque esperaba que al joven potro le gustase: Una abrigada bufanda del color de su crin para que le hiciera juego.

También presta atención a la esbelta Night Green, la yegua de exuberantes y floridas crines es una florista con bastante fama y muchos ponys acuden a ella cuando necesita alguna flor o planta, a Rain le sorprende bastante verla por aquí, su presencia despide tranquilidad y elegancia por donde la yegua pasa.

Je, el día que yo pueda dar esos pasos ágiles los unicornios no sabrán hacer magia-Piensa divertida.

Luego espera a que el cumpleañero aparezca:

-!!FELIZ CUMPLEAÑOOS BOOK SHIELD¡¡- Dice alegremente cuando el potro hace su aparición.

No había podido ni dejar las flores. Había sonado un estruendo enorme y, cuando se dio cuenta, se había quedado con cara de asustado sentado en el suelo. Tardó un buen rato en reaccionar. Aquello era una fiesta de cumpleaños. ¡Una fiesta de cumpleaños para él! Corcho, ni se había acordado de que era hoy.

Además de su maestro y la señora Green, que debía haber aprendido a volar como un pegaso, también habían venido Izy y Rain… ¡¿desde Canterlot?! Justo un par de días atrás había estado pensando en ellos y lo poco probable que sería volver a verles. Y ahora estaban todos allí, por él.

Intentó decir algo pero no salió absolutamente nada. Seguía completamente sorprendido, como si no quisiera terminar de creérselo, y consiguió levantarse tras un primer intento en que le fallaron las patas, en parte también por el cansancio del día de recolección. Fue entonces cuando se fijó en la tarta y no pudo evitar galopar hasta su maestro para abrazarle con sus patas delanteras.

- Gracias… -susurró frotando la cabeza de forma afectiva contra él para luego continuar en voz más alta- ¡Gracias a todos!

Porque sólo estaba contento. No iba a ponerse a llorar de la emoción ni nada parecido. Lo de ver borroso era claramente causa de que ahora vivían en una cabaña submarina. Sí, sería seguramente eso.